domingo, 12 de julio de 1992

POR QUÉ ESCRIBIMOS

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en La Gaceta de Canarias, el 12 de julio de 1992

Muchas veces me he preguntado por qué escribo. La verdad es que nunca he sabido responderme de forma satisfactoria. Apuntaba Gala en un artículo publicado hace algunos años que cuando alguien un poco mayor que él entraba en su casa diciendo que quería escribir, le entraban ganas de echarlo, pues nadie puede querer algo así. A algo así, seguía diciendo, uno se resigna, o se acostumbra. Hacer de la necesidad virtud es lo único que cabe.

Y creo que no le faltaba razón. Es cierto que escribo porque la mayoría de las veces tengo esa necesidad, y a ello, con el devenir de los años, me he resignado. En ocasiones, sin embargo, he dicho (o me he dicho a mí mismo) que "quiero escribir", y a decir verdad no es un planteamiento baladí o un deseo superficial, sino efectivamente una imperiosa necesidad que me corroe todo el cuerpo cuando mis obligaciones profesionales ahogan el escaso tiempo libre del que dispongo. Desconozco si muriese (en cierta forma, pero moriría) si escribir no me fuera posible, como asevera el propio Gala, mas sí sé que me faltaría algo muy importante, como si me amputaran una extremidad.

En un poema mío escrito con diecisiete años decía (era a propósito de la poesía, pero es igual) que me sentía poeta, poeta de la tristeza, versador de la esperanza, poeta de las estrellas, de las estaciones, y, como Blas de Otero, de la paz y la palabra. Y, aparte de sentirme víctima del sentimiento, con voz amarga emocionada (comprended mi edad), me sentía un cantautor silencioso. Gala también decía que escribir es un aprendizaje solitario y sin término. En él, cuanto más solo se pueda estar, mejor. Hasta la perfección de la soledad, que consiste en ir hacia ti mismo y no encontrar a nadie. Mi idea era (y es) la misma.

Difiero del famoso escritor andaluz en alguna cosa. "La literatura no es un refugio frente a nada. Ver la vida literariamente no es cegarse a ella, sino verla más clara". Para mí, sí que es refugio. Quizás no en el mismo sentido, puesto que cuando escribo sí veo la vida más clara, llegando a entender incluso lo que me parecía ininteligible. Pero sí, es refugio.

¿Por qué escribimos?. Enrique González daba respuestas variadas en un periódico regional: para dar voz a lo que se pierde, para expresar lo inefable, para expresar el delirio de amor, para narrar el infierno, pero él, concluía, lo hacía porque le divertía. Alberto Omar advertía que, en ocasiones, escribir es experimentar (en las formas), y a veces, forcejeo y lucha, otras un diálogo de amigos, e incluso entregarse a hacer el amor de la manera más apasionada.

Creo sinceramente que ninguna de las respuestas es válida para explicar mi caso particular o, bien, lo son todas a la vez. Acaso la respuesta se encuentre en este otro poema (mejor extracto) "Madre. Llueve. Padre. Recostado en el lecho. Estudio. Pienso. Grabo en la memoria mi camino. Escribo. Madre. Llueve. Padre. Lágrimas de un amor deshecho. Olvido. Río. Esperanza de tortuosa espera. Escribo. Madre. Llueve. Padre. Solo conmigo. Al acecho de unos ojos. Triste e infeliz historia de mis versos. Simplemente... Escribo."

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