sábado, 21 de septiembre de 2013

UN NUEVO CAMINO. SEGUNDA JORNADA

Hornillos del Camino - Castrojeriz  (20,8 kilómetros)

Era en principio una etapa parecida a la anterior. Sin embargo, la compañía de tantos girasoles que despertaban a nuestro paso  y de un río interminable de esbeltos fresnos a la vera del sendero contribuyeron, discretamente,  a sobrellevar mejor nuestro esfuerzo. Los girasoles daban vida al adusto paisaje cerealista castellano, los fresnos procuraron a nuestras sombras el cobijo necesario.

A mitad de camino, hicimos un alto en Hontanas (fin de etapa para muchos que comienzan en Burgos), un pueblo apenas visible en lontananza, escondido como está en un hermoso valle en las profundidades de la Meseta, surcado por el río Garbanzuelo. Nos acordamos de Saint-Exupéry  cuando escribe en El Principito que lo esencial resulta invisible a los ojos,  solo se ve con el corazón.

En el trayecto nos encontramos con multitud de peregrinos, muchos de ellos afrontando en solitario el desafío, algo que a veces no terminamos de comprender en las ciudades pero que resulta de lo más normal en la ruta del Apóstol. Probablemente porque los peregrinos, más que nadie, saben que en realidad no están solos, que la ayuda mutua, la cooperación, es una de sus señas de identidad. Tras superar las ruinas del convento de San Antón, donde en la Baja Edad Media los monjes antonianos trataban a los enfermos de una gangrena infecciosa, nos esperaba en Castrojeriz un confortable hotelito rural (La Cachava), situado en plena rúa jacobea, dicen que el sendero urbano más largo del Camino.

Comimos el popular lechazo en la terraza de El Mesón, un restaurante que ocupa un antiguo molino y que está ambientado a la usanza castellana. Por la noche nos pedimos unas copas en la plaza Mayor, aunque lo más animado era una singular fiesta de mayores que concelebraban haber cumplido sesenta años. En Castrojeriz los parroquianos que alcanzan esa edad lo celebran al unísono, y después de comer en comandita, acaban bailando la conga bajo las murallas de la pequeña villa. Con la iglesia de Santo Domingo cerrada por reformas, no nos resistimos a visitar la colegiata de origen románico de la Virgen del Manzano, extramuros del burgo, ni, a modo de fortaleza, la iglesia de San Juan, de estilo gótico alemán, en la que nos guió con acierto una joven estudiante del lugar.

Nos costó conciliar el sueño al final de la jornada. Nos espabilaba la tertulia que se prorrogaba bajo el ventanal de nuestro albergue. Al menos yo, preparé el descanso con un libro de Alex Rovira (La Buena Crisis) que, entre otras acertadas reflexiones, reproducía una cita de la escocesa Eileen Caddy: "Hay dos emociones: el amor y el miedo. La agresión, el resentimiento, la separación y la culpa son todos disfraces adoptados por el miedo. La alegría, el perdón y la paz mental son todos aspectos del amor". La alquimia interior del Camino había comenzado.

3 comentarios:

  1. Me encantan los girasoles y la "conga" al igual que la existencia de dos emociones " el amor y el miedo".

    El amarillo intenso del girasol es como la luz del sol.

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  2. Gracias por acercarme a mi tierra y casi casi has hecho que la sienta tanto que la pudiese oler y ver como bailan los Girasoles con la brisa bajo el sol. Pena no ver el interior de La iglesia de Santo Domingo, Castrojeriz sitio donde me bautizaron.
    Me parece que sois unos peregrinos muy finos comiendo lechazo y tomando copas.....
    Mariposa Monarca

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  3. Me está metiendo el gusanillo en el cuerpo del Camino. Gracias por compartirlo. Saludos

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