viernes, 26 de noviembre de 2004

NO ES SÓLO UN “DEPORTE” DE PUEBLO


Juan José Rodríguez
Publicado en la Revista de la Federación Amigos del Dominó, Año XVII, Temp. 2004-5

Hace pocas semanas pasé casualmente por el parque de Santa Catalina, espacio emblemático de la capital grancanaria. Me sorprendió el gentío que llenaba la mayoría de las mesas de una de sus terrazas. Cada mesa estaba ocupada con al menos cuatro personas. ¿Dos parejas de enamorados? ¿Dos matrimonios? La mayor parte eran hombres ¿parejas homosexuales acaso?... Simplemente jugadores de dominó.

Hasta ahora pensaba que este deporte-juego de origen aún desconocido (pese a que en las culturas chinas, árabes y egipcias se han encontrado restos de juegos similares) y cercano a los dados sólo prendía en los pueblos y en los barrios menos elitistas de las grandes ciudades. La visión del parque Santa Catalina parece apuntar otra cosa.

La realidad es que el juego de las 28 fichas es ciertamente un juego generalizado en España (a donde se extendió desde Italia que lo había reinventado en el siglo XVII). Se trata ciertamente de un juego divertido, con amplios requerimientos de estrategia y memoria, y un buen bálsamo para el estrés cotidiano. El expresidente Aznar nunca ha dejado de visitar Quintanilla de Onésimo en Valladolid para “cargar pilas” en vacaciones y apuntar en su conocida “libreta azul”. También jugaban y juegan al dominó otros importantes políticos como Fraga, Suárez o Anguita.

Por parejas, a la garrafina o al venenoso, el dominó resulta un “deporte” apasionante, con cierto efecto adictivo gracias al particular volteo y revolver de las fichas. Pero lo más importante resultan los lazos que se estrechan, las amistades que se construyen en un juego marcado por el más puro “fair play”. Veamos: “si en una determinada jugada se posee solamente una ficha para jugar, el jugador está obligado a colocarla en la mesa con prontitud, sin detenerse a pensar la jugada conveniente. Si por error involuntario se infringe este deber, el jugador estará obligado a señalarlo inmediatamente, antes de que realice jugada el situado a su derecha”. Así que ya entiendo los “mosqueos” de mi padre cuando jugábamos (mis hermanos y este servidor) con él siendo niños. Aunque ninguno como el que se cogía cuando le matábamos una ficha siendo compañeros.

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