sábado, 31 de enero de 2015

GEMMA SANZ ENCUENTRA SU DHARMA

Poco más de dos años después de glosar con gusto el primer trabajo discográfico de la cantautora burgalesa Gemma Sanz (Soy), regreso a similar menester disfrutando otra vez como un niño chico, como decimos por estos lares. Es la lógica consecuencia de escuchar su nuevo álbum, Destino, un trabajo que la cantante presentó recientemente en el Teatro Principal de Burgos con el éxito que se esperaba. Un disco que, aunque mantiene la esencia de su primer larga duración, se muestra ya más maduro, más concienzudo, más consistente si cabe. Ahora encontramos menos parecidos con otras cantantes, porque es más Gemma Sanz, porque la intérprete y compositora empieza a tener sonido propio.

El trabajo lo ha producido un pope del gremio: José A. Romero (Sabina, Estopa, Serrat o Rosana), guitarrista de postín, que ha formado parte también de la banda con la que la burgalesa ha grabado en Madrid todos sus temas (con otro técnico prestigioso, el ingeniero de sonido Emilio Mercader). En los coros ha contado con una espléndida Marcela Ferrari, una argentina afincada en España que, en solitario (grabando con Drexler o Martirio), borda los tangos. Solo los créditos imponen. En realidad, no es más que otro paso en su propósito de vida, el de la confirmación de su talento.

La Sanz sigue haciendo literatura con sus composiciones. Esa es una seña de identidad que no perderá jamás, digamos que casi se lo impone su formación académica (licenciada en Filología Hispánica y Teoría de la Literatura). Y pese a ser un disco acaso más rockero, más duro quizá, lo que sin duda mejorará su directos con toda la banda, la cantante nos sigue conquistando con sus delicadas y bien construidas baladas. Aunque el disco se ha presentado con “Estoy bien”, probablemente la canción más comercial, estaríamos errando el tiro si nos quedáramos en la puerta y no pasáramos adentro.

Dentro es donde “A manos llenas”, su canción franquicia, nos cautiva sin remisión. En versión con banda o en acústico (es su bonus track), la balada, magistralmente interpretada, tiene un “ángel” especial, con mucha poesía entre compases. Resulta fácil imaginarnos, con los cascos puestos, asomados al malecón, al atardecer, cuando el día se hace noche, divisando en el horizonte la “mitad de mi unidad”. Pero no le van a la zaga “1ª Persona del Condicional” (literal, porque es el tiempo verbal de la canción) o “Me voy”, dos gemas guardadas en la alcoba del álbum. O “Sin salida”, auténtica lírica con ritmo de music-hall.

La dureza, la fuerza de la nueva Gemma, la encontramos en “Adicta”, donde reivindica la no dependencia en las relaciones de pareja, o en “Destino”, que da título al compacto y acaso sea una señal de por donde andará la burgalesa en el futuro, o por momentos en “Para que no sangre la lengua”. Pero para Gemma Sanz –como escuchamos en la mentada “Destino-, “nada es siempre y nunca es fijo” cuando hablamos del destino, así que lo que tenemos realmente claro es que cada vez queda más lejos aquella cándida profesora de Literatura del Instituto San José Artesano de Burgos, porque el dharma de la Sanz, su propósito en esta vida, es cada vez más la música, su música. Donde disfruta, donde se siente como pez en el agua, donde nos regala versos convertidos en canciones y donde nos invita a levantarnos, a dejar de llorar y a salir afuera a comernos el mundo, como en “Todo está ahí fuera” (en la línea de “Celebra la vida”, de Axel), la canción que cierra su regalo en forma de disco.

* Publicado en Copyleft Música el 30 de enero de 2015.

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