domingo, 23 de noviembre de 2008

LA AUTORREGULACIÓN DE LA ACTIVIDAD PERIODÍSTICA

J.J. Rodríguez-Lewis
Llevamos en España más de una década debatiendo sobre la necesidad o no de autorregular la actividad periodística. Especialmente con el advenimiento de las televisiones privadas o la proliferación de grandes grupos multimedia, el panorama del sistema informativo ha devenido complejo, excesivamente complicado. Y, lo que es peor, el ciudadano, el consumidor de los mensajes informativos, cada vez más vulnerable.

Pero esto ya lo había advertido el conocido Informe de la Comisión Hutchins, que data de 1947 y por el que parece que no hayan pasado los años. Este documento, elaborado por un grupo de expertos en torno al canciller de la Universidad de Chicago, ya consideraba absolutamente necesario un comportamiento correcto de la prensa sobre la base de un manejo responsable asociado a los intereses de la comunidad. Los medios de comunicación tienen una “responsabilidad social” incuestionable ante la audiencia.

Ya en aquellos años –el informe no se recibió tan bien por el sector- la autorregulación, el ejercicio responsable de la actividad periodística, se veía como un ataque a la independencia, a la libertad de expresión. Conceptos antitéticos en definitiva, que no podían convivir. El límite ya lo pone la ley, cualquier otra limitación es una especie de “autocensura”, arguyen los anti-códigos.
Pero la verdad es –nadie lo discute hoy- que la prensa tiene una responsabilidad social ante los públicos, y que las televisiones privadas resultan ser una concesión administrativa del Poder, donde ha de primar el interés general, de difícil control. Esta última característica justificaría una regulación de determinadas emisiones; pero quizás “tiemble” el artículo 20 de la Constitución que tanto nos costó materializar (censura, control,…).

Por eso, la solución escruta en la autorregulación, un lugar donde los propios profesionales y las empresas informativas acuerden sus propias normas de carácter deontológico, de “lo correcto”. España va en el furgón de cola; mas no es malo, si es para aprovecharse del acervo comparado. Comenzó el Colegio de Periodistas de Cataluña (1992), luego la FAPE (1993), más recientemente se ha constituido un Consejo Deontológico. Sin embargo, es necesario el consenso de la profesión, los códigos o los consejos deontológicos han de verse como una garantía de la libertad, no como una cortapisa.

2 comentarios:

  1. En la última década ha sido tema de debate la conveniencia de la autorregulación de la actividad periodística. Se analizan las ventajas e inconvenientes de la misma bajo los principios de la libertad y derecho a la información y la responsabilidad profesional.
    Son muchos los profesionales de la comunicación que sostienen que la autorregulación, es decir, el establecimiento de unas normas éticas voluntariamente aceptadas tanto por los empresarios de la información como por los periodistas, es el camino a seguir para elevar la calidad de la información y lograr un periodismo responsable. La autorregulación produce cierto rechazo en los propietarios de los medios ya que pueden ver limitados sus privilegios y en los periodistas por una posible pérdida de independencia y limitación de la libertad de prensa y expresión. No todos aceptan que su trabajo sea evaluado por otros colegas de la profesión.
    La idea de la autorregulación es compartida en la mayor parte de las sociedades democráticas. Sin embargo en España sigue abierto el debate entre sus partidarios por un lado, entre los defensores de la libertad en el ejercicio de la profesión, sin ningún tipo de regulación previa, con el único sometimiento al peso de la justicia de los tribunales, y aquellos otros que consideran que en caso de que los medios de comunicación no sean capaces de autorregularse intervengan organismos independientes o los propios poderes públicos en defensa de valores a proteger.
    Mediante la aprobación consensuada de códigos deontológicos, libros de estilo, comités de redacción, entre otros mecanismos, la autorregulación eleva el nivel ético de la actividad periodística, hace copartícipe a los ciudadanos del derecho a la información y renueva la confianza de la sociedad en unos medios de comunicación independientes.

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  2. La verdad es que para algunos periodista parece que el derecho a la libertad de expresión es una especie de patente de corso hara decir y escribir cualquier cosa. Por eso, también abogo por la autorregulación, antes de que, por no hacerlo, tenga que ser un tercero (el Estado) quien lo regule. Saludos

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