jueves, 22 de marzo de 2001

RAMOS Y OLIVOS

J.J. Rodríguez-Lewis
Monición para la Misa de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto, Domingo de Ramos de 2001

En Santa Cruz de La Palma, este Domigo es Domingo de Ramos, exaltación del Cristo triunfante que entra en Jerusalem, pero también Domingo de Olivos, representación del Cristo angustiado y triste, sólo y desvalido, en el Huerto de Getsemaní, en el Monte de los Olivos. Primer misterio Doloroso del Santo Rosario que nos ofrece, además, muchos otros aspectos para la reflexión: resignación para cumplir la voluntad del Padre, traición de Judas, odio de las autoridades del pueblo, cobardía y huída de sus discípulos,...

Estamos ante, quizás, el misterio más actual, en el que concurren el Cristo más humano en Getsemaní, "almazara de angustias", y las vilezas del hombre (la traición, el odio, la cobardía,...). Por eso hoy, costaleros o cargadores, hermanos o cofrades, pretendemos acompañar al Señor ante su inminente Pasión: procuramos que no esté sólo e intentamos confortarlo como hizo el ángel y mantenernos despiertos ante la tentación. Porque el hombre que se cuida de sí mismo se duerme ante la pena de su prójimo, porque nuestro horizonte debe ser nuestro hermano, y no podemos permanecer dormidos, impasibles, ante las injusticias, ante la pobreza, ante la ruindad o la crueldad. Porque el hombre egocéntrico se queda dormido, porque sólo siembra en la carne y no en el Espíritu, que es Dios, porque no vela por el amor y la caridad.

También nuestras hermanas de Los Dolores, porque, aunque María no estuvo aquella noche en Getsemaní, vivía angustiada el camino y los acontecimientos que protagonizaba su Hijo y conocía de su destino. Noche también para ella de profundo dolor y de pena.

Quince años (quince semanas santas) velando la agonía del Cristo del Huerto, quince años acompañando la Pasión del Hijo de Dios, ¡qué poco nos cuesta!. Estemos, en fin, con Gerardo Diego: (...)

"Jesús, sólo, abandonado,
huérfano, pavesa, Hombre,
macera su corazón
en hiel de olvido y traiciones.

"Padre, apártame este cáliz."
Sólo el silencio le oye.
La misma naturaleza
que le ve, no le conoce.

"Hágase tu voluntad."
Y, aunque lleno hasta los bordes,
un corazón bebe y bebe
sin que nadie le conforte.

El sudor cuaja en diamantes
sus helados esplendores,
diamantes que son rubíes
cuando las venas se rompen.

Por fin, un Ángel desciende,
mensajero de dulzuras,
y con un lienzo de nube
la mustia cabeza enjuga.

Ya la luz de las antorchas
encharca en movibles fugas
y acuchilla de siniestras
sombras el huerto de luna.

Los discípulos despiertan.
Huye, ciega, la lechuza.
Y Jesús, lívido y manso,
se ofrece al beso de Judas."

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