miércoles, 24 de octubre de 2007

LA SEMANA SANTA DE SANTA CRUZ DE LA PALMA: UNA APROXIMACIÓN DIACRÓNICA



J.J. Rodríguez-LewisPublicado en en Consummatum est (L aniversario de la fundación de la Cofradía del Santo Sepulcro), edición preparada por M. Poggio Capote y V. Hdez. Correa, 2007

1 El siglo XVI. Sus orígenes
La celebración de la Semana Santa tiene su origen en el siglo XIII[1], cuando San Francisco de Asís impulsa el conocimiento y la devoción del Jesucristo hombre. De esta contemplación se impregnan las nuevas órdenes religiosas-mendicantes, de renovada espiritualidad, que pretenden beber de las fuentes verdaderas del cristianismo. Esta “nueva” religiosidad dispuesta en torno a los misterios pasionales de Jesús y su expresión pública termina por llegar al pueblo llano a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, época en la que se sitúan las primeras celebraciones en la calle sobre la Pasión y Muerte de Cristo. Estas manifestaciones fueron luego impulsadas, primero por el concilio provincial (Sevilla) de 1512 que prohíbe las representaciones de la Pasión en el interior de los templos, y decididamente por el Concilio de Trento (1545-1563), debido a la importancia dada a la imaginería (con funciones pedagógicas y de ejemplaridad) y al culto público como instrumento para afianzar la fe católica frente a la reforma protestante. De la misma fecha, dado que participan de este fin, son las primeras cofradías penitenciales de disciplina promovidas, en un primer momento, por el dominico valenciano San Vicente Ferrer, y más tarde por monjes franciscanos, así como la generalización de la práctica del Vía Crucis[2] .

Los orígenes de la conmemoración de la Semana Mayor en Santa Cruz de La Palma son casi coetáneos con las celebraciones pasionistas en otros lugares de España, esto es, puede afirmarse que tienen un desarrollo paralelo, puesto que las primeras procesiones y cofradías de las que tenemos noticias se remontan a las primeras décadas del siglo XVI, muy poco después de culminada la conquista de la isla. Las celebraciones y hermandades de pasión fueron auspiciadas por las órdenes religiosas que se establecen en la ciudad, sin duda las más representativas de esta nueva espiritualidad: los frailes franciscanos, que acompañaban al Adelantado, y que erigen finalmente cenobio en 1508[3], y la orden de predicadores de Santo Domingo, que lo hace en 1530 al otro lado de la ciudad[4].

De la importancia de nuestra Semana Santa bastaría con considerar el número de imágenes pasionistas del siglo XVI que procesionan en la actualidad, muy superior a cualquier ciudad del archipiélago. Conviene advertir que, aparte de la importancia que tuvo la ciudad en este siglo, la imaginería de Santa Cruz de La Palma no sufrió las consecuencias de infortunios que maltrataron el patrimonio de otras ciudades canarias como Las Palmas de Gran Canaria (incendio provocado por las tropas de Van der Does de los conventos de San Francisco y Santo Domingo, en 1599[5]), Garachico (erupción volcánica de 1706), La Laguna (incendio de la iglesia de San Agustín, en 1964) o Los Realejos (incendio de la parroquia de la Concepción, en 1978)[6].



El frecuente intercambio comercial que se establece con Flandes con motivo de la exportación del azúcar y la importante colonia de mercaderes de Amberes, Malinas y Bruselas que se instalan en la isla, va a suponer que La Palma reúna más del 60% de la producción artística existente en Canarias proveniente de talleres flamencos, destacando especialmente la producción escultórica que se reparte por numerosos templos de la isla en una espectacular muestra “sin parangón con el resto de Europa”[7]. De esta procedencia nos encontramos con el denominado desde 1757 Calvario del Amparo (el más relevante de España de este origen) en el Santuario insular y con el Cristo de los Mulatos, imagen que no desfila, en la parroquia matriz de El Salvador. Sí que lo hace La Dolorosa, de vestir, adscrita al último calvario que inauguró las procesiones del Viernes de Dolores en 1955 y que procesionó también en otras épocas y que asimismo podría ser de finales del siglo XVI[8], aunque sobre su data no hay acuerdo aún[9]. Estilísticamente, el Cristo del Amparo es una réplica -es algo más tardío- del Cristo de los Mulatos, que se ha catalogado como del primer tercio del siglo y cuya procedencia puede ser también el medio flamenco sevillano[10]. Curiosamente La Dolorosa y el San Juan Evangelista (fechados sobre 1510-1520) que acompañan al Cristo del Amparo (desde 1972) pudieran ser las imágenes que originalmente componían el calvario que presidía el mentado Cristo de los Mulatos en la iglesia de El Salvador hasta mediados del siglo XVII[11].

Gótico-flamenca (probablemente de la segunda década del siglo), procedente también de talleres antuerpienses, resulta La Piedad del Hospital de Dolores, que actualmente procesiona a la una de la tarde del Viernes Santo desde la actual sede en el antiguo convento de clarisas de Santa Águeda. Esta nueva iconografía habría surgido en Alemania con el nombre de “Vesperbild” (imagen vesperal, aludiendo a la tarde del Viernes Santo cuando María recibe el cuerpo de su Hijo) en los siglos XIII y XIV. La talla, inventariada desde 1603 y “aderezada” unos años más tarde (1634-1655) por el escultor y dorador donostiarra establecido en La Palma Antonio de Orbarán, hay que cubrirla con manto negro en el momento de la procesión por no ser obra acabada para ello, sino para hornacinas de retablos[12].

Nuestra destacada y estratégica situación en el comercio con el nuevo continente permite que la espectacular imaginería del XVI se complete con el devocionario y cautivador Señor de la Piedra Fría, efigie mexicana del final de la primera etapa de la cultura virreinal novohispana (1521-1550), que resulta la más antigua de las que encontramos en Canarias bajo la advocación de la Humildad y Paciencia[13]. Antiguamente se encontraba en el Hospital de Dolores en su primigenia ubicación en la antigua calle de la Cuna[14]. Al Cristo, de aspectos góticos, y en el que predominan las formas arcaizantes y medievalistas, se le representa sentado sobre la piedra fría, con la diestra en la mejilla y coronado de espinas[15]. La devoción por el Señor de la Humildad y Paciencia probablemente haya entrado en Canarias por los Países Bajos (ya que se extendió sobremanera en Europa central y septentrional)[16].

Ahora bien, pese a este amplio e importante catálogo de imaginería del siglo XVI y sin perjuicio de la bendición-procesión de las palmas del Domingo de Ramos (precisamente la bendición es de origen medieval), posiblemente durante ese siglo solo desfilase el Jueves Santo la procesión vinculada a la histórica Cofradía de la Veracruz[17], hermandad de disciplina creada en La Palma antes de 1558[18] a instancia de los frailes franciscanos, y a la Cofradía de la Misericordia y la Concepción, fundada en 1514 paralelamente con el Hospital de Dolores[19], que poco más tarde se convirtieron en una sola (1579), como ocurrió en otras poblaciones[20]. A esta cofradía se referían, por tanto, de las dos maneras y terminó por asumir los fines de ambas: la Exaltación de la Cruz y la conmemoración del Jueves Santo con estación de penitencia y el cuidado de enfermos y desfavorecidos y la debida asistencia mortuoria[21].

En sus orígenes, como en otras localidades, esta procesión de disciplinantes efectuaba su estación de penitencia la tarde-noche del Jueves Santo, a la finalización del Sermón del Mandato, visitando todas las iglesias y conventos de la ciudad, casi en la oscuridad y en silencio, en la que parte de los hermanos cofrades (los llamados de sangre) se autoflagelaban, imitando los sufrimientos de Cristo (los de luz portaban cirios o hachones)[22]. Se ha de tratar, al menos durante el siglo XV, de la conocida como “procesión de la sangre”, origen también de la actual del Señor de la Piedra Fría[23]. La procesión, austera, comenzaría saliendo sin imágenes desde el convento franciscano[24], luego Trento incorporaría un crucificado y una virgen dolorosa, sobre unas simples y pobres parihuelas, pero al unirse los penitentes de ambas cofradías podría haber pasado a salir desde la iglesia del Hospital de Dolores, en su antigua ubicación (donde podría tener la cofradía también su sede canónica o el centro de reunión), o de ambas, alternativamente o no, procesionando un crucificado y el propio Varón de Dolores, aparte de otras imágenes[25]. El crucificado, posteriormente conocido como Cristo de la Salud, hoy en Los Llanos de Aridane, es la más antigua de las efigies que se conservan en Canarias de pasta o caña de maíz, técnica característica de los indios tarascos mejicanos del estado de Michoacán, que producía unas imágenes de reducido peso muy útiles para procesionar[26].

También durante el siglo XVI, al menos desde 1584[27], comienzan a realizarse los denominados Monumentos, túmulos o altares creados para los días grandes de la Semana Santa para conmemorar la Eucaristía y el Día del Amor Fraterno, normalmente en un lateral de la iglesia. En ellos se entroniza el Santísimo Sacramento la tarde del Jueves Santo y, hasta los cultos del Viernes Santo, es visitado asiduamente por los fieles para orar.

2 El siglo XVII. El impulso de la Contrarreforma y su arte: el Barroco
Con el siglo XVII, y al socaire del Concilio de Trento y el Barroco, la Semana Santa experimenta un desarrollo inusitado. Se incorporan tres nuevas procesiones a nuestra Semana Santa, aunque de aquellas imágenes prácticamente no quede rastro en nuestra ciudad, se consolidan los monumentos y ya era costumbre el Oficio de tinieblas durante los días del Triduo y la enigmática ceremonia de la Seña, de origen sevillano[28]. Durante esta centuria se pasa a procesionar ya casi todos los días de la Semana Mayor, con la excepción del denominado, por San Isidoro de Sevilla en el siglo VII, Domingo de Ramos y el Martes Santo. Las aún austeras procesiones mantendrán la visita a todos las iglesias y conventos de la capital, incluido el nuevo convento de Santa Clara que se erige junto a la ermita de Santa Águeda (hoy iglesia del Hospital de Dolores), lo que con el tiempo se convertirá en una tradición que ha durado casi hasta nuestra días y que, parcialmente, intenta mantener hoy la procesión del Nazareno del Miércoles Santo[29].

La primera procesión probablemente haya sido la del Santo Entierro auspiciada, como en otras localidades (La Laguna, v.gr.), por la Cofradía de la Soledad, establecida en el convento dominico (se trataba de un tema muy querido por la orden de predicadores) desde finales de la centuria anterior, cuya denominación fue también la de Soledad y Santo Entierro de Cristo. En 1609 don Juan del Valle (m.1609), capitán, regidor y alguacil del Santo Oficio[30] instituyó capellanía de catorce misas cantadas y otras doce con procesión alrededor de la iglesia. Las imágenes (Virgen de la Soledad y un Cristo yacente, y luego otras imágenes secundarias), ya desaparecidas, procesionarían el Viernes Santo al caer la tarde y el Cristo yacente, iconografía que surge en esta época, pasa a ocupar la recién fundada capilla de San Juan Bautista. La Cofradía de la Soledad, también de disciplina, decae antes del segundo tercio de este siglo[31]. A partir de entonces es, primero, el maestre de campo de Infantería y regidor don Pedro de Sotomayor Topete (m. 1655)[32] y su primera descendencia, y luego, la Cofradía del Santísimo Sacramento (continuadora en el culto a la devoción de la Virgen de la Soledad y a acompañarla en el entierro de su Hijo) los que se ocupan de esta procesión.

En 1637 tiene lugar la fundación especial que al Señor del Huerto hizo el regidor decano del Cabildo de La Palma don Matías Escobar Pereyra dotando la celebración, que incluía misa solemne y procesión de la imagen por los atrios del convento franciscano. Lo que no esta suficientemente claro es si la efigie fue donada por su fundador o por su hermano don Pedro Escobar Pereyra, arcediano de Canarias y visitador general de la isla[33]. La imagen del Cristo, ya desaparecida, fue obra de un casi desconocido escultor pero renombrado carpintero Sebastián Rodríguez de las Vacas (1636-1681), artífice también de una Virgen de la Soledad que procesionaría en la Procesión de la Veracruz[34]. Como en otras poblaciones canarias, esta devoción fue confiada a los hermanos seglares de la Venerable Orden Tercera (V.O.T.) de San Francisco, fundada en el siglo XIII y establecida en La Palma probablemente con anterioridad a 1600[35]. La imagen pasa a presidir su capilla construida en torno a 1633. No obstante, la procesión no comienza a recorrer nuestras calles en Lunes Santo hasta 1675[36].

La última procesión en hacer su aparición en la Semana Mayor de Santa Cruz de la Palma en esta centuria fue la del Nazareno, de especial culto en los cenobios dominicos. Esta estación de penitencia se remonta al año de 1666, también con imaginería distinta a la actual. La manifestación solemne de su función comprendía una procesión de Jesús Nazareno en Miércoles Santo y fue promovida por don Gaspar de Olivares y Maldonado, capitán y alguacil mayor del Santo Oficio en el convento de la Orden de Predicadores, que se convertiría en su patrono. No obstante, tuvo su propia hermandad (1667), la cofradía del mismo nombre, que colaboraba en los cultos, adscrita al mismo convento dominico, y una de las hermandades de mayor arraigo y de más larga trayectoria[37]. No fue otra que la de evitar coincidir con la procesión de la Veracruz la razón por la que la estación de penitencia de Jesús Nazareno se desarrolle el Miércoles Santo[38]. Precisamente en esta procesión va a tener lugar un suceso curioso y reprochable que, sin embargo, posibilitará en la centuria siguiente la llegada de una de nuestras mejores imágenes de pasión. En 1679, al paso de la procesión por la calle del “Estanco”, hoy Vandale, una demente arrojó un recipiente de excrementos a la imagen nazarena[39]. Los disciplinantes de las cofradías de Jesús Nazareno no se autoflagelaban como los de las otras cofradías de disciplina, sino que portaban pesadas cruces sobre sus hombros. Hoy el nombre que recibían sus miembros, nazarenos, se ha generalizado, lo que pone de manifiesto la importancia que ostentaron estas hermandades penitenciales[40].

Como en otros lugares de España, las primeras hermandades pasionistas surgen, pues, ligadas al clero regular, al amparo de hospitales y conventos, y no a las parroquias, poco necesitadas de nuevos ingresos, ante el generalizado diezmo y las jugosas rentas provenientes de los bienes propios[41]. Asimismo, las primeras procesiones se articularon en torno a las tres clásicas cofradías que existieron en España: la Veracruz, la Soledad y la de Jesús Nazareno[42].

Pese a que no procesiona durante la Semana Santa, también es del siglo XVII el crucificado que preside la ermita de El Planto (del mismo siglo), “extramuros” de Santa Cruz de La Palma. Se trata de una singular escultura mexicana (hueca) de pasta de maíz de la primera mitad del siglo, probablemente de talleres populares[43]. Del mismo siglo es una pequeña Magdalena (personaje que hasta entonces apenas había aparecido en los cultos de la Pasión) que lo acompaña, que es obra anónima de candelero con reminiscencias flamencas[44].

3 El siglo XVIII. El ocaso de los disciplinantes y el Señor de la Caída
En el siglo XVIII ya tenemos conformada prácticamente la Semana Santa actual, aunque sin disciplinantes, que desaparecen casi en su totalidad en el último tercio del siglo precedente[45]. Las funciones y procesiones de Semana Santa, hasta el último tercio del siglo, cobran un especial auge y se hacen presentes en Santa Cruz de La Palma todos los días de Pasión. Las andas seguían caracterizándose por su simplicidad, soportadas por pocos cargadores, y sin adorno floral alguno, aunque las imágenes por su barroquismo, predominantemente de candelero (más livianas para procesionar), destacaban por su realismo. Otra cosa sería como se mostraba el pueblo y las cofradías y hermandades, donde ya comenzaba a destacar la suntuosidad y el lujo y el estreno de las mejores ropas. El cortejo procesional se había convertido es un auténtico escaparate de la sociedad del momento, que mostraba públicamente el poder económico y social de las clases privilegiadas[46].

La Semana de Lamentos (en la expresión alemana de Charwoche) se perfecciona con la procesión del Señor del Perdón y San Pedro Llorando, que debió procesionar con anterioridad a 1738. La iconografía del Señor del Perdón había surgido durante la centuria anterior, aunque no va a adquirir caracteres definitivos hasta este. La procesión siempre estuvo vinculada a la Cofradía de sacerdotes de San Pedro, como en otras localidades en la que también se creó esta confraternidad (La Laguna, La Orotava, Garachico, Las Palmas[47], etc.). Está hermandad había sido fundada en 1661 por don Juan Pinto de Guisla (1631-1695), párroco de El Salvador (luego consultor del Santo Oficio y visitador general de la isla), para celebrar, entre otras, la función de Las Lágrimas del Santo Apóstol el Martes Santo y pertenecían a ella también “varias personas seculares y aún religiosas de ambos sexos”[48]. Las originales imágenes fueron sustituidas un siglo después. Fue la primera procesión de Semana Santa que nace en el seno de la parroquia matriz y no en los conventos de la ciudad[49].

En 1708 se había creado la cofradía del Santísimo Cristo Crucificado en la parroquia de El Salvador en la que se agruparon los negros esclavos y libertos que desde 1602 habían dejado de hacer la fiesta de su patrono en el convento de la Inmaculada Concepción resentidos por la plática ofensiva del predicador[50]. Con la fundación de esta cofradía conseguían mayor integración social[51] y se la conocía como la de “los pardos” o “los mulatos”, razón por la cual a su imagen titular (a la que anteriormente custodiaba la Cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio fundada en 1615[52]), con la que realizaban la fiesta de la Exaltación de la Cruz, comenzó a conocerse como la del Cristo de los Mulatos[53].

En este siglo viven dos de los más importantes imagineros palmeros, ambos de apellido Carmona, muy identificado con nuestra producción escultórica: Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona (1713-1791) y Domingo Carmona Cordero. Para la Semana Santa de su ciudad, Marcelo Gómez dejó una primitiva imagen de vestir del Señor del Huerto (que ejecuta en su taller de Las Palmas entre 1733 y 1742), que vino a sustituir a la primera efigie de Rodríguez de las Vacas[54], y, especialmente, el Cristo de las Siete Palabras. La imagen barroca con tendencias neoclásicas del Crucificado la realizó para la ceremonia de las “tres horas” o de las “siete palabras” sobre 1781, cuando ya había regresado de su periplo por Venezuela (1758-1774), a instancia del teniente coronel de Infantería y gobernador de las Armas de La Palma Nicolás Massieu y Salgado (1720-1791)[55].

El joven Domingo Carmona Cordero (1702-1768), que vivió largo tiempo en Inglaterra, nos dejó una buena muestra de su quehacer con la serena efigie de la Virgen de la Soledad (1733) que procesionará desde siempre con el Crucificado la mañana del Viernes Santo desde San Francisco. Una imagen prototípica de esta advocación, con las manos entrelazadas, que creó el discípulo de Bernardo Manuel de Silva para la Cofradía de la Veracruz de la que era miembro[56]. También cinceló una imagen de Santa María Cortona (1734), excepcionalmente en madera de lentisco, que durante largo tiempo desfiló como la Santa Verónica en nuestra Semana Santa[57]. Los ángeles que rematan los actuales pasos de El Calvario y de la Virgen de la Soledad también son obra de este imaginero, lo que atestigua una mayor preocupación por los tronos en la época[58].

Durante este siglo continúan las actividades de patronazgo de determinadas familias de la capital que realizan encargos artísticos y sufragan los gastos de las procesiones[59], lo que permite en muchos casos suplir a las cofradías. Asimismo, don Cristóbal Pérez Volcán (1725-1790), un rico hacendado palmero residente en La Habana, enriquece nuestra Semana Santa y, singularmente, la función y el paso del Nazareno, donando su basa de altísima calidad, de estilo rococó, y su excepcional túnica salida de talleres andaluces, probablemente la mejor de su género en Canarias (“bien que sólo el amor al Señor Nazareno vale su túnica”, le decía en una carta al que fuera alguacil mayor del Santo Oficio don Domingo Van de Walle de Cervellón)[60]. En periodo finisecular, también se añade una magnífica cruz de plata repujada atribuida a Salvador Luján (1764-1837) a la imagen flamenca de La Piedad, a la que se adscribe la Cofradía de Nuestra Señora de Los Dolores, también denominada de los Siervos de Dolores.

En esta centuria llega a Santa Cruz de La Palma una de las imágenes más portentosas, el Señor de la Caída. Esta efigie es una de las mejores esculturas del último de los ilustres imagineros del barroco sevillano, Benito de Hita y Castillo (1714-1784). Se considera muestra cimera de la obra de este escultor[61], postrero eslabón de la relación que se mantuvo con Andalucía al cesar el comercio con Flandes. La imagen, de vestir, está fechada en 1752. A Hita y Castillo se le ha atribuido la autoría de la Esperanza Macarena y es autor también de otras tallas que se encuentran en La Palma, donde no abunda precisamente la estatuaria barroca andaluza o influenciada por ésta como en el resto de las islas[62]. El magistral Cristo fue costeado por la aristócrata y bienhechora de la Cofradía de San Pedro doña María Josefa Massieu y Monteverde (1670-1759)[63], con el fin de presidir la ermita del mismo nombre que esta señora construyó junto a su casa para expiar la afrenta cometida contra la imagen del Nazareno en 1679, que ya relatamos[64]. El encargo se lo hizo a su hermano, don Pedro Massieu y Monteverde (1673-1755), oidor y luego presidente de la Real Audiencia de Sevilla[65]. La imagen desembarcó en Santa Cruz de La Palma en 1753. En aquel momento, la ermita de Nuestro Señor de la Caída todavía no estaba terminada, de manera que la imagen se depositó en la vivienda particular de su donante. Luego el Cristo de Hita permaneció en dicha ermita hasta la desaparición del templo en 1827 como consecuencia de un incendio, del que esta efigie salió indemne[66].

A partir de 1785 las cofradías pasan a estar excesivamente mediatizadas, ante la promulgación de numerosas normas prohibitivas. Las procesiones pasan a hacerse de día, al estar definitiva y expresamente prohibidas desde 1777 (real cédula de Carlos III de 20 de febrero) las procesiones nocturnas, así como los aspados y disciplinantes y llevar los rostros cubiertos[67]. Esta prohibición coincide con una paulatina crisis de la religiosidad que alienta la Semana Santa ante un barroco que progresivamente cedía terreno a las nuevas concepciones racionalistas y con las primeras medidas desamortizadoras (la conocida “Desamortización de Godoy”) ante las necesidades financieras de la Hacienda Pública derivadas de las frecuentes guerras entabladas durante el reinado de Carlos IV.

4 El siglo XIX. El padre Díaz y la conversión al neoclasicismo
El siglo XIX no aporta ninguna nueva procesión a nuestra Semana Santa, pero supone una centuria de lo más decisiva en su configuración definitiva, que empieza a parecerse a la actual. No obstante, se suceden distintas épocas desestabilizadoras (invasión francesa, desamortización, bienio esparterista, sexenio revolucionario), que provoca que muchas procesiones no se efectúen y la desaparición de los conventos[68] y de algunas cofradías. La figura crucial va a ser el padre Manuel Díaz, beneficiado de la parroquia matriz desde 1800[69] y excelso representante de un catolicismo ilustrado, e, íntimamente relacionado con este personaje, el insigne imaginero de La Orotava, Fernando Estévez. En apenas unos años nuestra Semana Santa se convierte al neoclásico, un arte más racionalista y frío acorde con el nuevo catolicismo[70], y sólo sobrevive procesionando, alejado de esta tendencia (porque hasta “el ecce homo de indias”, nuestra Piedra Fría, deja de procesionar hasta 1919), la barroca Virgen de la Soledad.

Fernando Estévez del Sacramento (o de Salas, como firmaba, con los dos apellidos de su padre[71]) puede considerarse, junto con Luján Pérez, el imaginero más sobresaliente de los nacidos en Canarias y acaso el artista canario más importante del neoclásico. El escultor tinerfeño (1788-1854) trabó una importante amistad con el padre Díaz; a la que debemos probablemente su omnipresencia en nuestra Semana Santa[72]. Al maestro orotavense se deben las dos imágenes –de candelero- principales del nuevo paso de La Negación de San Pedro que aún procesionaba el Martes Santo en la comúnmente conocida “procesión del clero”[73]. Las imágenes se encuadran en la segunda época de Estévez (1818-1830), tallándose ambas en su taller de La Orotava entre 1818 y 1822. En este período destaca el especial interés del escultor en conseguir un perfecto modelado, así como un estudio minucioso de las formas anatómicas y, por lógica cronológica, es más notable la impronta de Luján Pérez. La serena y dulce imagen del Cristo del Perdón (procesionó largo tiempo como Señor de la Columna) la costeó el padre Díaz y la del Apóstol, su cofradía[74]. Acaso este Cristo sea la obra más próxima al insigne escultor murciano Salzillo, cuya influencia le llega a Estévez por derivación de Luján[75]. El San Pedro penitente también es de un acabado brillante, de mayor calidad si cabe que el homónimo de su maestro de la parroquia de San Francisco de Las Palmas de Gran Canaria (1804). El grupo, en fin, sigue la misma tipología y características que el realizado para la cofradía del mismo nombre en la parroquia de la Concepción de La Laguna (Tenerife) en la misma época (al Cristo se le conoce popularmente como el Señor de los grillos o de los grilletes), en un proceso de renovación semejante al que se efectúa en La Palma (en el que se impulsaba un culto más austero, carente del histrionismo barroco). Las obras residenciadas en La Laguna son posteriores (hacia 1823) y de menor calidad[76].

También se debe a Estévez la figura de candelero del Nazareno (1840). El Cristo, una de sus mejores creaciones, acusa reminiscencias sevillanas y se aprecian síntomas de la efigie de Pedro Roldán que procesiona en La Orotava como el Cristo atado a la columna[77]. La escultura de la elegante Mater Dolorosa (1840), que comparte encargo, benefactor y artífice, también es obra vestidera[78]. En La Magna, se perciben mayores influencias de Luján Pérez, especialmente de las Dolorosas de la iglesia de Santo Domingo de Las Palmas (sobre 1794) y de la ermita del Espíritu Santo. Tanto la Magna como el Nazareno procesionan desde 1841. Las dos imágenes estevianas fueron talladas aún en su taller de La Orotava y pertenecen a su tercera época (1831-1846), en la que el arte de Estévez alcanzó el punto más alto de su producción. Desde 1863 presiden el retablo de la capilla mayor del ex convento dominico. La renovación de la procesión se realiza a instancia de la Hermandad del Nazareno, en aquellos momentos la cofradía más vigorosa, aunque la costease y se ocupase de su adquisición el V Marqués de Guisla-Guiselín y gobernador militar de La Palma, don Luis Van de Walle y Llarena (1782-1864)[79]. La procesión incluye la secular ceremonia cuasi teatral del “Santo Encuentro”, conocida en la ciudad como el “Punto en la plaza”[80]. La presencia de Estévez en nuestra Semana Santa se completa con la Santa María Magdalena que forma parte del calvario de la Veracruz, próxima al estilo de su maestro (sobre 1837). Se la representa arrodillada y, excepcionalmente, la efigie se muestra con la cabellera tallada[81].

La realidad es que, desde el siglo anterior, no abundaban las imágenes de talla. Las circunstancias económicas no eran favorables y, en consecuencia, eran más frecuentes las imágenes de candelero (y de lona encolada) que, además, resultaban más ligeras para procesionar[82]. En este siglo, además, la profunda secularización promocionada por los gobiernos liberales y las propias necesidades generadas por la guerra de la independencia y luego por las guerras carlistas y la deuda pública (de todo lo cual es consecuencia la vasta desamortización eclesiástica que desarrolló Mendizábal a partir de 1835 y culminó Madoz en el bienio progresista 1854-1856) no contribuyó a mejorar la producción. Tampoco los imagineros canarios de la época destacaban sobremanera, de ahí que se limitaran a reproducir el lenguaje y las maneras de Luján y Estévez[83].

En la segunda mitad del siglo, mientras la Semana Santa intenta remontar una época de absoluto descrédito de las cofradías y hermandades (a lo que contribuye el Concordato suscrito con la Santa Sede en 1851), nuestro particular siglo de oro nos proporciona gran parte de los mejores imagineros palmeros, seguidores a distancia del maestro Estévez, y todos de creaciones acusadamente neoclásicas. Al mismo tiempo, el binomio convento-cofradía (o clero regular-cofradía) cede definitivamente ante el iglesia-cofradía (o clero secular-cofradía)[84].

A Aurelio Carmona López (1826-1901), quizá el escultor palmero más importante (algo similar a lo que significó Estévez y Luján para las islas de Tenerife y Gran Canaria, respectivamente[85]), le debemos el San Juan Evangelista (hacia 1858), que comparte paso con La Magdalena de Estévez en El Calvario la mañana del Viernes Santo desde 1877[86]. Este San Juan se exhibe a la izquierda de Cristo, en actitud de diálogo, y es imagen de candelero y ahuecada, con reminiscencias barrocas[87]. Esta efigie, inspirada en las homónimas de Luján, supera a muchas de las de éste. No sólo comparte este paso con el genial escultor tinerfeño, es también artífice del gallo (1895) que completa el de El Señor del Perdón y San Pedro Llorando. Carmona López se inició en las bellas artes bajo la influencia de su tío el cura Díaz y, en general, sus obras se caracterizan por un modelado y un dibujo correctos[88].

Nicolás de las Casas Lorenzo (1821-1901) es el artífice de la popularmente conocida Virgen de la Capilla. Una bella dolorosa de vestir, tallada en torno a 1865, en plena etapa de madurez del imaginero. La figura mariana reproduce notablemente La Magna de Estévez y vino a sustituir a otra anterior, luego consagrada a otra advocación. La imagen pertenece a la Venerable Orden Tercera (V.O.T.) y recibe culto desde 1866, en un primer momento en la parroquial de El Salvador (donde llega a participar de la procesión del Santo Entierro incluso hasta 1891[89]), y poco después en su Capilla[90]. También se debe a sus gubias el no muy logrado Señor del Huerto (bendecido en 1862) que será sustituido un siglo después[91], el Ángel que lo conforta (probablemente retallado sobre otro anterior)[92] y un San Juan (hacia 1860), también para la V.O.T., en la actualidad en muy mal estado. De su estilo, destaca la sencillez y la suavidad de su modelado[93].

En la ermita de El Planto, en las afueras de la capital, se da culto a otra imagen de La Dolorosa (1885) que sigue las maneras de La Magna. Esta efigie está atribuida a la gubia del militar y escultor palmero José Aníbal Rodríguez Valcárcel (1840-1910), como la del San Juan (1885) del mismo calvario. Rodríguez Valcárcel fue discípulo de Aurelio Carmona y supone uno de los últimos representantes del clasicismo en Canarias[94].

Al padre Manuel Díaz (1774-1863) le debemos las imágenes de candelero de Los Santos Varones (sobre 1850), el fariseo Nicodemo, portador de tenazas y martillo, y el saduceo y miembro del Sanedrín José de Arimatea, portador de la mortaja y un copón con una mixtura de mirra y aloe, de la ermita de San Sebastián. El preclaro e ilustrado padre Díaz compartió su vocación religiosa y otros menesteres con tareas artísticas que abarcaron la ornamentación interior, la pintura y la escultura. También se deben al cura Díaz las imágenes del Cristo de la Misericordia (hacia 1862)[95], que procesiona en El Calvario, y probablemente el Cristo yacente del Santo Entierro, imágenes hoy sustituidas y que reciben culto en otros templos[96].

La excepcional imaginería se completa, para la nueva procesión del Nazareno, con un casi impúber San Juan Evangelista (1842), que se atribuye a la gubia del escultor grancanario Manuel Hernández García, llamado “El Morenito” (1802-1871), discípulo aventajado de Luján[97] y conocido del padre Díaz. La efigie fue costeada por don Esteban Van de Walle y Llarena y repite las líneas generales marcadas por su maestro.

En 1827 se había producido el incendio que devastaría la ermita del Señor de la Caída, del que milagrosamente se salvaron la imagen titular y la del Cristo de las Siete Palabras. La efigie barroca de Hita y Castillo terminaría en el cenobio de San Francisco en 1846[98], la del Cristo de Marcelo Gómez en el templo matriz (1847). Asimismo, desde 1830 el Señor de la Piedra Fría abandona el Hospital de Dolores (dejará de procesionar hasta 1919) y la compañía del Cristo de la Salud, con el traslado del Hospital al monasterio de clarisas (a donde desplazan también en 1840 la imagen de La Piedad). El Cristo de la Humildad y Paciencia acabará en el convento franciscano y el crucificado en Los Llanos de Aridane (1862). El padre Díaz no sólo realza nuestra Semana Santa con nuevas imágenes, algunas salidas de sus propias gubias[99], sino que además introduce los motetes, que durante más de un siglo serán parte inseparable de la misma (compone y/o arregla la mayoría de ellos[100]) y se ocupa de reorganizar nuestra Semana Mayor, aunque siguiendo directrices del nuevo obispado nivariense[101]. En esa dirección traslada en 1839, en que recupera el cenobio franciscano de las consecuencias de la desamortización, la procesión del Señor del Huerto para el Domingo de Ramos[102]. Será, pues, el Lunes Santo el único día en el que no habrá procesión en la calle, como en otras poblaciones de importancia. Finalmente, la tradicional escenificación de la Santa Mueca tiene su comienzo sobre 1834[103].

La Semana Santa de finales del XIX comprendía, pues, la procesión de Jesús orando en el Huerto de los Olivos desde San Francisco, el Domingo de Ramos por la tarde; el grupo aún denominado del Cristo de la Columna (hoy del Señor del Perdón o la Negación de San Pedro) desde El Salvador, el Martes Santo; la procesión del Encuentro, con el Nazareno y La Dolorosa desde Santo Domingo, el Miércoles Santo; y las estaciones del Crucificado desde San Francisco, el Viernes Santo por la mañana, y del Santo Entierro, por la tarde. Durante el Jueves Santo, dedicado a la Eucaristía, no había procesión y destacaba la celebración del Sermón del Mandato en la parroquia matriz. Aún era activa la participación de la Venerable Orden Tercera (V.O.T.) en los cultos públicos del Señor del Huerto y de la Columna y ya era frecuente el acompañamiento musical con la banda de música militar[104].

5 El siglo XX. La definitiva configuración
Durante el siglo XX se incorporan las últimas procesiones a nuestra Semana Santa y se vive a mitad de centuria, una vez superada una época de claro retroceso por el anticlericalismo rampante de la II República y la guerra civil, y especialmente en los años ochenta un espectacular florecimiento de cofradías y hermandades. Por otro lado, se suma definitivamente la música de bandas (incipiente a finales del siglo precedente) a los cortejos; hasta 1923, de carácter militar, y luego con las bandas civiles de la ciudad (La Victoria, Santa Cecilia, San Miguel)[105]. Más tarde se adicionarán las de cornetas y tambores. También se mejoran los tronos, se introduce el adorno floral en ellos y se sustituyen vestiduras por nuevos y delicados ropajes. No obstante, durante este siglo, algunos de los tradicionales ritos van desapareciendo de forma paralela a otras poblaciones y al compás de las reformas de la liturgia. La tradicional ceremonia de “La Seña” había dejado de celebrarse durante los años treinta[106]. En la década de los sesenta con el cambio de la liturgia, promovido por el Concilio Vaticano II, deja de celebrarse el tradicional Oficio de Tinieblas, así como el canto de El Miserere, y progresivamente la interpretación de los tradicionales motetes[107]. En los últimos años, de forma muy inconstante, se ha intentado recuperar esta última tradición.

En 1919 regresa la procesión del Señor de la Piedra Fría el mismo Jueves de la Cena de antaño[108] y en 1920 va a procesionar por vez primera el Señor de la Caída, ambas desde San Francisco (aunque no lo hacen regularmente hasta 1942[109]). El Cristo de Hita comenzó saliendo a las tres y media de la tarde del Jueves Santo, trasladándose a la noche del Miércoles Santo en 1972[110]. Procesiona con la Virgen de la Capilla, La Verónica y San Juan. La actual Verónica sale de los talleres madrileños de Manuel Caderot y es obra de Andrés Falcón San José y Manuel Arriaga Beroa y desfila sólo desde 1961; con anterioridad lo hacía otra imagen adaptada para esta advocación. El San Juan también tuvo dos semblantes en esta centuria, primero procesionó el de Nicolás de las Casas Lorenzo (hasta 1972), hoy muy deteriorado, y, desde 1999, que retorna a la procesión, lo hace el homónimo de Carmona López. Recientemente se ha rescatado otra ceremonia parateatral en esta procesión, que es la de la Santa Faz al pie de la Cruz del Tercero. En 1924 regresa la procesión del Señor del Huerto, que había dejado de desfilar a principios de siglo cuando la familia Poggio dejó de ocuparse de ella[111].

En 1949 desfila la titular del Hospital de Dolores, la precitada Piedad gótico-flamenca[112]. Primero salió a las cinco de la tarde, a la terminación del Sermón de las Tres horas, luego a las once de la mañana y, desde 1968, a la una de la tarde. La procesión ha estado desde sus inicios vinculada al Cabildo Insular y a la congregación fundada por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac en 1633 de las Hijas de la Caridad, que han ejercido allí su ministerio desde 1892[113]. Excepcionalmente, por formar parte la imagen titular de la exposición itinerante “El Fruto de la Fe”, en 2005 procesionó la efigie de la misma advocación de la parroquia de Montserrat de San Andrés y Sauces, también salida de talleres flamencos en el segundo tercio del siglo XVI. Anteriormente, sólo en 1659 había visitado esta imagen Santa Cruz de La Palma.

En 1956 se completa nuestra Semana Mayor con la procesión del Señor de la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza el Martes Santo, que fuerza el traslado de la del Señor del Perdón al Lunes Santo el año siguiente (que procesionaría con La Dolorosa los primeros años[114]). Tanto una como otra desfilaban durante la tarde, con gran presencia infantil[115], hasta que la nueva ordenación de nuestra Semana Santa en 1968 (los nuevos itinerarios comienzan a verificarse en 1962[116]) las traslada con buen tino a la noche. Las imágenes salieron de los talleres madrileños de arte religioso de Manuel Caderot, costeadas por recaudación pública y por la casa “Duque Martínez”, y son obra de Andrés Falcón San José y de Manuel Arriaga Beroa, que se ocupó de decorarlas[117]. En sus comienzos fue acompañada por la Real y Venerable Hermandad del Santísimo Rosario[118]. Hoy la Virgen dispone de su propia cofradía (1992)[119].

Poco antes, en 1955 comenzó a celebrarse también con procesión el Viernes de Dolores, al caer la tarde[120]. La imagen que preside el culto público en El Salvador ha sido La Dolorosa que acompaña al Cristo de los Mulatos. La conmemoración también incluía por la noche un Vía Crucis del Cristo de las Siete Palabras[121], hoy trasladado al amanecer. Durante un tiempo también se procesionó en Sábado Santo con la denominada procesión de la Soledad, presidida por la imagen barroca de Domingo Carmona. La procesión del Santísimo Sacramento de la parroquial de El Salvador también parece haber decaído a finales de centuria desapareciendo de los programas.

En los años 60, la parroquia de Las Nieves (que lo es desde 1657) se incorpora a nuestra Semana Santa: procesionará primero el Calvario del Amparo la tarde del Viernes Santo y más recientemente un Cristo Predicador (1971, el Domingo de Ramos[122]), la Virgen de la Soledad (1974, el Miércoles Santo) y Nuestra Señora de los Afligidos (1980, el Viernes de Dolores), esta última una imagen catalana de mitad del siglo XIX[123]. La más inmediata parroquia de La Encarnación celebra también sus primeros desfiles procesionales con La Dolorosa de Rodríguez de Valcárcel desde la ermita de El Planto, una vez efectuado su traslado desde el Santuario en 1972[124].

La conmemoración de la Entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén el día de la Pascua Florida es mucho más antigua (se remonta al siglo IV en Jerusalén y al siglo VII en Occidente), pero su celebración con un paso es reciente en Santa Cruz de La Palma. Data de 1968, con una imagen seriada de escayola (El Señor del Burrito) de los conocidos y demandados desde finales del siglo XIX talleres de Olot (Gerona), como la homónima de La Orotava (las de Icod o Güimar también son imágenes de fabricación industrial). La procesión, como mandan los cánones (en Jerusalén salía del Monte de los Olivos), parte de una iglesia secundaria, la ermita de San Telmo[125] (ya se hacía desde 1957 desde Santo Domingo[126]), en dirección a la parroquia matriz. La misma procesión, con palmas y ramas de olivos, se celebra en el resto de las parroquias de la ciudad sin imaginería, salvo en el Santuario con el citado Cristo Predicador[127]. Es costumbre retornar a casa con los ramos de olivo y las palmas bendecidas, algunos de los cuales acaban en el cabecero de las camas.

La mañana del Viernes Santo, muy temprano, comienza a procesionar el Cristo de las Siete Palabras en 1966 (primero con La Dolorosa aún de madrugada[128]), y desde 1995 sin trono (como el Cristo de la Salud en Garachico[129] o el de la Buena Muerte en Zamora[130]), desplazado por los integrantes de las distintas cofradías de la parroquia de El Salvador. En 1968 se sustituye el Cristo de la Misericordia que desfilaba la mañana del Viernes Santo por un nuevo crucificado del acaso mejor imaginero vivo, el orotavense Ezequiel de León (n.1926), representante de un barroco tardío[131] y artífice emblemático de las Semanas Santas de La Laguna y La Orotava. La efigie la costea la familia García de Aguiar y los propios fieles[132]. En 1969 sale en procesión una nueva imagen del Señor del Huerto (Jesús de los Olivos, en el catálogo del escultor), sufragada por la familia Poggio, de un renombrado escultor sevillano, Juan Abascal Fuentes (1922-2003), autor de estética puramente figurativa y destacado dominio del dibujo[133]. Hasta los años 60 los hermanos terciarios mantenían una importante actividad pasionista, especialmente, durante el Viernes Santo, que incluía la temprana adoración a la reliquia del Lignum Crucis[134] en su capilla y un Vía Crucis Procesional por las calles del contorno, conocido como “La Benedicta”[135].

Finalmente, en 1985 desfila un nuevo Cristo yacente en el Santo Entierro, el denominado Cristo del Clavo de Francisco Palma Burgos (1918-1985), escultor de estética barroca. Paco Palma –como solía firmar sus obras-, está considerado el imaginero malagueño más importante del siglo XX, el artífice más significativo de la Semana Santa de Úbeda y Málaga y uno de los mejores policromistas de Europa. Este Cristo, de casi dos metros de longitud, comenzó a tallarlo en 1982 en su taller de Castel S. Elias en Viterbo (Italia)[136]. La excepcional efigie vino a sustituir a una imagen seriada también de los talleres de Olot que había reemplazado en 1948 a un también poco afortunado y deteriorado yacente del cura Díaz. Esta procesión se traslada a El Salvador en 1912 por los graves sucesos que ocurrieron durante el Miércoles Santo de 1911 entre los Padres Paúles establecidos en el convento dominico desde 1906 y las Hermandades del mismo. Estos hechos también motivaron que entre 1912 y 1923 las imágenes de San Juan y La Dolorosa no fueran las del convento dominico, sino las del grupo del Cristo de los Mulatos. Desde 1946, salvo entre 1971 y 1999, también forma parte de este cortejo, saliendo previamente desde San Francisco, la María Magdalena de Estévez (con anterioridad, procesionaba otra imagen de poca calidad cincelada por el padre Díaz)[137]. La magna procesión del Santo Entierro es desde antaño la procesión oficial, a la que acuden autoridades civiles y militares y en la que hasta hace muy poco escoltaban o cabos gastadores del Ejército o miembros de la Guardia Civil. La parroquia de San Francisco participa desde 1954 y la de Las Nieves desde 1960. Tras la ceremonia del entierro, se mantiene la tradicional procesión del Retiro conformada con las imágenes de La Dolorosa, San Juan y los Santos Varones[138] en su regreso al antiguo cenobio dominico.

En 1956 y 1957 se crean las nuevas Cofradías de La Pasión, Santo Sepulcro, Señor de La Piedra Fría y Los Siete Dolores, penitenciales las dos primeras, de “manolas” las otras dos. También se funda una de las primeras cofradías de carácter eminentemente infantil, la de Hosannas de la parroquia de San Francisco. Durante los años ochenta y noventa, mirándose en Sevilla o La Laguna, se fundan o reorganizan numerosas hermandades y cofradías de luz o mixtas: La Pasión (1981), Señor de la Caída (1984), Siete Dolores (1985), Crucificado y la Veracruz (1986), La Verónica u Hosannas de Niñas (1986), Santo Encuentro (1987), Nuestra Señora de la Esperanza (1992) y Nuestra Señora de los Dolores (1996). La cofradía más reciente es la de La Piedad, creada en 2003. En las túnicas de nuestras cofradías predomina el raso, como en las cofradías sevillanas (y no la estameña o el veludillo), y son únicamente las hermandades femeninas las que evitan el caperuz y se descubren, inclinándose por el luto riguroso en los recatados vestidos de las hermandades de damas o “manolas” o por el hábito hebreo de las más jóvenes. En las masculinas o mixtas en ningún caso encontramos la cogulla o capillo imitando el ropón de los monjes cistercienses o franciscanos, más habitual en Castilla[139].

Singularmente destaca la creación de las primeras hermandades de costaleros o braceros (en 1990 la parroquia de El Salvador ensaya los carros sin éxito[140]) que portarán en lo sucesivo y hasta nuestros días los pasos (sólo excepcionalmente con más de una imagen), logrando que se dejara de retribuir por “cargar” a Cristo y que se ampliaran los tronos o andas. Se trata de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto, fundada en 1987, y de la Cofradía del Santísimo Cristo Preso y Las Lágrimas de San Pedro, creada en 1992[141]. Ambas utilizan un caperuz sin cartón, más cómodo para la carga, y procesionan todos los pasos de nuestra Semana Santa, salvo los del Santuario Insular y los que mantienen sus cargadores por tradición o promesa (Virgen de la Soledad, Piedad y Cristo del Clavo).

Últimamente, nuestra Semana Santa ha experimentado un nuevo impulso. La propia cofradía del Señor del Huerto ha promovido la publicación de los programas desde 1994, con su primer esbozo de 1988, con abundantes trabajos sobre la misma. En 2001 la Escuela Insular de Música editó los tradicionales motetes de nuestra Semana Santa. Entre 1998 y 2000 se representaba el “Auto de la Pasión” del músico y poeta salmantino Lucas Fernández (1474-1542), reviviendo escenas casi olvidadas desde 1966[142]. La banda de música San Miguel ha venido organizando un acto narrativo-musical desde 2001. Las cofradías del Cristo Preso y de La Pasión disponen de sección de cornetas y tambores o sólo de tambores desde 2003 y 2006, respectivamente, para acompañar a su imagen titular. Desde 2004 se viene realizando un Pregón y cada año, entre numerosas aportaciones, se mejora alguno de los tronos. Hoy podemos concluir que paradójicamente nuestra Semana de Pasión goza de excelente salud a falta únicamente de la debida atención de los medios de comunicación.

[1] Desde el siglo IV se celebraban procesiones en Jerusalén, la del Domingo de Ramos conmemorando la entrada triunfal de Jesucristo y otra durante la noche del Jueves Santo, que evocaba algunos episodios pasionistas. Procesiones recorriendo el Vía Crucis sólo las hubo a partir del siglo XIII instituidas por lo cruzados. Alonso López, J., La última semana de Jesús, Oberon, Madrid, 2004, p. 169.[2] Vid. Sánchez Herrero, J. “Las cofradías de Semana Santa durante la Modernidad Siglos XV a XVIII, en Actas Primer Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, Zamora, 1987, p. 40; Romero Mensaque, C. J. y Domínguez León, J., Breve historia de La Semana Santa de Sevilla, Sarriá, Málaga, 2003, pp. 9-16, 29-30; Cantero Muñoz, A., La Semana Santa en Trujillo durante la Edad Moderna, J.M. Pérez de Herraste y Narváez, Badajoz, 2006, pp. 27-34; Sánchez Herrero, J., “La evolución de las hermandades y cofradías desde sus momentos fundacionales a nuestros días”, en el I Congreso Internacional de Hermandades y Religiosidad Popular, en http://www.hermandades-de-sevilla.org/.[3] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, Instituto de Estudios Canarios y Cabildo Insular de La Palma, La Laguna y Santa Cruz de La Palma, 1985, pp. 37-38; Pérez Morera, J., Magna Palmensis, Retrato de una Ciudad, Caja General de Ahorros de Canarias, 2000, p. 67.[4] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., pp. 38-39, 94-101; ibidem, Noticias para la Historia de La Palma, Tomo III, Cabildo Insular de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 2000, pp. 195-196, citando un legajo antiguo titulado “Breve noticia de las fundaciones de los Conventos de esta Provincia de Ntra. Señora de Candelaria”; Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 95.[5] Como ejemplo, sirva un botón: la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria sólo conserva una imagen del siglo XVI, una efigie del Señor de la Humildad y Paciencia. Alzola, J.M., La Semana Santa de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 1989, p. 27.[6] No obstante, Santa Cruz de La Palma también sufrió un incendio devastador con ocasión del asedio al que tuvo sometida en julio de 1553 por el corsario francés FranÇois de Cler, Pie de Palo.[7] Vid. Vv.Aa. El fruto de la fe: el legado artístico de Flandes en la isla de La Palma [Catálogo], Cabildo Insular de La Palma, 2005, in totum; Pérez Reyes, S., Historia de la Iglesia en Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Islas Canarias, 2003, pp. 53-54; Rodríguez Morales, C., “Escultura en Canarias del Gótico a la Ilustración”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. I, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Islas Canarias, 2001, p. 141; Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., pp. 228-229.[8] El grupo del Gólgota lo completa un San Juan, también anónimo y probablemente de la misma época. Para Fernández García posiblemente fueran las que se encontraban en 1603 en el arco de la Capilla Mayor y en 1625 rematando su retablo, pese a que este último tiene grabada la fecha de 1666 en su espalda, por lo que se inclinaba por una restauración en este caso. Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 6 de abril de 1963. Vid. Ortega Abraham, L., “La Señal del Reo y María de Los Dolores”, en [Programa] Semana Santa 2006, cit., p. 38.[9] El siglo XVII también es centuria probable, por la grabación antedicha. Se ha atribuido a Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar (1628-1706) e incluso a Manuel Hernández “El Morenito”, lo que situaría las imágenes en el siglo XIX, aunque trabajara cabeza y manos sobre armazones más antiguos. Cfr. Rodríguez [González), G., La iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, Cabildo Insular de La Palma, 1985, p. 39; Lugo [Rodríguez], F., “Don Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar”, Biografía de palmeros ilustres, en La Tarde, 5 de agosto de 1968; Fuentes Pérez, G., Canarias: El clasicismo en Escultura, Santa Cruz de Tenerife, 1990, p. 393.[10] Vid. Negrín Delgado, C., “Calvario”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. II [Catálogo], Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Islas Canarias, 2001, p. 25-31; Ibídem, “Escultura”, en Arte Flamenco en La Palma, Gobierno de Canarias, S/C de La Palma, 1985, cat. 19; Tejera Grimón, L., La iglesia de las Nieves de Santa Cruz de La Palma, Cuadernos CICOP, La Laguna, 2003, p. 18; Rodríguez González, G., La Iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 1985, pp.[11] Vid. Negrín Delgado, C., “Pareja del Calvario del Planto”, en El Fruto de la Fe. El Legado de Flandes en la Isla de La Palma [Catálogo], cit., pp. 253-262 (y ficha técnica elaborada por Santos Gómez, I. y Concepción Rodríguez, I., pp. 262-264); Rodríguez Escudero, J.G., “Un Calvario del siglo XVI”, en TC, Diario de Avisos y Canarias 7, 25 de abril de 2004.[12] Vid. Negrín Delgado, C., “Nuestra Señora de Los Dolores”, en El Fruto de la Fe..., pp. 265-272 (y ficha técnica elaborada por Santos Gómez, I. y Concepción Rodríguez, I., pp. 273-274); Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 5 de abril de 1963; Rodríguez Escudero, J.G., “Nuestra Señora de La Piedad en Hospital de Dolores”, en La Voz de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 18-31 de marzo de 2005.[13] Rodríguez Morales, C., “Escultura en Canarias del Gótico a la Ilustración”, en op. cit. p. 128.[14] Desde siempre esta advocación ha estado a ligada a hospitales y otras instituciones benéficas, de la que dimana una función medicinal y consoladora de los enfermos y desfavorecidos. Hernández González, M.V., La religiosidad popular en Tenerife durante el siglo XVIII, Universidad de La Laguna, pp. 35-36.[15] Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 90; Fernández García, A.J., “Notas históricas…”, cit., 4 de abril de 1963.[16] Vid. Martínez de la Peña, D., “Iconografía cristiana y alquimia: el Señor de la Humildad y Paciencia”, en Homenaje a Alfonso Trujillo, Santa Cruz de Tenerife, T. I, pp. 579-623; Santos Gómez, I. y Concepción Rodríguez, I., [Separata] Conservación y restauración del “Señor de la Piedra Fría”. Simbolismo y valor devocional, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1992; Pérez Morera, J., “El Cristo de la Piedra Fría y el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores”, en [Programa] Semana Santa 1996, Santa Cruz de La Palma, 1996; Rodríguez-Lewis, J.J., “El Señor de la Piedra Fría”, en [Programa] Semana Santa 2001, cit., pp. 47-48.[17] Las cofradías de la Vera Cruz se remontan en España al siglo XII con el fin primordial de rendir culto a la reliquia del lignum crucis. Su fiesta principal era la de la Invención de la Cruz el 3 de mayo. Fueron las primeras hermandades penitenciales, pero este carácter no lo adquieren hasta finales del siglo XIV, no concretándose en disciplina de sangre hasta principios del siglo XVI. La cofradía palmera fabrica una nueva Capilla en el convento franciscano entre 1559 y 1568, la segunda colateral, contigua a la de Montserrat. Romero Mensaque, C. J. y Domínguez León, J., op. cit. p. 22, 28; Vid. Messenger Fernández, J., “Las cofradías de la Vera Cruz. Documentos y notas para su historia”, en Archivo Ibero Americano, 2ª época, T. 28, 1968, pp. 199-213.[18] Pérez Morera nos señala que en Santa Cruz de La Palma la Cofradía de la Sangre ya existía en 1551, según escribanía de Domingo Pérez, caja nº 3, 5-XI-1551, donde consta que recibió de una flamenco natural de Amberes y residente en la isla dos reales de “limosna para la cera de la cofradía de la Sangre”.[19] En La Orotava se creó la cofradía de la Vera Cruz y Misericordia también a mediados del siglo XVI en el Hospital de la Santísima Trinidad, organizadora de la misma procesión. En Los Realejos encontramos la cofradía de la Sangre, Veracruz y Misericordia antes de 1610. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 92, 140-141. Vid., ibidem, Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, Instituto de Estudios Canarios y Cabildo Insular de La Palma, La Laguna y Santa Cruz de La Palma, 1997, pp. 278-279; Del Castillo, J., op. cit., p. 82; Hernández González, M., “Del pasado al presente de las Hermandades y Cofradías”, en Semana Santa Los Realejos, cit., p. 167.[20] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 5 de abril de 1963.[21] Rodríguez-Lewis, J.J., “La procesión de El Calvario”, en [Programa] Semana Santa 2006, cit., pp. 49-55.[22] Sánchez Herrero, J. et alter, “Los cuatro tipos de cofradías de Semana Santa, desde su fundación hasta la crisis del siglo XVIII en la Andalucía bética y Castilla”, en Actas del I Congreso Nacional de cofradías de Semana Santa, Zamora, 1987, pp. 277, 279; Delgado, E., “Notas históricas sobre la Semana Santa y sus Hermandades”, en La Gaceta de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 15 de abril de 1990.[23] Cfr. Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 90; ibídem, Arte y Sociedad en La Palma durante el Antiguo Régimen (1600-1773), tesis inédita, La Laguna, 1993, pp. 338-341.[24] Las reglas de la cofradía de la Santa Vera Cruz de Sevilla de 1538, que sirven de referente al resto de las hermandades con esta advocación al menos en el arzobispado, señalan la composición de esta procesión: “seña” negra con cruz roja llevada por el mayordomo, luego los disciplinantes en fila de a dos, entre los que se intercalaban hermanos de luz, y al final un crucifijo portado por un sacerdote, de negro, acompañado por cofrades con hachones y también vestidos de negro. Las diez de la noche era la hora fijada. Romero Mensaque, C. J. y Domínguez León, J., op.cit., pp. 22-23; Sánchez Herrero, J. “Las cofradías de Semana Santa durante la Modernidad Siglos XV a XVIII, en op. cit. p. 43.[25] Este desarrollo se ha observado en distintas ciudades con la cofradía de la Veracruz y su procesión (Zamora, Trujillo, Ávila). En Ávila procesionaría también un Ecce Homo junto al Santísimo Cristo, la Oración del Huerto y un paso con San Juan y María Santísima. En La Orotava procesionó la noche del Jueves Santo durante un tiempo el Ecce Homo o Cristo de la Sangre, popularmente conocido como el Señor de la Cañita. Téngase en cuenta que las cofradías de la Veracruz quisieron unir, desde un principio, a la imagen del crucificado la de aquellos otros personajes importantes de su Pasión, así como las escenas pasionistas de mayor devoción. En Icod la procesión de la Sangre salía del Hospital de Dolores y la Cofradía de la Misericordia custodiaba un Señor de la Humildad y Paciencia, además de un Crucificado y La Dolorosa que participaban en la procesión. En algunos casos la procesión se celebraba por la tarde (La procesión del Mandato en La Orotava o Los Realejos). Es más, en La Laguna no hubo otra procesión distinta hasta finales del siglo XVI que la de disciplinantes del Jueves Santo promovida por la Cofradía de la Sangre, ligada en este caso a los frailes agustinos desde 1513. Esta procesión estuvo presidida en un principio por un Crucifijo, pero este fue sustituido a mediados del siglo XVII por un Ecce Homo, el desaparecido Señor de la Cañita, proceso similar al que apuntamos. Lo que no nos parece factible, al menos durante el siglo XVI, es que hubiera dos procesiones de la sangre. Ferrero Ferrero, F., Guía de la Semana Santa de Zamora, Semuret, Zamora, 2001, pp. 26, 69; Cantero Muñoz, A., op. cit., p. 82; De las Heras Hernández, F., Semana Santa de Ávila, Junta de Semana Santa, Ávila, 1994, pp. 23-26, 47; Del Castillo, J., La Semana Santa de La Orotava, mi Semana Santa, Cabildo de Tenerife y J.C.E., Canarias, 2003, p. 57; Acosta García, C., Semana Santa en Garachico, Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1989, pp. 20, 77; López Plasencia, J.C., “El Dolor de María en la escultura procesional de Los Realejos”, Semana Santa Los Realejos, Ayuntamiento de Los Realejos, 2003, p. 94; Rodríguez Morales, C., “Apuntes sobre los inicios de la Semana Santa de La Laguna”, en Semana Santa: La Laguna, Junta de Hermandades y Cofradías, La Laguna, 2001. Cfr. Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 4 y 5 de abril de 1963; Pérez Morera, J., Arte y Sociedad en La Palma durante el Antiguo Régimen (1600-1773), cit., pp. 333-341; Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 47 y el conjunto de fuentes manuscritas que se citan en estos últimos trabajos (Libro de Visitas del Salvador, 1746, Libros de cuentas de la Cofradía, Libros de la Misericordia, Libro II de cuentas de la casa hospital de 1668, Libro de los mandatos del hospital e inventarios de 1603 y 1648).[26] En la hipótesis apuntada, conviene destacar que fueron Crucificados de esta naturaleza los que presidieron también otras procesiones de la Veracruz en Canarias (el desaparecido Cristo de la Veracruz de Las Palmas de Gran Canaria o el Santísimo Cristo de la Misericordia de Garachico), además de ser importados especialmente por la orden franciscana. Vid. Amador Marrero, P.F., “Cristo de la Salud”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. II [Catálogo], cit., p. 35-39; Hernández González, M., “Las Cofradías de Semana Santa en Canarias durante el siglo XVIII”, en Semana Santa de La Laguna, Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, 2001, p 15; Acosta García, C., op. cit. p. 46; Alzola, J.M., op. cit., p. 27, 92-93; Hernández, M.V., “El Cristo de la Salud, de nuevo en la Semana Santa de Los Llanos de Aridane”, en Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife, 13 de abril de 2003.[27] Vid. Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 3 de abril de 1963.[28] Vid. Ortega Abraham, L., “La Señal del Reo y María de Los Dolores”, en [Programa] Semana Santa 2006, cit., pp. 31-39; Alzola, J.M., op. cit., p. 19.[29] Acta del Cabildo de 7 de mayo de 1607. Cit. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 268. El propio Lorenzo Rodríguez, recoge en la nota 3, que en 1866 el párroco don José Ana Jiménez trató de prohibir que las procesiones de la Semana Mayor pasaran por el Hospital, pero los vecinos se quejaron y el gobernador eclesiástico resolvió que se mantuviese “esta costumbre jamás interrumpida de que dichas procesiones fuesen a aquel templo”.[30] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, La Laguna, 1985, p. 177.[31] Lo mismo ocurre con otras cofradías de la Soledad, como la de La Laguna, que ya se había extinguido en 1625. Santana Marrero, L., “La Virgen de la Soledad. Iglesia de Santo Domingo”, en Semana Santa: La Laguna, Junta de Hermandades y Cofradías, 2001.[32] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., p. 173.[33] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., p. 66; Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., p. 214.[34] No obstante, Rodríguez de las Vacas, como apunta Pérez Morera, forma parte de la primera generación de imagineros palmeros, apadrinados por Andrés del Rosario, junto con Antonio de Orbarán, Lorenzo de Campos o Pedro Álvarez de Lugo Usodemar. Pérez Morera, J, Arte y Sociedad en La Palma durante el Antiguo Régimen (1600-1773), cit., pp. 250-253; Vid. Ortega Abraham, L., “Palmas y Olivos”, en [Programa] Semana Santa 2001, Ayuntamiento y Cabildo Insular, Santa Cruz de La Palma, 2001, p. 18.[35] Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 49; Vid. Rodríguez Escudero, J.G., “La Venerable Orden Tercera de San Francisco de Asís, en El Día (revista semanal), 7 de mayo de 2005.[36] Van de Walle y Carballo, L., “El Señor del Huerto. Primer centenario a la actual imagen”, en Diario de Avisos, 19 de abril de 1962; Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 27 de marzo de 1963; Ortega Abraham, L., “Palmas y Olivos”, en [Programa] Semana Santa 2001, Ayuntamiento y Cabildo Insular, Santa Cruz de La Palma, 2001, pp. 17-18; Rodríguez-Lewis, J.J., “Ya es Semana Santa en Ramos”, en [Programa] Semana Santa 2002, Ayuntamiento y Cabildo Insular, Santa Cruz de La Palma, 2002.[37] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 44; Rodríguez-Lewis, J.J., “Miércoles Santo: Dolorosas y Nazarenos”, en [Programa] Semana Santa 2005, cit., pp. 12-15.[38] Cantero Muñoz, A., op. cit., pp. 149-150.[39] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., pp. 91-92.[40] Aranda Doncel, J., Historia de la Semana Santa de Baena durante los siglos XVI al XX, Baena, 1995, p. 123.[41] Cantero Muñoz, A., op. cit., pp. 33-35.[42] Vid. Sánchez Herrero, J. et alter, “Los cuatro tipos de cofradías de Semana Santa, desde su fundación hasta la crisis del siglo XVIII en la Andalucía bética y Castilla”, en cit., pp. 259-303.[43] Amador Marrero, P.F., “Cristo de la Salud”, en op. cit., p. 37; Vid. Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., pp. 185-186.[44] Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 186.[45] Hernández González, M., “Las Cofradías de Semana Santa en Canarias durante el siglo XVIII”, en op. cit., p. 19.[46] Hernández González, M.V., op. cit., pp. 146-147; Cantero Muñoz, A., op. cit., p. 41; Álvarez Rixo, J.A., Cuadro histórico de las Islas Canarias de 1808 a 1812, Las Palmas, 1955, pp. 133-134.[47] Aunque en esta ciudad es la antiquísima imagen del Señor de la Humildad y Paciencia la que procesiona junto a un San Pedro Penitente de Luján Pérez. Alzola, J.M., op. cit., pp. 67-71.[48] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 44-45; Ibídem, Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., pp. 167-169; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., p. 144-145.[49] Vid. Rodríguez-Lewis, J.J., “Estévez en Lunes Santo”, en [Programa] Semana Santa 2004, cit., pp. 26-31; Rodríguez Escudero, J.G., “¡El Señor del Perdón!”, en [Programa] Semana Santa 2006, cit., pp. 18-24.[50] El predicador fray Fabián de Casanova les decía que aquella fiesta no era aceptada por Dios porque la hacían con el dinero que robaban a sus amos. Ofendidos por tal calumnia, y con ocasión de la procesión, echan a correr con la imagen del Santo y la llevan a la parroquia en donde hicieron la fiesta en lo sucesivo. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., pp. 343, 347; ibídem, Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 48.[51] Estas cofradías propias de negros existían en Canarias desde el siglo XVI. En general, las mismas proporcionaban a sus miembros un sentimiento de serenidad espiritual y de mayor imbricación en la sociedad en la que se insertaban. Vid. Lobo Cabrera, M., Los libertos en la sociedad canaria del siglo XVI, Instituto de Estudios Canarios-CSIC, Madrid-Tenerife, 1983, pp. 107-113; Barreto Vargas, C.M., “Las Cofradías de Santa Cruz de La Palma: una forma de relación social”, en I Encuentro de Geografía, Historia y Arte, Patronato del V Centenario, Santa Cruz de La Palma, 1993, en http://www.cofradiadelapasion.com/.[52] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 44.[53] Van de Valle y Carballo, L., “Tres crucifijos de Santa Cruz de La Palma y tres sagradas reliquias de la verdadera Cruz en la Isla”, en Diario de Avisos, 11 de abril de 1963.[54] Hoy en la parroquia de Los Remedios en Los Llanos de Aridane. Ortega Abraham, L., “Palmas y Olivos”, en [Programa] Semana Santa 2001, cit. pp. 18-19; Fuentes Pérez; G., op. cit. pp. 103-104; Rodríguez-Lewis, J.J., “Ya es Semana Santa en Ramos”, en [Programa] Semana Santa 2002, cit.[55] Vid. fuentes pérez, g., Canarias: el clasicismo en Escultura, Santa Cruz de Tenerife, 1990, pp. 91-107; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, II, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, La Laguna, 1990, pp. 98-99; Rodríguez González, M., La pintura en Canarias durante el siglo XVIII, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1986, 180-184; Concepción Rodríguez, J., Patronazgo artístico en Canarias en el siglo XVIII, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1995, pp. 460-463. Quesada, A., “La Escultura en Canarias del Neoclasicismo al Realismo”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. I, cit., p. 165-166; Darias y Padrón, D.V., “El escultor Marcelo Gómez”, en La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 19 de abril de 1944; Rodríguez [González], G., op. cit. p. La referencia biográfica referida al teniente coronel Massieu y Salgado la encontramos en Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit, p. 120;[56] Vid. Felipe Paz, E.A., “Nuestra Señora de la Soledad de San Francisco y su posible maqueta”, en [Programa] Semana Santa 2005, cit., pp. 12-15.[57] Se ha atribuido también a Marcelo Gómez. Fuentes Pérez, G., op. cit., pp. 105-106.[58] Vid. Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, III, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, La Laguna, 1998, pp. 21-23; ibidem, Los Carmona de La Palma, Cajacanarias y Cabildo Insular de La Palma, 2001, pp. 56-57. Sobre este tema, vide el interesante artículo “Ángeles de la Pasión”, en Semana Santa Los Realejos, cit., pp. 117-122.[59] Un estudio general en Canarias durante este siglo sobre el patronazgo, lo encontramos en Concepción Rodríguez, J., Patronazgo artístico en Canarias en el siglo XVIII, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1995, in totum.[60] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., p. 142. Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., pp. 100-101; ibídem, Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., pp. 75-76, 148-149; Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 114.[61] Herrera García, F. J., “Tres esculturas firmadas y fechadas por Benito de Hita y Castillo en la isla de San Miguel de La Palma”, en Atrio, v.2, nº2, Sevilla, 1990, p. 126.[62] Cfr. Galante Gómez, F.J., “La influencia de la escultura andaluza en la cultura del barroca en Canarias”, en [Separata] Simposio Nacional “Pedro de Mena y su época”, Málaga, 1990, pp. 195-217.[63] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., p. 119; Vid. Pérez Morera, J., “Sevilla y La Palma a través del mecenazgo de la familia Massieu y Monteverde”, en La cultura del azúcar: los ingenios de Argual y Tazacorte, La Laguna, 1994, pp. 92-104.[64] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., pp. 277-278.[65] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, II, cit., pp. 149-150.[66] Vid. Hernández Perera, J., “Un Cristo de Hita y Castillo en Santa Cruz de La Palma”, en Archivo Español de Arte nº 122, Madrid, 1958, pp. 146-148; Rodríguez Morales, C., en op.cit., p.133; Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 88; Ibidem, “Arte y devoción en la Semana Santa palmera. El Cristo de la Caída y su donante, en [Programa] Semana Santa 2002, cit.; Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 4 de abril de 1963; Rodríguez-Lewis, J.J., “Miércoles Santo: Dolorosas y Nazarenos”, en [Programa] Semana Santa 2005, cit., pp. 34-44; Amador Marrero, P. y Pérez Morera, J., “El Cristo de La Caída de Santa Cruz de La Palma: recuperación del legado andaluz en Canarias (IV), en Revista de Imaginería, A.VII, nº 25, 2000.[67] En este sentido, el obispo fray Joaquín de Herrera emitiría un edicto en 1780 ante las obscenidades que se cometían al refugio de la oscuridad. Otra Real Cédula de 1783 declaró preceptiva para las cofradías y hermandades redactar unas constituciones que aprobaría el supremo Consejo de Castilla. Estas directrices no eran nuevas, ya desde la constitución diecisiete de las sinodales del obispo Cristóbal de la Cámara y Murga de 1629 se prohibían las procesiones de disciplinantes por las noches. Vid. Cámara y Murga, C., Constituciones sinodales del obispado de la Gran Canaria y su Santa Iglesia, Madrid, 1634, fol. 173v; Jiménez Guerrero, J., Breve historia de La Semana Santa de Málaga, Sarriá, Málaga, pp. 23-40; Hernández González, M., “Las cofradías de Semana Santa…”, op. cit. p. 23; Rodríguez Mesa, M., “La Semana Santa en La Laguna, después de la creación de la diócesis nivariense”, en Semana Santa de La Laguna, cit., p. 196.[68] Los conventos de Santa Clara y Santa Catalina se suprimen definitivamente en 1837. Los de San Francisco (en 1850) y Santo Domingo (en 1843) pasan a utilizarse como sendos cuarteles militares. No obstante, lo cierto es que tales sucesos tuvieron en algunos casos efectos más limitados en Canarias. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., pp. 39, 40, 182, 183.[69] Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, II, cit., p. 62.[70] Pérez Reyes, S., op. cit., pp. 121-122; Vid. Ortega Abraham, L., “Divagaciones de Lunes Santo”, en [Programa] Semana Santa 2003, cit. pp. 24-28.[71] Saavedra Robaina, I., “La imaginería religiosa y el lenguaje neoclásico”, en Introducción al Arte en Canarias, Escultura, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1997, p. 50.[72] Vid. Fuentes Pérez, G., op. cit., p. 300-301; Quesada, A., “La Escultura en Canarias del Neoclasicismo al Realismo”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. I, cit., p. 175.[73] En la siguiente centuria sería en Santa Cruz de La Palma la “procesión de los niños”. Ortega, L., “El Señor del Perdón, la procesión de los niños”, en Diario de Avisos, 6 de abril de 1971.[74] Fernández García, A.J. “Notas históricas…”, en Diario de Avisos, 2 de febrero de 1971; Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, Cabildo Insular de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 1987, p. 87; Rodríguez, G., La iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 1985, pp.[75] Buenaventura Bonnet, 1915. Citado por Padrón Acosta, S., op. cit. p. 20.[76] Quesada, A., “La Escultura en Canarias del Neoclasicismo al Realismo”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. I, cit., pp. 178-179; Rodríguez [González], G., op. cit., p. Vid. Rodríguez-Lewis, J.J., “Estévez en Lunes Santo”, en [Programa] Semana Santa 2004, cit., pp. 26-31. Rodríguez Escudero, J.G., “¡El Señor del Perdón!”, en [Programa] Semana Santa 2006, cit., pp. 18-24.[77] Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., p. 114.[78] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo III, Cabildo Insular de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 2000, pp. 197 (nota 99); Delgado Campos, S. M., “En torno a la exposición Estévez, ausencias no deseadas”, en El Día, Santa Cruz de Tenerife, 29 de enero de 1989[79] Fuentes Pérez, G., op. cit., pp. 358-361; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, III, cit., pp. 130-131.[80] Vid. Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 30 de marzo y 2 de abril de 1963; Rodríguez-Lewis, J.J., “Miércoles Santo: Dolorosas y Nazarenos”, en [Programa] Semana Santa 2005, cit., pp. 34-44; AA.VV., Arte de Canarias (siglo XV-XIX), una mirada retrospectiva, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 2001, pp.[81] Fuentes Pérez, G., op. cit., pp.356-357. En general sobre Estévez: ibídem, op. cit., pp. 286-361; Padrón Acosta, S., El escultor canario Fernando Estévez 1788-1854, Imprenta Católica, Santa Cruz de Tenerife, 1943, in totum; ibídem, “Vida y obra del escultor orotavense Don Fernando Estévez”, en La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 22 de abril de 1943.[82] Calero Ruiz, C., y Quesada Acosta, A. M., La escultura antes de 1900, Colección el Arte en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, La Laguna, 1990, p.[83] Quesada, A., “La Escultura en Canarias del Neoclasicismo al Realismo”, en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, T. I, cit., p. 164, 189. Pérez Reyes, S., op. cit., pp. 164-166.[84] Jiménez Guerrero, J., op. cit., p. 44.[85] Pérez García, J., Los Carmona de La Palma, Cajacanarias y Cabildo Insular de La Palma, 2001, p. 86.[86] La Palma, Santa Cruz de La Palma, 8 de abril de 1877.[87] Vid. Cabrera Benítez, D., “Imágenes secundarias”, en [Programa] Semana Santa 2004, cit., pp. 36-38.[88] Vid. Fuentes Pérez, G., op. cit., pp. 420-437; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., pp. 44-45; ibidem, Los Carmona de La Palma, cit., pp. 78-91; Fernández García, A.J., “Semana Santa en la Villa de San Andrés y otras noticias histórico-religiosas, en Diario de Avisos, Santa Cruz de La Palma, 20 de marzo de 1967.[89] La Constancia, Santa Cruz de La Palma, 30 de marzo de 1891.[90] Vid. Felipe Paz, E.A., “La Virgen de la Capilla”, en [Programa] Semana Santa 2004, cit., pp. 16-19.[91] Van de Walle y Carballo, L., “El Señor del Huerto. Primer centenario a la actual imagen”, cit. Ortega Abraham, L., “Palmas y Olivos”, en [Programa] Semana Santa 2001, cit. p. 19; Rodríguez-Lewis, J.J., “Ya es Semana Santa en Ramos”, en [Programa] Semana Santa 2002, cit.[92] Vid. Cabrera Benítez, D., “El Ángel de la Oración del Huerto (Apuntes sobre su restauración)”, en [Programa] Semana Santa 2003, cit. pp. 18-22.[93] Vid. Fuentes Pérez, G., op. cit., pp. 411-417; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., pp. 47-48.[94] Vid. Fuentes Pérez, G., op. cit., pp. 438-442; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., pp. 161-162.[95] A este cristo le fue sustituida la cabeza, por su desproporción, por otra obra de su discípulo y sobrino Aurelio Carmona López (1865). Cfr. Ortega Abraham, L., “Recuerdos de Viernes Santo”, en [Programa] Semana Santa 2002, cit; El Time, Santa Cruz de La Palma, 4 de abril de 1964; Van de Walle y Carballo, L., “Tres crucifijos…”, cit.[96] El Cristo crucificado en la parroquia de la Encarnación y el yacente en La Gomera. Vid. fuentes pérez, g., op. cit., pp. 260-270; Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, II, cit., pp. 61-64. Pérez Reyes, S., op. cit., pp. 157-159; ibidem, Los Carmona de La Palma, cit., pp. 65-69. Quesada, A., “La Escultura en Canarias del Neoclasicismo al Realismo”, en Arte en Canarias..., T. I, cit., p. 174. En general en cuanto a su vida y obra, vide Régulo Pérez, J., Manuel Díaz, en “Biografías de canarios célebres”, Tomo XI, Las Palmas de Gran Canaria, 1982.[97] Saavedra Robaina, I., “La imaginería religiosa y el lenguaje neoclásico”, en op. cit., p. 47. Fuentes Pérez, G., op. cit., pp. 392-396. Vid. Cabrera Benítez, D., “Imágenes secundarias”, en [Programa] Semana Santa 2004, cit., pp. 36-38; “Un evangelio de El Morenito”, en El Eco de Canarias, 16 de abril de 1963.[98] Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 92.[99] Desde 1818 el padre Díaz y el presbítero Martín de Justa habían sometido a la parroquia matriz a una sustancial reforma, que afectaría a tanto a la capilla mayor como a las colaterales, que incluyó el nuevo Tabernáculo y su pintura, obra de Antonio María Esquivel (1841), costeada aún con los productos de la manda pía de don Cristóbal Pérez Volcán. Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., p. 87-88; Ibidem, Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., pp. 75-76, 148-149; Pérez Morera, J., Magna Palmensis, cit., pp. 50-58.[100] Vid. Cobiella Cuevas, L., Motetes de Semana Santa, Escuela Insular de Música, Santa Cruz de La Palma, 2001 y en [Programa] Semana Santa 97, Santa Cruz de La Palma, 1997; Van de Walle y Carballo, L., “Nuestros motetes de Semana Santa”, en Diario de Avisos, 26 de marzo de 1959. No obstante, en Las Palmas también se interpretaba el O vos omnes en la procesión del Encuentro o aún se canta en La Laguna un Recordatus est Petrus compuesto por Domínguez Guillén en la función de Las Lágrimas de San Pedro el Martes Santo. Torres Santos, J. y Jiménez Llanos, A. B., Semana Santa de La Laguna, cit., p. 52; Alzola, J.M., op. cit. p. 83.[101] Cfr. Rodríguez Mesa, M., “La Semana Santa de La Laguna…”, en op. cit., pp. 198-199.[102] Van de Walle y Carballo, L., “El Señor del Huerto. Primer centenario a la actual imagen”, cit.[103] Vid. Régulo Pérez, J., “Prólogo”, en el Protocolo de la Santa Mueca (Régulo Rodríguez, M., edición), La Cosmológica, Santa Cruz de La Palma, 1989; Hernández Correa, V.J., “La letra palmera de la Semana Santa. Apuntes históricos y perspectivas futuras”, en [Programa] Semana Santa 2000, Ayuntamiento y Cabildo Insular, Santa Cruz de La Palma y CILP, 2000.[104] La Palma, 24 de marzo de 1875, 8 de abril de 1876, 8 de abril de 1877, 5 de abril de 1879.[105] En este contexto destacaría el músico madrileño, afincado en La Palma, Felipe López Rodríguez, que fuera director de las bandas del Frente de Juventudes y de la de “Santa Cecilia” y autor de la marcha procesional Inquietud, así como el compositor Alejandro Henríquez Brito, responsable de dos de las marchas clásicas del Viernes Santo: Al Calvario y Amor Eterno, esta última auténtico himno de la Semana Santa de esta ciudad. Vid. Pérez García, J., Fastos biográficos de La Palma, I, cit., pp. 108-109. En general, sobre las marchas procesionales de nuestra Semana Santa, vide “Cofradías y Semana Santa Palmera” en Apurón, nº 2, Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 2000, pp. 8-9; Perestelo Paz, A., “La banda de música en la Semana Santa”, en [Programa] Semana Santa 2001, cit., pp. 8-9; Armas Pérez, S., “Banda Municipal de Música San Miguel”, en [Programa] Semana Santa 2005, cit., pp. 6-8.[106] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 26 de marzo de 1963.[107] Van de Walle y Carballo, L., “Nuestros motetes de Semana Santa”, cit.[108] Rodríguez-Lewis, J.J., “El Señor de la Piedra Fría”, en [Programa] Semana Santa 2001, cit., pp. 47-48.[109] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 4 de abril de 1963.[110] Diario de Avisos, 29 de marzo de 1972. Excepcionalmente también salió a esta hora el Miércoles Santo de 1968. Diario de Avisos, 10 de abril de 1968.[111] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 27 de marzo de 1963.[112] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 5 de abril de 1963.[113] Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo II, cit., pp. 75-76, 148-149; Ídem, pp. 282-283.[114] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 28 de marzo de 1963.[115] La del Señor del Perdón se llegó a conocer por esta razón como “la procesión de los niños”. Vid. Ortega Abraham, L., “Divagaciones de Lunes Santo”, en [Programa] Semana Santa 2003, cit. p. 28; ibídem, “Las procesiones”, en Diario de Avisos, 6 de abril de 1968.[116] “Con el exclusivo deseo de ampliar la zona de trayectos y enriquecer los valores litúrgicos”. Diario de Avisos, 9 de abril de 1962.[117] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 29 de marzo de 1963.[118] Diario de Avisos, 11 de abril de 1960.[119] Vid. Rodríguez-Lewis, J.J., “Martes Santo desde San Miguel de las Victorias”, en [Programa] Semana Santa 2003, cit. pp. 30-33; Rodríguez Escudero, J.G., “Martes Santo”, en [Programa] Semana Santa 2005, cit., pp. 26-30.[120] Su culto se generalizó por Benedicto XIII en 1727, aunque su difusión en las islas debió producirse en el siglo XVII. Hernández González, M. V., op.cit., p. 148.[121] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 26 de marzo de 1963.[122] También procesionó Nuestra Señora de Los Dolores de Rodríguez de Valcárcel el Viernes de su advocación antes de su traslado a la ermita de El Planto y La Magdalena por vez primera junto al Cristo del Amparo. El actual Calvario flamenco no procesiona conjuntamente hasta 1972. Diario de Avisos, “Ecos del Santuario”, 17 de abril de 1971.[123] Vid. Felipe Paz, E.A., “Dolorosas de Vestir de Escuela Catalana en Santa Cruz de La Palma”, en [Programa] Semana Santa 2003, cit., pp. 13-16.[124] En 1976 ya procesionaba en este sector. Diario de Avisos, 16 de abril de 1976.[125] Esta ermita fue construida en siglo XVI, aunque luego fue ampliada entre 1675 y 1680 a instancia de la Cofradía de Mareantes que se fundó en 1591. Desde siempre se ha celebrado en ella la festividad de San Telmo y de Ntra. Señora de La Luz, advocación por la cual también se conoce al templo de este barrio sur de la capital palmera. Vid. Lorenzo Rodríguez, J. B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, cit., pp. 89-90; Pérez Morera, J., Magna Palmensis,…, cit., pp. 125-129.[126] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 27 de marzo de 1963.[127] Rodríguez-Lewis, J.J., “Ya es Semana Santa en Ramos”, en [Programa] Semana Santa 2002, cit.[128] Diario de Avisos, 8 de abril de 1966.[129] Acosta García, C., op. cit., p. 90.[130] Ferrero Ferrero, F., op. cit., pp. 51-53.[131] Diario de Avisos, 8 de abril de 1968. Vid. Guerra Cabrera, J. I., Ezequiel de León y Domínguez. Imaginero a destiempo, tesis doctoral, Universidad de La Laguna, inédito, 1987, pp. 36, 161. Ficha en la p. 234 (nº 42).[132] Vid. Rodríguez-Lewis, J.J., “La Procesión de El Calvario”, en [Programa] Semana Santa 2006, cit., pp. 49-55.[133] Diario de Avisos, 29 de marzo de 1969. Vid. Díaz Vaquero, Mª Dolores, Imagineros Andaluces Contemporáneos, Cajasur, Córdoba, 1995, pp. 157-159, 258; López Arandia, M.T., “Una tardía imagen de San Juan”, en Pasión y Gloria, nº 16, Jaén, 2002; Ortega Abraham, L., “Palmas y Olivos”, en [Programa] Semana Santa 2001, cit. pp. 19-20; Rodríguez-Lewis, J.J., “Ya es Semana Santa en Ramos”, en [Programa] Semana Santa 2002, cit.[134] Esta reliquia fue donada a la V.O.T. por su hermano ministro Rafael de la Barreda y Díaz en 1933, a cuya familia había pertenecido históricamente. Van de Walle y Carballo, L., “Tres crucifijos…”, cit.[135] Diario de Avisos, 5 de abril de 1963.[136] Sobre este escultor, vide Toral Valero F., Vida y obra de Palma Burgos, Grupo El Olivo, Jaén, 2004, con una referencia específica al Cristo del Clavo en las pp. 211-212; Moreno Siles, A., “Fallece el escultor Francisco Palma Burgos”, notas mecanografiadas, Santa Cruz de La Palma, 1 de enero de 1986, facilitadas por Eugenio Carballo Benítez.[137] Fernández García, A. J., “Notas históricas…”, cit., 5 de abril de 1963.[138] A partir de 1977, y durante algunos años, los Santos Varones salieron de la ermita de San Sebastián. Diario de Avisos, 3 de abril de 1977.[139] Cfr. Ferrero Ferrero, F., op.cit., passim; Moreno Nieto, L., La Semana Santa de Toledo, Toledo, 1998, passim. Excepcionalmente, en Canarias, encontramos la cofradía lagunera del Lignum Crucis fundada en 1955.[140] Los carros con ruedas se han impuesto en las procesiones de la mayoría de las poblaciones importantes de las islas (Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, Garachico,…).[141] Vide el trabajo “Cofradías y Semana Santa palmera” publicado en la revista municipal Apurón, nº2, abril-mayo 2000, pp. 4-11, en el marco del proyecto “Encuentro con nuestras tradiciones” de la Concejalía de Fiestas del Ayuntamiento de Santa Cruz de la Palma.[142] Luego se representaría, hasta 1973, el auto sacramental “La Pasión de Judas”, de Luis Ortega Abraham.

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