domingo, 19 de junio de 2016

LAS PROCESIONES DE LA ILUSTRACIÓN EN SANTA CRUZ DE LA PALMA


Durante el primer tercio del diecinueve, siempre que el culto público de la Semana Santa [de Santa Cruz de La Palma] puede celebrarse (sobre todo durante los periodos absolutistas), no salen más que las procesiones que ya lo hacían en el siglo precedente, todas de día y con pocas novedades en el plano artístico, esto es: la procesión de las Palmas, el Domingo de Ramos por la mañana; la Oración en el Huerto, ligada al Venerable Orden Tercera (v.o.t.), sin los apóstoles dormidos (desde 1814) y con la imagen barroca de Marcelo Gómez Carmona (ca. 1733), el Lunes Santo; la Negación de San Pedro y Jesús Preso [con las imágenes de Estévez a partir de 1822]vinculada a la cofradía de sacerdotes de San Pedro, el Martes Santo; el Nazareno y la Dolorosa, en la procesión del «Encuentro» con la hermandad de Jesús Nazareno, el Miércoles Santo; la histórica procesión de la Vera Cruz, con el Crucificado y la Virgen de la Soledad, la mañana del Viernes Santo (a las seis de la mañana desde 1785, por estar prohibido hacerlo por la noche); y la del Santo Entierro, de la que se ocupa desde el segundo tercio del siglo xviii la cofradía del Santísimo Sacramento, la tarde de ese mismo día. No sale procesión alguna el Jueves Santo.

Los pasos siguen siendo transportados por cargadores remunerados (o a colación), también llamados peones de trono, y llevan el acompañamiento musical de costumbre, probablemente el mismo de siglos atrás: una capilla o grupo de chirimías, con músicos o ministriles también retribuidos. Asimismo se incluye la interpretación de algún motete. En el Libro de cuentas de la cofradía de San Pedro, en tiempos de la mayordomía del presbítero Manuel Phelipe, se hace constar el siguiente pago para el Martes Santo de 1813: «…un peso los peones del trono: dos duros los músicos: medio tostón al que llevó el biolón (sic) para el motete…». Estas anotaciones se repiten de modo similar en años sucesivos hasta 1842: «...por dos pesos la música de la procesión del Martes Santo… Dos pesos cuatro reales plata seis cuartos colación y demás para los cargadores… Seis reales plata al mozo de Iglesia y peón que ayuda… Medio tostón al mozo que lleva el violoncelo...».

Aún en el marco de la Década ominosa, en 1830 visita la isla el primer obispo de la nueva diócesis nivariense, Luis Folgueras Sión (1825-1847), en cuya visita, que se extiende hasta agosto de 1832, resalta la solemnidad, el esplendor litúrgico y la concurrencia con que se celebra la Semana Mayor en Santa Cruz de La Palma, convertida de facto en la sede episcopal de la diócesis. Asiste el Domingo de Ramos a toda la función: bendice y distribuye las palmas, va en la procesión y está en el sermón y misa mayor. El Jueves Santo pontifica el Santísimo, consagra los santos óleos, efectúa el sermón general e indulgencias, lava los pies, y lleva en la procesión el Santísimo Sacramento hasta el monumento. Las procesiones las ve desde el balcón de su palacio, incluida, de madrugada, la de Resurrección.

Precisamente durante esta visita pastoral, el sustituto del fiscal de la isla, Francisco Fierro y Sotomayor, dirige un largo escrito al prelado en el que denuncia, entre otros contenciosos, excesos y altercados, un «escándalo irreligioso» que había sucedido en la procesión del Santo Entierro de 1827 por la insignia o estandarte que debía presidir la misma, si la gavia o insignia del pueblo (pendón) o la cruz alta de la comunidad de Santo Domingo, de donde partía el cortejo. El párroco de entonces, Antonio del Castillo y Gómez (que actuaba como vicario de ausencias, por el temporal destierro del padre Díaz) resuelve finalmente a favor de la insignia civil, cuyos defensores alegaban que era la costumbre. Contenciosos similares se plantean entre los hermanos de la Vera Cruz, erigidos en representantes del pueblo, y los de la Orden Tercera y los sacerdotes de la cofradía de San Pedro, que también se recogen en la misiva y en otros libros, como el contencioso que entablan la cofradía de la Santa Vera Cruz y la Orden Tercera de Penitencia de San Francisco en 1824 respecto a la Purísima o en 1829 sobre las propiedades de las imágenes de Nuestra Señora de la Concepción y de los Dolores que se veneraban en la capilla de la Vera Cruz, así como por el lugar que debía ocupar en las procesiones la manga de la Cruz de esta sobre la de aquella, y que resuelve el obispo Folgueras a favor de la Vera Cruz.

Sometidas, en cualquier caso, a un mayor control político, con escasos recursos y un reducido número de hermanos, en el convento de San Francisco continúan activas, en relación con la Semana Santa, las cofradías de la Santa Vera Cruz y la Venerable Orden Tercera franciscana y en Santo Domingo, la Venerable Hermandad de Jesús Nazareno y la cofradía del Rosario. En la parroquial de El Salvador prolongan su actividad la cofradía sacerdotal de San Pedro Apóstol, que dispone de nuevas constituciones desde 1816, y la cofradía del Santísimo Sacramento. La mayoría de ellas se ocupa de las cinco procesiones (aparte de la de los palmitos y la de Pascua) que configuran el entonces culto externo de la Semana Santa capitalina.

*Extracto de nuestro libro La Ciudad y la Pasión (Cartas Diferentes Ediciones, 2016)


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