domingo, 12 de mayo de 2013

HILO ROJO

Cuando nuestros ojos se reencontraron en aquella procesión de Semana Santa, supe que la leyenda del hilo rojo era más que una simple fábula de origen chino, o japonés quizás. Que determinadas personas estemos predestinadas desde que nacemos a mantener de por vida un vínculo afectivo con otras, a veces casi imperceptible,  creo que hoy más que una leyenda resulta  prácticamente un axioma, casi un dogma que la experiencia contigo se ha ocupado de demostrar. Compruebo, además, como esa unión, en ocasiones tan sutil, nunca se rompe, pese a que en algunos momentos el fino hilo que la cimenta pueda aflojarse o incluso deshilacharse.

   Porque parece imposible lo que ha ocurrido con nosotros. Cómo, después de tantos años de separación, de tanta vida construida en paralelo, sin conexión posible, y a más de dos mil kilómetros de distancia, bastara una sola mirada, bajo la luz trémula de antiguos hachones y  remozados cirios, para comprender que nuestros corazones estaban unidos con ese invisible hilo rojo. Probablemente desde que el viejo marciano de la leyenda atara uno de nuestros meñiques con uno de los del otro por considerarnos almas predestinadas a unirse en la tierra para siempre.

     Poco importa que de pequeños apenas cruzáramos algunas palabras, que compartiéramos a solas tan pocos momentos, anclados como estábamos en la timidez de la madurez temprana o en la sinrazón de los prejuicios de la juventud. Aun así, sin comentarlo siquiera, sabíamos que algo íntimo y cuasi espiritual nos ligaba de alguna forma que no comprendíamos, que nuestras vidas eran de algún modo dependientes la una de la otra, que el futuro, a pesar de nuestras azarosas biografías, parecía escribirse con la misma pluma.

     Que me dijeras que habías vuelto a la isla porque estabas enferma no cambió para nada la situación. El reencuentro estaba escrito (mektub) en el frontispicio de nuestra historia. Y eso era lo importante de verdad, importaba menos cómo el universo se había confabulado para favorecer la supuesta coincidencia, la tierna y aparente casualidad. La realidad era que aquella mirada confirmaba la invisible hebra de color magenta que aquel anciano anudó a nuestros meñiques cuando apenas comenzábamos a respirar.

2 comentarios:

  1. Bonita leyenda: "Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que estàn destinados a encontrarse, a pesar del tiempo, del lugar, a pesar de las circunstancias. el hilo puede tensarse o enredarse, pero nunca puede romperse", no la conocía y parece que en su origen estaba dedicada a las parejas, pero yo creo que la podemos dedicar a los amigos verdaderos. Aunque el hilo rojo sea algo simbólico, me gusta pensar que puedo estar unida desde mi nacimiento a determinadas personas y que sin buscarlas, las voy a ir encontrando a lo largo de mi vida. Me encanta cuando dices que estaban unidos con ese invisible hilo rojo desde que el viejo marciano de la leyenda los atara el uno al otro por considerarlos almas predestinadas a unirse en la tierra para siempre. Que bonito JJ!. Me gustaría que existiera ese hilo y que no se cortase nunca entre mis amigos de verdad. Gracias por tu entrada, abrazos .

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  2. Me encantó mucho la entrada JJ. Un saludo.

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