domingo, 10 de mayo de 1992

UNA PENA, SAGASETA

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en La Gaceta de Canarias, el 10 de mayo de 1992

No se conocen sobremanera los representantes canarios en las Cortes Generales, o no parece que se prodiguen en demasía. Más aún, diría que pasan absolutamente desapercibidos, y así lo demostraría con total seguridad una encuesta en nuestro archipiélago sobre el grado de conocimiento de nuestros diputados y senadores por los habitantes de nuestras islas. Sin duda razonable, arrojaría un resultado escandaloso. Por ello, y aunque hoy más que nunca las Cortes Generales se hallan en un pozo sin aparente retorno (sucesivas mayorías absolutas y otros vicios democráticos tienen la culpa), siempre es de agradecer la presencia en las mismas de personajes tan singulares como don Fernando Sagaseta, que fue diputado por la extinta Unión del Pueblo Canario durante la primera legislatura constitucional.

Don Fernando Sagaseta, se decía, no era hombre de medias tintas, o bien despertaba rechazos sonoros, o bien tenía seguidores empedernidos, casi una cuestión de vicio. Se decía también que gritaba como un parlamentario venezolano. Y parece que a quienes lo decían no les faltaba razón, sobre todo cuando ponía a caldo a la Trilateral o a la oligarquía apátrida, o gritaba “los días de esta sociedad capitalista están contados”. De esta forma, para bien o para mal, don Fernando Sagaseta, en principio -y como todo diputado canario- ignorado y desconocido representante de la soberanía nacional, rompió la barrera del anonimato y se convirtió en un personaje público de alcance nacional.

Todo ello le costó recibir epítetos de todos los colores: payaso, sainetero, cómico, esperpéntico, absurdo, estúpido, valiente, atrevido, cantamañanas. Aunque no creo que le afectaran mucho, puesto que él tampoco se reprimió a la hora de las descalificaciones, así llego a llamar "malnacido" al secuestrado Rúperez en un debate sobre el Frente Polisario y la R.A.S. Fue, por otra parte, la auténtica bestia negra de don Blas (Piñar, por supuesto), si bien tanto él, porque hablaba mucho de barcos, el propio Piñar y Juan María Bandrés, éstos últimos porque hablaban mucho de catástrofes, y en opinión de un nutrido grupo de diputados, formaban el denominado triángulo de las Bermudas en el Grupo Mixto. De este modo, no fue extraño que durante el tristemente famoso 23-F, las fuerzas del teniente coronel Tejero le buscaran, aunque no dieran con él gracias a que no recordaban su cara y a algún otro engaño de compañeros del hemiciclo.

Se definió siempre como marxista-leninista, prosoviético y estalinista, a la vez que apuntaba (o quizás "gritaba") que la democracia española era una broma, una componenda de los grandes partidos. Era un revolucionario de los de antes, que se creía en posesión de la verdad, puesto que, como todo gramsciano, “la verdad es revolucionaria”. El periodista Márquez Reviriego lo describió como un “optimista histórico”, y así en mayo de 1979 decía: “UCD se romperá a pesar de los pactos (y miraba hacia la derecha) y a pesar de las renuncias (y miraba hacia la izquierda). Este funeral será más temprano que nunca”; y en septiembre del mismo año: “Intentar un neoliberalismo a estas alturas es favorecer la acumulación de capital. Y aunque éste retorne, luego será más fácil llegar al comunismo porque todo estará en pocas manos”. José María Bernáldez lo describía de este modo: “No tiene miedo al ridículo ni a las adversidades. No le arredran los contratiempos. Huye de las anécdotas y va al fondo de los asuntos. Es didáctico y pedagógico. Sabe que la verdad es siempre la verdad, dígala Agamenón o su porquero. La cultura es un arma cargada de futuro. Y sostiene ese fuego sagrado de la libertad de los pueblos, de las fuerzas que les oprimen”.

La verdad es que la ausencia de don Fernando Sagaseta de las Cortes Generales es una pena. El propio Márquez Reviriego lo apuntaba durante la primera legislatura constitucional: “El interés que en la pasada legislatura (1977-79) levantaba Letamendía (nacionalista vasco) está ahora en el canario, que es como Letamendía [pero] con salero”. Hoy, desgraciadamente, en nuestras Cortes Generales ya no hay salero, y mucho menos canario. Lo dicho. Una pena.

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