martes, 8 de octubre de 1985

ASOCIACIONISMO JUVENIL

 
J.J. Rodríguez-Lewis*
Publicado en Diario de Avisos, el 8 de octubre de 1985

Hablar de asociacionismo juvenil en nuestra ciudad es aludir a una realidad poco menos que nula en el acontecer intrahistórico y cotidiano de nuestra convivencia social diaria.

La flagrante carencia de una política integral que afecte a nuestro sector poblacional por parte de las instituciones con competencias para ello (inclúyase ayuntamiento, cabildo y comunidad autónoma –esta última al menos en lo que a la capital palmera se refiere-) es un hecho más real que el sol de cada día y, por otra parte, imperdonable cuando estamos celebrando –por lo menos, aparentemente- el maravilloso “Año Internacional de la Juventud”.

De todas formas, hoy –muy a pesar mío- sólo me referiré a un aspecto concreto del complejo entramado que constituye la problemática juvenil en mi ciudad (y de todo aquel que se preocupa por ella), que obviamente no es otro que el que encabeza el artículo presente, el asociacionismo juvenil.

Hasta hace pocas fechas existían únicamente cuatro asociaciones juveniles en la ciudad (hoy una menos), aparte, claro está, las juventudes políticas de rigor –socialistas, comunistas, aliancistas, falangistas y, pronto, las independientes de API- y otros pétalos de entidades de implantación universal –la Cruz Roja de la Juventud, por ejemplo-. Nada mejor que referirme a ellas para desarrollar su problemática y, por ende, mi problemática, de la manera más gráfica posible.

La primera de ellas, y siguiendo criterios de antigüedad, es la A.J. Gaifa, sita en el barrio de San Telmo. Sin embargo, esta asociación juvenil es simplemente el papel “albal” que envuelve a una banda de cornetas y tambores a la cual quisieron dar cuerpo legal.

La segunda, hoy tristemente desaparecida, es la A.J. Abora, colectivo del barrio de la Encarnación. La mentada asociación apenas duró unos meses. La cerrazón de muchas mentes adultas y la mal formada conciencia de éstos sobre nosotros, los jóvenes, no pusieron más que dificultades para que un grupo de jóvenes de aquel barrio gozaran de un punto de encuentro independiente de los todavía observatorios andantes, que son numerosas personas de mediana y tercera edad (y eso que no tenían que abonar nada por el local social).

La tercera de este paupérrimo balance la constituye la A.J. Tinisagua, de la cual es representante el que suscribe. Nacida de los ávidos e insaciables cerebros de cuatro muchachos –Fernando Sa, Anselmo Pestana, mi hermano Toño y yo-, para los que la resignación estoica no aparece en su léxico vital, Tinisagua-Club de la Cultura es un proyecto de esperanza, que la falta de apoyos económicos lo ha convertido en una lucha diaria para hacer frente al mantenimiento de un local que nos cuesta más de 240.000 pesetas anualmente, en perjuicio de la realización del conjunto de actividades que en un principio se pretendía. Si nadie lo remedia, pues, tendremos que desistir de nuestra ilusión, por lo que se ve, más utópica que fáctica.

La última de estas asociaciones es la recién nacida A.J. Aranfaiba, del barrio periférico de Velhoco. De ésta, al menos espero que la asociación de vecinos le ofrezca el apoyo suficiente y se le permita llevar a cabo todo su programa de ilusiones congénitas. Porque, de lo contrario, los días los tiene más contados que Laurent Fabius al frente de la jefatura del Gobierno francés.

Es del todo evidente, por tanto, que los jóvenes de Santa Cruz de La Palma han de seguir preparando la próxima “milla internacional de Santander” a base de las continuas vueltas al institucionalizado “tontódromo municipal”, que se reparten por igual la avenida Marítima y la calle Real, y han de desistir, por otro lado, de aventuras de utopismo oweniano que representan las asociaciones juveniles en nuestra ciudad.

La Casa de la Juventud, el pabellón municipal (y la insuficiencia de instalaciones deportivas), el paro, la obra social de la Caja de Ahorros en La Palma, y demás temas de la problemática juvenil íntimamente ligados con éstos, pues son simplemente el resultado diáfano de los mismos: pasotismo, drogadicción, delincuencia, etcétera, son otros aspectos en los que, en sucesivos artículos, es conveniente poner “el dedo en la llaga”.

* 18 años

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