jueves, 7 de enero de 2010

LA CHICA DE LA BARANDA

 Todos los días lectivos sin falta pasaba por la entrada del puente sobre las cinco de la tarde. Allí, a diario y apoyada en la baranda de la marquesina, estabas tú confiando en que la pequeña guagua militar te recogiera y te acercara a tu casa en las afueras de la ciudad, en aquella desaparecida barriada del ejército que se había construido en tiempos de racionamiento.

Nos adivinábamos sin mirarnos siquiera, nos entendíamos sin mediar palabra alguna. Era la ilusión imberbe de las primeras emociones, el melancólico sino de la timidez temprana. Los dos –ahora lo creo así- anhelábamos cada jornada aquellos minutos de turbación y corazones agitados, aquellos instantes perseguidos por sí mismos, sin más pretensiones.

Esta simbiosis de afectos, esta empatía adolescente de sentimientos, ocurría al salir de clase. Tú estudiabas en el colegio de Nuestra Señora de la Consolación, un colegio privado concertado de las agustinas misioneras que se alzaba sobre un promontorio que presidía la vertiente oeste de la ciudad. Mi colegio, más precario, se ubicaba en la otra vertiente, la más industrial y desfigurada.

Coincidíamos camino de mi entrenamiento diario. A decir verdad, el baloncesto, sin pretenderlo, nos unía más cada día y, con el tiempo, se convertiría en el lugar común de nuestra madurez. Cuando la sincronía no se producía, porque el inefable micro militar se adelantaba a su horario habitual -no te veía-, la decepción me acompañaba hasta el final del entreno. No era jornada para ensayos y ejercicios de asimilación.

En los días no lectivos, como los domingos al atardecer, te buscaba entre la multitud que abarrotaba las calles del centro. Nuestra urbe era apenas una insignificante ciudad de provincias, por lo que no era difícil enfrentar tus ojos, detectar tu formidable trasero contoneándose de paseo entre la muchedumbre. No había otro fin en mis largas caminatas de entonces en las que recorría una y otra vez el precioso bulevar de nuestra localidad. Cada vuelta era un acicate, cada giro una nueva oportunidad; sí, para verte, para ser feliz. Con aquellas edades –parece mentira-, tales emociones eran suficientes. No conocía tu nombre, probablemente tú tampoco el mío, pero no era preciso. Ya nos habíamos presentado en la esfera de los sentimientos.

Hace unos días pasé nuevamente por delante de aquella marquesina. En realidad, la parada de guaguas ha desaparecido. Ahora el sitio es una pequeña plaza habilitada para solaz de nuestros mayores, con algunos bancos, y al abrigo de dos fresnos verdes, de hoja caduca, que en verano proporcionan una agradable sombra que los ancianos agradecen. Cuando ya me iba, de soslayo, me pareció ver junto a uno de ellos, que apuraba un puro con cierta fruición, a aquella chica de la baranda de mi adolescencia sentida.

9 comentarios:

  1. Muy literario, sentido y seguramente real, para mí lo que delata que posiblemente el autor del blog esta vez si está contando algo que le pasó y sintió, si me equivoco que me corrija, pero ante la lectura llama la atención una frase que es la del fantástico trasero de la niña en cuestión, es toda una revelación, en este momento se abandona lo poético y se es de carne y hueso (y en la adolescencia con todas esas hormonas disparatadas). En ese momento de tu vida creo que todos hemos experimentado en cierta medida alguna experiencia de este tipo,algunos las recuerdan con todo el cariño del mundo (por lo que pudo ser y no fué),cosa que les honra sin duda alguna, aunque prefiero arrepentirme de lo hecho que vivir con la duda de si pudo ser o no. Bs

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  2. Me ha encantado la chica de la baranda, la pena es que no tengo internet en casa, porque me gustaría verlo todo. Esta muy bien el blog.

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  3. Tus leyendas como siempre el chico desde la orilla,no se moja ni de coña que pena.
    un saludo .

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  4. Me parece muy tierno. A todos nos habrá pasado que a veces en un solo encuentro, nos hemos fijado en una persona, que en ese mismo momento, o en sucesivos-si se dan- nos ha inspirado cierta atracción y, a veces, sentimientos más profundos. A muchos/as nunca acabaremos conociéndolos, o sí, y el discurrir de la vida nos acabará separando, o el acercamiento cambiará la idea que teníamos de dicha persona. Precisoso momentos esos previos y simultáneos al paso por un lugar esperando ver a esa persona, los nervios mientras se llega al lugar...supongo que para el protagonista, el ver a esa chica de la baranda, querido juanjo, como a Fito Paez, en una de mis canciones preferidas, si hay cosas que te ayudan a vivir, el verla, era una de esas cosas, y que dudaría, a veces, si "era un angel o un rubí" (recomiendo canción "te vi", del mencionado autor.
    Abrazos

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  5. Qué bonita manera de dar cuerpo a un sentimiento....Yo, como Gaby, también creo que te delata la mención a su trasero. Es preciooooso. Saludos a todos

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  6. Por el contrario, a mi me parece un artificio pseudo literario en donde el sentimiento se difumina en la nostalgia "du temp perdu".

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  7. Al comenzar la lectura, me chocó leer militar-ejercito rompía mis ganas de poesía, seguí leyendo y me reí( ya saben porqué ) terminando la historia con final feliz. Le faltó creo yo contar como iba él ( bien estirado y cabeza alta para que se le viera )cuando ella movia el trasero seguramente involuntariamente, mas estaria nerviosa de enfrentar sus ojos con él y que ocurriera un acercamiento. Bueno es muy bonita la leyenda e imaginar los primeros sentimientos inocentes de amor que nunca se olvidan, creo yo. La palabra trasero la verdad que poetico, poetico, no es ( contoneandose su figura hubiera quedado mejor ? Escribe más porque te creces con el amor y desamor, te quedan geniales, Felicidades

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  8. He leído por ahí "pseudoliterario", no te lo crees ni tú "pseudocomentarista". JJ ni lo dudes...Saludos

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  9. chica de la baranda15 de agosto de 2011, 17:47

    Hola soy como la chica de la baranda, he leido muchas veces esta leyenda y bueno realmente viví algo parecido. Así fue el comienzo cuando nuestras miradas inocentes se miraron y aún hoy nos seguimos mirando ahnelando sentir lo perdido, ese primer sentimiento de nervios en el estomago y el corazón a mil no se nos puede olvidar en la vida, el problema que chocamos dos tímidos tímidisimos para estas cuestiones sentimentales y culturales. Yo elegí la vida discotequera y él sus estudios, pero que sepa que siempre está en mi corazón.

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