domingo, 14 de febrero de 1993

SAN VALENTÍN

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en La Gaceta de Canarias, "Domingo tras Domingo", el 14 de febrero de 1993

Recuerdo que, durante mi primitiva infancia, en mi barrio se levantaba, impertérrito, un árbol, cual anacoreta en un descampado. Era un árbol vetusto, lúgubre, roído por el viento –apenas florido-. Sin embargo, era un árbol, o un tronco sin destino, provisto de un misterioso y atrayente hechizo encantador. Se decía que era el árbol de los enamorados. Y, por tal motivo, lo acechábamos cada catorce de febrero, cada día de San Valentín, con la esperanza común de ser testigos fieles de algún encuentro entre enamorados, de alguna romántica cita que hiciera real el emocionante misterio que tal árbol encerraba. Un árbol, pues, supuestamente plantado por el santo compañero de fatigas de Eros y Cupido.

Si mis arcaicos recuerdos no han sido desvirtuados por el intransigente devenir de la historia, no hubo nunca tan ansiado encuentro, ninguna valentiniana cita, ninguna grata observancia que permitiera satisfacer nuestros voraces deseos de niños, acatadores impasibles de cualquier relato que nos fuera narrado. Es muy probable, empero, si tal misterio se hubiese verificado –y consecuentemente hubiera dejado de ser un misterio-, que nuestras ilusiones hubieran muerto a la par con el fehaciente descubrimiento. Y no era justo.

Por todo ello, soñábamos con sentarnos al pie del árbol, a la sombra de nuestra imaginación –además, aquel árbol, tísico, apenas daba-, con la niña amiga anhelada. Mas no recuerdo si nuestros corazones voluptuosos de aquella época, nuestras pueriles ensoñaciones, eran de amores cual Blancanieves, Cenicienta o la Bella Durmiente, o si, por el contrario, eran tan fogosos y románticos nuestros pensamientos, que llegaran a imaginar relaciones a lo Hartzenbush, Tirso o Zorrilla; lo que sí era indudablemente cierto, era que aquel árbol, o aquel tronco sin destino, era caldo de cultivo para tales elucubraciones sensuales.

Hoy, cuando mi íntima personalidad ha ido abandonando progresivamente el sentimiento, los sueños, la esperanza, el romanticismo, y hasta las letras,... recuerdo con tierna nostalgia y profundo cariño aquellos años de perfecta ingenuidad, de inocencia imperturbable. Aquellos años donde nuestra única preocupación era no enfadar a nuestros padres, o donde ir al kinder era aceptado más como algo divertido que como una obligación coercitiva. Así, dábamos rienda suelta a nuestras mentes subdesarrolladas, pero capaces, al menos, de embellecer un mundo que ya comenzaba a anochecer antes de tiempo.

6 comentarios:

  1. tú no quieres tener hijos..??

    ResponderEliminar
  2. ¡qué pregunta más personal para venir desde anonimato! Pero, en todo caso, no creo que sea un tema que le interese a los lectores de este blog. Un té verde, y lo comentamos. Con cariño,JJ

    ResponderEliminar
  3. perdón por la pregunta de ayer,
    pero es que parece como que te está faltando.. esperanza, quizá..

    ResponderEliminar
  4. Será que le faltaba esperanza e ilusión años atrás. ¡El artículo es del AÑO 93!. Hoy se le ve exultante y feliz

    ResponderEliminar
  5. Excelente y es de 1993, mejor aún..ese árbol está en tu corazón, sigue escribiendo tus pensamientos con esas palabras..

    Johansson

    ResponderEliminar
  6. jajaja, perdón perdón, no pretendía "molestar" a nadie, ni pretendía restar gozo ni vida al escribiente..

    ResponderEliminar