sábado, 15 de agosto de 2009

ALTOS CARGOS INTERMEDIOS

Políticos o profesionales
Durante algunos años (mientras se iban aprobando las distintas leyes de gobierno de las Comunidades Autónomas) se produjo una soterrada (por mantenerse en el seno de la organización) discusión sobre el nivel directivo que debía marcar la frontera entre los cargos estrictamente políticos, esto es, los que debían ejercerse por tales, y los cargos funcionariales, es decir, aquellos cuyos titulares habrían de tener la condición de funcionarios. Fueron los cargos de director general y de secretario general técnico a los que, con más frecuencia, se circunscribía esta cuestión, apostando los expertos por titulares profesionales para este nivel de la Administración y otros, los políticos, por que estos fueran de procedencia indistinta. La verdad es que algunas Comunidades Autónomas se inclinaron tímidamente por la profesionalización de este nivel, especialmente para las secretarías generales técnicas, aunque pronto desistieron ante la presión y el “overbooking” de los “políticos para todo” y de algunos politicastros. Otras organizaciones, por el contrario, crearon otros niveles en la administración, como el de las subdirecciones generales, que sí dejaron en manos de profesionales-funcionarios, aunque discrecionalmente designados.

La experiencia me ha enseñado que, con raras excepciones a la regla, los órganos políticos han de ser ocupados por políticos y los directivo-administrativos por profesionales (donde incluyo a los funcionarios). Y ya sabemos que la Ciencia Política y de la Administración nos señala que los órganos político-administrativos por antonomasia, los que se encuentran a caballo entre los órganos políticos y la Administración, son los ministros en el Estado y los consejeros en las Comunidades Autónomas. Por debajo de ellos, ya todo es Administración, por eso, a mi juicio, todos los cargos “políticos” (altos cargos) subordinados a aquellos deben ser desempeñados por profesionales, y digo profesionales, no funcionarios, porque tampoco considero que hayan de reunir esta condición (salvo los secretarios generales técnicos, donde esta condición, o cuando menos la de licenciado en derecho, me parece indispensable), me bastan con que sean expertos o profundos conocedores al menos del sector que han de gestionar. No me cabe en la cabeza que una consejería o ministerio pueda estar gestionado por “políticos” que no tengan absolutamente ni idea, ni por experiencia ni por formación, del área o sector que deben liderar o gestionar.

Si el consejero autonómico de turno, que puede no ser un profesional o experto de su ramo, encima se rodea de un equipo de “políticos” que desconocen su materia, el resultado difícilmente será satisfactorio o como mínimo habremos de esperar unos años para ver decisiones con cierta enjundia, y no mera administración burocrática. Es más, quizás sea aquí donde encontremos gran parte de la explicación de gestiones públicas la mar de erráticas. Si además este profesional-experto también es político, en el sentido etimológico de la palabra, esto es, un buen gestor de la cosa pública, entonces miel sobre hojuelas.

Lo mismo se debe demandar de determinados puestos directivos de la Administración Local, creados al amparo de la denominada “Ley de Grandes Ciudades” (lo que –dicho sea de paso- no es más que una modificación de la Ley de Bases de Régimen Local). De nada vale que la ley se preocupe de crear una clase directiva local experta para mejorar la gestión de las Administraciones locales (y exija que sean funcionarios del grupo A u otro titulados superiores caracterizados por su experiencia y competencia en el sector), cuando los “políticos de turno” se obstinan es ocupar dichos puestos con “políticos” de nivel bajo sin experiencia ni conocimientos en la dirección que le asignan.

Lo cierto es que entre estos “políticos para todo” predominan los jóvenes letrados (en Canarias también los maestros y profesores) y otros licenciados “sin cartera”, lo que me recuerda lo que decía Pepe Rey, el sobrino de “doña Perfecta”, en la homónima novela de Galdós, sobre aquéllos (los letrados, pero extiéndase la referencia al resto de colectivos), a los que definía como la primera y más terrible plaga de España, para los que es necesaria una fabulosa cantidad de pleitos. Aún así, muchísimos se quedan sin trabajo, y como un señor jurisconsulto no puede tomar el arado ni sentarse al telar -sostiene-, de ahí proviene ese brillante escuadrón de holgazanes, llenos de pretensiones, que fomentan la empleomanía, perturban la política, agitan la opinión y engendran las revoluciones. De alguna parte han de comer, -sentencia-. Ahora bien –comulgando en la conclusión- “mayor desgracia sería que hubiera pleitos para todos”.

2 comentarios:

  1. En relación a este interesante post, te reseño, querido jj que durante mucho tiempo pensé lo que reseñas en el mismo: que era imprescindible que los cargos tuvieran conocimiento sobre la materia que debían gestionar. No obstante, cada vez estoy más convencida de que tal cosa no debería ser así, como hoy por hoy, tampoco sucede en la propia empresa privada- de la que la administración pública debería importar muchas cosas-. Las empresas quieren cada vez más personas CAPACES. Capaces de gestionar, para lo que les vale la formación previa (a veces, en la mayoría de ocasiones, no del propio sector: véase la formación de muchos altos gestores de dichas empresas, en las que te encuentras licenciados en derecho en empresas concesionarias de vehículos, ingenieros en cadenas de supermercados o licenciados en medicina de brokers).

    Lo que sucede, es que en la administración pública, el alto cargo debería contar con un cuerpo técnico (jefes de servicio para abajo) que deberían ejercer de eso: de técnicos. Por desgracia, en la administración abundan personas que a veces por escaso interés en que los asuntos salgan, nulo o poco conocimiento, o, en ocasiones, interés en hacer más política que el propio político, no asesoran como deberían al propio alto cargo. Es por ello por lo que, en lugar de exigir que el político sea un buen director de orquesta, que es lo que debería, se exige que incluso, conozca la materia, supliendo el defecto de los técnicos que deberían asesorarlo convenientemente-al menos manifestarle ls diferentes opciones posibles y como materializarlas- dejando a la decisión del político lo más coveniente para los intereses públicos.

    Cierto que debe conocer como funciona la administración: procedimientos administrativos, presupuestos o lo que es una RPT y sus modificaciones. Y además, un buen gestor (amén de contar con una clara vocación de servicio público y honradez, entre otras cualidades que serían objeto de otro post).

    Mientras pensemos que los cargos-transitorios- deben suplir las deficiencias de los técnicos, y la propia administración no intente arreglar sus propias carencias, poca solución tendrá la gestión de los asuntos públicos.

    Dicho esto, reconozco que las Direcciones Generales deberían ser ocupados por personas conocedoras de la administración y de la materia-o al menos, capacidad de estudio de las mismas. Pero no de ahí para arriba. Muchos ejemplos tenemos de estudiosos de materias (profesores de universidad, incluso catedráticos de materias) que no se han adaptado a la administración, por mucho conocimiento que tuvieran, y que no se les recuerda como maravillosos gestores, sino todo lo contrario.

    Abrazos

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  2. Estimado Juan José.
    Me parece tu artículo totalmente acertado y desde mi punto de vista... hasta te quedas corto. Tu frase: "todos los cargos “políticos” (altos cargos) subordinados a aquellos deben ser desempeñados por profesionales" (entiéndase aquellos como ministros en el Estado y los consejeros en las Comunidades Autónomas), debería aplicarse y trasladarse a todas las administraciones.
    Todos sabemos como se elaboran las listas electorales en la administración local con personas, en la mayoría de casos, con carisma y gancho político (tocan la guitarra, el acordeón, visitan La Bodeguita, van a los entierros y bautizos...) pero que desconocen (y se preocupan poco de hacerlo), el funcionamiento de dicha administración, y en todo caso las materias del ârea de gestión que se les haya encomendado. Es cierto que para asesorarlos deberán estar los técnicos pero... como dice el refran lo que abunda no daña y se gestionaria mucho mejor si el tecnico estuviera dirigido por una político experto o conocedor al menos de lo que se tiene entre manos, por lo que tendría más sensibilidad a la hora de adoptar decisiones.
    En todo caso la solución no pasa por llenar la administración de políticos profesionales que al final son nombrados de forma discrecional por el partido de turno y que lejos están de ser conocedores de la materia que gestionan como ha ocurrido en algunas administraciones a raiz de la entrada en vigor de la ley de Grandes Ciudades.
    Resumiendo, me parece importante profesionalizar la política.

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