domingo, 4 de abril de 2010

LAS TURBAS

Hace unos años, una amiga conquense me habló de la singular procesión “de las turbas”, o también llamada -con cierto desdén- “de los borrachos”, que se celebraba en su ciudad la madrugada del Viernes Santo. Innumerables nazarenos mutados en “turbos” (visten el hábito sin caperuz), algunos con algunas copas de más, increpaban a Jesús "Camino del Calvario" (este es el nombre oficial de la procesión) al son de particulares tambores y desafinados clarines. Esta Semana Santa, por fin, tuve la oportunidad de asistir a tan extravagante desfile procesional, en el marco de una Semana Mayor catalogada como de interés turístico internacional.

La procesión habría salido de la parroquia de El Salvador a las cinco y media de la madrugada, recibida con una estruendosa mezcla de tamborrada y clarinás. El cortejo lo componen cinco pasos (es normal en Cuenca repetir escenas de la Pasión en distintas procesiones), con sus varales infinitos para distribuir el peso entre un buen número de cofrades o banceros, y sus correspondientes hermandades o cofradías, encabezado, excepcionalmente,  por un reguero de más de dos mil “turbos” que, convertidos en masa, apelan a la épica para seguir sacudiendo aquella suerte de tambor aún seis horas después de comenzada la carrera. El alboroto se produce sin aparente mesura, pero “las turbas” también son capaces de instar el silencio y de cumplirlo cuando se trata, por ejemplo, de interpretar un "Miserere” a cada uno de los pasos, a la altura del oratorio de San Felipe Neri, en la calle Alfonso VIII.

En El Salvador, en la Plaza Mayor, bajando Puerta de Valencia o subiendo Palafox, la procesión “Camino del Calvario” de Cuenca es un espectáculo tan irreverente y bullicioso como realista de la Pasión de Cristo, quizás un tanto estrafalario para la seriedad de la Semana Santa castellana (o, en general, para el sentido que tenemos de la misma), pero capaz de hacer compatible el respeto y la devoción pasionista (muy arraigada en la ciudad) con la fiesta y el corazón agitado de la población. Merece la pena acudir en alguna ocasión.

1 comentario:

  1. Siempre merece la pena leer tus entradas, pero creo que a mi no me gustaría mucho esta Procesión. Yo creo en el respeto y me da la sensación de que, en el fondo, esto es una especie de fiesta de algo que para muchos, es sagrado.
    Seguramente tengas razón en cuanto a que, 6 horas de tambor, terminan impresionando a cualquiera. Al fin y al cabo, el golpe de tambor es la primera "música" de nuestros ancestros. Las danzas primitivas tenían como único sonido musical, los tambores. Y llegaban hasta el éxtasis solo de oír durante horas esos sonidos acompasados. Igual debe pasar en una procesión.
    Pero lo de los borrachos...
    Pero debo ser no común porque tampoco me gusta el entierro de la sardina; fiesta que muchos aprovechan para ridiculizar a l@s monj@s, disfrazándose de ellos y provocando a los espectadores. No me gusta esa imagen. La tolero y, desde luego, no lo prohibiría pero no me entusiasma demasiado.

    JJ. Me gusta tu blog, aunque no comparta, a veces, tu forma de pensar.

    Un abrazo a tod@s

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