J.J. Rodríguez-LewisPublicado en la revista juvenil Punto y Aparte* nº0, mayo de 1988
En esta mi primera crónica de la actividad o movimiento juvenil en la isla de Tenerife, en síntesis no cabe mejor explicación de toda ella que la conclusión explícita de la existencia casi exclusiva de un dirigismo institucional propio de un “Estado de Bienestar” para los jóvenes.
Es loable y hasta admirable la cantidad y calidad de cursos, intercambios, talleres, concursos, seminarios, jornadas de todo tipo, etc., conque se nos brinda constantemente, vía Dirección General, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, Corporaciones Locales, etc. Ahora bien, en la mayor parte (en realidad casi toda) de toda esta gama de actividades que he enumerado la participación del joven es “a posteriori” y no, como debería ser, “a priori”. Y no es un simple juego de palabras, me explico. Es evidente, que los propios jóvenes no son los que organizan dichas actividades; se limitan, por el contrario, a intervenir una vez organizadas. Y esto, a todas luces, no es lo deseable.
Lo deseable, en cambio, es que sean los mismos jóvenes quienes determinen y fijen la mayoría de sus actividades, de sus inquietudes, de sus horizontes, en definitiva. Y, claro está, esto sólo se conseguiría con la existencia de un fortísimo y desarrollado asociacionismo juvenil y de unos entes institucionales meramente coordinadores (planificadores únicamente en determinadas facetas).
Quisiera no descubrir absolutamente nada cuando señalo que toda política juvenil debe asentarse, como pilares básicos, en las asociaciones juveniles. Y en Tenerife, está muy lejos de ser así. La inexistencia de Consejos de Juventud Locales (en Santa Cruz sólo existe un Comisión Gestora, y es el segundo intento) es lamentable, porque se entiende que los Consejos de Juventud son los órganos de representación de las asociaciones juveniles ante las instituciones del Estado, y si no hay Consejos Locales, es que el asociacionismo juvenil es muy débil o, con más precisión, un “nasciturus” con muy pocas posibilidades reales de llegar a nacer.
Que duda cabe que las asociaciones juveniles constituyen la infraestructura de todo proyecto de política juvenil. Arona y Güimar han sido hasta ahora los únicos municipios tinerfeños que parecen demandar la constitución de los Consejos Locales, pero la carencia de esa infraestructura asociativa hace, de momento, inviable el proyecto. Tampoco existe en esta isla Consejo Insular de Juventud, una realidad imperdonable teniendo en cuenta, además, que el Cabildo “no sabe aún donde mete los asuntos de juventud”. Inconcebible.
Para más inri, el Consejo de la Juventud de Canarias (que, por otra parte, en Tenerife tiene sede, en Las Palmas sólo un simulacro) anda atado de pies y manos con un presupuesto de más de diez millones, y una subvención de sólo tres. La política juvenil debe ser “desde los jóvenes y para los jóvenes” y éste, claramente, no es el camino.
A nivel de actividades, lo más sobresaliente pueden ser los talleres culturales que organiza la Universidad de La Laguna durante toda la temporada escolar. Ahora mismo, se llevan a cabo los de Cómic, Escuelas Iniciáticas, Diseño y Artes Gráficas y Escultura. O el programa “Música en Abril” del municipio sureño de Arona.
Antes de concluir, me gustaría resaltar la voluntad de unos jóvenes estudiantes que se presentaron a las elecciones al Claustro Universitario, constituyéndose en la candidatura más votada (24 representantes), y que se han constituido como Asociación Canaria de Estudiantes Progresistas (E.P.A.C.), con unas objetivos que exceden de la simple participación en dicho Claustro. Este es el buen camino.
En esta mi primera crónica de la actividad o movimiento juvenil en la isla de Tenerife, en síntesis no cabe mejor explicación de toda ella que la conclusión explícita de la existencia casi exclusiva de un dirigismo institucional propio de un “Estado de Bienestar” para los jóvenes.
Es loable y hasta admirable la cantidad y calidad de cursos, intercambios, talleres, concursos, seminarios, jornadas de todo tipo, etc., conque se nos brinda constantemente, vía Dirección General, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, Corporaciones Locales, etc. Ahora bien, en la mayor parte (en realidad casi toda) de toda esta gama de actividades que he enumerado la participación del joven es “a posteriori” y no, como debería ser, “a priori”. Y no es un simple juego de palabras, me explico. Es evidente, que los propios jóvenes no son los que organizan dichas actividades; se limitan, por el contrario, a intervenir una vez organizadas. Y esto, a todas luces, no es lo deseable.
Lo deseable, en cambio, es que sean los mismos jóvenes quienes determinen y fijen la mayoría de sus actividades, de sus inquietudes, de sus horizontes, en definitiva. Y, claro está, esto sólo se conseguiría con la existencia de un fortísimo y desarrollado asociacionismo juvenil y de unos entes institucionales meramente coordinadores (planificadores únicamente en determinadas facetas).
Quisiera no descubrir absolutamente nada cuando señalo que toda política juvenil debe asentarse, como pilares básicos, en las asociaciones juveniles. Y en Tenerife, está muy lejos de ser así. La inexistencia de Consejos de Juventud Locales (en Santa Cruz sólo existe un Comisión Gestora, y es el segundo intento) es lamentable, porque se entiende que los Consejos de Juventud son los órganos de representación de las asociaciones juveniles ante las instituciones del Estado, y si no hay Consejos Locales, es que el asociacionismo juvenil es muy débil o, con más precisión, un “nasciturus” con muy pocas posibilidades reales de llegar a nacer.
Que duda cabe que las asociaciones juveniles constituyen la infraestructura de todo proyecto de política juvenil. Arona y Güimar han sido hasta ahora los únicos municipios tinerfeños que parecen demandar la constitución de los Consejos Locales, pero la carencia de esa infraestructura asociativa hace, de momento, inviable el proyecto. Tampoco existe en esta isla Consejo Insular de Juventud, una realidad imperdonable teniendo en cuenta, además, que el Cabildo “no sabe aún donde mete los asuntos de juventud”. Inconcebible.
Para más inri, el Consejo de la Juventud de Canarias (que, por otra parte, en Tenerife tiene sede, en Las Palmas sólo un simulacro) anda atado de pies y manos con un presupuesto de más de diez millones, y una subvención de sólo tres. La política juvenil debe ser “desde los jóvenes y para los jóvenes” y éste, claramente, no es el camino.
A nivel de actividades, lo más sobresaliente pueden ser los talleres culturales que organiza la Universidad de La Laguna durante toda la temporada escolar. Ahora mismo, se llevan a cabo los de Cómic, Escuelas Iniciáticas, Diseño y Artes Gráficas y Escultura. O el programa “Música en Abril” del municipio sureño de Arona.
Antes de concluir, me gustaría resaltar la voluntad de unos jóvenes estudiantes que se presentaron a las elecciones al Claustro Universitario, constituyéndose en la candidatura más votada (24 representantes), y que se han constituido como Asociación Canaria de Estudiantes Progresistas (E.P.A.C.), con unas objetivos que exceden de la simple participación en dicho Claustro. Este es el buen camino.
*La revista juvenil y cultural Punto y Aparte la editaba la Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias.
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