No estoy yo muy de acuerdo con la definición del DRAE de los recuerdos. Sospecho que los recuerdos son algo más que la simple memoria que se hace de algo pasado. Fíjense si son importantes en nuestra vida que Henri-Fréderic Amiel, autor de un celebérrimo "Diario íntimo", consideraba que el tiempo, la vida, no era más que el espacio entre nuestros recuerdos. Es decir, para el filósofo y moralista suizo, los recuerdos lo eran todo, al menos lo más valioso de nuestra trayectoria.
Aunque lo son por definición, hay recuerdos
imborrables, que ningún camino, por insólito que sea, logra que se desvanezcan
del todo. Ni el tiempo, que es el gran antídoto de nuestras recordaciones, puede
eclipsar nuestros recuerdos más auténticos. Me refiero a aquellas presencias entrañables
junto a nuestra familia, o en compañía de nuestros amigos y amores.
Necesariamente no tienen por qué ser recuerdos de grandes viajes, o de actos importantes
o multitudinarios: se bastan los cumpleaños de nuestra infancia, las tertulias
de antes de entrar a clase de nuestra adolescencia, los amores pasionales y
tiernos de nuestra juventud.
Tampoco se quedan en
la memoria de antaño. Porque también son recuerdos imperecederos los de la
memoria reciente. Aquellas copas en buena compañía del sábado pasado, aquel abrazo que recibimos en el momento
propicio o aquella mirada que, sin verbalizarse, tanto nos dijo. Sin embargo, no conviene vivir permanentemente en el
recuerdo, algunos -porque nos hacen daño- deben soltarse, dejarse ir
definitivamente, o al menos acomodarlos con gozo en lo más profundo de nuestro
corazón.
Flaubert decía que los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como
suele decirse, antes al contrario, la hacen más profunda. Es más, para otros los
recuerdos no son más que un veneno que se forma en nuestra alma, donde van
aniquilando la sensibilidad del corazón. Pero, a mi juicio, el cómo los
recuerdos repercuten en nosotros depende del cómo los vivamos, de si disfrutamos
de su evocación o nos castigamos con su memoria. De si alegran nuestra alma, porque
la excitan, porque los vivimos con amor, porque son en realidad buenos
recuerdos, o si, por el contrario, resquebrajan nuestra entereza, porque anidan
en la intimidad de nuestros miedos, porque ni tan siquiera se confunden con la nostalgia, porque,
simplemente, son malos recuerdos.
Los recuerdos... qué bonito!
ResponderEliminarImposible vivir sin los recuerdos .. Van marcando las etapas vividas y las que nos quedan por vivir . Bonitas reflexiones JJ .
ResponderEliminarQué mejor recuerdo!!!! ...que recordarlo.
ResponderEliminarMaravilloso, como siempre, sin recuerdos no podría vivir, aunque claro, después está eso de la memoria selectiva. Un beso
ResponderEliminarCuantos recuerdos, cuantos amores, cuantas vivencias. Son eso, recuerdos.
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