sábado, 7 de abril de 2007

LA SEMANA SANTA DE SANTA CRUZ DE LA PALMA EN EL SIGLO XVII


J.J. Rodríguez-LewisPublicado la revista semanal de El Día, "La Prensa", el 7 de abril de 2007

Con el siglo XVII, y al socaire del Concilio de Trento y el Barroco, la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma experimenta un desarrollo inusitado. Se incorporan tres nuevas procesiones a la misma (hasta ese momento solo desfilaba la procesión de la Veracruz o de la sangre la noche del Jueves Santo), aunque de aquellas imágenes prácticamente no quede rastro en nuestra ciudad, se consolidan los monumentos y ya era costumbre el Oficio de tinieblas durante los días del Triduo y la enigmática ceremonia de la Seña, de origen sevillano. Durante esta centuria se pasa a procesionar ya casi todos los días de la Semana Mayor, con la excepción del denominado, por San Isidoro de Sevilla en el siglo VII, Domingo de Ramos y el Martes Santo. Las aún austeras procesiones mantendrán la visita a todos las iglesias y conventos de la capital, incluido el nuevo convento de Santa Clara que se erige junto a la ermita de Santa Águeda (hoy iglesia del Hospital de Dolores), lo que con el tiempo se convertirá en una tradición que ha durado casi hasta nuestra días y que, parcialmente, intenta mantener hoy la procesión del Nazareno del Miércoles Santo.

La primera procesión probablemente haya sido la del Santo Entierro auspiciada, como en otras localidades (La Laguna, v.gr.), por la Cofradía de la Soledad, establecida en el convento dominico (se trataba de un tema muy querido por la orden de predicadores) desde finales de la centuria anterior, cuya denominación fue también la de Soledad y Santo Entierro de Cristo. En 1609 don Juan del Valle (m.1609), capitán, regidor y alguacil del Santo Oficio instituyó capellanía de catorce misas cantadas y otras doce con procesión alrededor de la iglesia. Las imágenes (Virgen de la Soledad y un Cristo yacente, y luego otras imágenes secundarias), ya desaparecidas, procesionarían el Viernes Santo al caer la tarde y el Cristo yacente, iconografía que surge en esta época, pasa a ocupar la recién fundada capilla de San Juan Bautista. La Cofradía de la Soledad, también de disciplina como la Veracruz, decae antes del segundo tercio de este siglo. A partir de entonces es, primero, el maestre de campo de Infantería y regidor don Pedro de Sotomayor Topete (m. 1655) y su primera descendencia, y luego, la Cofradía del Santísimo Sacramento (continuadora en el culto a la devoción de la Virgen de la Soledad y a acompañarla en el entierro de su Hijo) los que se ocupan de esta procesión.

En 1637 tiene lugar la fundación especial que al Señor del Huerto hizo el regidor decano del Cabildo de La Palma don Matías Escobar Pereyra dotando la celebración, que incluía misa solemne y procesión de la imagen por los atrios del convento franciscano. Lo que no esta suficientemente claro es si la efigie fue donada por su fundador o por su hermano don Pedro Escobar Pereyra, arcediano de Canarias y visitador general de la isla. La imagen del Cristo, ya desaparecida, fue obra de un casi desconocido escultor pero renombrado carpintero Sebastián Rodríguez de las Vacas (1636-1681), artífice también de una Virgen de la Soledad que procesionaría en la Procesión de la Veracruz. Como en otras poblaciones canarias, esta devoción fue confiada a los hermanos seglares de la Venerable Orden Tercera (V.O.T.) de San Francisco, fundada en el siglo XIII y establecida en La Palma probablemente con anterioridad a 1600. La imagen pasa a presidir su capilla construida en torno a 1633. No obstante, la procesión no comienza a recorrer nuestras calles en Lunes Santo hasta 1675.

La última procesión en hacer su aparición en la Semana Mayor de Santa Cruz de la Palma en esta centuria fue la del Nazareno, de especial culto en los cenobios dominicos. Esta estación de penitencia se remonta al año de 1666, también con imaginería distinta a la actual. La manifestación solemne de su función comprendía una procesión de Jesús Nazareno en Miércoles Santo y fue promovida por don Gaspar de Olivares y Maldonado, capitán y alguacil mayor del Santo Oficio en el convento de la Orden de Predicadores, que se convertiría en su patrono. No obstante, tuvo su propia hermandad (1667), la cofradía del mismo nombre, que colaboraba en los cultos, adscrita al mismo convento dominico, y una de las hermandades de mayor arraigo y de más larga trayectoria. No fue otra que la de evitar coincidir con la procesión de la Veracruz la razón por la que la estación de penitencia de Jesús Nazareno se desarrolle el Miércoles Santo. Precisamente en esta procesión va a tener lugar un suceso curioso y reprochable que, sin embargo, posibilitará en la centuria siguiente la llegada de una de nuestras mejores imágenes de pasión (El Cristo de la Caída de Hita y Castillo). En 1679, al paso de la procesión por la calle del “Estanco”, hoy Vandale, una demente arrojó un recipiente de excrementos a la imagen nazarena. Los disciplinantes de las cofradías de Jesús Nazareno no se autoflagelaban como los de las otras cofradías de disciplina, sino que portaban pesadas cruces sobre sus hombros. Hoy el nombre que recibían sus miembros, nazarenos, se ha generalizado, lo que pone de manifiesto la importancia que ostentaron estas hermandades penitenciales.

Como en otros lugares de España, las primeras hermandades pasionistas surgen, pues, ligadas al clero regular, al amparo de hospitales y conventos, y no a las parroquias, poco necesitadas de nuevos ingresos, ante el generalizado diezmo y las jugosas rentas provenientes de los bienes propios. Asimismo, las primeras procesiones se articularon en torno a las tres clásicas cofradías que existieron en España: la Veracruz, la Soledad y la de Jesús Nazareno.

Pese a que no procesiona durante la Semana Santa, también es del siglo XVII el Crucificado que preside la ermita de El Planto (del mismo siglo), “extramuros” de Santa Cruz de La Palma. Se trata de una singular escultura mexicana (hueca) de pasta de maíz de la primera mitad del siglo, probablemente de talleres populares. Del mismo siglo es una pequeña Magdalena (personaje que hasta entonces apenas había aparecido en los cultos de la Pasión) que lo acompaña, que es obra anónima de candelero con reminiscencias flamencas.









No hay comentarios:

Publicar un comentario