domingo, 13 de octubre de 2013

UN NUEVO CAMINO. TERCERA JORNADA

NO PERDER LA PERSPECTIVA
Castrojeriz-Frómista (23,6 kilómetros)

Al tercer día de comenzar el nuevo camino, afrontábamos la etapa más dura. Eran casi 24 kilómetros por andaderos infinitos,  por senderos interminables, sin apenas arboleda ni zonas de descanso. La verdad es que echábamos de menos aquellos altos y apuestos fresnos que días atrás, aunque fugazmente, nos procuraban algunos pasos con sombra por el secarral meseteño, comprobando con pesar las pocas oportunidades que encontrábamos para guarecernos del pertinaz sol que seguía imponiendo su imperio.

Salimos de Castrojeriz rematando la rúa más larga del Camino (Real de Poniente), y pronto la senda jacobea nos sorprendía con una de las dificultades más sufridas: la subida al Teso de Mostelares. Mas fue una suerte tropezárnosla al principio de nuestra caminata. Porque las dificultades más importantes debemos afrontarlas cuanto antes, sin dilación; es más, como ya nos ocurrió en la cima, cuando, una vez superados, pasamos revista a los problemas que tanto nos preocupaban, casi siempre constatamos que no eran tan importantes como nos parecían, porque casi nada es tan grave como pensamos en un principio, como nos adelantamos a creer cuando todavía no nos hemos detenido a corregir el enfoque. Más gráficamente Elsa Punset (en Inocencia Radical) nos dice que amplificamos los peligros y que perdemos la perspectiva real. La ascensión supone superar un desnivel de 140 metros en menos de kilómetro y medio. En varios momentos, la ladera nos pareció inacabable, pero, a veces, como en la vida, la dificultad de la pendiente nos hace olvidar que, en realidad, no paras de progresar y crecer, como nos advierte con acierto Albert Espinosa (en Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven).

El Teso es la entrada a Tierra de Campos, el granero de España, pero también una excelente atalaya donde divisar las tierras de Castrojeriz, que dejamos atrás, con una perspectiva más amplia, con altura de miras, con el esclarecimiento preciso. Tierra fértil la de Campos, de abundante cereal, pero desnuda y sensible ante un Sol que arremete incansable durante el estío. Pasamos con premura por el hoy albergue de peregrinos, y antiguamente parroquia de San Nicolás, que gestiona la confraternidad italiana de San Giacomo de Perugia y, entre chopos y sauces, por el medieval puente Fitero (siglo XI), que cruza el río Pisuerga, uno de los más extensos y bellos del Camino: entrábamos en la provincia de Palencia.

La vera del Pisuerga nos proporcionó el aliento necesario para llegar a Itero de la Vega, nuestro primer descanso en un pequeño albergue regentado por jóvenes neohippies -bueno, llamémosles así para entendernos-, donde desayunamos acompañados de otros peregrinos que también hacían el Camino por tramos. Con nuevos bríos, afrontamos entonces la distancia que nos separaba de Boadilla del Camino, donde era visita obligada un rollo jurisdiccional gótico del que alertaban todas las guías. Estos rollos, muy comunes en los pueblos de Tierra de Campos, era donde  encadenaban, para someterlos a la mofa del común, a los reos que más tarde juzgaban los corregidores.

Boadilla es la puerta de entrada al Canal de Castilla, una obra de ingeniería mayor, auspiciada por el Marqués de la Ensenada e ideada por el ingeniero francés Charles Lemaur en el siglo XVIII, con fin de transportar el cereal castellano hasta el Cantábrico por medio de barcazas o chalanas remolcadas por animales de tiro. Caminamos en paralelo al Canal hasta Frómista, un tramo, pese a la belleza y frondosidad del paisaje, fatigoso y cansino, como siempre lo son los últimos pasos, los postreros esfuerzos. Sin embargo, incluso en esos instantes, no puedes bajar la guardia y permitirte un pensamiento negativo, al contrario, debes concentrarte en las cosas buenas del sendero o en la satisfacción inminente del deber cumplido. Como nos recuerda Robin Sharma (en El monje que vendió su ferrari): "lo que separa de veras a las personas alegres u optimistas de las que están sumidas en la desdicha es la forma  de interpretar y procesar las circunstancias de la vida". Mi madre, más coloquialmente, lo resumiría en un "estar por lo positivo".

En Frómista nos hospedamos en un modesto hostal enfrente de la parroquia de San Pedro, mas el pueblo gira en torno a la iglesia de San Martín, icono del románico europeo y uno de los centros religiosos del Camino. Almorzamos bien en el restaurante Villa de Frómista y disfrutamos, al caer la tarde, de un fascinante concierto de arpa al calor de la magia y la sobriedad de San Martín. El día nos tenía guardado lo mejor para el final.

3 comentarios:

  1. mcarmen díaz peregrina13 de octubre de 2013, 20:47

    Gracias..gracias..gracias...
    Qué diferente y que igual al mismo tiempo...recordar este tramo...
    un abrazo Juan

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  2. Caminar y caminar y mientras más caminas más quiere; sigues caminando para que puedas compartir con los que seguimos tu camino, saludos

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  3. ¡Que bien lo cuentas! ... ¡Felicidades!.

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