Los nacientes de Marcos y Cordero
Nos acercamos en coche hasta el centro
de visitantes. Allí pudimos conocer con detalle las mil maravillas de la
antigua demarcación, al noreste de la isla, de la Reserva de la Biosfera. Hoy
lo es todo el territorio insular. En sus inmediaciones, al lado de una caseta
de madera, ahora sin uso, estacionan los taxis de nueve plazas que te trasladan,
a través de una pista forestal, a la denominada Casa del Monte, el lugar de salida del sendero. Son más de doce
kilómetros de subida, hasta los 1.300 metros, que exigen un vehículo 4x4 o
similar.
Al lugar interesa llegar
temprano, sobre las nueve de la mañana, aunque esta singular parada se mantiene
activa hasta las dos de la tarde en verano y hasta las doce del mediodía en
invierno. Por regla general, los taxis no salen hasta que se llenan, por lo que
en ocasiones se ha de esperar un poco. Nosotros éramos tres, puesto que, aparte
de Nerea, nos acompañaba mi sobrino Carlitos, un mozalbete de casi trece años. Por
la irregularidad del terreno, el recorrido de casi cincuenta minutos resultó
bastante movido. La verborrea del taxista va en el precio.
Conviene advertir que esta excursión comporta unos preparativos
muy peculiares. El sendero no es especialmente peligroso, pero debemos
pertrecharnos al menos de linternas, gorras y chubasqueros. Uno de sus grandes
atractivos son los túneles excavados en los riscos –para el paso del agua por
la abrupta orografía– que debemos atravesar. Por este motivo resulta una
caminata muy distraída para los niños ya creciditos, convertidos por momentos
en una suerte de espeleólogos kids.
Una
vez en la Casa del Monte, tardamos
entre hora y media y dos horas en
alcanzar una reducida planicie a la altura del segundo de los nacientes,
el de Cordero, que lleva el nombre del ingeniero que poco después de la
conquista diseñó los trabajos de subida del agua, a instancia del regidor
Marcos Roberto de Montserrat. Antes, siguiendo un andadero paralelo al canal,
entre corrientes de pinos y una frondosa vegetación de helechos, franqueamos
hasta trece angostos túneles horadados en la piedra, algunos de solo catorce
metros pero otros de casi cuatrocientos.
Mi sobrino Carlitos había traído una
linterna casi profesional que usaba para su grupo de montaña, así que lideraba
el séquito en los distintos corredores. Aunque él, debido a su altura, no tenía
problemas, Nerea y yo nos acostumbramos a bajar la cabeza en el interior de los
túneles y a estar muy pendientes, porque lo habitual es darse algún coscorrón
contra los techos. Y, a fuer de sincero, algún leve topetazo hubo. Por eso, una
gorra siempre resulta aconsejable: amortiguará el embate. Para mi sobrino, cada túnel
–hasta trece, decíamos– era una auténtica aventura. Pero aún nos quedaba el más
espectacular, el más divertido de todos: el
túnel del agua, marcado con el número doce. Esta oquedad debe su nombre a
que el agua se filtra entre sus paredes y cae con fuerza durante casi todo el
trayecto, anegando los suelos. De ahí que se haya convertido en imprescindible
el chubasquero si no queremos calarnos hasta los huesos y, en ocasiones,
también unas cholas para no empapar el calzado.
A su salida, nos encontramos
con la joya de la corona del sendero: el naciente
de Marcos, por el ya citado Marcos Roberto de Montserrat, catalán de
Tarragona que recibió aquellas tierras como lote y que erigió en 1513 la
antigua ermita de Los Sauces, dedicada a la patrona de Cataluña. El de Marcos
es el naciente de mayor caudal, con innumerables saltos que afloran desde las
paredes naturales con las que nos tropezamos al paso. Es un enclave donde es
casi obligado detenerse por un rato y disfrutar del sonido de la corriente y
de la caída del agua. También es la mejor oportunidad para aprovisionarse de la
mejor agua de la isla.
Para llegar al naciente
de Cordero todavía tenemos que subir una ladera que nos encontramos de
inmediato. La senda nos lleva por una empinada escalera de piedra al borde del
precipicio, que nos sitúa a 1.400 metros de altitud. Una vez sorteada la
dificultad, llegamos pronto a su vera. Este naciente tiene menos caudal, pero
un pequeño recodo nos permite hacer un alto en el camino para degustar una
buena tortilla de papas que habíamos traído entre las provisiones.
Dos horas después de la salida en la
Casa del Monte, decidimos comenzar el itinerario de regreso, un descenso con un
desnivel de 900 metros ,
a través del barranco de los Tilos (o
del Agua), que nos conduce otra vez a las cercanías del centro de visitantes.
Los Tilos acoge, por cierto, a una de las mejores reservas de laurisilva del
mundo. Pero debemos estar alerta. Aunque el sendero está señalizado, puedes
perderte. De hecho, nosotros nos perdimos por un momento.
Al rato, a falta de
señales, optamos por volver sobre nuestros pasos y retomar la vereda correcta.
El tramo de regreso es el más largo, más de ocho kilómetros, y el más exigente,
pese a que transcurre cuesta abajo. Durante la marcha disfrutamos, primero, del
mirador de los Espejos y, poco antes
de llegar a nuestro destino, a dos kilómetros del final, aún puedes
sorprenderte con el mirador del Espigón
Atravesado, que ofrece una panorámica magnífica de la inmensidad del
barranco y de la tupida masa forestal.
Por fin, después de algo más de cinco
horas de camino, avistamos el final de la ruta. Con los mayores un tanto
rendidos, una fugaz visita al centro de visitantes (dejamos la cascada de los
Tilos para otra caminata) nos permite completar la primera excursión que
hacemos con Carlitos. Sin embargo, el pibe todavía tenía resuello, y quería
acercarse al Charco Azul.
*Esta entrada se publicó previamente en la revista digital Turismo y Cultura de Canarias (www.turismoyculturadecanarias.com)
No estoy de acuerdo con todo lo que dice Pancho sobre el baloncesto, sin restarle interés, evidentemente, pero en cuanto a las subvenciones del Cabildo, que no tenía el Club Baloncesto La Palma, y si los Amigos del Baloncesto, no es del todo cierto. Pepe Arroyo
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo en parte de lo que dice Pancho sobre el baloncesto palmero, sin restarle los méritos que, evidentemente, tuvo, pero creo que se equivoca al decir que los Amigos del Baloncesto tenían subvención del Cabildo mientras que el CB La Palma, no. Eso no es cierto.
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