sábado, 28 de septiembre de 2013

LOS RECUERDOS


No estoy yo muy de acuerdo con la definición del DRAE de los recuerdos. Sospecho que los recuerdos son algo más que la simple memoria que se hace de algo pasado. Fíjense si son importantes en nuestra vida que Henri-Fréderic Amiel, autor de un celebérrimo "Diario íntimo", consideraba que el tiempo, la vida, no era más que el espacio entre nuestros recuerdos. Es decir, para el filósofo y moralista suizo, los recuerdos lo eran todo, al menos lo más valioso de nuestra trayectoria.
 
Aunque lo son por definición, hay recuerdos imborrables, que ningún camino, por insólito que sea, logra que se desvanezcan del todo. Ni el tiempo, que es el gran antídoto de nuestras recordaciones, puede eclipsar nuestros recuerdos más auténticos. Me refiero a aquellas presencias entrañables junto a nuestra familia, o en compañía de nuestros amigos y amores. Necesariamente no tienen por qué ser recuerdos de grandes viajes, o de actos importantes o multitudinarios: se bastan los cumpleaños de nuestra infancia, las tertulias de antes de entrar a clase de nuestra adolescencia, los amores pasionales y tiernos de nuestra juventud.
 
Tampoco se quedan en la memoria de antaño. Porque también son recuerdos imperecederos los de la memoria reciente. Aquellas copas en buena compañía del sábado pasado, aquel abrazo que recibimos en el momento propicio o aquella mirada que, sin verbalizarse, tanto nos dijo. Sin embargo,  no conviene vivir permanentemente en el recuerdo, algunos -porque nos hacen daño- deben soltarse,  dejarse ir definitivamente, o al menos acomodarlos con gozo en lo más profundo de nuestro corazón.
 
Flaubert decía que los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse, antes al contrario, la hacen más profunda. Es más, para otros los recuerdos no son más que un veneno que se forma en nuestra alma, donde van aniquilando la sensibilidad del corazón. Pero, a mi juicio, el cómo los recuerdos repercuten en nosotros depende del cómo los vivamos, de si disfrutamos de su evocación o nos castigamos con su memoria. De si alegran nuestra alma, porque la excitan, porque los vivimos con amor, porque son en realidad buenos recuerdos, o si, por el contrario, resquebrajan nuestra entereza, porque anidan en la intimidad de nuestros miedos, porque ni tan siquiera se confunden con la nostalgia, porque, simplemente, son malos recuerdos.

5 comentarios:

  1. Los recuerdos... qué bonito!

    ResponderEliminar
  2. NRA (desde facebook)29 de septiembre de 2013, 9:51

    Imposible vivir sin los recuerdos .. Van marcando las etapas vividas y las que nos quedan por vivir . Bonitas reflexiones JJ .

    ResponderEliminar
  3. Qué mejor recuerdo!!!! ...que recordarlo.

    ResponderEliminar
  4. Maravilloso, como siempre, sin recuerdos no podría vivir, aunque claro, después está eso de la memoria selectiva. Un beso

    ResponderEliminar
  5. Cuantos recuerdos, cuantos amores, cuantas vivencias. Son eso, recuerdos.

    ResponderEliminar