Amiga. Varios caminos, y te empeñas en seguir sólo uno, casi sin aliento, con una ilusión lastrada por la vileza y el desamor. Mas no te fustigues. En realidad, fue el camino que elegiste en un instante de aparente lucidez, aunque ahora perseveras en él sin razón suficiente. ¿Por qué? No tiene sentido. Sobre todo, cuando, al otro lado del espejo, se te abren varias sendas que nunca pueden ser peores que la que transitas, múltiples rutas más sugerentes que únicamente esperan que, sin miedo, las descubras.
Amiga. Sé que la playa ya no es tu playa morena. A decir verdad, ni tan siquiera es una playa, sino apenas un ridículo embarcadero donde echaste el amarre sin conocer el enclave, sin conocer la costa. Tampoco es el lugar de tus sueños, en eso hasta tú misma estás de acuerdo. Porque no puede serlo un lugar de corazones rotos, esperanzas dormidas, golpes sin sentido, y de un baúl de recuerdos que únicamente guarda las cicatrices de tu calvario.
Amiga. Los años pasan. Solo es tiempo, solo es vida. Y la tristeza no te abandona. Tampoco las palabras fluyen como al principio. Gana la fuerza, la fuerza bruta. Pero aun así, continúas anhelando ese amor auténtico que te devuelva la ilusión y la dignidad, ese calor familiar que te permita gozar de una plenitud casi olvidada. Y suspiras por una paz que no tienes, desde hace tanto, quizás desde nunca.
Amiga. Siempre estás alerta. No sabes cuándo será el siguiente ultraje, la humillación que toca. Pero también para escapar. Un mensaje inesperado, una llamada sorpresa, acaso una brisa tenue de un ocaso en primavera que te despierte a la vida. Y vives añorando. Un paseo al alba por un parque de fresnos y palmeras jóvenes, sin que se oiga una voz por encima de la otra, o simplemente, poder sentarte en una playa próxima al atardecer, con el agua rozando tus pies, sin que tu intención no sea la de esconder el llanto y disimular tu pena.
Amiga. Nuevos caminos. Y no sigues ninguno. No hay cruce que te desvíe, no hay una señal obligatoria en otra dirección. Por eso sigues de frente. Pero ¿por qué no a la derecha? o ¿por qué no a la izquierda? O mejor, ¿por qué no te detienes, rompes el espejo y te adentras en el bosque? Y es que, aunque tardes un poco más, seguro que encontrarás la salida. Tu salida.







