domingo, 17 de junio de 1990

EL TORNO AL PROCESO DE CANONIZACIÓN DEL PADRE ESCRIVA ( y 3)
J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en La Gaceta de Canarias, el 17 de junio de 1990

Uno de los interrogantes que suscita el proceso de beatificación y canonización de Monseñor Escrivá de Balaguer hace referencia a la sorprendente rapidez con que se desarrolla un proceso de ordinario muy largo (ya es conocida su proclamación como venerable el día 9 de abril). Pues bien, la razón fundamental parece radicar en los grandes amigos que tiene el Opus Dei en el Vaticano. No en vano, hoy por hoy, es el grupo católico más influyente en la Curia Romana, y prueba palpable de ello, como destaca Cambio 16 (27.03.89), es que se ha hecho con el control de las finanzas vaticanas tras el escándalo y la defenestración del arzobispo estadounidense Paul Marzinkus, dirigidas ahora por un comité cardenalicio formado por cinco miembros, próximos algunos de ellos a la Obra de Dios.

En este sentido, el primer gran valedor del Opus Dei en el Vaticano es nada menos que el propio Papa. Aún se recuerda (Cambio 16, cit.) cuando “en octubre de 1978, poco antes de entrar en Cónclave para elegir al sucesor en el Trono de Pedro, el todavía cardenal arzobispo de Cracovia, Karol Woytila, acudió a orar a una pequeña capilla en el sótano de un viejo edificio romano. En el 73 de Vía Bruno Buozzi, Woytila se arrodilló y rezó ante una lápida de mármol negro con un escueto epitafio: el Padre. Allí está sepultado Monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Pocos días después, la fumata blanca sobre los tejados del Vaticano anunció la elección de un nuevo Papa. Karol Woytila se calzaba las sandalias del pescador y se convertía en Juan Pablo II”. Además, Juan Pablo II ha sido el primer Papa que ha dado estructura jurídica al Opus Dei, que hasta 1982 aparecía en los anuarios pontificios dentro del apartado de institutos seculares. También, hay quien atribuye a la mediación del Papa el cese de la polémica sostenida en Italia sobre si el Opus Dei era o no una sociedad secreta, cuando era ministro del Interior el democristiano Oscar Scalfaro, y hay algunos que no dudan en calificarle ya como el Papa del Opus Dei, que ha puesto fin a las tensas relaciones mantenidas entre los Papas anteriores –sobre todo Pablo VI- y la ahora Prelatura Personal (El País, 25.10.87).

Es sintomático que Pablo VI se opusiera siempre a la concesión de una Prelatura Personal al Opus Dei con este argumento: “si se trata de personas que desean dedicarse a la religión ¿por qué no lo hacen dentro de la legislación que la Iglesia tiene estipulada para ello?; si se trata de personas que desean dedicarse a ocupar cargos en la sociedad y el Estado ¿por qué necesitan y piden una protección de la Iglesia?”. Ahora bien, las diferencias entre Pablo VI y monseñor Escrivá vienen desde mucho antes. Desde los años 50, el joven Montini (Pablo VI) no apreciaba la fogosidad y el talante de Escrivá y tenía serias dudas respecto al apostolado de la Obra. Por aquellos años (56 y 57), ya se había producido la entrada de miembros del Opus Dei en la política española y algunos obispos italianos tenían un gran temor de que se produjera una comparación, siquiera simbólica, entre los movimientos católicos democráticos, como la democracia cristiana, y los grupos confesionales que apoyaban las dictaduras. Para ellos, el Opus Dei estaba sosteniendo el franquismo, y eso perjudicaba su reconocimiento canónico. A tal extremo llegó la confrontación, que cuando Montini fue nombrado arzobispo de Milán negó a Escrivá los permisos oportunos para abrir una residencia. Como contrapartida, Escrivá le dedicaba sus más duros dicterios, que subieron de tono cuando Montini protestó al gobierno español por la condena a muerte del chekista Grimau. Escrivá, desde su patriotismo visceral, le reprochaba una injerencia intolerable en los asuntos españoles (A. Moncada, Historia Oral del Opus Dei, 1987). Por ello, no resulta sorprendente que el día de la elección de Montini como Pablo VI –cuenta Antonio Pérez, antiguo consiliario de la Obra en España- el Padre Escrivá lo acusara en privado de masón y otras lindezas y previno que todos los que habían cooperado en esa elección se iban a condenar al infierno. Mas, el actual Vicario del Opus Dei en España, monseñor Gutiérrez de la Calzada, se niega a aceptar esa animadversión mutua, y declaraba al semanario Época (11.08.86) que Pablo VI fue la primera mano amiga que encontró el Fundador al llegar a Roma y mantuvo una amistad cordial durante toda su vida con el actual Prelado de la Obra (Álvaro del Portillo). El 1 de octubre de 1964 dirigió una carta, escrita de su puño y letra, a Monseñor Escrivá en la que manifestaba su satisfacción por todo lo que el Opus Dei estaba haciendo por el Reino de Dios, en la que también se hablaba del amor de la Obra por la Iglesia y por el Papa y del celo ardiente por las almas.

El segundo gran valedor del Opus Dei en el Vaticano es, por pura casualidad, el cardenal Pietro Palazzini, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. Postergado por Pablo VI (todo parece coincidir), una vez nombrado Papa Juan Pablo II, Palazzini fue desempolvado y puesto al frente de la Congregación que se ocupa del proceso de canonización de Escrivá de Balaguer (la citada Sagrada Congregación para la Causa de los Santos). Algunos piensan que se trató de una astucia del Opus Dei para facilitar el proceso (El País, 23.10.86). A los hechos me remito: el nuevo prefecto nombró enseguida consultor de la citada Congregación al actual Prelado de la Obra, monseñor Álvaro del Portillo.

No podemos olvidar tampoco, entre otros muchos (el teólogo Carlos Farrara, el también cardenal Silvio Oddi, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, etc.), al cardenal Ugo Poletti, que presidió la última sesión de la primera fase del proceso de canonización que culminó el 8 de noviembre de 1986 y que recordaba en un artículo publicado en el duodécimo aniversario de la muerte del Fundador las expresiones usadas por la Conferencia Episcopal del Lazio: “Quiso ser siempre muy romano, y enseñó a todos los que se le acercaban a asumir la propia responsabilidad de miembros activos de la Iglesia, viviendo en perfecta unión con la jerarquía, la propia vocación cristiana con fidelidad plena...”.

Todos ellos, en definitiva, parece que no han permitido que en el proceso de canonización, donde se suelen reunir testigos a favor y en contra, ninguna persona opuesta a la canonización haya podido declarar. En este sentido, personas tan cualificadas como Antonio Pérez, antiguo consiliario de la Obra y socio desde los primeros tiempos, María Angustias Moreno, autora de dos importantes libros sobre el Opus Dei escritos tras su deserción o María del Carmen Tapia, ex directora mundial de la Sección Femenina de la Obra, han sido marginadas de la investigación (Tiempo, 04.08.86) y parece que también el doctor John Roche, antiguo miembro de la Obra y otro de los principales opositores a la canonización.
[1] En La Gaceta de Canarias, 17 de junio de 1990.

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