viernes, 11 de abril de 2003

MARTES SANTO: DESDE SAN MIGUEL DE LAS VICTORIAS

J.J. Rodríguez-Lewis
Publicado en el Programa de Semana Santa de Santa Cruz de La Palma 2003

Los cultos del Martes Santo en Santa Cruz de La Palma vienen presididos por la procesión del Señor de la Columna y de la Virgen de la Esperanza. La procesión, aunque es relativamente reciente, gozó desde un principio de la devoción de la feligresía de nuestra capital. Pese a ser una iconografía relativamente habitual en Canarias, las imágenes no tienen precedentes en esta ciudad (al contrario de muchas otras representaciones de la Pasión de nuestra Semana Santa)[1] y procesionan por primera vez el 27 de marzo de 1956. Desde siempre la procesión parte desde la iglesia de Santo Domingo, antiguo convento dominico de San Miguel de las Victorias, que fuera fundado en 1530 por fray Domingo de Mendoza sobre una ermita erigida por Alonso Fernández de Lugo al Santo Patrón de la Isla. Este cenobio fue durante siglos uno de los principales conventos de Canarias.

La entonces nueva procesión desplazó en 1957 a la del Señor del Perdón y San Pedro Llorando al Lunes Santo, por lo que se conseguía que todos los días de la Semana Mayor tuvieran su representación en las calles de nuestra pequeña y coqueta urbe. Conviene destacar que, por lo general, las procesiones en Lunes Santo no eran frecuentes hasta el siglo XX. Salvo en el año de su estreno (que el Señor de la Columna desfiló en hora nocturna), los desfiles procesionales del Lunes y Martes Santo partían de sus templos en hora temprana, a las seis y media de la tarde (en ocasiones, a las siete), y así lo hicieron hasta 1968, siendo habitual la presencia multitudinaria de la población infantil. Los aires renovadores del 68 parece que permitieron su traslado a plena noche (las diez de la noche ha sido su horario acostumbrado), lo que para Ortega Abraham (1968) si bien privaba a los chiquillos de una de sus tantas distracciones, redundaba “en beneficio de las dos razones que las hacen durar: devociones añejas y manifestaciones espectaculares.” Durante algún tiempo los cultos incluían misa en el ex convento dominico, que se celebraba a las nueve de la mañana del mismo Martes.

Ambas imágenes, que procesionan en pasos separados, salieron de los talleres madrileños de Manuel Caderot (1956), probablemente uno de los talleres de imaginería religiosa más reconocidos del país a mediados del siglo XX. De estos mismos talleres salió, por ejemplo, una devota imagen también de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza (1948), que procesiona con el Santo Cristo Coronado de Espinas de Pedro Moreira en la Semana Santa de Málaga. Tanto el logrado Señor de la Columna como Nuestra Señora de la Esperanza se deben a la gubia del escultor Andrés Falcón San José y fueron decoradas por Manuel Arriaga Beroa.

La talla en madera policromada del Señor de la Columna representa la imagen del Divino Cautivo en escorzo, ligeramente forzada sobre la columna. Sobresale el buen acabado de pies y manos, y costó 9.850 pesetas de entonces, que se sufragaron mediante recaudación pública. La Virgen de la Esperanza, imagen de candelero y de estilo sevillano, luce traje de raso blanco bordado en oro y un espectacular manto de terciopelo de seda verde. Ambas imágenes llegaron a La Palma por iniciativa de Dionisio Duque Fernández (precisamente la casa Duque Martínez costeó la imagen de la Virgen, que ascendió a 2.125 pesetas) y, casi desde un principio (1958), han estado ligadas a la generosa aportación de su hijo, el recordado médico y alcalde Gabriel Duque Acosta (1930-1987) (Fernández García, 1963). La propia imagen de la Virgen estuvo algunos años en el domicilio familiar de su benefactor.


Las efigies habían sido puestas al culto el Domingo de Ramos anterior a su estreno en bendición llevada a efecto en la propia iglesia de Santo Domingo por el cura-párroco de El Salvador Félix Hernández Rodríguez, ubicándose el Señor de la Columna en la capilla fundada por Vicente de Cervellón (Fernández García, 1963). Hoy ocupan la capilla de Santo Tomás, la colateral de la Epístola. La talla del Cristo atado a la columna, en opinión de Acosta Felipe (1999), en especial su suave giro y su mirada semiperdida, como ensimismada, “nos traslada una entrega incondicional, la superación de aquella lucha interior que lo angustiaba en Getsemaní”. La columna, hexagonal, es de mármol negro jaspeado. La Virgen, en la postura de sus manos y en su rostro, “nos evoca su ansiedad y su incipiente dolor”; su mirada parece escrutar el cielo en busca de respuestas.

Los pasos procesionales (al trono del Cristo en los últimos años y, con acierto, se le han incorporado fanales) son transportados por los hermanos portapasos o costaleros de la Cofradía del Santísimo Cristo Preso y Las Lágrimas de San Pedro desde 1993, aunque la hermandad se había fundado en noviembre del año anterior, a imagen y semejanza de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto de la Parroquia de San Francisco de Asís (creada en 1987). Esta cofradía se cubre con hábito rojo granate y caperuz, sin cartón, de color beige, con cíngulo de soga de esparto (entre otras muchas coincidencias, ambas cofradías de braceros comparten tipo de caperuz, más cómodo para la carga, y cíngulo, muestra de la austeridad que preconizan).

Los costaleros o portapasos tienen su origen en el siglo XVII y no eran, como ocurría hasta hace apenas veinte años en Santa Cruz de La Palma, hermanos cofrades; todo lo contrario, recibían remuneración por su trabajo y generalmente eran desdeñados, considerados como mera fuerza bruta necesaria para soportar los tronos. Su importancia, empero, se revalorizó a principios del siglo XX y hoy, especialmente a partir de 1972 en Sevilla, se constituyen en auténticas cofradías de carácter penitencial. No obstante, aún en estos días en nuestra ciudad, bien por promesa o bien por mera devoción, algunos pasos son cargados por feligreses no cofrades a los que las propias hermandades permiten conservar su compromiso y su tradición, como ocurre con los pasos del Cristo del Clavo, en el Santo Entierro, el de La Dolorosa de Domingo Carmona, en la procesión de El Calvario o el paso de La Piedad, imagen flamenca que la portea el propio personal del Hospital de Dolores, establecimiento sociosanitario de honda raigambre en la isla y que depende del Cabildo Insular de La Palma. En 1990, de forma puntual, los pasos de la parroquia de El Salvador fueron transportados sobre ruedas, sin mucho éxito, por cierto, lo que, de alguna manera, aceleró el proceso de constitución de la cofradía de cargadores del templo Matriz.

Acompaña también a las imágenes la Cofradía titular del paso de Nuestra Señora de la Esperanza, una hermandad penitencial femenina exclusivamente de luz y de vocación impúber, fundada el 14 de abril de 1992. Las cofradías de luz, que portan faroles, se distinguen de las tradicionales de sangre, donde los disciplinantes cargan pesadas cruces o arrastran gruesas cadenas (la realidad es que en Santa Cruz de La Palma, por lo general, tienen carácter mixto), puesto que auténticas cofradías de disciplinantes sólo encontramos manifestaciones en “los empalados” de Valverde de la Vera y Jerez de los Caballeros (Badajoz) y en “los picaos” de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja). En fin, la juvenil hermandad santacrucera viste para la ocasión los hábitos apropiados de color verde esperanza y cíngulo blanco, rematados con una toca también blanca hasta 2003, en que esta vestidura es sustituida por el típico capirote cónico de la mayoría de las cofradías penitenciales del mismo color. En sus comienzos (que coincidió con un autentico auge del sentimiento cofrade, dado que entre 1956 y 1957 se crearon gran parte de las cofradías que hoy subsisten), acompañaba la procesión la Real y Venerable Hermandad del Santísimo Rosario, pese a no ser una Cofradía estrictamente relacionada con la Semana Santa (aunque en Canarias esta circunstancia era absolutamente habitual).

El desfile procesional, probablemente ante una noche desapacible, recorre parte del popular barrio de San Telmo, al sur de la ciudad, adentrándose en la calle que da nombre al barrio desde la plaza de Santo Domingo, y busca el centro de la capital, surcando Sol o Pintado en torno a la ermita de La Luz (y en ocasiones hasta la cárcel de la ciudad, a los pies del cementerio), Virgen de la Luz y Blas Simón (la vulgarmente conocida Cuesta Matías, que perpetúa el nombre del ilustrado Blas Simón de Silva, abogado de la Audiencia de Canarias, consultor del Santo Oficio, regidor y teniente gobernador de esta isla en diferentes momentos, y que habitó en una de las casas de la cuesta), tomando la calle Real (O´Daly) en dirección a la parroquia Matriz. Luego, Anselmo Pérez de Brito, Garachico, Cristóbal Pérez Volcán, Vandewalle y San Sebastián (a la altura de la antigua alhóndiga, hoy sociedad La Cosmológica) y nuevamente Virgen de la Luz, pasando frente al Teatro Circo de Marte (donde en otra época se ubicara el convento de Santa Catalina), imponen el camino de regreso al antiguo templo dominico.

La iconografía del Señor de la Columna se corresponde con el segundo misterio doloroso del Santo Rosario: “La Flagelación”. El paso rememora cuando, (Pilatos) les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado. Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte; le desnudaron, le pusieron una túnica roja; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, y en la mano derecha una caña; se arrodillaban ante él y se burlaban diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos!. Le escupían, le quitaron la caña y le golpeaban en la cabeza (Mt, 27, 26-31).

“Los azotes desgarran su figura/
con la mano brutal de la injusticia/
del desprecio, del odio y la malicia/
de un mundo anonadado en su hermosura///
Atado a la columna del dolor, el cuerpo malherido,
lacerado, es oblación de excepcional amigo.///
Le fustigan con fuertes latigazos, le flagelan con pesos en la cuerda/
Cesan de cuando en cuando, que no pierda/
la vida por continuos cimbronazos///
(E.M.R.A.Valdés de “Antes que la luz de la alborada, tú, María”).

Pese a ser procesión relativamente reciente y coincidir con los años en que comenzó a languidecer la tradición, Leopoldt Prats (1998) señala que el maestro Felipe López Rodríguez le compuso el correspondiente motete (que casi acaparaba el padre Díaz), aunque este no aparece reflejado en el recopilatorio que de los motetes de Semana Santa de nuestra ciudad editara la Escuela Insular de Música en 2001, por lo que sería entrañable que, de existir, se rescatara. No obstante, la Banda Municipal de Música San Miguel (desde 1975) acompaña los pasos procesionales, generalmente tras la Virgen, interpretando las marchas que se han convertido en tradicionales del Lunes y Martes Santo: Santos Lugares y Mater Mea de Ricardo Dorado (que fuera maestro del canario Juan José Falcón Sanabria), Tan Linda y Sanguis de José Pérez Ballester, Sueño Eterno de J. Teixidor o A la memoria de Raimundo Rodríguez del maestro Martín Alonso y, en especial, Inquietud del ya citado intérprete y compositor palmero Felipe López Rodríguez (1909-1972), destacado músico que sembró escuela en Santa Cruz de La Palma, donde dirigió a las Bandas de Música del Frente de Juventudes y de Santa Cecilia, y que también compuso loas, himnos y la parte musical de uno de los carros alegóricos para la Bajada de la Virgen más reputados: “Los cuatro elementos”. Con el Cristo, como siempre, la Banda de Cornetas y Tambores “Gayfa”, una agrupación eminentemente juvenil que acaso ya se merece un reconocimiento oficial de nuestro Ayuntamiento.

[1] Lorenzo Rodríguez (1987) refiere una imagen del Señor de la Columna donada por el padre Díaz, pero ha de ser la del Señor Preso o del Perdón de Estévez. Es más, antes de la adquisición de la nueva imagen, la procesión con el Cristo de Estévez se conocía como la del Cristo de la Columna (vid. v.gr. el periódico La Palma, de 24 de marzo de 1875 o de 8 de abril de 1876.

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