sábado, 28 de marzo de 1998

SOBRE EL COMPROMISO Y LA RESPONSABILIDAD CRISTIANA
J.J. Rodríguez-Lewis
Monición para la Misa de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto, Domingo de Ramos de 1998

Me resulta sorprendente -hasta cierto punto-, escribir sobre este tema. No obstante, estoy entusiasmado, gozoso de que sea así. La razón es bien sencilla (y quiero dejar a un lado mi pertenencia a una Cofradía). Alguien decía que "si -en algún momento- admitieras la tentación de preguntarte, ¿quién me manda a mi meterme en ésto", forzosamente tendrías que contestarte, "te lo manda -te lo pide- el mismo Cristo". La verdad es que no podemos permanecer pasivos, sin dar testimonio de nuestra fe a los demás y a nosotros mismos. Tened claro, como nos relata el evangelista San Mateo, que "la mies es mucha, y los obreros son pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe operarios a sus mies". Incluso, si no sirviera para esto (escribir), tampoco estaría en mi mano no comprometerme y, en consecuencia, limitarme a decir "para esto ya hay otros". En este sentido, todos podrían decir lo mismo. El ruego de Cristo se dirige a todos y a cada uno de los cristianos. Y, claro está, no me refiero únicamente a esta actividad. La Iglesia nos necesita, Cristo nos necesita,... y no nos corresponde a nosotros escondernos.

Sí, efectivamente, reconozco que, sobre todo entre los jóvenes, existe hoy una abierta crisis en la oración; parece, como apunta Segundo Galilea, que "la oración ya no nos aporta el apoyo sensible de antes, más bien se hace fatigosa y seca". También es verdad que existe una crisis en los compromisos apostólicos; éstos se hacen rutinarios y repetitivos. Observamos que nuestro empeño no produce los frutos deseados. Conviene, sobre el particular, recordaros ahora la virtud de la perseverancia. Cristo fue el primer incomprendido. Por último, crisis en el sacrificio y en la caridad y servicio a los demás.

Todo ello nos lleva irremediablemente al conformismo y al desaliento. Intentamos buscar un sitio entre el Evangelio y el "mundo". Acaso seamos capaces ahora de entender lo que Lucas nos cuenta que decía Jesús a los apóstoles: "Esto es imposible para los hombres, pero para Dios todo es posible". Sin embargo, a todo esto no debemos darle la mayor importancia. El proceso de conversión nadie ha dicho, ni el mismo Jesús, que sea fácil, al contrario, los compromisos y las responsabilidades para con Dios son incuestionablemente difíciles. "Dejarnos conducir por el Señor en la fe, en la cruz y en la esperanza" puede -debe- ser la solución.

Debemos acostumbrarnos, al menos en algún momento del día, a ocuparnos de los demás, a cumplir nuestros compromisos como cristianos, a fomentar el sentimiento comunitario, de fraternidad universal. No tenemos fe, si ésta no es responsable, directamente comprometida. Digamos como San Francisco: "Señor, haznos instrumentos de tu paz", pero una paz, ya lo dije una vez, de vanguardia, y no de retaguardia. No podemos ser cristianos de "boquilla". Si en la vida ordinaria somos plenamente responsables, si estamos efectivamente comprometidos ante una empresa, ante un hombre sin posibilidad alguna de parangón con Cristo, cómo no somos capaces de comprometernos con Él. Piensa en cuando tengamos que rendir cuentas, qué habremos perdido. El Padre y escritor José Luis Martín Vigil titulaba uno de sus libros "Destino: Dios". En ese destino nos corresponde estar.

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