sábado, 31 de marzo de 2012

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE SANTA CRUZ DE LA PALMA 2012

J.J. Rodríguez-Lewis
Empiezo confesando que la Semana Santa es una de mis debilidades. Cuando apenas entendía los misterios que se celebraban, ya disfrutaba de las procesiones más populares, como la del "Punto en la plaza" desde Santo Domingo (que nunca fue ni el Santo Encuentro ni la procesión del Nazareno, La Dolorosa y San Juan que se anunciaba en los dípticos parroquiales), con sus itinerarios iniciales diversos y la complicada decisión de a quién acompañar o con su particular "encuentro", promovido por el sin par San Juanito "El Alcahuete". A decir verdad, salvo el de Híjar (Teruel), no conozco otro San Juan moteado de "alcahuete" (y tampoco aquel es San Juanito). Además,  "El Alcahuete" es únicamente este San Juan, tallado por "El Morenito" (Manuel Hernández García), uno de los discípulos más aventajados de Luján Pérez, porque nadie de esta ciudad se acuerda del apodo cuando procesiona el de Nicolás de las Casas (con La Caída) o el de Aurelio Carmona López (con El Calvario). Por cierto, las tres imágenes del joven evangelista vestideras y de inspiración y factura neoclásicas (esculpidas en una franja de menos de veinte años 1842-1860). La procesión mantiene el recorrido de antaño, aunque en la actualidad apenas conserva la "estación de penitencia" de El Salvador. Por ello, quizás deban recuperarse aquellas breves estaciones de San Francisco y Hospital, aunque La Caída se haga presente en la calle cuando el elegante Nazareno de Estévez, una de sus mejores creaciones, en la estela del sevillano Pedro Roldán, aún remonte la calle Pérez Volcán en busca del antiguo convento dominico. El cortejo lo completa La Magna. Con este apelativo no queremos decir más que "La Grande": Nuestra Señora de Los Dolores, Virgen y Grande, otra fabulosa efigie de Fernando Estévez, que nos recuerda a las dolorosas de Luján de la iglesia de Santo Domingo y de la ermita del Espíritu Santo, ambas en Las Palmas de Gran Canaria. Hoy la procesión incluso ha recuperado su antigua confraternidad, la Venerable Hermandad de Jesús Nazareno, la única de las históricas cofradías que aún desfilaba a principios del siglo XX, aunque con no más de diez hermanos.

Otra procesión, que me entusiasmaba de niño, era la de la Piedra Fría, la procesión por antonomasia de esta parroquia, la única del Jueves Santo.  Aunque más que entusiasmarme, me intimidaba. Me sobrecogían las cadenas que arrastraban los capuchinos. Sí, porque para nosotros (como también ocurre en otros lugares) tampoco eran cofrades o nazarenos, sino "capuchinos", aunque distaran en mucho de los frailes franciscanos de la orden. Además, sobresalía el negro: la noche, a veces desapacible, y la hermandad titular de damas fundada en 1956 (en la Península les dicen "manolas") contribuían a esa sensación que encogía mi entereza y sobresaltaba mi ánimo. El remate lo ponía la peculiar figura del "ecce homo" (que, en verdad, no lo es), los singulares rasgos de un Cristo mexicano medio indio (de mitad del siglo XVI) que procesionaba sin adornos florales -casi el único paso que así lo hace- y con una ristra de fanales o cirios encendidos que coadyuvaban a estremecer el espíritu en formación de los feligreses más imberbes. Nuestro Señor de la Humildad y Paciencia es la imagen más antigua de esta advocación en Canarias y se ha convertido en la estampa de nuestra Semana Santa, en el referente ineludible de la Semana Mayor de nuestra ciudad. Para los de Santa Cruz de La Palma, es, sin duda, la procesión que resume su Semana de Pasión, por eso también es la gran desconocida para los pueblos de la isla que, por lógica, apuestan por la procesión magna del Santo Entierro. No en vano, la Piedra Fría es la procesión grande de la parroquia de La Asomada. La cita inexcusable de sus cofradías y hermandades, de todas aquellas confraternidades que nacieron al amparo del eficaz apostolado de don Juan Pérez Álvarez, el inolvidable párroco de esta comunidad. Esta iconografía siempre estuvo muy vinculada a los centros hospitalarios. Es más, hasta 1830 salía la procesión de la iglesia del Hospital de Dolores, en su antigua ubicación en la calle de la Cuna, y visitaba todos los templos en los que estuviera expuesto el Santísimo Sacramento. Sin ser excesivamente pretencioso, acaso no sea un dislate incluir en su recorrido la visita  a la actual iglesia del Hospital de Dolores como su estación de penitencia o procesionar alguna vez junto al Cristo de la Salud, hoy en Los Llanos de Aridane, su "compañero de viaje" en tiempos pretéritos cuando compartían templo y rogativas. La Dolorosa de Carmona (Domingo) lo acompaña desde no hace más de quince años y constituye nuestro particular paso de "palio", entre comillas, por supuesto, mejor, de mandorla y, cuando se tercia, de sencillo baldaquín.


La última de las procesiones que la memoria de mi infancia me evoca resulta la primera de todas, la de la mañana del Domingo de Ramos: el Señor del Burrito, le decimos, nuestro singular protagonista de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Mi adscripción parroquial siempre fue El Salvador hasta que -apuntando la mayoría de edad- opté por el entonces mayor activismo juvenil que observaba en San Francisco, así que, de niño, siempre asistí a la procesión de Ramos de la parroquia matriz. Es más, pensaba que no había otra. Fue bastante más tarde cuando descubrí que todas las parroquias, de una manera o de otra, la celebraban. Los recuerdos, en este caso, se agolpan casi sin orden ni concierto, pero, de entre todos ellos, retengo aún el madrugón que los niños forzábamos de buena gana para llegar con tiempo a La Luz con el propósito de conseguir nuestra palma y nuestro ramo de olivo benditos. Luego, cuando regresábamos a nuestras casas, los colocábamos en las cabeceras de las camas como testimonio de la fe en Cristo. En realidad, esta procesión es la más antigua de la Semana Santa, puesto que se empezó a forjar en el siglo IV (en Jerusalén), aunque en Santa Cruz de La Palma no se celebra con un paso si no desde 1968. Tampoco la bendición y el reparto de palmas y olivos en una iglesia secundaria, como marca la tradición, son mucho más antiguos, se efectúan en Santo Domingo o La Luz desde 1957.

Después, con poco más de nueve años (1976), pasé a formar parte de la banda de música San Miguel, la nueva agrupación musical capitalina promovida por Julio Hernández Gómez y Néstor Cabrera Vargas, constituida entonces recientemente (1975), y que venía a cubrir el vacío que había dejado la desaparición de la banda Santa Cecilia. Estuve otros nueve años en dicha formación, lo que me permitió conocer con más detalle la Semana Santa, incluida la de las Breñas y Mazo, donde la banda no faltaba aunque tuviera que dividirse en dos por la coincidencia de horarios. Eran tiempos en los que pocas más bandas había en la isla y la San Miguel, patrocinada por la Caja Insular de Ahorros, se multiplicaba por casi todos los pueblos. Por ello, desde muy pronto, advertí la importancia de la música en nuestra Semana Santa, de las marchas de procesión y de los tradicionales motetes, felizmente en proceso de recuperación. A mí me gustaban especialmente Procesión de Semana Santa en Sevilla, del aragonés Pascual Marquina, de manera particular cuando la interpretábamos conjuntamente con la banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja o de la Gayfa, o Virgen del Valle, del sevillano Vicente Gómez Zarzuela, quizás la marcha más bella jamás escrita, y, cómo no, Nuestro Padre Jesús, la inmortal partitura de Emilio Cebrián, dedicada a la imagen homónima, conocida como "El Abuelo", que procesiona en la Semana Santa de Jaén. Las tres marchas acompañan la procesión del Señor de la Caída, una portentosa efigie de Benito Hita del Castillo, el último de los grandes imagineros del barroco sevillano. La procesión, que sale de San Francisco, no tiene un siglo. Su primera salida se produjo en 1922, después de más de ciento setenta años sin procesionar, lo que nos remonta a cuando la imagen arribó a la isla (1753), sin que la bienhechora que hiciera el encargo, doña María Massieu y Monteverde, pudiera contemplarla al haberse quedado ciega unos años antes. Entrañable y curiosa historia la de este Cristo que, junto a la extinta ermita de su nombre, vino a expiar la afrenta cometida contra la imagen del Nazareno por una demente en 1679, cuando esta arrojó a aquella un recipiente de inmundicias. Durante mucho tiempo, este desfile estuvo ligado al Jueves Santo, puesto que La Caída solo procesiona la noche del Miércoles a partir de 1972, y recientemente, desde 1999, ha recuperado el segundo "Punto" del día, el apócrifo, el de La Alameda, con la Santa Verónica y el Cristo de Hita como actores principales. Para este pregonero fue siempre una procesión ensombrecida por la grandiosidad de La Piedra Fría y el Santo Entierro, a las que, realmente, tenía poco que "envidiarles". La comitiva la completan la sobria Virgen de la Capilla y un elegante San Juan, ambas imágenes de factura neoclásica y salidas de las gubias del que fue alcalde de esta ciudad, Nicolás de las Casas Lorenzo, aunque el "notario de la Pasión" haya sido modernamente restaurado por Jesús de León y Cruz. De ella se ocupan sus cofradías titulares, de La Pasión, que cumple medio siglo, y de Nuestro Señor de la Caída, y la siguen cuidando con mimo, en particular a la Verónica y a La Dolorosa -que salen de su capilla-, los hermanos terciarios de la Orden Franciscana Seglar, que, gracias a ella, mantienen su compromiso con nuestra Semana Santa iniciado hace más de cuatrocientos años.

La regia Mektub, de Mariano San Miguel, daba la bienvenida al Calvario de la mañana del Viernes Santo en la plaza de San Francisco. El paso es de los pocos de nuestra Semana Santa que presenta varias imágenes agrupadas, tendencia que se ha ido acentuando con los años. Desde 1968 lo preside un precioso crucificado del orotavense Ezequiel de León, tal vez el mejor imaginero canario del siglo XX y artífice emblemático de las Semanas Santas de La Laguna y La Orotava. El imponente paso lo perfeccionan una hermosa Magdalena de Estévez, sorprendentemente con la cabellera tallada, y un todavía más logrado San Juan del palmero Aurelio Carmona López, efigie que supera sin duda a las piezas homónimas de sus maestros, incluidas las de Luján. Tras este magnífico trono, se mece el dolor contenido de nuestra Virgen de la Soledad, la Dolorosa creada por Domingo Carmona, penitente de la antigua cofradía de la Veracruz , en 1733. Desde 1986, su cofradía titular, del Crucificado y la Veracruz, heredera de aquella que encontramos en el origen de la Semana Santa, da esplendor a la comitiva, desplegando, probablemente, el mayor número de miembros de entre las quince hermandades capitalinas. Dicen que no hace mucho tiempo era frecuente el reparto de refrescos y almendras confitadas al terminar la procesión, yo he de reconocer que nunca lo vi, pero quizás sea una costumbre un tanto familiar que debería recuperarse, como se han rescatado últimamente -aunque de forma inconstante- las modernas chirimías.

Pese a la calidad y popularidad de las marchas de procedencia peninsular que se interpretan en nuestra Semana Mayor, la palmera Amor Eterno, de Alejandro Henríquez Brito, es, sin discusión, el himno de nuestra Semana Santa. La Banda de Música San Miguel no ha dejado de interpretarla con solemnidad a la salida de La Dolorosa de Estévez por la portada trasera de El Salvador en la procesión del Santo Entierro, y a todos, de una forma u otra, se nos eriza la piel cuando escuchamos sus primeros compases. Esta procesión, que Alberto-José Fernández García ya calificaba en 1963 de "espectáculo solemne y grandioso", ha mejorado ostensiblemente en los últimos años. En 1985, se estrena un magnífico Cristo yacente, de casi dos metros de longitud, conocido como Cristo del Clavo, que es casi la última imagen tallada por un artífice de postín: Francisco Palma Burgos (Paco Palma), imaginero de referencia en Semanas Santas tan relevantes como las de Málaga o Úbeda (Jaén), para las que esculpió, por ejemplo, el Cristo de la Buena Muerte (Mena) o el Cristo de la Columna. En 1999, a instancia de la cofradía de cargadores de Nuestro Señor del Huerto, se reincorpora al cortejo la Santa Magdalena de Estévez, además, se une al séquito procesionando desde San Francisco, con lo que se evita trasladarla en un vehículo como se efectuaba entre 1946 y 1971. Desde 2003, participa la última cofradía en fundarse en la ciudad, la de La Piedad, y en 2011 se recupera un paso de otra época, el de las Tres Marías (la réplica de los Santos Varones), imágenes de bastidor de las que se ha ocupado, tallándolas o restaurándolas, el imaginero de la isla Domingo Cabrera Benítez. Hoy, la amplia comitiva (con La Dolorosa, San Juan y los Santos Varones) alcanza los seis pasos (y las nueve imágenes) y la procesión resulta aún más "solemne y grandiosa" que en cualquier tiempo pasado. Pero el Santo Entierro no termina con la entrada de las imágenes en el templo matriz. La música, las notas de la Marcha Fúnebre de Chopin, que interpretaba la Banda de Música desde el coro de la iglesia mientras los miembros de la cofradía del Santo Sepulcro procesionaban [sin basa] al Cristo por el interior del templo, siempre me ha parecido uno de los momentos más emocionantes y conmovedores de la Semana Santa. Incluso los músicos teníamos que estar muy atentos a los efectos escenográficos que se pretendían, puesto que teníamos que dar por finalizada la interpretación al tiempo que se cerraba la tapa del sepulcro con estrépito y se apagaban las luces de la mglesia. Tal vez, lo que sí debería potenciarse sea la procesión del Retiro, en particular, si no rescatamos la antigua de la Soledad del Sábado Santo.
               Mi participación en la Semana Santa apenas descansó en 1986, porque un año después (1987), en pleno apogeo cofrade en Santa Cruz de La Palma, en especial, en la parroquia de San Francisco (entre 1981 y 1987, se fundan o reorganizan la mitad de las actuales hermandades de la ciudad), unos jóvenes universitarios fundamos la cofradía de Nuestro Señor del Huerto. Esta cofradía, que este año celebra su XXV aniversario, nació fundamentalmente para soportar el peso de los pasos procesionales, convirtiéndose en la primera hermandad de la isla con este fin. Los fundadores considerábamos incomprensible que se cobrara por “cargar” a Cristo, que se retribuyera por soportar el peso de los pasos de Semana Santa, servicio que habría de ser, cuando menos para los católicos, motivo de gozo y consuelo. Esta fraternidad pronto potenció su procesión del Domingo de Ramos, que en 1969 había mutado las hechuras del Cristo por una nueva efigie del sevillano Juan Abascal. Primero la trasladó con buen criterio a la noche ("llegada la noche", dicen las Sagradas Escrituras), luego amplió los varales para distribuir mejor la carga y mejorar la vistosidad del paso y, en 2007, estrenó nuevas andas y reincorporó, después de varios siglos, los apóstoles dormidos a la escena, todos salidos de las gubias de Jesús de León y Cruz, hijo y discípulo del maestro Ezequiel de León. En la actualidad, el trono del Señor del Huerto, en contraposición a nuestra tradición, no solo es el que concentra mayor número de imágenes (cinco), sino también el que es cargado por mayor número de portadores (hasta 24 hombres de varal). A esta cofradía se debe, como sabemos, el programa de la Semana Santa que se edita desde 1994 y muchas de las iniciativas que han fomentado su crecimiento y su conocimiento. Junto a la de La Piedad, la procesión del Huerto es la única que no efectúa la "carrera oficial", es decir, la única que no procesiona ante el Ayuntamiento y la parroquia matriz. Las principales Semanas Santas de España disponen de su "carrera oficial", de su "recorrido oficial", normalmente, en torno a la catedral o a la iglesia principal. Todas las procesiones de esas ciudades, salgan de donde salgan, recorren esas calles, ese trazado preestablecido. Quizás los palmeros deberíamos instaurar nuestra particular "carrera oficial" y, en ese caso, esta no podría ser otra que el citado tramo entre la Avenida de El Puente y la calle Apurón, que incluiría, por supuesto, el trecho paralelo de la calle Álvarez de Abreu, la popular calle Trasera. Todas nuestras procesiones, al menos las que transitan el centro de la ciudad, habrían de efectuar ese recorrido. Para El Huerto y La Piedad apenas significaría realizar un pequeño esfuerzo suplementario. En realidad, la propia hermandad de cargadores ya procesionó su imagen titular por ese tramo en 1994 y 1995. Es más, tampoco pierdo la esperanza de que algún paso de La Encarnación o El Planto desfile hasta la plaza de España alguna vez y se incorpore, por tanto, a la "carrera oficial", ahora con mayor razón,  puesto que ya disponen de una hermandad adscrita a Nuestra Señora de los Dolores.

               La cofradía del Huerto contribuyó sin saberlo al nacimiento de una nueva hermandad de cargadores en El Salvador. Y decimos cargadores, como en Cádiz o en Zamora, como en Santa Cruz de La Palma. La creación en 1992 de la cofradía de Jesús Preso y las Lágrimas de San Pedro posibilitó que solo un año después todas los pasos de la Semana Santa de nuestra ciudad fueran cargados por cofrades, salvo -lógicamente- los reservados a otros portadores por promesa o tradición  (La Piedad, la Virgen de la Soledad y el Cristo del Clavo) o los que desfilaban extramuros. Ambas hermandades se cubren el rostro con un caperuz sin la formaleta de cartón, más cómodo para la carga, lo que les asemeja a los portadores (hermanos de carga) de Cáceres o a los braceros de León, y han marcado un punto y aparte en el desarrollo de nuestra Semana Mayor. Con las cofradías de cargadores, las procesiones se han hecho mucho más lucidas, a expensas únicamente de que, de una vez por todas, las confraternidades titulares apuesten con decisión -para aligerar la carga y mejorar su lucimiento- por ampliar, en sus tronos, la longitud de los varales. Precisamente la cofradía de horquilleros de El Salvador le ha dado un impulso casi definitivo a la antigua procesión del clero, la del hermoso grupo del Señor del Perdón y San Pedro Llorando, al disponer además de una sección de cornetas y tambores. Las imágenes, salvo el "gallo" de Carmona (Aurelio), son también de Fernando Estévez del Sacramento, y quizás las más próximas al murciano Francisco Salzillo. En verdad, la genialidad del mejor escultor canario de todos los tiempos, con permiso de su maestro Luján, está más presente en la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma que en la de cualquier otra, incluida la de su ciudad natal, La Orotava.

               Hasta ahora, esta regresión que he compartido con ustedes, me ha permitido referirme a casi todas las procesiones de nuestra Semana Mayor, aunque todavía faltan algunas de las principales por glosar. Entre ellas, una de las más modernas, la del Señor de la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza. La estación de penitencia del Martes Santo desde Santo Domingo es nuestro singular Jesús "El Rico" (Málaga), aunque no liberemos a ningún preso, ya que en su recorrido se escucha el lamento de los reclusos al acercarse la procesión a los muros del penal más pequeño de España. Las imágenes se deben a Andrés Falcón San José y Manuel Arriaga Beroa y efectúan su primera salida en 1956. Solo un año más tarde este cortejo fuerza el traslado del Señor del Perdón al Lunes Santo. Por esta razón, podemos sostener que data de 1957 la configuración definitiva de nuestra Semana Santa, aunque, con posterioridad, se hayan creado nuevas procesiones todavía sin mucho arraigo o con origen en los templos de las afueras. Por cierto, la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza cuenta con cofradía titular desde 1992.

               Los orígenes de la conmemoración de nuestra Semana Santa coinciden con los de las celebraciones pasionistas más representativas de nuestro país. Las primeras procesiones y cofradías de las que tenemos noticias se remontan a las décadas iniciales del siglo XVI, en consecuencia, a muy poco después de culminada la conquista de la isla. Las celebraciones y hermandades de pasión -entonces fundamentalmente de disciplina- (cofradías de la Veracruz, de la Soledad y de Jesús Nazareno) fueron auspiciadas por las órdenes religiosas que se establecieron en la ciudad, sin duda las más distintivas de esta nueva espiritualidad amparada por el Concilio de Trento (1545-1563): los frailes franciscanos, que acompañaban al Adelantado, y que erigen finalmente cenobio en 1508, y la Orden de Predicadores de Santo Domingo, que hace lo propio en 1530 al otro lado de la ciudad.

               Precisamente, una buena muestra de la importancia de nuestra Semana Santa la constituye el número de imágenes pasionistas del siglo XVI que procesionan en la actualidad, muy superior al de cualquier otra ciudad del archipiélago. Las razones descansan en la relevancia de la que gozó la capital palmera en ese siglo y el frecuente intercambio comercial que se estableció con Flandes con motivo de la exportación del azúcar. Pero también en que nuestro patrimonio imaginero no ha sufrido las consecuencias devastadoras ocasionadas por graves fatalidades (por ejemplo, en forma de incendios), como ha padecido el de otras ciudades canarias, como Las Palmas de Gran Canaria, La Laguna o Los Realejos, o incluso Garachico, con la erupción volcánica de 1706.

               Entre la valiosa producción flamenca del siglo XVI que atesora la isla, desfilan durante el Viernes Santo una bella y delicada Piedad desde Hospital de Dolores, que sale desde 1943 bajo el patronazgo del Cabildo Insular de La Palma, acompañada hoy por su cofradía titular, creada en 2003, y el Calvario del Amparo, acaso el grupo flamenco del Gólgota más notable de España, que procesiona por los alrededores del Santuario Insular y que ya demanda hacerlo, aunque sea de forma puntual, por nuestra "carrera oficial".

               Del repaso procesional que este pregón me despierta, aún me resta mencionar, entre los principales desfiles, los cortejos del Viernes de Dolores, encabezados por La Dolorosa de El Salvador, tal vez tallada por Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar en el siglo XVII y escoltada por su hermandad de damas de los Siete Dolores, o el del singular Cristo de las Siete Palabras, de Marcelo Gómez de Carmona, que preside, sin basa, un vía crucis procesional en la madrugada del Viernes Santo, soportado por miembros de todas las congregaciones de penitentes de El Salvador. Como tampoco puede obviarse el fervor inusitado y la emoción compartida que se vive en las distintas celebraciones de la Vigilia Pascual, que es donde, en definitiva, la Semana Santa alcanza su verdadero sentido.

               Pero nuestra Semana Mayor resulta también singular por otros aspectos. Por ejemplo, por el estricto orden cronológico con que se desarrollan los distintos desfiles procesionales, incluida la tendencia a no repetir escenas, independientemente de la parroquia o iglesia de los que partan. El Domingo de Ramos procesiona Jesús entrando en Jerusalén, y por la noche La Oración en el Huerto; el Lunes Santo, La Negación de San Pedro; el Martes, El Señor de la Columna; y así, sucesiva y cronológicamente, hasta el Santo Entierro y la procesión del Retiro de la tarde-noche del Viernes Santo. Esta reorganización decimonónica de la Semana Santa de la capital fue acometida por el padre Manuel Díaz y no resulta en absoluto baladí.  En verdad, la Semana de Pasión gana en credibilidad y sentido común y catequético y en las calles ni se repiten ni se adelantan sucesos de la Pasión, lo que evita confusión en los poco iniciados. Ahora bien, toda regla tiene una excepción: el magnífico Cristo del Amparo se hace presente la tarde del Viernes Santo por el contorno del Santuario Insular, después de que a la una del mediodía hubiera procesionado La Piedad y aún antes el crucificado de Ezequiel de León por el centro de la ciudad. La conclusión es que las celebraciones en torno al Santuario de nuestra patrona tienen su propia sincronía. Ocurre, además, que como también tendemos a no repetir escenas pasionistas en la calle, la procesión, sin basa, del Cristo de las Siete Palabras, la envolvemos en forma de vía crucis y otro crucificado flamenco, como el Cristo de los Mulatos,  históricamente ligado a la cofradía de los "pardos", no nos planteamos que procesione, aunque sea también el Viernes Santo por la mañana para que no altere nuestro catequístico y tradicional orden procesional.
Últimamente, la Semana Mayor de Santa Cruz de La Palma se ha enriquecido con varias iniciativas meritorias. Desde 1994, con un elaborado programa que edita el Ayuntamiento y el Cabildo Insular, y que tuvo su rudimentario precedente con los Apuntes de Semana Santa que publicó y distribuyó la Cofradía del Huerto en 1988; durante algunos años se ha vuelto a representar el Auto de la Pasión (1998-2000) de Lucas Fernández, reviviendo escenas casi olvidadas de 1966; desde 2001 la Banda de Música San Miguel organiza un acto narrativo-musical sobre la Pasión y Muerte de Jesucristo, que hoy se ha convertido en cita inexcusable (La Pasión de los Poetas, La Música Callada, la Soledad Sonora… ; no falta criterio y tesón para continuar recuperando nuestros tradicionales motetes de la Semana Santa o las antiguas/modernas chirimías del Calvario; desde 2004 intenta consolidarse el presente Pregón, que -interrumpidamente- cumple su quinta edición; algunas cofradías constituyen atractivas secciones de cornetas y tambores, o sólo de tambores (Jesús Preso, La Pasión), y, finalmente, se estrenan por primera vez marchas dedicadas a nuestras imágenes pasionistas, como La Caída del Señor, de Luis Cobiella Cuevas (2011), o Cristo de los Olivos, de José Luis Peiró Reig (2012), amén de incorporar al repertorio semanasantero Saeta, de Damián López Sánchez, abuelo del maestro Felipe López, partitura descubierta en el Archivo Histórico de Cádiz en 2008, o todo un género particular, al estilo justamente de las andaluzas saetas, como "las palmeras" de Luis Morera.

Pero las mejoras también las observamos en las procesiones, en los tronos y en los pasos en general. A instancia de los cargadores, al menos de los de San Francisco, los pasos vienen ampliando sus varales (como los del Calvario, la Caída, La Piedra Fría o el propio Huerto), que aún hoy se siguen haciendo de madera (más pesados). Y se estrenan tronos nuevos (como los La Caída, las Tres Marías o El Huerto o), en los que se nota la mano experta de Perico Daranas. También se recuperan personajes de la Pasión, tallándose nuevas imágenes, como los Apóstoles dormidos del paso de Abascal o las Santas Mujeres que vuelven a irrumpir en el Santo Entierro.

En realidad, desde los primeros tiempos, la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma ha ocupado un lugar destacado entre las celebraciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en Canarias. Luego su propio decurso histórico (plagado de nombres propios, como los del padre Manuel Díaz Hernández, el imaginero Estévez del Sacramento, el piadoso Cristóbal Pérez Volcán, el preciado patrimonio flamenco o el rico acervo tradicional) y un acentuado sentimiento cofrade le ha permitido conservar su protagonismo entre las distintas Semanas Mayores del Archipiélago.

No obstante, hasta hace muy poco tiempo, la Semana Santa de la capital palmera era escasamente conocida fuera de la isla y, de su categoría, tampoco éramos del todo conscientes los propios palmeros. Ni se fomentaba su conocimiento, ni los medios de comunicación, por indolencia o por ignorancia, le dedicaban más allá de algunas líneas. Al contrario ocurría, verbigracia, con las Semanas Mayores de La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, La Orotava, Icod, Garachico, Puerto de la Cruz o Los Realejos. Hoy, sin embargo, gracias a la labor que vienen desarrollando la mayor parte de las cofradías y algunos "enamorados" de esta celebración, los medios de comunicación provinciales y regionales le conceden mayor predicamento a nuestra Semana Santa, puesto que, al menos artísticamente, podemos calificarla como la más importante del Archipiélago, con méritos más que suficientes como para ser declarada fiesta de interés turístico nacional. Por eso, resulta apremiante que el Ayuntamiento, directamente o a instancia de la Junta de Hermandades y Cofradías [en proceso de constitución], solicite cuando menos al Gobierno de Canarias, de conformidad con el Decreto 18/2008,  de 11 de febrero, la declaración de nuestra Semana Santa como fiesta de interés turístico de Canarias.

En la actualidad, el futuro de nuestra Semana Santa pasa, entre otras iniciativas ya apuntadas, por continuar promoviendo su difusión y divulgación, por apostar con decisión por ampliar los varales (incluso con nuevos materiales, más ligeros), incorporando también laterales que permitan la carga, por seguir mejorando los tronos, cincelando nuevos que sustituyan viejas y vetustas andas que todavía se utilizan, por la instauración de una carrera o recorrido oficial en torno a la plaza de España, que solemnice los desfiles, por la configuración de nuevos pasos que representen escenas de las que carece nuestra Pasión (La Santa Cena, El Resucitado, La Sentencia...), por la programación de una auténtica procesión magna (acaso cada cinco años) , en la que desfilen todas las imágenes, por proseguir con la recuperación de antiguas costumbres, como el vía crucis de "La Benedicta", ligado a la Orden Franciscana Seglar, o por potenciar nuestras hermandades y cofradías, aumentando significativamente el número de miembros.

Aún sin ello, hoy la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma está más viva que nunca. Y nos invita a compartir sus momentos intensamente, a participar con nuestra fe en sus numerosos oficios y procesiones y a disfrutar tanto de su aroma a incienso y flores nuevas como del auténtico museo en la calle en el que se convierte. Hagámoslo incluso cuando brille un sol espléndido, porque Jesús nunca dijo que la contemplación estuviera reñida con el solaz. ¡Feliz e intensa Semana Santa 2012!


*Proclamado en la Iglesia de San Francisco, el 22 de marzo de 2012

3 comentarios:

  1. Buenas noches! Me ha encantado el pregón, describe muy bien todos los pasos y consigues revivir tu infancia y a la vez la nuestra. Yo no he vivido la de la capital(la tuya), pero me has hecho revivir la de mi municipio, mi infancia, mi adolescencia: el motete del Miércoles Santo, el Jueves Santo, Día del amor fraterno, en donde casi no hablabas por miedo a pecar, el Viernes Santo con el Santo Entierro y la marcha fúnebre de Chopin, y la petición de los tres deseos antes de enterrar a Jesús y la mañana de Pascua, mi Día preferido, todavia hoy me emociono. J.J. has conseguido transportarme en el tiempo y revivir tiempos pasados llenos de emociones. Estoy convencida de que tu pregón habrá hecho vibrar a muchos corazones el pasado jueves 22, haciéndoles regresar a tiempos pasados, tal vez, no mejores, pero sí cargados de emociones.
    Gracias por compartirlo

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  2. Me gusta mucho lo de "continuar promoviendo su difusión y divulgación" y decirte que se nota que la semana santa es una de tus debilidades, no hay más que leer el contenido de tu escrito. Gracias por ilustrarme con cosas que has escrito que yo desconocía. Un fuerte abrazo.
    I...

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  3. desde oslo algun@s echamos de menos estar este domingo de ramos en las procesione...el olor a incienso en las calles y los encierros de nuestros tronos en su casa hermandad....a tod@s BUENA Y FELIZ SEMANA DE PASIÓN!!

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