miércoles, 1 de diciembre de 2004

LA OTERO APENAS MASTICA “DOS CEREZAS”

J.J. Rodríguez-Lewis
El pasado martes 23 de noviembre, el programa de Julia Otero “Las Cerezas” ofreció como entrevista estelar, la realizada al alimón al líder independentista catalán Carod Rovira y al presidente socialista de la Comunidad Autónoma extremeña Rodríguez Ibarra.

El programa de la Otero, discutido desde su presentación, en primera instancia, por los emolumentos que cobraría la directora-presentadora, y en segunda, por los bajos índices de audiencia (apenas un “share” del 19% de media), pretendía retomar el vuelo con una entrevista, en principio, atractiva y sugerente para casi todos los públicos.

Son ampliamente conocidas las posturas absolutamente divergentes de los protagonistas de la entrevista, situados en vértices contrarios en los planteamientos ideológicos con base nacionalista. Para un programa televisivo de más de tres horas, de formato ciertamente complejo, la primera entrevista resulta del todo crucial. En especial, este subgénero de entrevista “a dos”, en el que parece conveniente el diálogo o la dialéctica que se establece entre los protagonistas y que debe moderar-provocar la presentadora.

La entrevista, previamente pactada, al final decepciona. Ya lo hizo en su momento la del primer programa. Aparentemente también muy atractiva, con Felipe González y Jordi Pujol como entrevistados. Menos mal que los apartados de humor, encabezados por Toni Soler (“El Microondas” o el “Cerediario”) compensaron en gran medida la citada decepción. El problema es que si la entrevista “estelar” defrauda, fidelizar a la audiencia en “prime time” resulta harto complicado.

La conocida y premiada presentadora (ha obtenido ya hasta tres premios Ondas, pese a que no tiene más de 45 años) ha “vendido” esta entrevista, con la que arranca el programa, como la gran apuesta de “Las Cerezas”. Se trataría de dos personajes relevantes, que probablemente no estarían juntos en ningún lugar. Visto el resultado final, empezamos a no tenerlo tan claro. La periodista pasa como de “puntillas” por la misma y tampoco provoca, no la dialéctica más feroz, sino el simple intercambio de pareceres en los temas más candentes (“sin sangre”, pero tampoco sin tanta asepsia).

Ya se le criticó a la Otero que cuando entrevistó a Felipe González (acababa de manifestar su apoyo al indulto de Vera) no le preguntara por el indulto al ex secretario de Estado de Interior Rafael Vera hasta el último momento. Tampoco supo ponerle “la guinda” a la entrevista que comentamos, cuyo apartado pasó sin pena ni gloria en los extertores del género.

El programa, con entrevistas de varios tipos (también hubo una tertulia amigable sobre “los cuernos” y una entrevista “al de la mochila azul”, el cantautor y diputado Labordeta), con incrustaciones de humor inteligente, parece un formato ciertamente interesante. No obstante, no es novedoso. Es más, se le tacha de antiguo.

Ibarra y Rovira se conocieron personalmente en el programa, pero parecían que se conocían de toda la vida. Los conocíamos por sus vehementes discrepancias, incluso Ibarra llegó a calificar de “tonto” al dirigente de ERC, cuando se supo que se había entrevistado con terroristas de ETA. Al final, predominaron sorprendentemente las coincidencias, dado que apenas discreparon en materia de financiación autonómica, el modelo de estado y sobre el bilingüismo. Es más, llegaron a confluir sorprendentemente en buscar una salida negociada al conflicto latente en el País Vasoo por el terrorismo de ETA, calificando la oferta de Batasuna del domingo anterior de importantísima. Al socialista, acostumbrado a rectificar las palabras de otros compañeros en este sentido, lo desautorizaron al día siguiente. Y, además, todo demasiado cordial,…

La realidad es que si la Otero no es capaz de “sacarle” jugo a comparecencias de esta naturaleza. El programa languidecerá con más pena que gloria. Cualquier sesión del Parlamento tendrá más interés y las salidas de tono de Labordeta no serán suficientes para mantener la audiencia. Tampoco el “tipazo” que mantiene la Otero ni sus habilidades comunicadoras.

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