miércoles, 6 de noviembre de 2013

SECRETOS

Los secretos dan contenido a "La Posada" y nombre al grupo que encabeza mis preferencias en el campo musical. Parece obvio que es una palabra que me seduce especialmente, que me cautiva sin esfuerzo. Quizás por el misterio que todos los secretos encierran, o acaso por esconder la auténtica realidad de lo que somos, muchas veces apenas mostrada y, para algunos, hasta difícilmente descifrable.

Los secretos son además lo que contamos sólo a los más allegados, a los hermanos, a los amigos y amores que nos acompañan. En ocasiones, si los compartimos demasiado, pueden convertirse en un secreto a voces, pero siguen siendo secretos porque no terminan de perder esa aura de mensaje cifrado o de enigma que conforma su naturaleza.

Lo íntimo y lo furtivo también conjugan con lo secreto, que se mueve como pez en el agua en el mundo de las emociones. Y se proyectan con naturalidad en el ámbito de la confidencia. Pero la confidencia entronca con la confianza y comulga poco con el cotilleo, su versión perversa. El chismorreo involucra a más personas, se construye sobre un vulgar chisme, tal vez una realidad tergiversada o simplemente inventada, y hace un daño gratuito que el secreto no persigue.

También se llama secreto al escondite que suelen tener algunos muebles para guardar papeles, dinero o cualquier otra cosa. Por ejemplo, las cartas de amor de nuestra juventud, o los poemas simplones de nuestra pubertad. Allí guardamos los teléfonos que realmente nos interesan y que no queremos perder o las pruebas de las faltas que cometemos, porque todos tenemos nuestras miserias. Mientras nadie lo allane sin derecho, es un lugar propicio para nuestros defectos.

A los sueños los registramos como secretos en su mayoría, como también anotamos las tristezas que padecemos, en soledad o en aciaga compañía. Por eso los secretos no son malos por definición, de hecho nunca lo son. Unas veces porque salvaguardan nuestro destino de los salteadores de caminos, que siempre los hay, otras, porque amparan nuestra temporal tibieza y dan sentido a las horas muertas que el silencio nos reclama.

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