J.J. Rodríguez-Lewis
Empiezo
confesando que la Semana Santa es una de mis debilidades. Cuando apenas
entendía los misterios que se celebraban, ya disfrutaba de las procesiones más
populares, como la del "Punto en la plaza" desde Santo Domingo (que
nunca fue ni el Santo Encuentro ni la
procesión del Nazareno, La Dolorosa y San Juan que se anunciaba
en los dípticos parroquiales), con sus itinerarios iniciales diversos y la complicada
decisión de a quién acompañar o con su particular "encuentro",
promovido por el sin par San Juanito "El
Alcahuete". A decir verdad, salvo el de Híjar (Teruel), no conozco otro San Juan moteado de
"alcahuete" (y tampoco aquel es San
Juanito). Además, "El Alcahuete" es únicamente este San Juan, tallado por "El
Morenito" (Manuel Hernández García), uno de los discípulos más aventajados
de Luján Pérez, porque nadie de esta ciudad se acuerda del apodo cuando
procesiona el de Nicolás de las Casas (con La
Caída) o el de Aurelio Carmona López (con El Calvario). Por cierto, las tres imágenes del joven evangelista
vestideras y de inspiración y factura neoclásicas (esculpidas en una franja de
menos de veinte años 1842-1860). La procesión mantiene el recorrido de antaño,
aunque en la actualidad apenas conserva la "estación de penitencia"
de El Salvador. Por ello, quizás deban recuperarse aquellas breves estaciones
de San Francisco y Hospital, aunque La
Caída se haga presente en la calle cuando el elegante Nazareno de Estévez, una de sus mejores creaciones, en la estela
del sevillano Pedro Roldán, aún remonte la calle Pérez Volcán en busca del
antiguo convento dominico. El cortejo lo completa La Magna. Con este apelativo no queremos decir más que "La
Grande": Nuestra Señora de Los Dolores, Virgen y Grande, otra fabulosa
efigie de Fernando Estévez, que nos recuerda a las dolorosas de Luján de la iglesia de Santo Domingo y de la ermita
del Espíritu Santo, ambas en Las Palmas de Gran Canaria. Hoy la procesión
incluso ha recuperado su antigua confraternidad, la Venerable Hermandad de
Jesús Nazareno, la única de las históricas cofradías que aún desfilaba a
principios del siglo XX, aunque con no más de diez hermanos.
Otra procesión, que me entusiasmaba de niño, era la de la Piedra Fría, la procesión por
antonomasia de esta parroquia, la única del Jueves Santo. Aunque más que entusiasmarme, me intimidaba.
Me sobrecogían las cadenas que arrastraban los capuchinos. Sí, porque para
nosotros (como también ocurre en otros lugares) tampoco eran cofrades o
nazarenos, sino "capuchinos", aunque distaran en mucho de los frailes
franciscanos de la orden. Además, sobresalía el negro: la noche, a veces
desapacible, y la hermandad titular de damas fundada en 1956 (en la Península
les dicen "manolas") contribuían a esa sensación que encogía mi
entereza y sobresaltaba mi ánimo. El remate lo ponía la peculiar figura del
"ecce homo" (que, en verdad, no lo es), los singulares rasgos de un
Cristo mexicano medio indio (de mitad del siglo XVI) que procesionaba sin
adornos florales -casi el único paso que así lo hace- y con una ristra de
fanales o cirios encendidos que coadyuvaban a estremecer el espíritu en
formación de los feligreses más imberbes. Nuestro Señor de la Humildad y
Paciencia es la imagen más antigua de esta advocación en Canarias y se ha
convertido en la estampa de nuestra Semana Santa, en el referente ineludible de
la Semana Mayor de nuestra ciudad. Para los de Santa Cruz de La Palma, es, sin
duda, la procesión que resume su Semana de Pasión, por eso también es la gran
desconocida para los pueblos de la isla que, por lógica, apuestan por la
procesión magna del Santo Entierro.
No en vano, la Piedra Fría es la
procesión grande de la parroquia de La Asomada. La cita inexcusable de sus
cofradías y hermandades, de todas aquellas confraternidades que nacieron al
amparo del eficaz apostolado de don Juan Pérez Álvarez, el inolvidable párroco
de esta comunidad. Esta iconografía siempre estuvo muy vinculada a los centros
hospitalarios. Es más, hasta 1830 salía la procesión de la iglesia del Hospital
de Dolores, en su antigua ubicación en la calle de la Cuna, y visitaba todos
los templos en los que estuviera expuesto el Santísimo Sacramento. Sin ser
excesivamente pretencioso, acaso no sea un dislate incluir en su recorrido la
visita a la actual iglesia del Hospital
de Dolores como su estación de penitencia o procesionar alguna vez junto al Cristo de la Salud, hoy en Los Llanos de
Aridane, su "compañero de viaje" en tiempos pretéritos cuando
compartían templo y rogativas. La
Dolorosa de Carmona (Domingo) lo acompaña desde no hace más de quince años y
constituye nuestro particular paso de "palio", entre comillas, por
supuesto, mejor, de mandorla y, cuando se tercia, de sencillo baldaquín.
La última de las procesiones que la memoria de mi infancia me evoca
resulta la primera de todas, la de la mañana del Domingo de Ramos: el Señor del Burrito, le decimos, nuestro singular
protagonista de la Entrada triunfal de
Jesús en Jerusalén. Mi adscripción parroquial siempre fue El Salvador hasta
que -apuntando la mayoría de edad- opté por el entonces mayor activismo juvenil
que observaba en San Francisco, así que, de niño, siempre asistí a la procesión
de Ramos de la parroquia matriz. Es más, pensaba que no había otra. Fue
bastante más tarde cuando descubrí que todas las parroquias, de una manera o de
otra, la celebraban. Los recuerdos, en este caso, se agolpan casi sin orden ni
concierto, pero, de entre todos ellos, retengo aún el madrugón que los niños forzábamos
de buena gana para llegar con tiempo a La Luz con el propósito de conseguir
nuestra palma y nuestro ramo de olivo benditos. Luego, cuando regresábamos a
nuestras casas, los colocábamos en las cabeceras de las camas como testimonio
de la fe en Cristo. En realidad, esta procesión es la más antigua de la Semana
Santa, puesto que se empezó a forjar en el siglo IV (en Jerusalén), aunque en
Santa Cruz de La Palma no se celebra con un paso si no desde 1968. Tampoco la bendición
y el reparto de palmas y olivos en una iglesia secundaria, como marca la
tradición, son mucho más antiguos, se efectúan en Santo Domingo o La Luz desde
1957.
Después, con poco más de nueve años (1976), pasé a formar parte de la banda
de música San Miguel, la nueva agrupación musical capitalina promovida por
Julio Hernández Gómez y Néstor Cabrera Vargas, constituida entonces
recientemente (1975), y que venía a cubrir el vacío que había dejado la
desaparición de la banda Santa Cecilia. Estuve otros nueve años en dicha
formación, lo que me permitió conocer con más detalle la Semana Santa, incluida
la de las Breñas y Mazo, donde la banda no faltaba aunque tuviera que dividirse
en dos por la coincidencia de horarios. Eran tiempos en los que pocas más
bandas había en la isla y la San Miguel, patrocinada por la Caja Insular de
Ahorros, se multiplicaba por casi todos los pueblos. Por ello, desde muy pronto,
advertí la importancia de la música en nuestra Semana Santa, de las marchas de
procesión y de los tradicionales motetes, felizmente en proceso de
recuperación. A mí me gustaban especialmente Procesión de Semana Santa en Sevilla, del aragonés Pascual
Marquina, de manera particular cuando la interpretábamos conjuntamente con la banda
de cornetas y tambores de la Cruz Roja o de la Gayfa, o Virgen del Valle, del sevillano Vicente Gómez Zarzuela, quizás la
marcha más bella jamás escrita, y, cómo no, Nuestro
Padre Jesús, la inmortal partitura de Emilio Cebrián, dedicada a la imagen
homónima, conocida como "El Abuelo", que procesiona en la Semana
Santa de Jaén. Las tres marchas acompañan la procesión del Señor de la Caída, una portentosa efigie de Benito Hita del
Castillo, el último de los grandes imagineros del barroco sevillano. La
procesión, que sale de San Francisco, no tiene un siglo. Su primera salida se
produjo en 1922, después de más de ciento setenta años sin procesionar, lo que
nos remonta a cuando la imagen arribó a la isla (1753), sin que la bienhechora
que hiciera el encargo, doña María Massieu y Monteverde, pudiera contemplarla
al haberse quedado ciega unos años antes. Entrañable y curiosa historia la de
este Cristo que, junto a la extinta ermita de su nombre, vino a expiar la
afrenta cometida contra la imagen del Nazareno
por una demente en 1679, cuando esta arrojó a aquella un recipiente de
inmundicias. Durante mucho tiempo, este desfile estuvo ligado al Jueves Santo, puesto
que La Caída solo procesiona la noche
del Miércoles a partir de 1972, y recientemente, desde 1999, ha recuperado el
segundo "Punto" del día, el apócrifo, el de La Alameda, con la Santa Verónica y el Cristo de Hita como actores principales. Para este pregonero fue
siempre una procesión ensombrecida por la grandiosidad de La Piedra Fría y el Santo
Entierro, a las que, realmente, tenía poco que "envidiarles". La
comitiva la completan la sobria Virgen de
la Capilla y un elegante San Juan,
ambas imágenes de factura neoclásica y salidas de las gubias del que fue
alcalde de esta ciudad, Nicolás de las Casas Lorenzo, aunque el "notario
de la Pasión" haya sido modernamente restaurado por Jesús de León y Cruz.
De ella se ocupan sus cofradías titulares, de La Pasión, que cumple medio
siglo, y de Nuestro Señor de la Caída, y la siguen cuidando con mimo, en
particular a la Verónica y a La Dolorosa -que salen de su capilla-,
los hermanos terciarios de la Orden Franciscana Seglar, que, gracias a ella,
mantienen su compromiso con nuestra Semana Santa iniciado hace más de
cuatrocientos años.
La regia Mektub, de Mariano
San Miguel, daba la bienvenida al Calvario
de la mañana del Viernes Santo en la plaza de San Francisco. El paso es de los
pocos de nuestra Semana Santa que presenta varias imágenes agrupadas, tendencia
que se ha ido acentuando con los años. Desde 1968 lo preside un precioso
crucificado del orotavense Ezequiel de León, tal vez el mejor imaginero canario
del siglo XX y artífice emblemático de las Semanas Santas de La Laguna y La
Orotava. El imponente paso lo perfeccionan una hermosa Magdalena de Estévez, sorprendentemente con la cabellera tallada, y
un todavía más logrado San Juan del
palmero Aurelio Carmona López, efigie que supera sin duda a las piezas
homónimas de sus maestros, incluidas las de Luján. Tras este magnífico trono, se
mece el dolor contenido de nuestra Virgen
de la Soledad, la Dolorosa creada por Domingo Carmona, penitente de la
antigua cofradía de la Veracruz , en 1733. Desde 1986, su cofradía titular, del
Crucificado y la Veracruz, heredera de aquella que encontramos en el origen de
la Semana Santa, da esplendor a la comitiva, desplegando, probablemente, el
mayor número de miembros de entre las quince hermandades capitalinas. Dicen que
no hace mucho tiempo era frecuente el reparto de refrescos y almendras
confitadas al terminar la procesión, yo he de reconocer que nunca lo vi, pero
quizás sea una costumbre un tanto familiar que debería recuperarse, como se han
rescatado últimamente -aunque de forma inconstante- las modernas chirimías.
Pese a la calidad y popularidad de las marchas de procedencia peninsular
que se interpretan en nuestra Semana Mayor, la palmera Amor Eterno, de Alejandro Henríquez Brito, es, sin discusión, el
himno de nuestra Semana Santa. La Banda de Música San Miguel no ha dejado de
interpretarla con solemnidad a la salida de La
Dolorosa de Estévez por la portada trasera de El Salvador en la procesión
del Santo Entierro, y a todos, de una
forma u otra, se nos eriza la piel cuando escuchamos sus primeros compases.
Esta procesión, que Alberto-José Fernández García ya calificaba en 1963 de
"espectáculo solemne y grandioso", ha mejorado ostensiblemente en los
últimos años. En 1985, se estrena un magnífico Cristo yacente, de casi dos
metros de longitud, conocido como Cristo
del Clavo, que es casi la última imagen tallada por un artífice de postín:
Francisco Palma Burgos (Paco Palma), imaginero de referencia en Semanas Santas
tan relevantes como las de Málaga o Úbeda (Jaén), para las que esculpió, por
ejemplo, el Cristo de la Buena Muerte
(Mena) o el Cristo de la Columna. En
1999, a instancia de la cofradía de cargadores de Nuestro Señor del Huerto, se
reincorpora al cortejo la Santa Magdalena
de Estévez, además, se une al séquito procesionando desde San Francisco, con lo
que se evita trasladarla en un vehículo como se efectuaba entre 1946 y 1971. Desde
2003, participa la última cofradía en fundarse en la ciudad, la de La Piedad, y
en 2011 se recupera un paso de otra época, el de las Tres Marías (la réplica de los Santos
Varones), imágenes de bastidor de las que se ha ocupado, tallándolas o
restaurándolas, el imaginero de la isla Domingo Cabrera Benítez. Hoy, la amplia
comitiva (con La Dolorosa, San Juan y los Santos Varones) alcanza los seis pasos (y las nueve imágenes) y la
procesión resulta aún más "solemne y grandiosa" que en cualquier
tiempo pasado. Pero el Santo Entierro
no termina con la entrada de las imágenes en el templo matriz. La música, las
notas de la Marcha Fúnebre de Chopin,
que interpretaba la Banda de Música desde el coro de la iglesia mientras los
miembros de la cofradía del Santo Sepulcro procesionaban [sin basa] al Cristo por el interior del
templo, siempre me ha parecido uno de los momentos más emocionantes y
conmovedores de la Semana Santa. Incluso los músicos teníamos que estar muy
atentos a los efectos escenográficos que se pretendían, puesto que teníamos que
dar por finalizada la interpretación al tiempo que se cerraba la tapa del
sepulcro con estrépito y se apagaban las luces de la mglesia. Tal vez, lo que sí
debería potenciarse sea la procesión del Retiro,
en particular, si no rescatamos la antigua de la Soledad del Sábado Santo.
Mi
participación en la Semana Santa apenas descansó en 1986, porque un año después
(1987), en pleno apogeo cofrade en Santa Cruz de La Palma,
en especial, en la parroquia de San Francisco (entre 1981 y 1987, se fundan o
reorganizan la mitad de las actuales hermandades de la ciudad), unos jóvenes universitarios fundamos la cofradía de Nuestro Señor del
Huerto. Esta cofradía,
que este año celebra su XXV aniversario, nació
fundamentalmente para soportar el peso de los pasos procesionales, convirtiéndose en la primera hermandad
de la isla con este fin. Los fundadores considerábamos incomprensible que se
cobrara por “cargar” a Cristo, que se retribuyera por soportar el peso de los pasos de Semana Santa, servicio que habría de ser, cuando menos
para los católicos, motivo de gozo y consuelo. Esta fraternidad pronto potenció su procesión del
Domingo de Ramos, que en 1969 había mutado las hechuras del Cristo por una
nueva efigie del sevillano Juan Abascal. Primero la trasladó con buen criterio
a la noche ("llegada la noche", dicen las Sagradas Escrituras), luego
amplió los varales para distribuir mejor la carga y mejorar la vistosidad del paso
y, en 2007, estrenó nuevas andas y reincorporó, después de varios siglos, los
apóstoles dormidos a la escena, todos salidos de las gubias de Jesús de León y
Cruz, hijo y discípulo del maestro Ezequiel de León. En la actualidad, el trono
del Señor del Huerto, en
contraposición a nuestra tradición, no solo es el que concentra mayor número de
imágenes (cinco), sino también el que es cargado por mayor número de portadores
(hasta 24 hombres de varal). A esta cofradía se debe, como sabemos, el programa
de la Semana Santa que se edita desde 1994 y muchas de las iniciativas que han
fomentado su crecimiento y su conocimiento. Junto a la de La Piedad, la procesión del Huerto es la única que no efectúa la
"carrera oficial", es decir, la única que no procesiona ante el
Ayuntamiento y la parroquia matriz. Las principales Semanas Santas de España disponen
de su "carrera oficial", de su "recorrido oficial", normalmente,
en torno a la catedral o a la iglesia principal. Todas las procesiones de esas
ciudades, salgan de donde salgan, recorren esas calles, ese trazado preestablecido.
Quizás los palmeros deberíamos instaurar nuestra particular "carrera
oficial" y, en ese caso, esta no podría ser otra que el citado tramo entre
la Avenida de El Puente y la calle Apurón, que incluiría, por supuesto, el
trecho paralelo de la calle Álvarez de Abreu, la popular calle Trasera. Todas nuestras
procesiones, al menos las que transitan el centro de la ciudad, habrían de
efectuar ese recorrido. Para El Huerto y La Piedad apenas significaría realizar
un pequeño esfuerzo suplementario. En realidad, la propia hermandad de
cargadores ya procesionó su imagen titular por ese tramo en 1994 y 1995. Es
más, tampoco pierdo la esperanza de que algún paso de La Encarnación o El
Planto desfile hasta la plaza de España alguna vez y se incorpore, por tanto, a
la "carrera oficial", ahora con mayor razón, puesto que ya disponen de una hermandad adscrita
a Nuestra Señora de los Dolores.
La
cofradía del Huerto contribuyó sin saberlo al nacimiento de una nueva hermandad
de cargadores en El Salvador. Y decimos cargadores, como en Cádiz o en Zamora,
como en Santa Cruz de La Palma. La creación en 1992 de la cofradía de Jesús
Preso y las Lágrimas de San Pedro posibilitó que solo un año después todas los
pasos de la Semana Santa de nuestra ciudad fueran cargados por cofrades, salvo
-lógicamente- los reservados a otros portadores por promesa o tradición (La
Piedad, la Virgen de la Soledad y el
Cristo del Clavo) o los que desfilaban
extramuros. Ambas hermandades se cubren el rostro con un caperuz sin la
formaleta de cartón, más cómodo para la carga, lo que les asemeja a los portadores
(hermanos de carga) de Cáceres o a los braceros
de León, y han marcado un punto y aparte en el desarrollo de nuestra Semana Mayor.
Con las cofradías de cargadores, las procesiones se han hecho mucho más lucidas,
a expensas únicamente de que, de una vez por todas, las confraternidades
titulares apuesten con decisión -para aligerar la carga y mejorar su
lucimiento- por ampliar, en sus tronos, la longitud de los varales. Precisamente
la cofradía de horquilleros de El
Salvador le ha dado un impulso casi definitivo a la antigua procesión del
clero, la del hermoso grupo del Señor del
Perdón y San Pedro Llorando, al disponer además de una sección de cornetas
y tambores. Las imágenes, salvo el "gallo" de Carmona (Aurelio), son
también de Fernando Estévez del Sacramento, y quizás las más próximas al
murciano Francisco Salzillo. En verdad, la genialidad del mejor escultor
canario de todos los tiempos, con permiso de su maestro Luján, está más
presente en la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma que en la de cualquier
otra, incluida la de su ciudad natal, La Orotava.
Hasta
ahora, esta regresión que he compartido con ustedes, me ha permitido referirme
a casi todas las procesiones de nuestra Semana Mayor, aunque todavía faltan
algunas de las principales por glosar. Entre ellas, una de las más modernas, la
del Señor de la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza. La
estación de penitencia del Martes Santo desde Santo Domingo es nuestro singular
Jesús "El Rico" (Málaga), aunque no liberemos a ningún preso, ya que
en su recorrido se escucha el lamento de los reclusos al acercarse la procesión
a los muros del penal más pequeño de España. Las imágenes se deben a Andrés
Falcón San José y Manuel Arriaga Beroa y efectúan su primera salida en 1956. Solo
un año más tarde este cortejo fuerza el traslado del Señor del Perdón al Lunes Santo. Por esta razón, podemos sostener
que data de 1957 la configuración definitiva de nuestra Semana Santa, aunque,
con posterioridad, se hayan creado nuevas procesiones todavía sin mucho arraigo
o con origen en los templos de las afueras. Por cierto, la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza cuenta
con cofradía titular desde 1992.
Los
orígenes de la conmemoración de nuestra Semana Santa coinciden con los de las
celebraciones pasionistas más representativas de nuestro país. Las primeras
procesiones y cofradías de las que tenemos noticias se remontan a las décadas
iniciales del siglo XVI, en consecuencia, a muy poco después de culminada la
conquista de la isla. Las celebraciones y hermandades de pasión -entonces
fundamentalmente de disciplina- (cofradías de la Veracruz, de la Soledad y de
Jesús Nazareno) fueron auspiciadas por las órdenes religiosas que se establecieron
en la ciudad, sin duda las más distintivas de esta nueva espiritualidad
amparada por el Concilio de Trento (1545-1563): los frailes franciscanos, que
acompañaban al Adelantado, y que erigen finalmente cenobio en 1508, y la Orden
de Predicadores de Santo Domingo, que hace lo propio en 1530 al otro lado de la
ciudad.
Precisamente,
una buena muestra de la importancia de nuestra Semana Santa la constituye el
número de imágenes pasionistas del siglo XVI que procesionan en la actualidad,
muy superior al de cualquier otra ciudad del archipiélago. Las razones
descansan en la relevancia de la que gozó la capital palmera en ese siglo y el
frecuente intercambio comercial que se estableció con Flandes con motivo de la
exportación del azúcar. Pero también en que nuestro patrimonio imaginero no ha
sufrido las consecuencias devastadoras ocasionadas por graves fatalidades (por
ejemplo, en forma de incendios), como ha padecido el de otras ciudades canarias,
como Las Palmas de Gran Canaria, La Laguna o Los Realejos, o incluso Garachico,
con la erupción volcánica de 1706.
Entre
la valiosa producción flamenca del siglo XVI que atesora la isla, desfilan durante
el Viernes Santo una bella y delicada
Piedad desde Hospital de Dolores, que sale desde 1943 bajo el patronazgo
del Cabildo Insular de La Palma, acompañada hoy por su cofradía titular, creada
en 2003, y el Calvario del Amparo, acaso
el grupo flamenco del Gólgota más notable de España, que procesiona por los
alrededores del Santuario Insular y que ya demanda hacerlo, aunque sea de forma
puntual, por nuestra "carrera oficial".
Del
repaso procesional que este pregón me despierta, aún me resta mencionar, entre
los principales desfiles, los cortejos del Viernes de Dolores, encabezados por La Dolorosa de El Salvador, tal vez
tallada por Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar en el siglo XVII y escoltada por
su hermandad de damas de los Siete Dolores, o el del singular Cristo de las Siete Palabras, de Marcelo
Gómez de Carmona, que preside, sin basa, un vía crucis procesional en la
madrugada del Viernes Santo, soportado por miembros de todas las congregaciones
de penitentes de El Salvador. Como tampoco puede obviarse el fervor inusitado y
la emoción compartida que se vive en las distintas celebraciones de la Vigilia
Pascual, que es donde, en definitiva, la Semana Santa alcanza su verdadero
sentido.
Pero nuestra Semana Mayor resulta
también singular por otros aspectos. Por ejemplo, por el estricto orden
cronológico con que se desarrollan los distintos desfiles procesionales,
incluida la tendencia a no repetir escenas, independientemente de la parroquia
o iglesia de los que partan. El Domingo de Ramos procesiona Jesús entrando en Jerusalén, y por la
noche La Oración en el Huerto; el
Lunes Santo, La Negación de San Pedro;
el Martes, El Señor de la Columna; y
así, sucesiva y cronológicamente, hasta el Santo
Entierro y la procesión del Retiro de la tarde-noche del Viernes Santo. Esta
reorganización decimonónica de la Semana Santa de la capital fue acometida por
el padre Manuel Díaz y no resulta en absoluto baladí. En verdad, la Semana de Pasión gana en credibilidad
y sentido común y catequético y en las calles ni se repiten ni se adelantan
sucesos de la Pasión, lo que evita confusión en los poco iniciados. Ahora bien,
toda regla tiene una excepción: el magnífico Cristo del Amparo se hace
presente la tarde del Viernes Santo por el contorno del Santuario Insular, después
de que a la una del mediodía hubiera procesionado La Piedad y aún antes el crucificado
de Ezequiel de León por el centro de la ciudad. La conclusión es que las
celebraciones en torno al Santuario de nuestra patrona tienen su propia
sincronía. Ocurre, además, que como también tendemos a no repetir escenas
pasionistas en la calle, la procesión, sin basa, del Cristo de las Siete Palabras, la envolvemos en forma de vía crucis
y otro crucificado flamenco, como el Cristo de los Mulatos, históricamente ligado a la cofradía de los
"pardos", no nos planteamos que procesione, aunque sea también el
Viernes Santo por la mañana para que no altere nuestro catequístico y
tradicional orden procesional.
Últimamente, la Semana
Mayor de Santa Cruz de La Palma se ha enriquecido con varias iniciativas meritorias.
Desde 1994, con un elaborado programa que edita el Ayuntamiento y el Cabildo
Insular, y que tuvo su rudimentario precedente con los Apuntes de Semana Santa que publicó y distribuyó la Cofradía del
Huerto en 1988; durante algunos años se ha vuelto a representar el Auto de la Pasión (1998-2000) de Lucas
Fernández, reviviendo escenas casi olvidadas de 1966; desde 2001 la Banda de
Música San Miguel organiza un acto narrativo-musical sobre la Pasión y Muerte
de Jesucristo, que hoy se ha convertido en cita inexcusable (La Pasión de los Poetas, La Música Callada, la Soledad Sonora… ; no
falta criterio y tesón para continuar recuperando nuestros tradicionales motetes
de la Semana Santa o las antiguas/modernas chirimías del Calvario; desde 2004 intenta consolidarse el presente Pregón, que
-interrumpidamente- cumple su quinta edición; algunas cofradías constituyen
atractivas secciones de cornetas y tambores, o sólo de tambores (Jesús Preso,
La Pasión), y, finalmente, se estrenan por primera vez marchas dedicadas a
nuestras imágenes pasionistas, como La
Caída del Señor, de Luis Cobiella Cuevas (2011), o Cristo de los Olivos, de José Luis Peiró Reig (2012), amén de incorporar
al repertorio semanasantero Saeta, de
Damián López Sánchez, abuelo del maestro Felipe López, partitura descubierta en
el Archivo Histórico de Cádiz en 2008, o todo un género particular, al estilo justamente
de las andaluzas saetas, como "las palmeras" de Luis Morera.
Pero las mejoras también
las observamos en las procesiones, en los tronos y en los pasos en general. A
instancia de los cargadores, al menos de los de San Francisco, los pasos vienen
ampliando sus varales (como los del Calvario,
la Caída, La Piedra Fría o el propio Huerto),
que aún hoy se siguen haciendo de madera (más pesados). Y se estrenan tronos
nuevos (como los La Caída, las Tres Marías o El Huerto o), en los que se nota la mano experta de Perico Daranas.
También se recuperan personajes de la Pasión, tallándose nuevas imágenes, como los
Apóstoles dormidos del paso de
Abascal o las Santas Mujeres que
vuelven a irrumpir en el Santo Entierro.
En realidad, desde los
primeros tiempos, la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma ha ocupado un lugar
destacado entre las celebraciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesucristo en Canarias. Luego su propio decurso histórico (plagado de nombres
propios, como los del padre Manuel Díaz Hernández, el imaginero Estévez del
Sacramento, el piadoso Cristóbal Pérez Volcán, el preciado patrimonio flamenco
o el rico acervo tradicional) y un acentuado sentimiento cofrade le ha
permitido conservar su protagonismo entre las distintas Semanas Mayores del Archipiélago.
No obstante, hasta hace
muy poco tiempo, la Semana Santa de la capital palmera era escasamente conocida
fuera de la isla y, de su categoría, tampoco éramos del todo conscientes los
propios palmeros. Ni se fomentaba su conocimiento, ni los medios de
comunicación, por indolencia o por ignorancia, le dedicaban más allá de algunas
líneas. Al contrario ocurría, verbigracia, con las Semanas Mayores de La
Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, La Orotava, Icod, Garachico, Puerto de la
Cruz o Los Realejos. Hoy, sin embargo, gracias a la labor que vienen desarrollando
la mayor parte de las cofradías y algunos "enamorados" de esta
celebración, los medios de comunicación provinciales y regionales le conceden
mayor predicamento a nuestra Semana Santa, puesto que, al menos artísticamente,
podemos calificarla como la más importante del Archipiélago, con méritos más
que suficientes como para ser declarada fiesta de interés turístico nacional. Por
eso, resulta apremiante que el Ayuntamiento, directamente o a instancia de la
Junta de Hermandades y Cofradías [en proceso de constitución], solicite cuando
menos al Gobierno de Canarias, de conformidad con el Decreto 18/2008, de 11 de febrero, la declaración de nuestra
Semana Santa como fiesta de interés turístico de Canarias.
En la actualidad, el
futuro de nuestra Semana Santa pasa, entre otras iniciativas ya apuntadas, por
continuar promoviendo su difusión y divulgación, por apostar con decisión por
ampliar los varales (incluso con nuevos materiales, más ligeros), incorporando
también laterales que permitan la carga, por seguir mejorando los tronos,
cincelando nuevos que sustituyan viejas y vetustas andas que todavía se
utilizan, por la instauración de una carrera o recorrido oficial en torno a la
plaza de España, que solemnice los desfiles, por la configuración de nuevos
pasos que representen escenas de las que carece nuestra Pasión (La Santa Cena, El Resucitado, La Sentencia...),
por la programación de una auténtica procesión magna (acaso cada cinco años) ,
en la que desfilen todas las imágenes, por proseguir con la recuperación de
antiguas costumbres, como el vía crucis de "La Benedicta", ligado a
la Orden Franciscana Seglar, o por potenciar nuestras hermandades y cofradías,
aumentando significativamente el número de miembros.
Aún sin ello, hoy la Semana
Santa de Santa Cruz de La Palma está más viva que nunca. Y nos invita a compartir
sus momentos intensamente, a participar con nuestra fe en sus numerosos oficios
y procesiones y a disfrutar tanto de su aroma a incienso y flores nuevas como del
auténtico museo en la calle en el que se convierte. Hagámoslo incluso cuando
brille un sol espléndido, porque Jesús nunca dijo que la contemplación estuviera
reñida con el solaz. ¡Feliz e intensa Semana Santa 2012!
*Proclamado en la Iglesia de San Francisco, el
22 de marzo de 2012
Buenas noches! Me ha encantado el pregón, describe muy bien todos los pasos y consigues revivir tu infancia y a la vez la nuestra. Yo no he vivido la de la capital(la tuya), pero me has hecho revivir la de mi municipio, mi infancia, mi adolescencia: el motete del Miércoles Santo, el Jueves Santo, Día del amor fraterno, en donde casi no hablabas por miedo a pecar, el Viernes Santo con el Santo Entierro y la marcha fúnebre de Chopin, y la petición de los tres deseos antes de enterrar a Jesús y la mañana de Pascua, mi Día preferido, todavia hoy me emociono. J.J. has conseguido transportarme en el tiempo y revivir tiempos pasados llenos de emociones. Estoy convencida de que tu pregón habrá hecho vibrar a muchos corazones el pasado jueves 22, haciéndoles regresar a tiempos pasados, tal vez, no mejores, pero sí cargados de emociones.
ResponderEliminarGracias por compartirlo
Me gusta mucho lo de "continuar promoviendo su difusión y divulgación" y decirte que se nota que la semana santa es una de tus debilidades, no hay más que leer el contenido de tu escrito. Gracias por ilustrarme con cosas que has escrito que yo desconocía. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarI...
desde oslo algun@s echamos de menos estar este domingo de ramos en las procesione...el olor a incienso en las calles y los encierros de nuestros tronos en su casa hermandad....a tod@s BUENA Y FELIZ SEMANA DE PASIÓN!!
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