domingo, 16 de marzo de 2008

EN TORNO AL SACRIFICIO Y LA FUERZA DE VOLUNTAD EN LOS JÓVENES
J.J. Rodríguez-Lewis

Monición de entrada para la Misa anual de la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto, Domingo de Ramos, 16 de marzo de 2008

Solemos rememorar la estación de Cristo en Getsemaní, en el momento de su oración mas estremecedora y de su instante más humano, con la plegaria “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como quieras Tú”, que relatan de forma similar los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas.

Acaso olvidamos que Jesús invoca una segunda oración, entre sus idas y venidas para advertir a los apóstoles que le acompañaban: “Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”, que únicamente nos traslada San Mateo.

Ahora el Hijo de Dios hecho hombre no suplica “que pase de mí este cáliz”, sino que acepta con entereza, con resignación, la inmolación, el mortal sacrificio, no sólo porque es la voluntad del Padre, sino porque es el único camino para la Redención de todos los hombres. Porque así se define el sacrificio, el esfuerzo quizás extraordinario para conseguir un logro mayor, superando nuestros intereses más superficiales, la inquietante pereza, el egoísmo del hoy, tan inmediato, tan efímero. La Pasión de nuestro Señor no es si no el ejemplo paradigmático del sacrificio, por extensión, el mayor de todos.

Pero diariamente comprobamos como nos sacrificamos cada vez menos. Por los demás y por nosotros mismos. Vemos como a las nuevas generaciones les cuesta mucho más estudiar, un exiguo sacrificio que tiene como fin su mejor preparación intelectual, su enriquecimiento personal o, en definitiva, mayores posibilidades en un cada vez más competitivo mercado de trabajo.

Les vence la pereza, el placer inmediato, la comodidad de una vida que pueden disfrutar precisamente por el sacrificio de sus padres. Digamos como Cristo: Padres, hágase tu voluntad, y pongamos algo de abnegación en nuestras vidas, aunque no nos guste, aunque no tengamos ganas, porque de no ser así, no sería sacrificio.

El sacrificio está íntimamente ligado a otro valor, muy importante también para la Iglesia, la fuerza de voluntad. La capacidad para realizar determinadas tareas, sobrellevando las dificultades y los estados de ánimo más pesarosos. El ocio con los amigos está bien, la práctica de un deporte está bien, el amor juvenil está bien, pero no todo a costa de los estudios, de ayudar en casa, de ayudar a los que nos necesitan. Además, porque todo es absolutamente compatible.

La vida no es fácil y en estas edades es cuando, parafraseando a la profesora de baile de una popular escuela americana, vamos a empezar a pagar. De lo contrario, no sólo no conseguiremos nuestras metas, sino que podrá implantarse en nosotros esta mentalidad cómoda y renuente que nos lastrará de por vida.

Que nos sirva nuestra propia oblación y nuestra voluntad, al “cargar” a Cristo en su Semana de Pasión, a su propio sacrificio de muerte desde hace veintiún años, y el de nuestras hermanas “dolorosas”, para pedir por la recuperación de estos dos valores cristianos, especialmente en nuestros jóvenes: el del sacrificio y el de la fuerza de voluntad.

Esta será nuestra oración este año en el Huerto de Getsemaní, en nuestra Jerusalén particular. Que no nos venza la tentación de la comodidad. Amén.

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