viernes, 19 de marzo de 1999

NUESTRO QUEHACER DIARIO COMO APOSTOLADO

Monición para la Misa de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto, Domingo de Ramos de 1999
J.J. Rodríguez-Lewis
“¿Cómo anunciar el Evangelio a un hombre irreligioso?”. Ésta era la pregunta que se planteaba el pastor Dietrich Bonhoeffer en su cárcel de Berlín-Tegel, donde pasó dos años, desde su arresto en abril de 1943, hasta el día de su ejecución por la Gestapo, el 9 de abril de 1945.

Nos dice el filósofo francés Roger Garaudy que “el único camino es el de la teología fundamental, es decir, la teología que extrae sus fundamentos de fe a partir de las experiencias sobre la fe. A las preguntas humanas, incluyendo las preguntas sobre la fe, sólo se puede responder desde experiencias humanas. En cada encuentro con el ateísmo nos vemos obligados a asumir que la fe no es un postulado, sino una experiencia.”

Se trata de la experiencia de una llamada. “Dios” es una llamada a nuestra propia superación. Inspira una práctica concreta de esta superación. No tiene sentido decirle a un encadenado: Dios te liberará, si no hago nada para romper sus cadenas. No tiene sentido alguno decirle: Dios te quiere, si yo no le quiero y no hago nada por cambiar su situación.

En la actualidad, son tres las experiencias de Dios para hablarle a un ateo o a un agnóstico de la fe. La primera es la de la necesidad de una extensión del campo de la razón, una razón sin frontera. La segunda es la de la creación, la de la obra de arte y la historia. La tercera, y la más decisiva, es la del amor, “el ser para los demás”, lo que nos permite el paso del individuo a la persona, del ser a la relación, de la insularidad a la fecundación recíproca.

Hoy invocamos, con fuerza, la experiencia humana como manifestación de nuestra fe en Dios, como apostolado. Nuestra forma de ser, nuestro comportamiento diario, nuestro día a día, como paradigma, como modelo para reconocernos como cristianos y para que nos reconozcan como tales. Y, sobre todo, amor, un mandamiento nuevo, hoy ya dos veces milenario, que nos dio el Señor.

Abogamos, desde la advocación del Divino más humano, del hombre-dolor, al pie de un olivo en Getsemaní, “Padre, que pase de mí este cáliz...”, por el fondo y no por la forma, por el ser y no por el estar, por la catequesis diaria y en el mundo más que por la catequesis únicamente de domingo y con barreras. Como apuntaba Francis Bacon “Dios no ha hecho milagros para confundir al ateísmo, porque basta con su obra diaria”.

Son ya doce años (trece Semanas de la Pasión) compartiendo con Cristo su sufrimiento, sus dudas, su abandono. Esta Semana Santa, cuando se cumplen treinta años de la imagen de Abascal, veamos a Cristo en nuestros hermanos y padres, en nuestros amigos, en el tercer mundo, en Kosovo, también en Serbia. “Si tienes mucho da mucho; si tienes poco da poco: pero da siempre”, nos dice el Libro de Tobías. Ofrezcamos nuestro sacrificio de hoy, nuestra fe compartida con las hermanas de la Cofradía de Nuestra Señora de Los Dolores, por el Dios humano como el del Huerto, por hacer de nuestra ciudad un Getsemaní, por nuestros compañeros o familiares ausentes.

En definitiva, convenzamos con nuestro talante, con nuestro quehacer cotidiano. Y Amor, mucho Amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario