domingo, 11 de abril de 2004

LUNES SANTO: ESTÉVEZ DEL SACRAMENTO

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en el Programa de Semana Santa de Santa Cruz de La Palma 2004

Fernando Estévez del Sacramento (o de Salas, como firmaba, con los dos apellidos de su padre) puede considerarse, junto con Luján Pérez, el imaginero más sobresaliente de los nacidos en Canarias y el artista canario, junto al pintor Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853) más importante del neoclásico. El escultor tinerfeño, nacido en la villa de La Orotava en 1788 y educado con los franciscanos de San Lorenzo, trabó amistad con el padre Díaz durante el período que el sacerdote liberal pasó confinado en la villa natal del escultor (1824-1835); de ahí su omnipresencia en nuestra Semana Santa, pese a que en su obra no abundan los personajes de la Pasión.

Hoy, Lunes Santo en Santa Cruz de La Palma, Fernando Estévez nos ofrece una buena muestra de su gubia y de su reflexión serena. Al maestro orotavense se deben las dos imágenes principales del paso de La Negación de San Pedro, el Cristo preso y el San Pedro llorando. El precioso paso, que preside la capilla del Evangelio de la parroquia Matriz, procesiona en Santa Cruz de La Palma este día desde 1957. Con anterioridad, este grupo pasionista se hacía presente en nuestras calles el Martes Santo, pero la adquisición de nuevas imágenes para este día, las correspondientes al Señor de la Columna y a Nuestra Señora de la Esperanza (que salieron de los talleres madrileños de Manuel Caderot), y el orden cronológico que es tradicional en esta ciudad, impusieron esta alteración.

Sin embargo, la procesión del popularmente conocido Señor del Perdón no es de fecha tan reciente. Probablemente el paso procesione con anterioridad a 1738, año en el que consta un gasto para la adquisición de la diadema del San Pedro penitente. A principios del siglo XIX, se toma la decisión de restaurar el paso, y la ya citada amistad del padre Manuel Díaz con el escultor orotavense (al que había conocido en una visita a Tenerife en 1809), y la propia ascendencia palmera del escultor (sus abuelos paternos), provoca que sea éste quien se encargue de la confección de las dos imágenes de candelero (más económicas en época de crisis laicista y más ligeras para transportarlas a hombros de la feligresía) que se aplican a los antiguos armazones, conformando un grupo hermoso y de un trazado excepcional. Una iconografía, por cierto, poco frecuente en nuestra imaginería. De todas formas, ha de reseñarse que el tema del Señor del Perdón surgió en la imaginería durante el siglo XVII, no adquiriendo caracteres definitivos hasta el XVIII.

Debe advertirse de la simpleza que supone limitarnos a decir que se trata de dos imágenes de Estévez del Sacramento, y resumir con un lacónico “neoclásicas del siglo XIX”. De la obra del escultor de Tenerife se ha dicho, por un lado, que su modelado es más frío que el de Luján, bien por el carácter sereno del artista o por la influencia clasicista de la época en que vive (Fraga González, 1980); por otro, que su obra es más exaltada que la del maestro (Marqués de Lozoya, 1944, o Pérez Reyes). Pérez Morera (2001) nos recuerda que la personalidad de su arte, difícil de encuadrar en un movimiento concreto, trasciende esos estrechos límites y va más allá. La obra y vida del escultor de La Villa aparece impregnada del romanticismo imperante, por tanto, su obra nada tiene de frialdad neoclásica, antes sí de intensa emoción y sentimiento, aunque siempre contenido y sin estridencias. Estévez, como otros escultores de su generación, es, además, un barroco clasicista, que utiliza recursos propios de los imagineros barrocos.



Ítem más, las imágenes del Lunes Santo se encuadran en la segunda época de Estévez (1818-1830), de incipiente madurez, tallándose ambas en su taller de La Orotava en madera de cedro (lo habitual en la época) entre 1818, fecha en que se inicia la transformación del viejo retablo que acogía a las antiguas advocaciones, y 1822 (en pleno Trienio Liberal), año en el que consta el tallado de la imagen de San Pedro según el Legajo de su cofradía (también se conserva la carta-presupuesto que envía el artista el 28 de junio de 1821 referida a la elaboración de cabeza y manos del Apóstol) (Fernández García, 1971). Por tanto, el Señor Maniatado habrá que fecharlo entre 1820-1821. En este período destaca el especial interés del escultor en conseguir un perfecto modelado, así como un estudio minucioso de las formas anatómicas y, por lógica cronológica, es más notable la impronta del grancanario Luján Pérez. Del imaginero grancanario recibió clases entre 1805 y 1808 en Las Palmas, donde frecuentó además la Academia de Arquitectura (creada en 1782) y probablemente la primera Academia de Dibujo que se inauguró en Canarias en 1787. Las también imágenes estevianas de “La Magna” o del Nazareno, que procesionan el Miércoles Santo, corresponden a su última época y, por tanto, responden más a los cánones neoclásicos.

La imagen del Cristo del Perdón la costeó el padre Díaz de su propio peculio (la del Apóstol, su propia cofradía) y destaca por su factura dulce y serena. La cabeza está perfectamente tallada y las manos son obra de detalle, en las que el escultor no descuidó la presión que en ellas ejercen las cuerdas que las maniatan (Padrón Acosta, 1943). Acaso este Cristo sea la obra más próxima al insigne escultor murciano Salzillo, cuya influencia le llega a Estévez por derivación de Luján. El San Pedro penitente también es de un acabado brillante, de mayor calidad si cabe que el homónimo de su maestro de la parroquia de San Francisco de Las Palmas de Gran Canaria (1804). En general, no abundan en el catálogo de este escultor las imágenes de talla. Ya apuntábamos que las circunstancias económicas de la época le fueron desfavorables. En consecuencia, eran más frecuentes las imágenes de lona encolada y de vestir, que, además, resultaban más ligeras para la Semana Santa.

Estévez, espoleado en su infancia por el fraile franciscano Antonio López, es autor de la talla de la patrona de Tenerife Nuestra Señora de Candelaria (bendecida en 1830), que sigue las líneas fundamentales de la talla desaparecida en 1826. También fue catedrático de dibujo de la Academia de Bellas Artes de Canarias (1849), de ahí su carácter más académico que el de Luján. Murió el 14 de agosto de 1854. De él finalmente se ha dicho que “bastaría con la imagen de la Candelaria para inmortalizar a su autor” (Hernández Perera).

El monumental paso del Lunes Santo comenzó desfilando a las seis y media de la tarde (las siete también fue hora frecuente), y se trasladó al horario actual, las diez de la noche, en 1968. Con el mismo horario vespertino, tanto esta procesión como la del Martes Santo, “contaban siempre con la regocijada presencia de la población infantil” (Ortega Abraham, 1968), y por ello, se le conocía como la “procesión de los niños”. El cambio, que apenas le restó presencia infantil, mejoró y realzó su manifestación ante la feligresía.

El gallo que completa el conjunto es del palmero, seguidor “a distancia” de la Escuela del escultor orotavense, Aurelio Carmona López (1826-1901), quizá el escultor palmero más importante de la segunda mitad del siglo XIX. Se trata de una obra que se ha fechado en 1895. Carmona López se inició en las bellas artes bajo la influencia del sempiterno Sr. Díaz, a la sazón su tío y su maestro en la escultura. Y aprendió dibujo con Blas Ossabarry. En esta época –advertimos-, los pocos artistas destacados de la gubia se limitaban a reproducir el lenguaje de figuras relevantes como las de Luján y Estévez. Así, Carmona, por lo general, trabajó influenciado por las imágenes de Estévez (aunque se distanció al final de su obra), por lo que resulta hasta lógico que se pensara en él para completar modestamente el grupo escultórico. Así, no sólo comparte este paso con el genial escultor tinerfeño; en el paso de “El Calvario”, que procesiona las mañanas del Viernes Santo, su San Juan Evangelista (tal vez su obra más conseguida), coincide con una Magdalena también de Estévez del Sacramento en otro espectacular paso que completa un Crucificado relativamente reciente del también orotavense Ezequiel de León (y fuera de la estatuaria pasional, Carmona López talló el Niño Jesús de la Virgen del Rosario, creada por Estévez, de la iglesia de Santo Domingo). Ahora bien, al contrario de sus mentores, la obra de Aurelio Carmona sí que es netamente neoclásica. Este escultor es autor de innumerables imágenes, muchas de ellas pequeños exvotos de carácter devocional y su arte se extendió también a la fotografía, de la que fue su precursor en La Palma.

Curiosamente en Santa Cruz de La Palma, como en el resto de Canarias, no proliferan los pasos procesionales compuestos por múltiples figuras y de carácter escenográfico, ya que, quizás por influencia andaluza, se prefieren los de imagen única o, a lo sumo, de dos o tres figuras. En Santa Cruz de La Palma únicamente este paso y los de El Calvario y el Cristo del Amparo reúnen tres efigies. El grupo, en fin, sigue la misma tipología y características que el realizado para la cofradía del mismo nombre en la parroquia de la Concepción de La Laguna (Tenerife) en la misma época (al Cristo se le conoce popularmente como el Señor de los grillos o de los grilletes), en un proceso de renovación semejante al que se efectúa en La Palma (en el que se impulsaba un culto más austero, carente del histrionismo barroco), destacando en ambos el alto grado de expresividad obtenido, aunque con notables variaciones en lo que respecta a la interpretación singular de cada personaje (Padrón Acosta, 1943). Las obras residenciadas en La Laguna son posteriores (hacia 1823) y de menor calidad. El San Pedro Penitente también guarda similitudes con el homónimo tallado para la parroquial de La Concepción de La Orotava (1827).

La imagen del Cristo Preso procesiona con túnica bordada en oro sobre terciopelo rojo, y la de San Pedro lo hace envuelta en un manto eucarístico. La imagen del Señor del Perdón ha servido de inspiración a otras, como la talla del Cristo predicador que procesiona el Domingo de Ramos en torno al Santuario Insular como Jesús entrando en Jerusalén. Acosta Felipe (1999) nos dice que “sus manos atadas y la soga denuncian que está preso, pero nunca una mirada ha sido más libre; sus ropas, bordadas con motivos de espigas y flores de la pasión junto a motivos geométricos, nos recuerdan la frase …si el grano de trigo no muere…”

En sus inicios este paso iba acompañado por la imagen de La Dolorosa, perteneciente al grupo del flamenco Cristo de los Mulatos (Iglesia de El Salvador), imagen anónima, fechada en torno a 1600, que procesiona el Viernes de Dolores.

Acompaña y soporta el peso del paso procesional su Cofradía titular de cargadores del Santísimo Cristo Preso y las Lágrimas de San Pedro (fundada el 14 de abril de 1992), aunque estos braceros cofrades cargan la casi totalidad de los pasos procesionales de la Parroquia de El Salvador (incluidos los pasos de Gloria durante todo el año). Esta cofradía de horquilleros santacrucera se cubre con hábito de color rojo granate con cíngulo de soga de esparto y caperuza (sin cartón) de color beige, con su insignia en el centro, bordada en oro sobre fondo de terciopelo morado.

No obstante, y durante más de dos siglos (1661-1866), se ocupó de este paso la extinta Cofradía de sacerdotes de San Pedro. Luego el beneficiado don Manuel Díaz reorganizó aquella cofradía sacra que tanta importancia revistiera en los siglos anteriores, y reunió a los sacerdotes de la isla en torno a la procesión, por ello, durante muchos años, se le llamó la "procesión del clero" (Ortega Abraham, 1971), como también ocurriría en La Laguna con la procesión homónima. Más recientemente, y hasta 1996, acompañó la procesión la Cofradía penitencial del Santo Sepulcro (fundada el 11 de marzo de 1957).

En los últimos años, las procesiones de la parroquia de El Salvador, han rescatado la tradición de la predicación a la salida e in itinere. Por la tarde, a las siete y media, la polifacética cofradía titular del paso canta la misa dedicada al Señor del Perdón (desde 2003).

Dentro del proceso de recuperación de los motetes de la Semana Santa de nuestra ciudad iniciado en los últimos años, conviene recordar que a esta procesión le correspondía el denominado “Et recordatus est Petrus”, debido al omnipresente padre Manuel Díaz Hernández, autor también de El Miserere. Siguiendo a Cobiella Cuevas (1997, 2001) puede describirse de la siguiente forma: “Comenzaba como In monte olivete, con un leve y breve contrapunto: voz primera mantenida sobre una misma nota mientras se movía la segunda; pero, a diferencia, su modo era menor y su clima lamentoso, sólo alterado un instante cuando se decía gallus cantat o flevit amare; expresión que lo concluía, curiosamente, en la dominante y nos dejaba una pregunta o una pena que teníamos que compartir y continuar interiormente, más allá de la música. Una pregunta y una pena por la infidelidad que, finalmente, no se entiende en el contexto en que se inició la pregunta.”

Et recordatus est Petrus verba Jesu
Qui dixerat : « Priusquam gallus cantet ter
Me negabis » et egressus Petrus foras, flevit amare.

En los últimos treinta años la procesión ha alternado la presencia de la Banda de Música San Miguel y la de una banda de cornetas y tambores. Durante algún tiempo acompañó la procesión únicamente la Banda de Música San Miguel y antaño las de La Victoria y Santa Cecilia. Las piezas musicales que se interpretan son las mismas que luego se reproducirán el Martes Santo durante la procesión del Señor de la Columna: Santos Lugares o Mater Mea, de Ricardo Dorado, Sueño eterno, del catalán J. Teixidor, o Tan Linda y Sanguis, del valenciano de Utiel José Pérez Ballester. Debe resaltarse que los tambores y las bandas resultan imprescindibles para los cofrades cargadores, su ritmo configura un estilo propio de carga (similar al de San Fernando en Cádiz) al compás de marcha lenta, a pasos cortos y a las bandas, lo que contribuye a sobrellevar los pasos a sus templos de origen. Desde 2003 la misma cofradía de braceros de la parroquial de El Salvador acompaña musicalmente el paso con sus propias cornetas y tambores.

La comitiva procesional, excepcionalmente, abandona el templo Matriz por la portada trasera (construida en 1600 por el cantero Pedro Hernández), sorteando barreras, hacia la calle de Cristóbal Pérez Volcán (es curioso que unas obras para eliminar barreras para los minusválidos hayan creado barreras para el propio Cristo). La procesión recorre el centro de la capital visitando la Avenida de El Puente, Trasera (Álvarez de Abreu), Real hasta la placeta de Borrero -que perpetúa el nombre del Ldo. Lorenzo Yanes Borrero, que fuera teniente gobernador de la Isla en el siglo XVI-, sube la antigua calle de los Izquierdos (Garachico), otra vez El Puente y finaliza en la plaza de España, tras volver sobre sus pasos en la calle Real. Es casi medianoche. El bello pórtico renacentista (1585) se abre para recibir a Cristo nuevamente en su casa. Ahora sí, es Martes Santo.

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