jueves, 30 de marzo de 2006

VIERNES SANTO: LA PROCESIÓN DE “EL CALVARIO”

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en el Programa de Semana Santa de 2006

Sobre las once de la mañana se hace presente en las calles de nuestra ciudad la procesión de El Calvario, sin duda, el desfile procesional más antiguo de nuestra Semana Santa. Esta representación del culto público a Jesucristo crucificado se lleva a cabo desde el siglo XVI y estuvo históricamente vinculada a la Hermandad de la Vera Cruz, desde su creación en 1558 a instancia de los frailes franciscanos[1], y a la Cofradía de la Misericordia, fundada en 1514 al tiempo que el Hospital de Dolores, que, fusionadas poco más tarde (1579), subsistiría hasta los años veinte del siglo pasado. Esta fusión no fue un hecho aislado en Santa Cruz de La Palma, sino que se generalizó en otras poblaciones, y a esta Cofradía se referían, por tanto, de las dos maneras, asumiendo los fines de ambas: la exaltación de la cruz y la conmemoración del Jueves Santo con estación de penitencia y el cuidado de enfermos y desfavorecidos y la debida asistencia mortuoria.

Vemos, por tanto, que las cofradías penitenciales de nuestra Semana Santa se remontan a los primeros años del siglo XVI (poco después de la Conquista), por lo que resultan casi coetáneas de las primeras cofradías de este tipo que surgen primero en Andalucía y luego por toda España, y que nacen como cofradías de Pasión o disciplina. Precisamente las cofradías del Crucificado y de la Vera Cruz resultan las más antiguas, lo que también explica el gran número de Crucificados del siglo XVI dado que era la iconografía predominante en aquellos momentos. Representación de Cristo que, como decimos, estuvo muy ligada también a las cofradías de la Misericordia, dado que el sufrimiento de Cristo se interpreta como auxilio de los pobres y menos favorecidos.

Hoy es la Cofradía heredera de aquella ya extinta, la nueva hermandad del Crucificado y la Veracruz, fundada el 2 de enero de 1986, la titular del desfile procesional. Los hermanos cofrades visten túnica de color blanco marfil con capa, capirote y cíngulo rojos, con la cruz como insignia en los bajos del caperuz.

En sus orígenes, según el libro de la Misericordia, esta procesión se efectuaba la noche del Jueves Santo durante la estación de penitencia, casi en la oscuridad y en silencio, en la que parte de los hermanos cofrades de la Veracruz y la Misericordia se autoflagelaban, imitando los sufrimientos de Cristo. Probablemente se trate de la procesión de los “disciplinantes” de la que también habla el libro de Visitas de la parroquia de El Salvador, aunque este la sitúa por la tarde.


A partir de 1785, la procesión se trasladó a las seis de la mañana del Viernes Santo, en atención a que se habían prohibido las procesiones nocturnas (por Real Cédula de Carlos III de 20 de febrero de 1777, aunque no tuvo efectos inmediatos en las islas), y se prohibió la presencia de disciplinantes en las procesiones de Semana Santa. Más recientemente se trasladó a las nueve de la mañana (entre otros horarios), para terminar en el horario actual.

El desfile procesional lo componen dos pasos. El Calvario, reúne, a la diestra del Cristo Crucificado y de rodillas, una imagen de candelero de María de Magdala, La Magdalena, obra de Estévez del Sacramento (hacia 1837), de inspiración neoclásica, aunque próxima al estilo Luján Pérez, tanto en su ademán como en su semblante (otra Magdalena de Estévez procesiona en la Semana Santa lagunera desde la iglesia de Santo Domingo). La efigie, de 1,10 mts, y pese a salir de los talleres de Estévez en “época de menos inspiración” (Padrón Acosta, 1943), destaca por su excelente modelado y porque su cabellera está excepcionalmente tallada, pese a tratarse de una imagen vestidera (Fuentes Pérez, 1990). En opinión de Fernández García (1963), el escultor orotavense supo darle a la misma “la más viva expresión de arrepentimiento”.

A la izquierda de Cristo, en actitud de diálogo, se exhibe el San Juan Evangelista (de 1,53 mts.), de vestir, también neoclásico, aunque con reminiscencias barrocas (hacia 1858), de Aurelio Carmona López, que ya había procesionado la noche del Miércoles Santo. En palabras de Fernández García (1963), el escultor palmero "supo darnos en esta talla, en su mirada y escorzo, el momento en que el discípulo amado comprendiendo la pronta partida del Maestro implora con sus ojos fijos en el Divino Rostro misericordia para la tierra, a la que señala". Para Fuentes Pérez (1990), esta efigie, inspirada en las homónimas de Luján, supera a muchas de las de éste y de las de Estévez del Sacramento. En general, las obras de Carmona como la presente, pese a carecer de fuerza interna, se caracterizan por un modelado correcto sujeto a un dibujo cuidado, extremadamente academicista. La imagen de madera policromada ahuecada fue restaurada por el joven imaginero palmero Domingo Cabrera Benítez (n. 1972) en 1999, con problemas de inestabilidad y repintados. El discípulo amado de Jesús viste principalmente una elegante túnica de terciopelo de seda de color verde y un no menos airoso manto terciado del mismo material color burdeos. Esta imagen parece incorporarse al grupo de El Calvario en 1877, como informa el periódico “La Palma” (08/04/1877), “en la cual, a la belleza de las formas, se une el sentimiento por un conjunto expresado, y que tan en armonía está con las circunstancias del personaje que se ha querido encarnar en la escultura”.

El paso se completa con un Crucificado reciente, talla completa, debido a la gubia del también escultor orotavense Ezequiel de León Domínguez (n. 1926), quizás el mejor imaginero vivo (de claras reminiscencias estevianas) y el más significativo representante de la imaginería que procesiona en la Semana Santa de La Laguna (Cristo de Burgos, Cristo Predicador, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, El Señor de la Cañita, entre otras). El Cristo se enmarca en la “tercera etapa” de la obra del escultor de La Orotava (1961-1976), de plena madurez, en la que destacan sus avances en la resolución de la talla y en la policromía. Pese a su carácter eminentemente autodidacta, De León fue alumno de la Escuela “Luján Pérez” de Las Palmas de Gran Canaria y también se formó temporalmente en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y en la Cátedra de Restauración de Sevilla. Guerra Cabrera (1987) lo ha definido como “un imaginero a destiempo”, ya que en su obra predominan características más propias de un barroco tardío.

La talla del Crucificado palmero, que ocupa la número 42 del catálogo elaborado por Guerra Cabrera (1987), fue adquirida para la parroquia a iniciativa de su párroco don Juan Pérez Álvarez y costeada por los descendientes de la familia García de Aguiar y por donativos voluntarios. Se trata de una talla ahuecada y policromada de 1,85 metros realizada en madera de caoba. Como lo describe Guerra Cabrera (1987), “este Crucificado parece estar a punto de sentir la paz de su propio desenlace. Los brazos, clavados en la Cruz por las manos tienden a cansarse antes de que llegue el momento. Todo su cuerpo apreciablemente se desploma por el peso.” Asimismo los pies unidos por un solo clavo nos recuerda al Cristo de Palma Burgos que procesionará muerto por la tarde (aunque la posición de los mismos no sea la misma).

Este Crucificado fue bendecido el 9 de abril de 1968 (Martes Santo) y desfila por primera vez el 12 de abril de ese año, Viernes Santo, en horario inhabitual, las diez y media de la mañana (ya en 1970 el horario de salida son las once de la mañana).

La nueva talla de Ezequiel de León vino a sustituir a otro Crucifijo anterior, modelado en pasta de papel, debido a la gubia del padre Díaz (fechado en 1862 y de factura más barroca), encargado por la cofradía de la Misericordia, y puesto al culto el año siguiente (se bendice en la propia casa de su artífice) apenas cuatro días antes de la muerte del ilustre beneficiado. Poco después, por las importantes deficiencias técnicas en la talla de la cabeza y su evidente desproporción, el ya citado discípulo de Díaz, Aurelio Carmona López, esculpió una nueva cabeza (hacia 1865). Hoy este Crucificado, conocido como Cristo de la Misericordia o de la Veracruz, se preserva en la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, y la primigenia cabeza en la ermita de San Sebastián también de la capital palmera.

Fernández García (1963) nos advierte que antiguamente las imágenes de entonces (durante el siglo XVIII, v. gr.) no salían agrupadas, que era, no obstante, lo habitual en Canarias. Las imágenes (con el Cristo de Díaz) fueron costeadas por la familia García de Aguiar, en la persona del coronel de armas Francisco Javier García de Aguiar y Pérez (1797-1883). Las mismas vinieron a sustituir a otras más antiguas y en muy mal estado.

El trono del “Golgota” se completa con cuatro pequeños ángeles, que son obra de Domingo Carmona. Los dos delanteros nos conectan, uno (el cáliz), con Getsemaní y con la tradición del Santo Grial, y otro (con el S.P.Q.R.), con la autoridad bajo quien muere y con Roma; los dos traseros (con esponja y escalera) con los acontecimientos que han de suceder de inmediato (Acosta Felipe, 1999). El espectacular Crucificado recrea el momento de la suprema imploración al Padre: “Eloí, Eloí, lemá sabacthani” (Dios Mío, Dios Mío, ¿Por qué me has abandonado?, Salmo 21).

Hoy el grupo se encuentra en un nicho frente a la entrada principal de la iglesia. Sin embargo, aunque con diferente imaginería, ha ocupado distintas ubicaciones en el ex convento, desde la propia capilla de la Veracruz (de donde es relevado en 1762 para colocar el nuevo retablo de la Inmaculada), hasta el propio altar mayor, cuando no hubo retablo.

Junto a este paso, procesiona también desde antiguo la Virgen de la Soledad, imagen de candelero realizada por Domingo Carmona Cordero (1702-1735) sobre 1733, en esta ocasión con vestiduras de terciopelo de luto riguroso y enmarcada en una mandorla dorada. La efigie, que aparece con las manos entrecruzadas como resulta frecuente en esta iconografía, la creó el escultor para la Cofradía de la Veracruz de la que era miembro, para sustituir a otra muy antigua y con graves desperfectos. No obstante, la imagen no le salió gratis a la hermandad del Crucificado, puesto que el escultor cobró hasta 150 reales por su trabajo (a los que se tuvieron que sumar 50 más por el material). El joven Carmona es autor también de los ángeles que rematan el paso (ahora sólo cuatro), de las mismas características que los del trono de El Calvario, y de la imagen de Santa María Cortona (1734) para la V.O.T., realizada en madera de lentisco (de peor calidad que el cedro, de ahí su deterioro) y que durante largo tiempo hizo de la Santa Verónica en los desfiles de la Semana Santa de la ciudad[2]. Este artífice palmero probablemente haya sido discípulo de Bernardo Manuel de Silva.

El espectacular paso de El Calvario ha de salir del cenobio franciscano a pasos cortos y precisos y a brazos de la cofradía de Nuestro Señor del Huerto para luego, ya en la plaza de la iglesia, ser alzado a hombros de la misma. Poco después, tras el atronador recibimiento de la banda de cornetas y tambores (hoy Gayfa), comienzan a escucharse los primeros compases del grandioso y vibrante Mektub. Marcha fúnebre del compositor donostiarra Mariano San Miguel Urcelay (1879-1935) que comienza a identificarse con esta procesión en nuestra Semana Santa, como lo hace con la bendición del Nazareno en el Calvario en Tabarra (Albacete). De nombre excepcionalmente árabe, Mektub, aunque en forma dialectal marroquí, significa ¡Estaba escrito! y fue compuesta por San Miguel, el primer clarinetista español y compositor de más de 200 obras para Banda, en 1925, probablemente estando o habiendo estado en Marruecos.

El recorrido procesional se impuso en el año del estreno del Crucificado de Ezequiel de León (1968) casi por casualidad. Las andas aquel primer año eran las mismas que acogían la talla sustituida del padre Díaz, y la nueva era mucho más pesada, por lo que se estableció un recorrido, en principio provisional, más corto. Este periplo incluía la calle General Mola (hoy Anselmo Pérez de Brito) por La Alameda, O´Daly, Blas Simón, Álvarez de Abreu, Avda. José Antonio (hoy El Puente), nuevamente General Mola, y regreso al templo por las Cuatro Esquinas (DA, 08/04/68). En la actualidad, el itinerario es el mismo, con la única diferencia de que el trayecto por las calles Álvarez de Abreu y O’Daly se hace en sentido contrario. Asimismo, era costumbre que la procesión en su recorrido llegara hasta la puerta de la casa de señor Vicente García de Aguiar y Carballo (mayordomo de la Cofradía), que empezó a sufragar sus gastos, donde se preparaba un descanso, y más tarde de su familia (hasta 1934, durante un tiempo se ocupó la V.O.T.). Aún hoy, retomada la costumbre, se detiene ante la casa de sus descendientes en el callejón de Blas Simón, esquina con la calle O’Daly.

En la actualidad, acompañan los pasos, además de la Cofradía titular del Crucificado y la Veracruz, las hermandades femeninas del Señor de la Piedra Fría, de “manolas”, y de Nuestra Señora de Los Dolores desde 1996, así como los tradicionales Hosannas. Con anterioridad, solía asistir la Hermandad de la Inmaculada. El paso de “El Calvario” es transportado hasta por 16 braceros de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto de la parroquia franciscana desde 1993 (aunque ese año fueron sólo ocho), en lo que supone el paso con mayor número de cargadores (hoy se iguala con el paso del Señor de la Caída). Antiguamente era frecuente el reparto de refrescos y de almendras confitadas al terminar la procesión. En ese momento, aún se escuchaban los ecos de Al Calvario, marcha procesional de honda tradición en nuestra Semana Santa y que debemos al compositor palmero Alejandro Henríquez Brito (1846-1895), autor también de la emblemática Amor Eterno.

[1] En 1508 se había fundado el cenobio de la Inmaculada Concepción de esta orden y entre 1559 y 1563 se construyó la capilla de la Veracruz, la segunda colateral de la Epístola.[2] Fuentes Pérez (1990) atribuye esta efigie a Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario