miércoles, 8 de junio de 2016

LA ISLA DE LA TORMENTA

Un día volví al lugar de mi madurez temprana. Era un sitio castigado por el tiempo, por el mal tiempo, quiero decir. No había jornada sin alerta. Unas veces era por el viento, una aviesa ventolera del suroeste que doblaba las plataneras y dejaba inoperativo el aeropuerto. En otras ocasiones, el motivo era la lluvia, un aguacero casi torrencial que inundaba los bajos y amenazaba con convertirse en un sucedáneo del diluvio universal.

De todas formas, la isla ya no era la misma. La producción de plátanos prácticamente había desaparecido. Determinadas decisiones en el seno de instituciones internacionales habían convertido su viabilidad en una quimera y la diversificación siempre fue más una consigna que un propósito real. Los turistas también habían dejado de venir. Tantos días de inoperatividad del aeropuerto por las fuertes rachas de viento y la falta de una auténtica política turística aburrieron a los más osados turoperadores, que apostaron por otros destinos más rentables. A decir verdad, la isla se consumía sin reaccionar de tanto mirarse a sí misma.

Hacía tiempo que, además, la isla perdía a los jóvenes con talento. El reducido mercado de trabajo y la falta de ingenio y de iniciativa de su clase política la había convertido en un espacio apenas atractivo para nuestros mayores y para ciertos colectivos con aires bohemios. Una tropa de funcionarios había terminado por sustituir al antiguo batallón de infantería que siempre se ocupó de su defensa y la vida cotidiana transcurría entre tertulias y vinos, sin mayores aspiraciones. Tampoco había demasiada competencia, la población se había acostumbrado a sobrevivir con subsidios y subvenciones, por lo que los pocos empresarios con empuje se habían aburguesado y reclamaban también su parte alícuota del envenenado pastel.

Otro día, mientras paseaba por aquellos rincones entrañables de mi niñez, me encontré con un amigo de antaño. Me contó que una vez hubo un proyecto para explotar unas aguas termales que se habían redescubierto que hubiera podido convertir a todo un pueblo en una ciudad-balneario. También me indicaba que en nuestra montaña más alta se había construido uno de los complejos astrofísicos más importantes del mundo y que siempre se quiso poner en valor para el turismo. La realidad –me confirmaba con pesar-, es que ninguno de los dos proyectos, como tantos otros que se quedaban en el mero enunciado, prosperaría, porque los lugareños y sus representantes políticos solían perderse en los prolegómenos y casi nunca atacaban con decisión la ejecución. ¡Qué inventen otros!, decían, parafraseando al viejo sabio de Salamanca, como queriendo insinuar que eso de tener cierta iniciativa y creatividad iba con otros, pero que ellos vivían muy felices así y que, por supuesto, no pensaban cambiar.

La perspectiva no me gustó. Encontraba una isla lastrada por el tradicionalismo y la mirada retrógrada. Una sociedad anestesiada presidida por una suerte de conformismo compulsivo y de cierta involución que hipotecaba su desarrollo. Sin embargo, en uno de aquellos días de cabañuelas que adelantaban otro año ventoso e inestable, mi amigo me presentó a una joven de apenas treinta años, que parecía no compartir el perfil. Era del norte de la isla y había trabajado en proyectos de inserción laboral de personas en riesgo de exclusión social. Comentaba mi colega, y también amigo, que era de las pocas personas de la isla que reunía juventud, iniciativa y talento, y que no había emigrado. Compartí con ella algunos vinos en una antigua bodeguita en el centro de la capital insular, donde solía reunirse la mayor parte de la clase política para mirarse a sí misma. Me expuso con nitidez sus ideas y sus proyectos. La verdad es que me transmitió una fe en la isla que no había advertido hasta entonces. Tenía billete de vuelta para el día siguiente, así que decidí postergar mi salida de la isla, y lo dejé abierto.

De aquella conversación han pasado ya casi dos años y, ciertamente, aún no le he puesto fecha a aquel billete de avión.

*Publicado por primera vez en este blog el 23 de diciembre de 2010.
** En "La posada de los secretos" (Ediciones Balnea, 2014), pp. 85-87.

8 comentarios:

  1. Una vez más...me toca felicitarte. Te felicito por esta estupenda entrada. Por tus atinadas palabras, por tu claridad, por tu rotundidad, por tu sinceridad, por tu valentía. Por mojarte tanto!!!

    Comparto tus palabras y tus pensamientos. Sobre la realidad que nos ha tocado vivir, y que en estos momentos tanto nos limita para tantas cosas. Realidad que "nos ha tocado vivir", pero que a la vez hemos permitido y fomentado. Ese estado de aletargamiento incomprensible, viniendo de nuestra sociedad palmera...Que siempre se ha caractarizado por un gran espíritu de lucha y su capacidad de trabajo. Tema complejo el que tratas y que tiene mucha tela que cortar.

    Lo que está claro es que el personaje de esa joven a la que haces referencia en el post no es un caso aislado. Es sólo la representación de esas personas con ganas de hacer cosas, y hacerlas bien. Con iniciativa e implicación. Sólo creo que hace falta un empujoncito para que esas personas (esos valores)vuelvan a ser los que primen. Que seguro será así. Tendrá que ser así, porque si no...Madre mía, en que acabará esto!!!

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  2. Pues acabará en que como dicen los mayas, habrá una limpia y quedarán los luchadores de corazones sanos y entonces esos paraísos todavía con sabor a antaño se abrirán un poco habiendo aprendido que el que permanece reconcentrado en sí mismo y en sus costumbres no sobrevive, porque hay que ser fexible como un junco para los fuertes vientos no te partan y puedas seguir creciendo en la bonanza. Porque habrán aprendido que es importante preservar las tradiciones, pero dándoles nuevos aires para que no huelan a moho y que esa juventud con ganas de luchar por una tierra fantástica sin renunciar a su idiosincracia, aportará nuevas formas de sacarle partido a una isla verde y bastante sana, a mi modesto entender, que puede respirar aire limpio, porque sacará de los vientos esa virtud de llevarse todos los miasmas que la dejarían ramplona y aislada por el olor a humedad. Y podrá ser una preciosa isla en equilibrio con lo bueno y con lo malo que tiene depender de los tour operadores, y será una isla vip, donde las comuncicaciones y los transportes permitan mantener el contacto con el resto del mundo, sin convertirse en cloacas de primer mundo de asfalto,humos y prisas por dejar de ser para ser otro que no son y de los que por otra parte ya hay muchos...¿Quién ha dicho que la vida es fácil? La Palma tiene el color de la esperanza, por favor no la pierdan...

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  3. lo comparto absolutamente todo contigo y que sepas que me parece muy valiente por tu parte escribir lo que has escrito...

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  4. ...difícil mejorar un relato que de manera tan clara, describe la realidad palmera; casi imposible hacer algún apunte más.
    ...que Atenea siga acompañándote.

    Un saludo

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  5. Si algunos políticos dejarán de dar mensajes interesados , cerca de campaña, y limpiaran sus filas de incompetentes, y los ciudadanos reaccionaran de una vez, se irían al sillón de la oposición dos legislaturas a aprender a respetar a los demás.
    Si esos partidos que los sistutuyan en los Gobiernos Locales, no volvieran a repetir sus errores ,colocando como siempre a los suyos quitando la oportunidad a los jóvenes brillantes y emprendedores de esta isla y de otras que viven aquí sin trabajo, y se diera oportunidad sin mirar su carnet o familia política, y se seleccionara como Dios manda por su valor, lucidez, talento, profesionalidad y honradez.
    Si cuando fueras a la Bodeguita ... dejaran éstos nuevos jóvenes valores y los que tenemos más años y experiencia y todavía esperanza, de ver decepcionados cómo se hace carrera política o empresarial, entre vinos y conversación en la mesa de al lado .
    Pero mientras puedas ese billete de vuelta que tenga una fecha muy incierta, al menos tú tienes la valentía de decirlo y eso aquí en esta Isla tan cautiva de las eternas promesas , los futuros proyectos, los mismos políticos de lo nuestro de ellos de siempre, y el miedo a decir en alto lo que pensamos es bastante.AJ

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  6. La realidad Palmera escrita de una bellísima forma. Cuanta razón en cada linea, en cada párrafo. Eres un maestro de la palabra. Felicidades.

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  7. Felicidades por plasmar en pocas líneas una realidad que se grita por todas las esquinas pero que nadie parece oír, o peor aún se niegan a oír. O si la oyen no la escuchan porque se han acostumbrado a vivir de quimeras y de un pasado glorioso del que a veces dudo de su existencia.

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