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Esta semana se ha consumado en el Senado una absurda y ridícula iniciativa. La posibilidad de que los senadores del Reino de España puedan expresarse también en las lenguas cooficiales del Estado, ha convertido a la casi intrascendente Cámara Alta en una auténtica Torre de Babel fachosa y risible. Estos días me he estado imaginando a mi amigo Anselmo Pestana (senador socialista por esta isla), con el dichoso pinganillo al oído, como si estuviera en una sesión de Naciones Unidas o del Parlamento Europeo, con el único fin de entender a su propio compañero del PSC, el español y catalán Ramón Aleu, por poner el primer ejemplo real. Lo mismo le ocurrirá cuando pretenda comprender las intervenciones de otros representantes nacionalistas o pseudonacionalistas de Galicia, Cataluña o País Vasco o, en general, de cualquier senador que quiera expresarse en una de esas lenguas españolas, que comparten con el castellano la oficialidad, pero exclusivamente en sus respectivas Comunidades Autónomas.
La broma (aparatos, tecnología y traductores) ha salido por más de 350.000 euros. No parece, precisamente, un gasto justificado en estos tiempos de austeridad y restricciones, más bien, todo lo contrario, un auténtico derroche que no hace otra cosa que alejar aún más a los políticos de los ciudadanos. Cuando disponemos en España de una lengua común y vehicular como el castellano, que es la que usa un murciano cuando pide un cortado en un bar de las Ramblas de Barcelona, un madrileño cuando pretende comprar una camisa en una tienda Zara de la Gran Vía de Bilbao o un canario cuando aspira a conseguir pescado fresco en una lonja de Ribadeo, parece un desatino que nuestros políticos en esa cámara territorial que no termina de serlo tengan que hacer uso de un sistema de traducción simultánea para comprenderse. Porque el Senado, como el Congreso, representa al pueblo español, aunque sea una cámara de representación territorial, donde la lengua oficial y común es el español o castellano.
Dicen que Dios, para evitar el éxito de la Torre de Babel, que perseguía llegar al cielo, hizo que quienes trabajaban en ella empezaran a hablar en diferentes lenguas, por lo que, al no entenderse, se generó tal estado de confusión, que su construcción cesó y quienes allí trabajaban terminaron por dispersarse por toda la tierra. Pues bien, si hacemos caso de lo que nos cuentan en el Antiguo Testamento, esta puede ser la primera piedra (o ladrillo) en el ocaso del Senado, quizás el preludio de su desaparición. En fin, ya decía el antiguo filósofo escita Anacarsis que la lengua era lo mejor y lo peor que poseían los hombres.
Fuera pinganillo!!!!...y fuera lo d hablar en más idiomas q no sean el castellano dentro de la cámara política española!!!....pero q les pasa a stos gobernantes...parecen anti España!!!
ResponderEliminarLa Torre de Babel ya existe sin el pinganillo, y se puede oir sin escuchar en castellano, catalán o gallego..
ResponderEliminarQue asco,cualquier iniciativa es buena hay que pasar la mano a las minorias politicas que hay elecciones.
ResponderEliminarNo entraré en descalificaciones, pero si me gustaría decir que estoy totalmente en contra de esta medida. En una época en la que a todos se nos pide "apretarnos el cinturón", no entiendo este dislate de nuestros gobernantes, más concentrados en separar que en unir al pueblo español.
ResponderEliminarCierto es que que hay varios idiomas en nuestro país, pero el ESPAÑOL es el idioma que nos une, el que, como bien dices, usamos en todo el territorio nacional.
El problema es mucho más profundo. El problemas es que unos pocos no se sienten españoles y pretenden buscar todas las medidas que les separe más del resto. QUÉ PENA.
Muy buen artículo Juanjo. No me había yo dado cuenta de que le afectaba a Anselmo.
Una medida más, que sobrepasa la incoherencia y la falta de rigor y seriedad política y profesional por parte del Gobierno...
ResponderEliminarEstoy a favor de pluralidad y la heterogeneidad cultural y ligüística que tenemos en España. Es un lujo. Pero me parece disparatado y absurdo que en reuniones de senadores, de un mismo país, que comparten un mismo idioma, tengan que comunicarse a través de traducción simultánea, máxime y para más inri, cuesta alrededor de seis mil euros por cada sesión celebrada, como si nos lo pudiéramos permitir... Y luego, cuando terminan se irán al bar a tomar café y a hablar todos el castellano. Que país estás creando para nosotr@s!!!
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