EN LAS PEQUEÑAS COSAS...

Hay mucha gente que piensa que el amor está en las grandes cosas, en los sacrificios extraordinarios, en la pasión más extrema. Pero, en realidad, el amor es más simple que todo eso. A decir verdad, el amor se demuestra en las pequeñas cosas, en las cosas del día a día, en cuestiones apenas domésticas. El amor está en un guiño de complicidad cuando las miradas se encuentran o en aquel gesto de conmiseración cuando la pena nos abate. Amar no es más que ofrecer tu ayuda, o tu hombro, cuando el otro ni tan siquiera barruntaba pedírtela. Porque amar no es más que convertir en especial a alguien, al otro, aunque nadie lo vea así.

El amor no necesita de grandes atrezos, no se ama más porque se propague a mayor velocidad o porque se grite más alto. Al amor, realmente, le basta un susurro para expresar su existencia, se transmite mejor en voz baja, porque no necesita que se confirme con palabras, los hechos lo proclaman, y el mundo así lo reconoce.

El amor está en las pequeñas cosas: en el primer baile, en el beso furtivo, en la preocupación sincera, en la alegría y en la tristeza compartida, porque es más alegría y menos tristeza. El amor está en las pequeñas cosas, porque si no está en ellas, cómo puede estarlo en los grandes momentos, en las horas más duras.

Con el amor nos reinventamos, llegamos a dar al otro aquello que es nuestro que ni siquiera conocíamos. El abrazo confiado, una flor inesperada, la palabra entrecortada. El amor no requiere de alharacas, no precisa de boato alguno, amar es más sencillo de lo que creemos. Muchas veces es suficiente con sentirlo, lo demás viene por añadidura.

Aquellas pequeñas cosas - Sole Giménez y J.M. Serrat