Hace casi dos años (mayo de 2010), rememoré en una entrada la figura del escritor José Luis Martín Vigil (Oviedo, 1919; Madrid, 2011). Me había tropezado con algunos de sus best-sellers, recolocando libros en las estanterías, por lo que era casi un detalle de estricta justicia. Martín Vigil (sacerdote secularizado, exjesuita) fue un prolífico y exitoso novelista durante más de treinta años (a partir de 1955), en especial, entre la juventud (su magis particular), y parecía inexplicable el largo silencio que se cernía sobre el personaje cuando, pese al lógico deterioro de la edad, [parafraseando uno de sus títulos] la muerte aún no se había cruzado en su camino.
El "post" trajo polémica. A algunos comentaristas les gustó el recuerdo de un autor que fue tantas veces leído en la juventud, que contribuyó a su crecimiento personal, sin imponer caminos concretos, ni dogmas trasnochados, y que, sin hacer alarde de su condición de religioso, supo abogar por un cristianismo abierto y comprensivo. Pero para otros, Martín Vigil no era más que un escritor "casposo", sin aparente brillo, vinculado con una sociedad adormecida por el franquismo y casi un pederasta.
Su muerte, el 20 de febrero de 2011, -prácticamente- se anunció por primera vez en este blog el 23 de febrero, en un comentario de su amigo Eduardo Mascarell, también sacerdote. Recientemente, El Mundo ha glosado la figura, entre luces y sombras, de este escritor fértil, con un titular que abonaba lo inconcebible: "La muerte en el olvido de Martín Vigil". La semblanza, y su obituario posterior, era obra de Luis Antonio de Villena. El poeta madrileño nos recordaba que en 1970 Vigil batía todos los récords de cola de lectores en la Feria del Libro de Madrid y mencionaba algunos de sus mayores éxitos de ventas, como Los curas comunistas. Pero Villena no obviaba las tinieblas, ni su condición de homosexual: en 1976 el escritor había sido denunciado por un menor, por abusos deshonestos, aunque el asunto, por lo que parece, no fue a más, y durante el tardofranquismo se le vio alternando frecuentemente en bares de ambiente gay. En el mismo periódico, Pedro Miguel Lamet, escritor y periodista (dirigió muchos años la revista católica Vida Nueva e ingresó en la Compañía de Jesús cuando Martín Vigil la abandonó (1958), ponía el énfasis en su testamento vital y en su muerte, en "un denso silencio", decía: "durante casi un año, el suceso fue solo conocido por algunos amigos de última hora, muy pocos...". Luego, ya han comentado el suceso algunos otros (Elvira Lindo, Altozano, López García...).
A mi juicio (lecturas y experiencia personal), José Luis Martín Vigil fue un escritor comprometido con los jóvenes, a los que sin duda comprendió e intentó ayudar, profusamente leído, y un sacerdote que pudo ser un referente -tal vez no lo dejaron (por estas u otras razones)- en la construcción de una Iglesia más adaptada a los tiempos, sin renunciar a sus convicciones de cristiano de bien. Lástima que -por lo que se cuenta- su homosexualidad reprimida le jugara quizás algunas malas pasadas, excediéndose a veces en el trato, lo que en parte ha expiado hasta su muerte.
Martín Vigil ha fallecido, pues, en silencio, finalmente con más sombras que luces, porque, para unos (la Iglesia), siempre fue un alma libre y heterodoxa, de ideas avanzadas que presionaban su hermetismo. Y para otros (la progresía), no era más que un autor rancio y un cura "pederasta" (aunque trató con jóvenes y no con niños), que, durante una época gris que queremos olvidar, escribió historias de adolescentes descarriados y atormentados, que creíamos ya superadas. Acaso otra parte de su pena vaya en estas necrológicas extemporáneas.
Martín Vigil ha fallecido, pues, en silencio, finalmente con más sombras que luces, porque, para unos (la Iglesia), siempre fue un alma libre y heterodoxa, de ideas avanzadas que presionaban su hermetismo. Y para otros (la progresía), no era más que un autor rancio y un cura "pederasta" (aunque trató con jóvenes y no con niños), que, durante una época gris que queremos olvidar, escribió historias de adolescentes descarriados y atormentados, que creíamos ya superadas. Acaso otra parte de su pena vaya en estas necrológicas extemporáneas.
Buenos dias! Al leer tu articulo han llegado a mi mente muchas imágenes de mi infancia, de mi casa y de mis padres y el libro "la vida sale al encuentro" de éste autor (todavía lo puedo localizar entre los libros de la casa de mis padres, ahora mía).Soy la tercera de cuatro hermanos y nuestra madre nos lo hizo leer a todos y no recuerdo muchas cosas del libro, pero sí que hablaba de relaciones humanas de adolescentes y sobre todo de sentimientos que lograron emocionarme. Ya de mayor lo he nombrado en alguna conversación y los de mi época lo relacionan con el franquismo y la dictadura, como si en esa etapa de España todo lo relacionado con la religión y con los franquistas hubiese sido malo y, claro, yo no lo veo así, sobre todo porque mis padres eran franquistas y me formaron e inculcaron valores, sacrificio y entrega y sobre todo lo transmitían con su forma de vida. De nuevo me has hecho recordar a papá. No estoy de acuerdo con las dictaduras, pero tampoco con esta sociedad que estamos creando, donde la palabra sacrificio, espiritualidad y otras tantas se están quedando en el olvido. JJ, merecido recuerdo el que le has hecho a Martín Vigil, sin juicio hacia su vida privada..Marcò una etapa y logrò emocionar a muchos adolescentes, entre ellos, a mí, gracias
ResponderEliminarA mí una novela que me emocíonó muchísimo fue "Cierto olor a podrido". Luego leí muchas más. Saludos
ResponderEliminarDejar que nuestra mente navegue al pasado acompañada de tus artículos es fácil. Percibo incluso el olor a cloro de la piscina en la que, acompañada por mis amigos, devoraba el bocadillo de tortilla que mi madre me había preparado, mientras alguna que otra miga caía en "La vida sale al encuentro". Me sentía contenta de que un hombre, (y aún más sorprendente en aquellos tiempos, un religioso), dijera que ser mujer no era sinónimo de ser servil. Recuerdo la escena en la que la protagonista le dice a su hermano que no va a levantarse para llevarle un vaso de agua a la mesa. A mi me ayudó leer a Martín Vigil a "ponerme en mi sitio" ante tres hermanos chicos, y a él le debo en parte los "plannings" de trabajo semanal para distribuirme con ellos las tareas de casa. A mi me ayudaron a no cargar con más de la cuenta. A mis cuñadas, a posteriori, a tener "compañeros" en lugar de "señoritos". Así que, mi agradecimiento a Martín Vigil, y mi cariño, como siempre, para ti JJ, por "refrescarnos la memoria". Un abrazo. Ana Isabel Núñez.
ResponderEliminar¡Cuánta razón tienes Ana! Creo que sus novelas nos ayudaron muchos en tiempos tan grises y de despertares ingenuos. Un abrazo
EliminarBuenas tardes, Marta:
ResponderEliminarAporto mi "granito de arena" a su iniciativa de acudir al cementerio el próximo 20 de Febrero (...). Siento comunicarle que ello es, materialmente, imposible.
Reproduzco a continuación parte de mi comentario del día 23 de Febrero pasado, en este mismo "blog", directamente relacionado con su hermosa y elegante idea:
"(...)Por expreso deseo suyo, sus restos mortales fueron incinerados anteayer, lunes, a las 12,30 h. en el Tanatorio "La Paz", Alcobendas (Madrid) (...)".
Creo que sus amigos, lectores, admiradores, etc. (agnósticos y ateos incluídos... y no pretendo entrar en contradicción religiosa) podrían acudir a cualquier templo católico y dedicarle unos minutos y oraciones. Ésa fue, además, su única petición explícita.
Marta, muchísimas gracias por su cariño y fidelidad a J.L. Martín Vigil y su ingente obra literaria.
Muy cordialmente,
Eduardo Mascarell
Tantos y tantos títulos... toda una vida. ¡Qué recuerdos!
ResponderEliminarFernando Aramburu, colaborador de El Mundo, escribe en su blog, a propósito de una presentación de su último libro:
ResponderEliminar"Me flanquearon hembras a la mesa. Estaba, pues, como en casa. Es que congenio con el rebaño cuando es bello y huele bien".
A veces, nada más casposo que un progre casposo.
¿¿¿
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