viernes, 15 de septiembre de 2017

UNA CUESTIÓN DE HONOR QUE CASI ACABA EN DUELO

El periódico Heraldo de La Palma (1900-1902) recoge una denominada cuestión personal o de honor, que casi acaba en lance de duelo. En ella se ve involucrado su director-propietario, Wenceslao Abreu Francisco (1859-1918), que pasa por un singular tribunal de honor, aunque al final sin consecuencias. En el diecinueve todavía cualquier motivo, por insignificante que fuera, podía terminar en lance de honor, a primera sangre. Pero a principios del veinte, había arraigado un sentimiento antiduelista, hasta entonces latente, que promovía la creación de Ligas contra el duelo en la mayor parte de Europa. Cuando los contendientes eran periodistas, se planteaba como solución la creación de tribunales de honor corporativos, pues el endurecimiento de la legislación siempre se había revelado ineficaz. No obstante, a nivel nacional, el tribunal de honor no se constituye hasta 1917 y los duelos no dejan de efectuarse en realidad hasta 1915.

La cuestión que nos interesa se origina a raíz de un editorial que, bajo el título de «Una denuncia», critica la actuación del arcipreste de la isla, Benigno Mascareño Pérez (†1921), con ocasión de una denuncia presentada por este en el Juzgado de Instrucción contra un ciudadano por proferir supuestas injurias en la vía pública hallándose aquel en funciones de su ministerio, lo que el periodista disculpa por insultos previos del sacerdote, al que tacha de «genuino representante de la intransigencia católica» e «insultador de los que no comulgan en su iglesia». Con este motivo, el Sr. Abreu es convocado al Ayuntamiento por el alcalde Tomás Lorenzo Calero, que había constituido en el consistorio un tribunal de honor junto con los directores de Diario de avisos, El fiscal y La defensa y dos maestros de escuela para juzgar el artículo de marras. No obstante, el Heraldo se abstiene de tomar parte en aquel acto y efectúa la oportuna protesta. Este periódico en un artículo que titula «Tribunal de honor» asegura que «despachado andaría el Heraldo si no pudiera juzgar en su columnas actos que son de dominio público y si sus escritos pudieran ser juzgados por maestros de escuela a quien[es] hace tiempo viene combatiendo por estimar que no cumplen con los deberes que para con nuestro pobre pueblo se han impuesto», pues en lugar de llamárseles a constituir tribunal de honor, «debía de estárseles instruyendo expediente por faltas en el ejercicio de sus cargos».

Esta opinión sobre los maestros de escuela provoca que un ofendido José de las Casas Paz (1871-1920), maestro de vasta labor a la sazón (y luego dirigente de Cruz Roja y director de su boletín), denuncie ahora el artículo «Tribunal de honor», y promueva una reunión de conciliación entre representantes del director de Heraldo de La Palma y del propio José de las Casas, en la que la representación del Sr. Abreu Francisco manifiesta que este sostiene íntegramente todos los conceptos contenidos en el citado artículo, si bien nunca se propuso ofender al Sr. De las Casas Paz. Explicación que no convence a los representantes de este, por lo que proponen que la cuestión se lleve a otro terreno (se llega a proponer incluso un «lance» o duelo, que fue aceptado por el Sr. Abreu, que no se materializa).


Días después el mismo José de las Casas Paz y uno de sus representantes publican conceptos «depresivos» (sic) para el Sr. Abreu en el periódico La voz del Paso. En su virtud, a la mañana siguiente, la representación del Sr. Abreu visita al Sr. De las Casas Paz, y le transmite que habiendo quedado este sin representación esperan que pronto designe otros apoderados para concertar lo conducente al acto vis a vis que debe celebrarse, así como para tratar de las ofensas inferidas al Sr. Abreu por el Sr. De las Casas en La voz del Paso. Después de varios aplazamientos, y con varias idas y venidas sin acuerdo entre los apoderados de ambos interesados, los representantes del Sr. Abreu deciden dar por terminada su misión, haciendo constar que si no se llevó a efecto lo acordado fue por deficiencia del Sr. De las Casas Paz, quedando a salvo, pues, el honor del director-propietario del periódico, Sr. Abreu Francisco. Finalmente, Heraldo de La Palma que había censurado la actitud de los colegas de la prensa participando en aquel primigenio «tribunal de honor», luego los exculpa: a El Acicate porque no quiso formar parte del mismo, y a Diario de avisos y El fiscal, porque protestaron después de lo hecho en él.

*Esta entrada se ha extraído de la comunicación titulada "Heraldo de La Palma: un vano intento de prensa independiente en el periodismo palmero de entresiglos", publicada por Ediciones Densura en II Congreso de Historia del Periodismo Canario (2017).

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