El periódico Heraldo de La Palma (1900-1902) recoge
una denominada cuestión personal o de honor, que
casi acaba en lance de duelo. En ella se ve involucrado su
director-propietario, Wenceslao Abreu Francisco (1859-1918), que pasa por un singular
tribunal de honor, aunque al final sin consecuencias. En el diecinueve todavía
cualquier motivo, por insignificante que fuera, podía terminar en lance de
honor, a primera sangre. Pero a principios del veinte, había arraigado un
sentimiento antiduelista, hasta entonces latente, que promovía la creación de
Ligas contra el duelo en la mayor parte de Europa. Cuando los contendientes
eran periodistas, se planteaba como solución la creación de tribunales de honor
corporativos, pues el endurecimiento de la legislación siempre se había
revelado ineficaz. No obstante, a nivel nacional, el tribunal de honor no se
constituye hasta 1917 y los duelos no dejan de efectuarse
en realidad hasta 1915.
La cuestión que nos interesa se origina
a raíz de un editorial que, bajo el título de «Una denuncia», critica la
actuación del arcipreste de la isla, Benigno Mascareño Pérez (†1921),
con ocasión de una denuncia presentada por este en el Juzgado de Instrucción
contra un ciudadano por proferir supuestas injurias en la vía pública
hallándose aquel en funciones de su ministerio, lo que el periodista disculpa
por insultos previos del sacerdote, al que tacha de «genuino representante de
la intransigencia católica» e «insultador de los que no comulgan en su
iglesia». Con este motivo, el Sr. Abreu es
convocado al Ayuntamiento por el alcalde Tomás Lorenzo Calero, que
había constituido en el consistorio un tribunal de honor junto
con los directores de Diario de avisos, El fiscal y La
defensa y dos maestros de escuela para juzgar el artículo de marras.
No obstante, el Heraldo se abstiene de tomar parte en aquel
acto y efectúa la oportuna protesta. Este periódico en un artículo que titula
«Tribunal de honor» asegura que «despachado andaría el Heraldo si
no pudiera juzgar en su columnas actos que son de dominio público y si sus
escritos pudieran ser juzgados por maestros de escuela a quien[es] hace tiempo
viene combatiendo por estimar que no cumplen con los deberes que para con
nuestro pobre pueblo se han impuesto», pues en lugar de llamárseles a
constituir tribunal de honor, «debía de estárseles instruyendo expediente por
faltas en el ejercicio de sus cargos».
Esta opinión sobre los maestros de escuela provoca que un ofendido José
de las Casas Paz (1871-1920), maestro de vasta labor a la sazón (y luego dirigente de Cruz Roja y director de su boletín), denuncie ahora el artículo «Tribunal
de honor», y promueva una reunión de conciliación entre representantes del
director de Heraldo de La Palma y del propio José de las Casas, en
la que la representación del Sr. Abreu Francisco manifiesta que este sostiene
íntegramente todos los conceptos contenidos en el citado artículo, si bien
nunca se propuso ofender al Sr. De las Casas Paz. Explicación que no convence a
los representantes de este, por lo que proponen que la cuestión se lleve a otro
terreno (se llega a proponer incluso un «lance» o duelo, que fue aceptado por
el Sr. Abreu, que no se materializa).
Días
después el mismo José de las Casas Paz y uno de sus representantes publican
conceptos «depresivos» (sic) para el Sr. Abreu en el periódico La voz
del Paso. En su virtud, a la mañana siguiente, la representación del Sr.
Abreu visita al Sr. De las Casas Paz, y le transmite que habiendo quedado este
sin representación esperan que pronto designe otros apoderados para concertar
lo conducente al acto vis a vis que debe celebrarse, así como
para tratar de las ofensas inferidas al Sr. Abreu por el Sr. De las Casas
en La voz del Paso. Después de varios aplazamientos, y con varias
idas y venidas sin acuerdo entre los apoderados de ambos interesados, los
representantes del Sr. Abreu deciden dar por terminada su misión, haciendo
constar que si no se llevó a efecto lo acordado fue por deficiencia del Sr. De
las Casas Paz, quedando a salvo, pues, el honor del director-propietario del
periódico, Sr. Abreu Francisco. Finalmente, Heraldo de La
Palma que había censurado la actitud de los colegas de la prensa
participando en aquel primigenio «tribunal de honor», luego los exculpa:
a El Acicate porque no quiso formar parte del mismo, y a Diario
de avisos y El fiscal, porque protestaron después de lo
hecho en él.
*Esta entrada se ha extraído de la comunicación titulada "Heraldo de La Palma: un vano intento de prensa independiente en el periodismo palmero de entresiglos", publicada por Ediciones Densura en II Congreso de Historia del Periodismo Canario (2017).
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