jueves, 10 de julio de 2003

LA PALMA COMO PROBLEMA

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en La Voz nº 183, 27 de junio-10 de julio de 2003

Como España para Laín Entralgo, raspando los años 50, o anteriormente para Unamuno, Machado o Azorín, hoy se hace difícil no ver a La Palma como problema. Una isla antaño próspera, que sigue manteniendo no obstante su riqueza cultural y patrimonial, y hoy decadente, con apenas empuje.

Hasta resulta superfluo recordar el sitio que en la historia de Canarias ha ocupado la isla en el contexto regional desde la conquista; resulta, si cabe, más esclarecedor, por su proximidad en el tiempo, el lugar que aún ocupaba a principios del siglo pasado, cuando su sitio estaba más cerca de las islas de Gran Canaria y de Tenerife que de las ya denominadas islas menores del archipiélago. Un escalón intermedio que nos supuso elegir hasta dos diputados en Cortes y jugar un papel preponderante en la recreación de los Cabildos Insulares

Sí, muchas cosas han cambiado desde entonces. Una progresiva decadencia que (algunos índicadores) nos relega a la cuarta, a la quinta e incluso a la último posición en el contexto insular del archipiélago. ¿Los motivos? Hay mucho de “ombliguismo” en todo esto.

En primer lugar, no es verdad que los males sean de ahora. Ya éramos una isla de emigración. Lo fuimos durantes los dos últimos siglos (a Cuba principalmente) y lo fuimos de forma ingente durante los años sesenta a Venezuela, período en el cual perdimos población de forma sustancial, y que no logramos recuperar hasta principios de los ochenta. Y es obvio que nuestra gente no se hubiera ido si hubiera tenido un futuro asequible en la isla.

En segundo lugar, porque seguimos viviendo mucho de nuestro pasado y no de nuestro presente y de nuestro futuro inmediato. Acaso vaya con nuestra idiosincrasia. Pero no podemos seguir ensimismados por mucho más tiempo. Esta es la razón de que llevemos hablando más de veinte años de desarrollo sostenible (y ni vemos el “desarrollo” ni la “sostenibilidad”), o quince años del Plan Insular de Ordenación del Territorio, o que sea reciente la determinación de que Santa Cruz de La Palma tiene que abrirse al mar, ordenando su litoral, o, en fin, de que llevemos hablando también más de veinte años de diversificar nuestra agricultura (como siempre reaccionaremos, previa grave crisis, cuando el plátano no sea negocio, como antes dejó de serlo el azúcar, el vino o la cochinilla).

En tercer lugar, porque nuestra crisis actual no es sólo económica o socioeconómica, también lo es cultural, y la cultura también influye en la economía y viceversa. Por qué si no Saramago se instala en Lanzarote, o el malogrado Cesar Manrique es de la isla del Rubicón, o artistas de la talla de Rosana, en la música, o Goya Toledo, en el cine, son también conejeras. ¿Dónde están nuestras mejores representantes en el mundo de la cultura? ¿O será que no los hay? Aún seguimos adorando a ciertos representantes, a ciertos intelectuales de “andar por casa” que siguen siendo nuestra referencia, y que no pueden serlo por más tiempo. ¡Con qué facilidad ponemos nombre de palmeros a calles, centros o plazas, o entregamos medallas! También creemos que el mundo se nos acaba en nuestras costas. Así pretendemos convertir a Santa Cruz de La Palma en patrimonio de la humanidad (¿pero conocemos el patrimonio de las ciudades que lo son y de otras muchas que todavía no lo son?; aunque si La Laguna lo ha conseguido, empiezan a haber posibilidades), cuando es más realista convertir a la isla toda o declarar a las Fiestas de la Bajada de la Virgen en Fiestas de interés turístico internacional.

No sólo de tradiciones puede vivir la isla. Somos ricos en ellas pero nuestro futuro no está reñido con ellas. Más, moratorias que se ponen en marcha cuando casi todas las islas se han desarrollado como han querido y precisamente vienen a aplicarse de forma tajante a la isla que ha sido más prudente (o más medrosa) en su evolución. Techos demográficos alcanzados en otras islas y no se invierte en islas como La Palma, La Gomera y El Hierro que pudieran acoger ese excedente de población o evitar la migración desde las mismas. Y otra realidad, las islas de la provincia de Las Palmas se han desarrollado muchísimo más que las de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, quizás tenga algo que ver la isla capitalina en cuestión y la división provincial de 1927.

En definitiva, no nos podemos mirar más el “ombligo”. Vuelven nuestros emigrantes, y debemos aprovecharlos. Intelectuales comprometidos, periodismo independiente, una nueva clase política,… pero, en especial, una nueva actitud del palmero, otras miras…, otra forma de entender nuestro hábitat, nuestro ecosistema. No nos vale tanto “conservar” para que sólo unos pocos puedan desarrollar aquí su ciclo vital.

1 comentario:

  1. Es difícil dejar el pasado. Para mirar hacia delante hay que ser decidido, luchador, optimista y, en eso, dejamos mucho que desear. Lo fácil es lamentarse por algo que tuvimos y ya se dejó de tener. Tienes razón en lo que dices del "ombliguismo". Parece un rasgo innato en el palmero.

    Pero no creo que la cultura se esté “alejando" de nosotros, o nosotros de ella. Esta isla y sus habitantes son ricos en ella. Cuando yo viene a esta isla hace ya casi dos décadas me asombró el "hambre" que tenían los palmeros por conocer, por saber. Me sorprendió también el gran número de niños y adultos que, de alguna forma, estaban vinculados con la música. Bien los coros, bien las bandas de música, bien la Escuela insular de Música. Y la música también es cultura y arte.

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