Estoy sentada en un porche, en una mecedora. Desde
aquí observo una cascada rodeada de verde vegetación y el sonido del agua que
llega hasta mí me serena. Una preciosa taza de porcelana atesora durante unos
minutos la infusión que deleitará en breve mi sentido del gusto. El aroma de
las calas consigue embriagarme. Inspiro profundamente y contemplo el libro que
reposa en mi regazo.
La posada de los secretos se abre para llevarme a todo un mundo de
sensaciones. Observo que su autor ha puesto en cada línea un sinfín de
sentimientos. Le conozco como se conoce a esa alma que intuyes desde siempre y
para siempre y aun así sé que todo cuanto pueda leer en estas páginas será
capaz de desvelarme aún más recovecos de su esencia pura.
Juan José, reservado con su vida íntima, no
tiene complejos para desnudar su espíritu y nos desvela sus secretos, aquellos que tienen que ver con su forma de concebir
las emociones. Al leerle, al igual que el agua de la cascada que fluye ante mí,
mi corazón se vuelve fluido, transparente y fresco, se desliza entre los
renglones como el agua entre los riscos, y se siente libre. Libre para meditar y reposar cada “entrada”,
pues éstas siempre invitan a sacar conclusiones propias aunque lleven ligadas
la impronta del autor.
Las ilustraciones consiguen el efecto que
obtendría el vuelo de unas mariposas de colores junto a mí en este instante:
provocan una sonrisa infantil en mis labios y me enternecen.
Soy consciente de que cada lector percibirá
de forma diferente lo que este libro contiene. Pero, en mi opinión, algo común
llegará a todos. El deseo intrínseco del autor de compartir su propia búsqueda
interior. Su generosidad, cualidad que sin duda le caracteriza, para ser
compañero durante el camino que estas líneas nos invitan a emprender, o a
continuar, si es que ya nos habíamos aventurado a ello. Pero al final, aunque él
nos acompañe durante un rato, es misión de cada uno encontrar nuestro propio
camino.
Ana Isabel Núñez, autora de Con la fuerza de su interior |
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