lunes, 14 de noviembre de 2011

LOS TAXISTAS EN SANTA CRUZ DE LA PALMA

Un ejemplo de buen servicio público con los mayores

Nieves Pilar Rodríguez (COLABORACIÓN)

Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos visto en la necesidad de coger un taxi. Es un servicio de transporte que, sin duda, está repleto de comodidades. Nos deja en la misma puerta de nuestras casas, no nos obliga a compartir su diminuto espacio con desconocidos —salvo el propio conductor, evidentemente—, no tenemos que perder hermosos minutos de nuestras vidas buscando dónde aparcar o no nos vemos compelidos a eternas esperas, dado que habitualmente están en las paradas establecidas o pasan circulando justo por donde se nos plantea la necesidad de contar con su servicio.

Estamos acostumbrados a reparar, además de en las marcas o líneas estéticas de los vehículos que se dedican a prestar este servicio público, en sus colores identificativos: blancos con una barra roja en diagonal en Madrid, amarillos y negros en Barcelona o blancos en Canarias, por solo citar algunos. Pero raramente fijamos nuestra atención en su conductor, salvo que este sea dicharachero y nos dé una agradable conversación. Participamos conjuntamente de un minúsculo habitáculo, el taxi, con un desconocido, compartiendo nuestro espacio personal —aquel al que no dejamos que otros entren a no ser que les invitemos a hacerlo o se den circunstancias especiales— y, sin embargo, somos capaces de hacer una carrera en absoluto silencio, ensimismados en nuestros pensamientos o incapaces de romper el hielo para iniciar una conversación, recreándose una escena similar a la que, en ocasiones, podemos vivir en un ascensor cuando lo compartimos con extraños.

Nos quejamos de cómo la sociedad cada vez es más fría, pero nosotros no colaboramos en procurar cambiarla —no sea que alguien entre y hiera nuestro espacio emocional—, ignorando incluso las reglas básicas de la buena educación al callar un simple buenos días o un merecido gracias.

Nos resulta insólito toparnos con anónimos que nos den un trato afable y atento y, por tanto, lo celebramos con entusiasmo cuando se da tan grato encuentro, rememorando que era lo usual hasta hace unos años: qué gran sonrisa la del carnicero de nuestros años infantiles, cómo nos preguntaba por nuestros padres el ventero, cómo ayudábamos con las bolsas de la compra a la vecina del segundo, la caricia en la cabeza cuando cedíamos la acera a los mayores y a las mujeres… Y hasta nos sorprende que un empleado público de cualquier administración se implique en facilitarnos los trámites pertinentes regalándonos, además, un trato afectuoso, cuando eso debería de ser lo normal.

En los medios escritos es relativamente frecuente que se publiquen sentidos agradecimientos al personal sanitario por el delicioso trato humano recibido por nuestro familiar —el servicio sanitario correcto se da por supuesto—, pero es excepcional que se haga este tipo de reconocimiento a los profesionales de otros sectores.

Por todo ello, quiero que estas humildes palabras se conviertan en un merecido homenaje público a los profesionales del taxi, especialmente a los que tienen su parada en la calle Álvarez de Abreu de Santa Cruz de La Palma (parada del césped), para manifestarles mi inmensa gratitud por cómo miman a mi madre, de edad avanzada y con dificultades motoras, razones para verse en la necesidad de utilizar sus servicios prácticamente a diario. Llega a ser exquisito presenciar cómo la asisten para entrar o salir del taxi, el trato cercano pero cortés que le dispensan durante el viaje, sus servicios de auxilio al alcanzarle los bultos o bolsas hasta el portal o cómo le brindan un sincero “que pase un buen día”, quizás en un sentido ejercicio de empatía o simplemente como signos de una singular y extraordinaria calidad.

Sea por lo que sea, gracias. Mil gracias. Sé que con ustedes mi madre está en buenas manos. 

* Esta entrada se publicó previamente en La Voz de La Palma, nº 384, 11-25 de noviembre de 2011.

3 comentarios:

  1. RGD (desde facebook)14 de noviembre de 2011, 23:32

    La buena gente se ve con estos pequeños detalles, peroi que engrandecen a las personas, a los taxistas y a los que dedican un ratito para hablar de ellos.

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  2. La vida es mejor cuando somos agradecidos, toma sentido, se carga de positivismo, y nos hace sentirnos dichosos por pequeños detalles. Los taxistas de La Palma pueden sentirse orgullosos de tenerte como usuario y vecino. Yo, de tenerte como amigo. Un fuerte abrazo,JJ.
    Por cierto, recuerdo un día en que un taxista, como en las películas, recorrió el trayecto desde mi hotel en Barcelona hasta el aeropuerto, sorteando coches y saltando algún que otro semáforo para que no perdiera mi vuelo. U otro en el que un honrado taxista aquí en Burgos me devolvió la cartera que me había dejado en su asiento, con todo el dinero que llevaba dentro. También recuerdo la época en la que trabajé en un Bingo, y la mayoría de los taxistas que me acompañaban a casa, esperaban hasta que me metía en el ascensor, era entonces cuando me saludaban desde el taxi con la mano y arrancaban. Estoy de acuerdo contigo. No hay que haber nacido en un taxi (je,je, como hay casos) para ser agradecidos con la gente de este gremio.

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  3. El gremio del taxi es tan variado y particular, pero si estoy de acuerdo con que hay mucho que agradecer eso para empezar, pero me gustaría agregar una función más si se me permite.
    Yo también soy usuaria de este sistema de transporte sobre todo cuando tengo que viajar a otro lugar por razones de trabajo, para mí suponen una fuente o barómetro de la ciudad en la que estoy, suelo empezar yo la conversación siendo clara y directa con preguntas como: que problemas cree usted que tiene esta ciudad? Y rápidamente agrego y cree que se está haciendo lo necesario para solucionarlo? ahí termina mi aportación a la conversación dejo que hable y que me de su visión de las cosas. Confieso aquí que utilizo esta información para hacerme una idea que cual es el resultado real de todo lo que se hace desde cualquier administración y sobre todo me sirve de argumentario cuando posteriormente hablo y digo es que en la calle se siente o es que en la calle se ve de esta forma o de otra, por lo tanto este para mí es otro agradecimiento, uno más que sumar a los ya nombrados.

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