martes, 28 de octubre de 2008

EL CAMINO DEL CORAZÓN

En torno a El Alquimista de Paulo Coelho

En la obra quizás más reputada del escritor brasileño Pablo Coelho, El Alquimista (1988), nos encontramos de manera reiterada con una proposición que constituye su idea nuclear: “Cuando quieras una cosa, todo el Universo conspirará para que la consigas”. Esta “conspiración universal” a nuestro favor se produce siempre que quieras de verdad algo, que lo persigas, que encuentres y te sumerjas sin ambages en “tu leyenda personal”.

Este relato simbólico de Coelho es una apuesta decidida por escuchar los dictados del corazón frente a la posición acaso más estoica o resignada de oír a nuestra razón, de racionalizar nuestro decurso vital. Los expertos nos recuerdan las reminiscencias que encontramos en esta novela del sermonario del Infante don Juan Manuel, El Conde Lucanor, de El Principito de Saint-Exupéry o de Siddartha de Hermann Hesse. No obstante, su lectura también nos evoca otras obras coetáneas de El Alquimista y con títulos más explicativos o informativos de su argumento que tomamos para el presente ensayo: Dónde el corazón te lleve, de la italiana Susanna Tamaro (1994) o El camino del corazón (1990), finalista del premio Planeta, del español Fernando Sánchez-Dragó.

En la novela de Tamaro, Olga decide escribir a su nieta una larga carta para dejar constancia de lo que ninguna de las dos ha sabido ni decir ni escuchar, y le explica la manera de conseguir que cada camino que tomemos en la vida esté guiado por nuestro corazón. Por la carta, se sabrá cuál fue la historia de la familia, los conflictos con la hija muerta, los desencuentros y las heridas no cicatrizadas. La novela del inefable Sánchez-Dragó nos extrapola aún más al Santiago de El Alquimista que viaja cruzando el desierto del Sáhara desde Tánger con el propósito de realizar su leyenda personal, es decir, de materializar sus sueños en las Pirámides de Egipto. El camino del corazón es también un viaje iniciático que emprende un joven, llamado Dionisio, a través de la sabiduría y el misticismo orientales. Novela circular, además, como la de Coelho.

La escritora costarricense Carla Fonseca, autora de un excelente Donde se guardan los sueños, manifestaba en una entrevista su preferencia por las novelas “entretenidas y con mensaje”, y citaba, entre sus favoritas: El Alquimista, Dónde el corazón te lleve y Siddartha. Mensaje, cierto simbolismo, búsqueda de la dirección correcta: el camino del corazón, dónde el corazón te lleve, “la vocación” en Siddartha (“hay un camino en ti, y es tu vocación”). “Escucha tu corazón”, “porque donde él esté es donde estará tu tesoro”, leemos en El Alquimista.

Pese a todo, Coelho advierte de que “pocos siguen el camino que les ha sido trazado, y que es el camino de la Leyenda Personal y de la felicidad”. Leyenda personal es una expresión que nos acompañará toda la novela. La leyenda personal “es aquello que siempre deseaste hacer”, nos dice el escritos brasileño; sospechamos que no sólo profesionalmente, la leyenda personal parece mirar más hacia el interior que hacia fuera, resume la aspiración de ser aquel tipo de persona que siempre quisimos ser. Todos tenemos nuestra leyenda personal, aquello que posibilitará nuestra auténtica realización personal. Se trata, en fin, de nuestro camino hacia el “ethos”, hacia el amor como autorrealización. Y para ello -sostiene Coelho- no hay “varitas mágicas”. La única alquimia posible es la alquimia de la voluntad, de la perseverancia en nuestro camino.

Todas las personas, desde la adolescencia, conocen cuál es su leyenda personal. En ese instante de la vida, nos apunta el autor, todo se ve más claro, y no hay miedo a soñar y a desear aquello que no gustaría hacer en el futuro. A medida que transcurre el tiempo, parece que una fuerza anónima trata de convencernos de que es imposible realizar nuestra leyenda personal; a esto le llamamos cobardía, conformismo, cierta mentalidad estoica o, acaso, simple apatía.

La novela de Coelho, como la de Tamaro o Sánchez-Dragó, puede gustarnos más o menos, pero, lo que es seguro, es que no nos deja indiferente. El relato avanza en una constante provocación hacia la reflexión (que raya el desasosiego) sobre la vida que ¿hemos elegido? Se trata de una persistente interrogante sobre el sentido de nuestras vidas, sobre la dirección correcta de nuestro devenir. Las páginas de El Alquimista no reparan en enseñanzas, en señales, en busca de nuestra autorrealización, en donde ocupan un papel relevante las virtudes de la perseverancia, la honradez o el amor. Es más –lo que constituye su idea sinérgica nuclear-, cuando un noble impulso alienta el corazón de un hombre, la naturaleza entera aúna esfuerzos para que pueda hacerse realidad.

En nuestro ciclo vital, corazón y razón forman un binomio en permanente tensión. Cuando el corazón quiere hacerse notar, cuando reclama con insistencia su atención, no es otra que la razón la que frena sus impulsos. Porque es el corazón quién barrunta los pensamientos que configuran nuestra leyenda personal, como es también quién solloza o se desazona cuando nos apartamos de nuestro camino. El secreto es simple, como nos anticipa Saint-Exupéry en El Principito: “no se ve bien sino con el corazón”, “pero los ojos están ciegos, es necesario buscar con el corazón.” En el mismo sentido, el filósofo español Jaime Balmes (1810-1848) escribió: “El hombre prefiere la vista de un objeto cualquiera a la de su propio corazón, allí descubrimos cosas que no queremos conocer, oímos palabras que no deseamos escuchar...”. Es más, El Alquimista parece apuntarnos que nuestro corazón no anda sólo, sino que el Universo lo cuida como si de una persona, aún imberbe, se tratara. No es otra que la razón la que nos siembra las dudas sobre el camino a escoger.

Sabemos que el camino de la felicidad está lleno de obstáculos (como tantos que encuentra Santiago, nuestro protagonista, en su viaje iniciático por el desierto sahariano), somos conscientes de que en este devenir es probable que se produzcan heridas que acaso no cicatricen (“es bueno que aprendas que todo en la vida tiene un precio”, le dice el rey Melquisedec al joven pastor; “las personas tienen que sufrir mucho, equivocarse multitud de veces, pecar una y otra vez”, leemos en Siddartha). Pero cuando llega el momento de elegir un camino, una dirección, hemos de elegir el camino del corazón. Como nos apunta Tamaro: “desconfíe de todo, salvo de lo que le dice su corazón”. De esta forma, no te equivocarás, o, al menos, tendrás aún la posibilidad de ser feliz. Por ello, le dice el alquimista a Santiago: “Morirás mientras estabas viviendo tu leyenda personal. Pero eso ya es mucho mejor que morir como millones de personas que jamás supieron que la Leyenda Personal existía.”

Santiago, como Dionisio durante su viaje iniciático, libra en su interior una batalla mucho más grande, mucho más decisiva. Como Tamaro nos asegura: “sin la mejor duda, entre la voz de la apariencia y la voz del corazón, sin la más mínima vacilación, elegiste la del corazón.”

Los obstáculos que encontramos en el camino. La Leyenda Personal es, pues, el camino que Dios escogió para ti aquí en la Tierra. Siempre que un hombre hace aquello que le entusiasma, es que está siguiendo su Leyenda. Sucede que no todos tienen el valor de enfrentarse con sus propios sueños. El propio Coelho señala, en una entrevista, cuatro obstáculos. El primero: él que escucha desde niño que todo lo que deseó vivir es imposible. Crece con esta idea, y a medida que acumula años, acumula también capas de prejuicios, miedos, culpas. Llega un momento en el que su Leyenda Personal está tan enterrada en su alma que ya no consigue verla. Pero ella permanece allí.

Si él tiene el valor de desenterrar sus sueños, entonces enfrenta el segundo obstáculo: el amor. Ya sabe lo que desea hacer, pero piensa que puede herir a los que le rodean, si deja todo para seguir sus sueños. No entiende que el amor es un impulso extra, y no algo que le impide seguir adelante. No comprende que aquellos que realmente le quieren bien, están deseando que él sea feliz, y listos para acompañarlo en esta aventura. Después de aceptar que el amor es un estímulo, el hombre se encuentra ante un tercer obstáculo: el miedo a las derrotas que encontrará en su camino. Un hombre que lucha por sus sueños sufre mucho más cuando algo fracasa, porque no tiene la famosa disculpa: “ah, es que en realidad yo no quería exactamente esto...”. Él quiere, sabe que allí está apostando todo y sabe también que el camino de la Leyenda Personal es tan difícil como cualquier otro camino – con la diferencia de que en éste está su corazón-. Entonces, un guerrero de la luz tiene que estar preparado para tener paciencia en los momentos difíciles, y saber que el Universo está conspirando a su favor, aunque él no lo entienda. Las derrotas, necesarias o no, se suceden. Cuando empieza a luchar por sus sueños el hombre no tiene experiencia y comete muchos errores. Pero el secreto de la vida es caer siete veces y levantarse ocho veces.
Mas vivir la Leyenda Personal merece la pena porque, después de superadas las derrotas – y siempre las superamos – nos sentimos con mucha más euforia y confianza. En el silencio del corazón, sabemos que estamos siendo dignos del milagro de la vida. Pasamos a vivir con entusiasmo y placer. El sufrimiento muy intenso e inesperado termina pasando más rápido que el sufrimiento aparentemente tolerable: este se arrastra durante años, y va corroyendo nuestra alma sin que nos demos cuenta de lo que está sucediendo.... hasta que un día ya no podemos librarnos de la amargura, y ella nos acompaña durante el resto de nuestras vidas.

Después de desenterrar su sueño, usar la fuerza del amor para apoyarlo, pasar muchos años conviviendo con las cicatrices, el hombre nota, de repente, que lo que siempre deseó está allí, esperándolo, tal vez al día siguiente. Entonces aparece el cuarto obstáculo: el miedo a realizar el sueño por el cual luchó toda su vida. Oscar Wilde siempre decía: “La gente siempre destruye aquello que más ama”. Y es verdad. La simple posibilidad de conseguir lo que se desea hace que el alma del hombre común se llene de culpa. Él mira a su alrededor, ve que muchos no lo consiguieron y entonces piensa que no lo merece. Olvida todo lo que superó, todo lo que sufrió, todo a lo que tuvo que renunciar para llegar hasta donde ha llegado. “Conozco a mucha gente” –sentencia Coelho-, “que, al tener la Leyenda Personal al alcance de la mano, hizo una serie de tonterías y terminó sin llegar hasta su objetivo, cuando le faltaba apenas un paso.”

La novela. El Alquimista es, pues, un relato simbólico que nos explica la transformación interior del joven pastor de ovejas en su proceso espiritual hacia un nuevo modelo de vida en armonía con el mundo. Una novela repleta de referencias filosóficas, religiosas, literarias y morales, y con constantes alusiones a Wilde, a Las Mil y Una Noches o a la literatura sufi (una corriente perseguida del Islam más mística) o al Evangelio, que hacen de ella una especie de viaje literario por los libros, elemento permanente, por otro lado, en el equipaje de su protagonista.

El Alquimista es un relato itinerante de estructura cerrada, compuesto de dos partes y un sucinto, brusco e inesperado epílogo. Se trata de un relato fantástico, por mucho que se citen lugares concretos, como Tarifa, Tánger, Ceuta o Egipto. Su estilo, en fin, se caracteriza por un lenguaje sentencial, que convierte muchos diálogos en auténticos aforismos o axiomas, lo que encontramos tanto en la voz del narrador como en la de su protagonista y en las de sus sabios consejeros.

En la novela de Coelho se insertan breves cuentos, como el referido a la visita de la Virgen y el Niño a un monasterio o el del mito de Narciso, y sus líneas están llenas de un sentido alegórico y metafórico, propio de la literatura mística, y especialmente moralizante, para lo que aprovecha los constantes encuentros del joven pastor con el rey de Salem, con el Inglés o con el propio Alquimista. Abundan las citas entrecomilladas en las que se recogen ideas o pensamientos ya expresados, que dan a los diálogos un ritmo pausado, y no faltan momentos de lirismo con su amada Fátima, como tampoco la profusión de reflexiones y monólogos.

Personajes. Entre sus personajes destaca el joven pastor Santiago, que nos recuerda al apóstol, cargado de connotaciones evangélicas y, probablemente, asociado a la imagen que el autor tiene de España, país que había conocido poco antes de su peregrinación a Compostela (de ahí nace su primera novela El Peregrino de Compostela (Diario de un mago) (1987). El simbolismo del mundo pastoril está muy presente en la Biblia, y sobre todo en los Salmos, antes de arraigar en la figura del Mesías como buen pastor.

El viejo Melquisedec, Rey de Salem, es el mismo sacerdote y rey bíblico del mismo nombre al que Abraham entrega un diezmo de sus bienes. Por su parte, el Mercader de Cristales aparece más enraizado con las enseñanzas coránicas, actuando de contrapunto unas veces y de paternal preceptor otras, de las ideas del protagonista. Su ortodoxia y protagonismo quedan resumidas en la expresión maktub (“está escrito”, que asimismo da título a una obra posterior de Coelho), pese a que no termina por realizar su leyenda personal (peregrinar a La Meca). El Inglés es una metáfora que ya el autor nos ha anticipado en el prefacio al aludir a los tres tipos de alquimistas (“los que no saben de lo que están hablando”). La búsqueda desesperada de la Piedra Filosofal en los libros y en los razonamientos lógicos le impide alcanzar sus sueños.

El Alquimista es, sin duda, el Maestro por excelencia. Sus sentencias y consejos lo presentan ante el joven como modelo de imitación y paradigma de sabiduría. Pertenece al segundo tipo de alquimistas señalados en el prefacio (“los que saben de lo que están hablando”, pero que también saben que el lenguaje de la Alquimia es un lenguaje dirigido al corazón y no a la razón).

Lógicamente es en la tercera modalidad de alquimistas a la que alude Coelho en ese prefacio donde se ha de situar al joven protagonista: “Aquellos que jamás oyeron hablar de Alquimia pero que consiguieron, a través de sus vidas, descubrir la Piedra Filosofal”.

En fin, como en El Alquimista, Susanna Tamaro en su Donde el corazón te lleve nos dice que: “... cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.” La tesis, por supuesto, no es nueva, ya la encontramos en el Libro del Común o Libro del Consejo de los indios mayas guatemaltecos, el Popol-Vuh, escrito probablemente poco después de la Conquista: "Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca".

10 comentarios:

  1. Genial.
    Me encanta tu visión particular de la humanidad. Ojalá seas así de verdad. Me gusta el centrar la vida en lo que dictamina el corazón. Para mí, es el músculo más importante del cuerpo y debería mandar sobre el cerebro. ¿Cómo hacen algunos para que el cerebro imponga sus deseos? ¿Cómo hacer para que los sentimientos dejen paso al raciocinio? Imposible para mi. Yo voy donde el corazón me lleve.

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  2. Con mucho uno de tus mejores-si no el mejor- de tus artículos- sin perjuicio del resto.- Sabio, personal... y humano. Dificil ponerlo en práctica, pero refleja el camino hacia dentro que debemos recorrer, y el que en muchas ocasiones, no tenemos tiempo de explorar- o suficiente valentía para recorrer-.

    Sigue escribiendo desde el corazón, y haciéndonos disfrutar con tu versatilidad.
    Abrazos

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  3. Me encanta este libro, de hecho me lo lei varias veces y los tengo casi todos de él... Recomiendo de este mismo autor A ORILLAS DEL RIO PIEDRA ME SENTE A LLORAR

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  4. ‎"Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca"...

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  5. MJO (desde facebook)14 de mayo de 2011, 16:12

    Me encanta este libro de hecho me lo lei varias veces y los tengo casi todos de el...recomiendo de este mismo autor A ORILLAS DEL RIO PIEDRA ME SENTE A LLORAR

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  6. GCC (desde facebbok)14 de mayo de 2011, 16:13

    ‎"Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca"...

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  7. ARP (desde facebook)14 de mayo de 2011, 16:13

    Me lo diste fotocopiado algún día en el Icap, fue un comienzo... me trae muchos recuerdos de esa época...

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  8. CSC (desde facebook)14 de mayo de 2011, 16:14

    Buen libro Juanjo, lo leí cuando era una niña, lo releí un poco más tarde, y otra vez...de vez en cuando hay que pararse y recordar lo que nos cuenta...

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  9. Uno de mis favoritos

    Mi petición es firme, con el corazón y la mente~~~el universo se encarga ya de realizar el resto~~~~~me siento~~~~aguardo~~~~respiro~~~~soló deseo pasar esta noche estando en paz y serena~~~~con todo el amor del que soy capaz~~~~~y si mañana no despertase, mi vida habría valido la pena.

    Que tengas únicos momentos felices

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