martes, 21 de enero de 2014

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ, UNA FIGURA DEL BÁSQUET PATRIO DE LOS 50, PALMERO DE ADOPCIÓN

El aragonés José Luis Martínez (Zaragoza, 1935) fue uno de los jugadores más destacados del baloncesto español de los años 50. Hermano de una leyenda de este deporte, Alfonso Martínez (146 veces internacional), José Luis fue internacional en 22 ocasiones y vistió -lo que han hecho muy pocos- la camiseta de los tres equipos más representativos del básquet español: Real Madrid, Barcelona y Juventud de Badalona. Con los dos primeros ganaría las tres primeras ediciones de la Liga Nacional (1957-59), además de dos Copas del Generalísimo (1957 y 1959). 

Martínez ingresa en la cantera del F.C. Barcelona con 14 años (proveniente de La Salle Bonanova) y, siendo un extraordinario caso de precocidad, pasa a militar en su primer equipo con apenas 15 (1950-51), temporada en la que los catalanes se proclaman subcampeones de Copa. En el Barcelona permanece hasta la temporada 1954-55, ya compartiendo vestuario con su hermano Alfonso, del que no se separaría hasta su jubilación como jugador (la saga incluye a Miguel Ángel, que no tuvo una trayectoria tan lucida).

Los Martínez, en el
Madrid y en el Barca
En la temporada 1955-56, los hermanos Martínez, siguiendo a Eduardo Kucharski (este como entrenador-jugador), fichan por el Aismalibar Montcada, que casi sin que nadie se diera cuenta ya se codeaba con lo más granado el básquet patrio. En su primer año en la elite, el equipo del Vallés estaría a punto de ganar la Copa, que perdería finalmente en la prórroga, en un animado partido contra el Real Madrid.

En el equipo madrileño recalan "los Martínez" la temporada siguiente, ávidos de nuevas experiencias. Allí estuvieron dos temporadas, con Ignacio Pinedo de entrenador: la primera ganaron la Copa y la primera Liga nacional que se disputó; la segunda volvieron a ganar la Liga y "solo" fueron subcampeones de Copa. Pero, como aún eran amateurs, cierta morriña los devolvió a  Barcelona. Con el F.C. Barcelona juegan las tres últimas temporadas de la sección antes de que su presidente Llaudet la suprima. Con la colaboración de Bonareu y el joven Buscató, los hermanos Martínez repitieron doblete en la temporada 1958-59, ahora con el Barcelona, claro (su primera Liga), para más tarde proclamarse subcampeones de Copa en la temporada 1960-61.

Real Madríd, 1956-57
Fichan entonces por el Juventud de Badalona, en la que iba a ser la última temporada de José Luis Martínez  en la elite del baloncesto nacional. Con apenas 27 años, el joven abogado cuelga las botas para dedicarse a su actividad profesional, en la que también destacó, no sin antes apuntarse un nuevo subcampeonato, en este caso de Liga y con La Penya. Luego el de Zaragoza continuaría jugando, a otro nivel, en el Español, Vich y Caja de Pensiones, donde también ejercería de entrenador.

José Luis Martínez fue medalla de oro con España en los Juegos del Mediterráneo de 1955 (Bonareu, A. Martínez, González Adrio, Herreros, Díaz Miguel, Brunet, Canals, J. Hernández, Kucharski, Canals, Lluís y Trujillano), unos de los primeros hitos del baloncesto español, con Jacinto Ardevínez de seleccionador (el que fuera entrenador del Canarias de Madrid), y participó con el equipo nacional en el Eurobasket de Estambul de 1959 (Auladell, Brunet, Borrell, Buscató, Canals, Capel, J. Hernández, Lluís, A. Martínez, Parra y E. Rodríguez), con Eduardo Kucharski como entrenador. Además, el aragonés es miembro fundador de la A.E.B.I. (Asociación Española de Baloncestistas Internacionales), con los que estuvo en La Palma en La Bajada de 1975.

Desde hace más de diez años, y después de jubilarse como experto formador de directivos, José Luis Martínez eligió vivir en La Palma, en Breña Alta. En la decisión, como es obvio, influyó su mujer (María Rosa Pérez Gómez, miss España 1963), que es tinerfeña aunque de ascendencia "bagañeta" y saucera. A este hombre lo conocí hace unos días, lo que fue -podrán imaginar- toda una agradable sorpresa. Desde entonces, estamos tramitándole la "nacionalidad" por residencia y afinidad.

Selección Nacional de los JJ.MM. de 1955

martes, 14 de enero de 2014

TRIBUTO A PEDRO PÉREZ DÍAZ

Con ocasión del descubrimiento de un busto suyo el 14 de enero de 2014

Pedro Pérez Díaz nació en La Palma, en la Villa de Mazo, en 1865 y falleció en Madrid en 1930. El macense fue durante casi cuarenta años letrado del Consejo de Estado, donde desarrolló toda su carrera administrativa y donde llegó a desempeñar los cargos de letrado mayor de Sección y consejero permanente interino, no siendo también secretario general por voluntad propia. Fue, además, un publicista y sociólogo de fuste, persuadido siempre del pensamiento krausista, como aventajado discípulo de Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y de su propio suegro, el que fuera presidente de la I República, Nicolás Salmerón. Publicó varias monografías de carácter científico en las que mostró, aparte de su altura intelectual, cierto reformismo de base armonicista, una honda preocupación social y un avanzado regionalismo. Pero hoy homenajeamos su figura por algo más concreto.

Pedro Pérez Díaz fue una figura capital tanto en el nacimiento de los cabildos insulares como en su regulación inicial recogida en la Ley de 11 de julio de 1912 y en el Reglamento provisional de 12 de octubre del mismo año.  Y lo fue no solo como activo paladín de los mismos sino también como estudioso concienzudo y riguroso. Desde agosto de 1906 (con una serie de artículos que publicaba el diario republicano tinerfeño El Progreso), el letrado palmero defendía la existencia de un organismo administrativo insular que prestase carácter de unidad a las aspiraciones y a la vida de relación de cada isla. Esta propuesta no la encontramos tan tempranamente enunciada en ninguno de los prohombres que luego coadyuvaron al nacimiento de los cabildos actuales. Hasta entonces solo la división de la provincia era sugerida o directamente formulada como solución al problema de Canarias. Este planteamiento de autonomía insular lo confirmaba Pérez Díaz en su trabajo La cuestión regional y la autonomía, impreso en 1908,  así como en los artículos sobre la “Solidaridad canaria” que vieron la luz en diciembre del mismo año, donde admitía, subsidiariamente, su composición por sufragio universal.  Entonces afirmaba: "Se nota la falta, dentro de cada isla, de un organismo que resuma su propia vida, que represente en vivo su propia unidad, que sea el resumen concertado de todos sus intereses municipales".

Pedro Pérez Díaz participó decisivamente de la “comisión” permanente, de residentes en Madrid, que los tinerfeños constituyeron en noviembre de 1908 para interceder a favor de las aspiraciones regionalistas por las que se había pronunciado la asamblea de Tenerife. Aquel grupo estaba compuesto, entre otros, por Juan de Urquía, Antonio Domínguez Alfonso, Luis Maffiote, los condes de Torrepando y Belascoain, el marqués de Casa Laiglesia, Félix Benítez de Lugo o Manuel Delgado Barreto. El concurso de Pérez Díaz en el seno de aquella “comisión”, en especial, tras la publicación del decreto Moret en noviembre de 1909, fue extremadamente activo, interviniendo en la entrevista con el presidente del Gobierno, al que conocía bien (por su pasado institucionista), y por momentos determinante. Fue el miembro de la ponencia que se encargó de redactar la propuesta de bases que sirvió de boceto al cuestionario que el Gobierno Canalejas incluiría en la información pública que luego abriría en abril de 1910. A esta iniciativa obedeció que las preguntas del cuestionario abundaran sobre la personalidad insular y los organismos que deberían establecerse para su implementación, uno de los mayores reproches de los divisionistas grancanarios. Al tiempo, el mazuco vertía sus aspiraciones autonomistas en un ensayo denominado "Manifiesto a los habitantes de la isla de La Palma" (publicado en diciembre de 1909), que puede considerarse el precedente inmediato de El problema canario. En este manifiesto, los miembros del organismo insular eran elegidos por sufragio universal y aseguraba que no había más remedio que entregar a cada isla lo suyo, para que fuera cada una la que resolviera sus propios problemas de tipo insular.