domingo, 11 de noviembre de 2012

SAN MARTÍN EN LA PALMA

La víspera de San Martín me trae inevitablemente recuerdos de la niñez y de mi juventud temprana, algunos todavía nítidos, otros, en cambio, un tanto borrosos, lastimosamente desvanecidos por una memoria frágil y selectiva. Pero de mi infancia, aún me acuerdo de cómo preparábamos los cacharros (latas grandes de leche condensada o evaporada, o de aceite convenientemente cortadas) en los que íbamos a cocer las castañas: cómo le aplicábamos unos alambres para poder agitarlos, cómo agujereábamos el fondo para que pudiera respirar el fuego, y luego, cómo recorríamos las calles del entorno, entusiasmados, entonando a voz en grito el ripio "San Martín, tirintintín, fuego a las castañas y mano al barril".

De mi adolescencia y juventud, el recuerdo es otro. En La Palma la festividad del húngaro San Martín de Tours (que es el San Martín que celebramos, y no el de Porres, santoral que conmemoramos el 3 de noviembre) va inseparablemente unida en los institutos a la fuga con más tradición por estos lares, la que estudiantes de otras islas, como Tenerife, efectúan por San Diego dos días después. Y esto, por cierto, nos costaba entenderlo cuando más tarde nos íbamos a estudiar a La Laguna y nos veíamos obligados a materializar la escabullida el 13 de noviembre, y no el 11 como estábamos acostumbrados.
La verdad es que los palmeros, en esto de las fiestas y las tradiciones, seguimos siendo un tanto singulares, ¡y que así sea por muchos años! Abrimos las bodegas y probamos el vino nuevo por San Martín, y no el 30 de noviembre por San Andrés, como en otras islas (Tenerife, por ejemplo), y nuestra fuga más tradicional  se ha vinculado a la festividad del obispo de Tours y no a la del franciscano San Diego de Alcalá, como en Tenerife sin ir más lejos. En realidad, lo que celebramos por San Martín es costumbre en buena parte del norte peninsular y en Portugal, aunque no tanto en otros lugares de Canarias. Allí se llama Magosto (Magusto en portugués) o Castañada, y los elementos esenciales son, por supuesto, la castaña y el fuego, aderezados con vino nuevo y carne de cerdo. En Orense, verbigracia, se celebra el mismo 11 de noviembre.
De alguna forma esta tradición la ha institucionalizado el Consejo Regulador de la Denominación de Origen La Palma desde 1996 organizando unas Jornadas técnicas de la Viña y el Vino, con bastante éxito, pero realmente la fiesta ya estaba consolidada desde antaño, es más, sin que nadie la organizara y sin necesidad de ayudas institucionales, ni fomento de ninguna clase, ni tan siquiera con ermita a dónde acudir para dar las gracias al santo.

Hoy, en fin, la fuga continúa respetándose, aunque las huelgas le estén restando atractivo, y seguimos disfrutando con amigos de vino y castañas en bares y bodegas particulares. Lástima que los niños ya no celebren su San Martín particular, porque perdemos lo mejor de la fiesta: el candor y la espontaneidad de la infancia.