LA LIBRETA DE LA VIDA

Quiero escribirte las primeras palabras de este bloc. Porque, en realidad, el cuaderno no es el regalo, al menos no es todo el regalo. El verdadero obsequio son sus hojas vírgenes, las carillas en blanco que lo arropan, donde desearía que reflejaras, con lápiz grueso, gran parte de tu porvenir, de tu nueva historia. Escribir, por ejemplo, que seguimos cumpliendo años de amistad sincera, sintiéndonos parte del otro casi sin hablarnos, o llamándonos en la distancia, sin necesidad de tocar a la puerta. De una forma o de otra, escuchándonos en la esfera de las emociones. O escribir que la alegría y el karma se han instalado en tu casa para quedarse y que la congoja que te acompañaba se ha disipado entre la bruma como por ensalmo.

Mi intención es apenas emborronar la primera hoja de esta "moleskine", como una suerte de contribución a recomenzar tus próximos veinticinco años, acaso treinta, aunque confío en que no menos de cuarenta, porque las personas buenas no pueden abandonar este mundo antes que las que no lo son. Participar, siquiera un instante, en este nuevo decurso de tu vida, el de la madurez serena y la ilusión infinita. Porque todavía tu luz alumbra senderos de mi existencia y tu cariño franco envuelve mi alma cuando se rompe.

Te escribo, por fin, las primeras palabras de esta libreta, que no es más que un sencillo cuaderno de notas que habrá de ser testimonio fiel de tu presente e insondable recreación. Pero me cuesta inspirarme en una oscura habitación de la capital, aunque la ciudad no se perciba porque una doble ventana me aísla del ruido y de los pájaros, y me aleja del mundo. El sol tampoco termina de abrirse y solo unos cuantos rayos se cuelan por entre unos visillos raídos que se transparentan. Mientras, en el pasillo las camareras se afanan en terminar de adecentar los cuartos y en la recepción escucho como un portugués amanerado atiende a un cliente y le ofrece una trivial conversación. Encima un fuerte resfriado me tiene postrado en la cama desde hace unas cuantas horas.

Aun así, tras contactar por unos momentos con el exterior -había recibido una llamada telefónica-, aprovecho para anotar las últimas palabras de lo que quería escribirte, las primeras de tu nueva vida.

Escuchar la canción de Rosario - Yo quiero vivir.
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