sábado, 24 de marzo de 1984

HERÁCLITO EN EL PARECER HUMANO

[1]

¿Por qué un día dejas de la ciudad,
me hieres, y produces mi llanto?
[2]

¡Cuán acertado estuvo Heráclito cuando afirmó aquello de que el Universo es un continuo devenir! Las circunstancias que hoy ocupan mi “pensar” garantizan su certeza. Estas son de índole vital, por lo que obviamente se corresponden ligeramente con lo heraclíteo, aunque ciertamente encierran una importancia sentimental indudable. Este devenir (o cambio) que vengo “perifrasiando” desde un principio es aquel propio del parecer humano, devenir continuo y transigente, devenir absurdo.

El parecer humano, tan perfecto como se pretende proclamar, agoniza, se encuentra putrefacto (en una palabra “podrido”). Devenir de una facilidad inusitada; y no se trata de simples y triviales cambios, sino de los más recónditos y sorprendentes que una mente sana pueda siquiera imaginar. Además, son cambios tan prestos en el tiempo, que es imposible razonarlos objetivamente, aprehenderlos; en ocasiones, hasta carecen de explicación alguna.

El problema tiene mayor importancia por el hecho de tratar de algo tan íntimo en una persona como el parecer (bien, me gusta, es desagradable, paso,...). Jugamos ahora con emociones, con sentimientos, con ilusiones, ya propias, ya ajenas, pero ante todo dolorosas manifestaciones del sentir romántico. Cambios de parecer, cambios de gustos, cambios de interés, presurosos y sucesivos, son la primera causa de desengaños, de desesperanzas, de sollozos de sueños y de un extenso rol de desencantos imposibles de enumerar en este basurero de papel.

Tropezones quejumbrosos en el andar cotidiano de una persona que obedecen a esto, al continuo devenir del parecer, aparentemente lógico pero realmente inexplicable. ¿Cómo se puede devenir cuando se desconoce sobre lo que se deviene?. Deviene el parecer, nace la desilusión. ¿Es justo que devenga?. Que contesten quienes poseen esa extraña cualidad de llagar cruelmente el iluso amuleto del amor.

[1] En el periódico del Instituto Alonso Pérez Díaz, marzo de 1984 (17 años).
[2] De El doloroso tranvía, marzo de 1984.

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