Es para mí todo un honor y un placer poder participar en este acto de presentación de La posada de los secretos, este libro que muestra el alma y el corazón desnudo de su autor, y que más que un libro, representa un despertar a la conciencia y, eso, entiendo que es un paso vital.
Es una sorpresa que Juanjo me considere una “amarilla de antaño”… y que haya pensado en mí para compartir este momento. Juanjo y yo nos conocemos de hace años, por relación laboral y académica. Creo que siempre hemos charlado en encuentros breves: en los pasillos de la universidad o en actos públicos y desde esa desventaja postural que te imponen las personas altas.
No recuerdo que hayamos compartido muchos cafés o comidas, o hayamos hablado de temas personales, no sabemos apenas nada de nuestras respectivas vidas privadas… pero por una u otra razón siempre hemos estado en contacto álmico.
Lo primero que me gusta de este libro es su portada: ese corazón azul, pleno, sin fisuras y al que se accede en su luz por una escalera sencilla. El color azul, en el lenguaje energético significa la identidad creativa, la reivindicación del derecho a hablar y ser escuchado, con el intercambio de conocimientos y experiencias. Es el puente entre los pensamientos y los sentimientos, representa el compromiso a decir nuestra propia verdad personal, a la que se llega desde la percepción de la voz interior.
Y en la contraportada, el corazón ya carece de obstáculos, es rojo y representa la seguridad, la energía física, la voluntad de vivir y el suelo seguro bajo los pies. Llegar a este color, intuyo que no ha sido un proceso fácil en la vida del autor. Cuando se produce un cambio en la conciencia personal, comienzas a sentirte fuera de lugar, fuera de lo conocido y lo seguro.
Entonces los amigos y la familia empiezan a preguntarte qué te está pasando. Te inicias en la lectura de libros, de esos que se llaman de “autoayuda” y sientes que desde siglos atrás ha habido personas en el mundo que se han hecho las mismas preguntas que tú. Escribirlo es un estado de conciencia puro, es estar atento a las emociones que te ocurren, ser el fotógrafo de tu alma, el reportero de tu vida… Eso es estar en conciencia pura.
Tal y como se explica en El Alquimista, sientes que nunca vas a poder escapar de tu corazón, así que es mejor escuchar lo que tiene que decirte.
Juanjo se ha “reseteado” la mente con este libro, tal y como dijo Descartes, para alcanzar la verdad es necesario, una vez en la vida, desprenderse de todas las ideas recibidas y reconstruir de nuevo y desde los cimientos todo nuestro sistema de conocimientos.
Creo que el autor con esta obra ha salido de la seguridad del ego, pues aunque no puede acallar el jurista que lleva dentro cuando acuña expresiones como a corto o medio plazo o traer causa; ahora es una persona de éxito desde la ley de la abundancia, dispuesto a realizarse, a elevarse cada instante de su vida por encima de su pseudorealidad, activando su esencia y sus dones. Por eso este libro me ha hablado de él, de una persona que no conocía, que solo intuía.
Juanjo se ha fabricado de la melancolía de la música que ha escuchado y de los libros que ha leído… Cuando una persona como él ha llegado a la cima del éxito profesional es cuando ha empezado a hacerse preguntas… y a buscar en los libros, que son los que tienen todas las respuestas.
Juanjo es el observador, de las rutinas saca miradas puras. Trabaja los recuerdos, los rumia, los desintegra, los trae al presente y los echa a volar. Es capaz de mezclar la melancolía con la añoranza por un formidable trasero.
- EN EL PRIMERO de los capítulos, el autor se identifica con “La seducción de las palabras“. Es el rincón de las emociones, en el que se persiguen los sueños como la verdadera razón de vivir, y me gusta ese punto de rebeldía en el que Juanjo se muestra disconforme hasta con la Real Academia Española en las definiciones de sueños o recuerdos, advirtiendo que son conceptos indefinibles.
Este capítulo es un mandala de sentimientos concéntricos. Los sueños, la soledad, el amor, el alma, el silencio, la paz, la esperanza, las despedidas, la tristeza, el recuerdo… y todas las pequeñas cosas, las insignificantes, las que como dice Walt Whitman, son tan importantes como todas las demás.
Juanjo menciona en este apartado el concepto de “dharma”. Dharma en la filosofía védica significa el sendero hacia la divinidad que es tu propia conciencia. El dharma es el fundamento de todas las cosas, la ley básica del universo manifestada en el orden cósmico y en la rectitud de la humanidad. Es un código moral que nos obliga a actuar según nuestro propio karma, es la acción sin deseo lo que nos conduce a nuestra mas alta conciencia. Krishna, dios del amor decía: “Sea lo que sea lo que aumente mi conciencia, eso es dharma”.
La acción disciplinada es el camino de la verdad según el Bhagavad Gita, el camino de la liberación del deseo egoísta, es el regreso a casa, al hogar.
El capítulo expresa que todos somos parte necesaria de un puzzle que es el Universo, y que la luz, las personas con luz son igual de necesarias en los conventos que en los cabildos. Y que esos pequeños o grandes baches que sufrimos a lo largo de la vida y que lo llaman crisis o depresiones, no son sino expresiones de nuestro descontento personal, son esas llamadas que nos da la vida, señales de que algo debe cambiar, de descontento con lo actual, de salir de la zona de confort y adentrarse en un destino desconocido. Es el salto al vacío de las noches oscuras del alma como las llamaba San Juan de la Cruz.
- EN EL SEGUNDO CAPITULO, Juanjo nos explica “la conexión amarilla”. Amarillo es el color del plexo solar, el tercero de los chakras, el que se sitúa a la altura del ombligo, es la energía que nos conecta con la madre, con la tierra, con el hacer, con la actividad y la realización. Energéticamente es el centro de donde nacen todos esos hilos invisibles que nos conectan con las personas. Es el color del fuego, de la fuerza de voluntad. En este chakra se aúna la forma, que es el diseño que procede de nuestra conexión superior y que se junta con la energía que procede del aterramiento… y así, la energía más la forma conjuntan el derecho de obrar y realizar.
El amarillo resulta del poder personal, de la autoaceptacion, la tranquilidad, la firmeza y la estabilidad. Significa desarrollo emocional, confianza en uno mismo, crecimiento personal y expansión, servicio al prójimo, el deseo de vivir, comunicar y participar. Es el punto de contacto con otras personas y el que promueve nuestro ego. Es la lucidez racional en armonía con nuestra mente intuitiva.
El amarillo es fuego, y el fuego significa luz, calor, energía y actividad; y en el plano espiritual también significa purificación. En nuestro sol estamos en relación activa con las cosas del mundo y con las demás personas y es la zona desde la que fluye hacia afuera nuestra energía emocional, nuestras relaciones interpersonales; las simpatías y las antipatías.
“La conexión amarilla” es el rincón de las personas, de la buena gente que forma parte de la vida alternativa, es el “inconsciente colectivo” del que habla Carl Jung, de la sincronicidad entre las personas, de la mezcla entre la causalidad y la casualidad que nos une a determinadas personas, sin importar en qué lugar del mundo, ni a través de qué medio. Son las personas que se mueven en nuestro nivel de vibración, en nuestra onda energética, los que nos bendicen, las personas a las que nos unen los hilos rojos del corazón y la realidad del alma.
A Juanjo no le gustan las personas que juzgan, no le gustan los que hacen juicios gratuitos, no le gustan los chismes ni los chismosos. A Juanjo le gustan las personas solidarias, los luchadores, la energia de los niños, del niño que fue en la isla que le ha visto irse y regresar: La isla de la tormenta.
El nos explica su concepto de la soledad, la que se disfruta y la que se padece, del sentimiento de paz que se halla en un alma equilibrada. Y me gusta el concepto de construir una elipse con nuestras relaciones y no un círculo, ya que la elipse tiene dos centros: es la base de la empatía.
Hablar sobre la paz y conseguir la paz de cada uno es la base para alcanzar la paz de nuestro entorno. Cada uno cambia su mundo para poder cambiar el mundo que le rodea. La paz, que para Juanjo es el mundo del silencio, del que se goza y del que se sufre. Y es el mundo de la pasión, que para Freud constituye una psicosis socialmente aceptable.
La conexión amarilla de Juanjo lo une a las personas mas allá de sus apariencias, lo une al hogar, a los libros que ama y lo sujeta a las moleskine donde escribe su lista de agradecimientos.
- EL TERCER CAPITULO, “La memoria de los peces“, es el rincón de los amigos y de los amores, la doble A.
La memoria de los peces es el mundo de los recuerdos tiernos de la adolescencia, de los amores de juventud, donde las miradas eran un mundo inmenso. Es el universo personal de los abrazos en el mar. Porque como decía Isak Dinesen, la cura para cualquier cosa es agua salada, lágrimas, sudor o el mar.
En este capítulo, Juanjo recuerda el entusiasmo de sus maestros, las canciones que se convierten en momentos importantes de su vida: aquellas melodías que sin saber por qué resuenan en su alma y le producen una mezcla de melancolía y desasosiego.
Comparto con él muchos recuerdos de infancia: la bola del mundo, el atlas casero que te hacia soñar con las maravillas del universo, la academia de mecanografía, los abuelos que faltaban, los amores que se alimentaban solo de pensamientos, las navidades preparando el belén, el olor del serrin y la corteza de arbol, las peliculas de cada navidad, los saltos de esquí y el concierto de año nuevo tras una nochevieja adolescente. El mundo dice Ana María Matute hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo…, hay que inventar la vida, porque acaba siendo verdad.
A Juanjo le gusta descubrir el alma de aquellas mujeres que saben mirar mas allá del horizonte femenino. Sus reinas de corazones son mujeres seductoras por su mirada, vestidas de secretos, con cabellos melancólicos, y vidas llenas de misterio…, mujeres por las que brinda, mujeres a las que les emociona recibir cartas, mujeres audaces y soñadoras. .
Son también los recuerdos de las fiestas, del primer beso, de los diarios de recuerdos, de la diversión, del carnaval palmero y los villancicos de Los divinos… En el libro, todos estos recuerdos luchan por recuperar la ingenuidad y la inocencia imperturbable que la seriedad de la madurez exige socialmente, luchan por rescatar su niño interno, por la travesura, por la audacia, por la sinrazón pero siempre desde la ternura.
- EL CAPITULO CUARTO es “un lugar cerca del corazón“, del alma, del amor.
Juanjo nos muestra las heridas del amor en carne viva, construyendo el proceso de comprender que las personas a las que amas tienen sus propios procesos vitales, y que en definitiva, el único amor, el incondicional es el que se contruye desde el dar, en el que gozas más dando que recibiendo, en el que no esperas y disfrutas de la verdadera esencia del sentimiento profundo, del amor abierto. Decía Edgar Allan Poe: “A veces tengo miedo de mi corazón, de su hambre constante de lo que sea que quiera. La forma en que se detiene y comienza otra vez”.
Juanjo llora ausencias, siente desarraigos, conoce la vulnerabilidad, ama con descaro y con intimidad, y reconoce no estar a la altura de sentimientos arrebatadores, se mueve entre la deriva de la locura de amor y la fuerza de la razón y los dictados de lo coherente…, el amor lo devora en No sé que me pasa contigo, y su corazón necesita ver el sol preguntando Dónde estasy Algo se ha roto.
Pero como su amor tiene alas, él siempre anda en busca de un puerto donde amarrar el silencio o de una jaula de oro donde encerrarse para ser protegido. El amor de Juanjo tiene alas para atreverse a ser por sí mismo y jugar a besos furtivos y manos fundidas: más allá de la desdicha, el alma herida y el abandono de la pérdida. Las pérdidas pesan mucho en él, las rupturas sentimentales, las ausencias…, los besos que saben a despedida.
Juanjo, cuando habla de amor, cuando es el poeta, es su yo más auténtico, el medio desabrido y el demasiado apasionado.
- EN EL CAPITULO QUINTO, “El Camino” es el rincón del proceso. El autor aquí percibe que no está solo, y como dice Jodorowsky, lo que pasa es que ha llegado a un lugar donde los otros aún no le han alcanzado. Según los actuales pensadores, en 2012 terminó la época de Piscis, la época de lo material, la época en la que todos necesitabamos de gurús que nos mostraran los caminos de la conciencia. Ahora entramos en la época de Acuario, en la busqueda de lo espiritual, ya no hay gurús…, ahora cada uno es su propio maestro, cada uno ha de buscar su propio camino.
El proceso, es buscar la flecha amarilla en tu interior, el camino de la alquimia, de sacar lo mejor de tí, de la conversión. El libro termina con el recorrido por el camino interior, el resultado de la busqueda en el trayecto que recorre consigo mismo, que es donde nadie le dice cómo tiene que ser o cómo tiene que actuar. Y el autor acepta finalmente que a veces hace falta sentir dolor para que las cosas cambien, y que todas las situaciones son necesarias para la evolución, que hay que atravesarlas con amor y aceptación porque cada experiencia lleva una enseñanza consigo.
Y este capítulo también me trae recuerdos de mis tiempos de estudiante en Santiago, las tardes lluviosas, el incesante llegar de peregrinos, el paisaje de Finisterre y mi querido Canal de Castilla.
En la descripción del camino se narra el viaje, ahí aparece Juanjo el periodista, el cronista de la emoción y la enseñanza, desde la calma y la compañia de los amigos, de los desafios, del cansancio y de los cambios de rumbos inesperados. Es un viaje al territorio de la nostalgia recóndita de la que habla Merino, es la desnudez de los sentimientos y de las emociones. En el viaje, a Juanjo le gusta observar, en la contemplación de la naturaleza es donde encuentra los elementos vitales: el agua del mar, el fuego del sol, el aire de las nubes y la tierra del volcán.
De los libros de la posada comparto con él muchos de los ejemplares: La elegancia del erizo, El arte de la prudencia, los de Sandor Marái, Iriondo, Louise Hay, Los cuatro acuerdos, Alex Rovira, Oscar Wilde, Osho, Tamaro…, libros que conforman nuestro universo interior y que nos hacen llegar a la conclusión de lo que escribió Rumi, que “tú eres lo que estás buscando”.
Aquí Juanjo se aplica en la tenacidad que lo lleva a llegar hasta sí mismo, a aceptar que las cosas estan bien tal y como pasan, que el universo es perfecto y que todas las personas que llegan a nuestra vida son una bendición, porque de todas tenemos algo que aprender… y al final ha de hacer caso a lo que dijo su madre: “Estar a lo positivo”, conclusión a la que llega después de haber leído mil libros, y de pensar que eso que llaman karma no es mas que aquello que oímos tantas veces sobre ser buena gente…, la ley de la acción y la reacción, que las acciones bondadosas producen resultados satisfactorios, y que la vida es una cadena de favores.
Realmente pienso que por este libro la gente te querrá por lo que eres y no por lo que tienes o representas.
Finalmente… gracias Juanjo, y utilizo una cita de Frida Khalo para decirte que tú mereces lo mejor de lo mejor, porque tú eres una de esas pocas personas que, en este mísero mundo, siguen siendo honestas consigo mismas y ésa es la única cosa que realmente cuenta.
[Transcripción de su intervención en la presentación del libro de referencia, de J.J. Rodríguez-Lewis, el pasado día 24 de octubre de 2014, en Santa Cruz de Tenerife.
*La pucelana Isabel de Blas Mesón es doctora por la ULL y secretaria judicial de carrera. Licenciada en Derecho y en Ciencias de la Información, es experta en la India y recientemente también maestra de Reiki. Asesora del Diputado del Común durante un largo y prolífico periodo (2002-09), es autora de Justicia penal juvenil en la prensa de Canarias (2012).
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