Navarrete,km.15.2 Recibimos la esperada tormenta de verano ya recogidos en San Camilo,
al comenzar la tarde. San Camilo es un antiguo convento cisterciense
reconvertido en hotel, situado en los arrabales de Navarrete, siempre, claro
está, que pueda hablarse de arrabales en un pueblo de apenas 3.000 habitantes.
Durante la mañana habíamos recorrido el primer tramo de nuestro
"Camino de Santiago": la distancia que separa Logroño, capital de La Rioja, de esta localidad, antaño encrucijada de caminos entre Navarra y Castilla, y por ello centro
de innumerables batallas fratricidas entre navarros y castellanos, Navarrete. La
verdad es que la etapa "oficial" finaliza en Nájera, pero quizás no estábamos preparados para empezar con una etapa tan dura, ni para desanimarnos demasiado
pronto, así que dividimos el tramo en dos partes, y la meta, a priori inalcanzable para
inexpertos, la vislumbramos más factible. Ocurre como en la vida, en la que a
veces, antes de descartar o posponer una acción o una decisión difícil, resulta
conveniente plantearse si es más viable afrontarla poco a poco, por pasos, sin abandonar, por supuesto, el
propósito final. Como dice el viejo adagio de Lao Tse: "Hasta un viaje de
mil leguas empieza con un pequeño paso". Fueron finalmente poco más de 15 kilómetros
de leve subida, con algún repecho más exigente, que nos llevaron pronto desde el solaz
pantano de La Grajera hasta el centro de la alfarería riojana.
Tras el primer ensayo, las fuerzas parecen intactas, y por fin
empezamos a respirar "Camino" de verdad, a olerlo entre vides y
arboleda, y a sentirlo, por ejemplo, cuando adelantábamos a otros peregrinos con
varias jornadas a sus espaldas. Nos poníamos a su altura y, durante un momento, "retroalimentándonos",
nos hacíamos mutuamente más llevadera la marcha. También cuando observamos el enrejado de cruces
que los caminantes han creado al borde del sendero como pequeños testimonios de
su fe.
Ya instalados, y antes de almorzar en El Molino,
visitamos la iglesia tardogótica de la Asunción, que exhibe un fabuloso retablo
barroco presidiendo sus tres naves, y convinimos, con ironía, en que Navarrete era una suerte de pueblo
de "autoservicio", porque para todo había que servirse uno mismo,
incluso adivinarlo (visiten si no el Bar
Deportivo, jeje) .
Al caer la tarde, disfrutamos de la paz que se respira en los jardines de San Camilo. La cierto es que el cielo amenazaba un ocaso de lluvia y granizo más temprano de lo habitual, y nos lo anunciaba con insistencia una particular
sinfonía de rayos y truenos. Pero sorprendentemente los pájaros no dejaban de cantar, parecía como si no
se creyeran de verdad que la tormenta era inminente. Entonces decidimos resguardamos,
a solas, era un buen momento para viajar por nuestras profundidades; es lo que tiene el
"Camino". Como ha escrito A.G. Roemmers en El regreso del Joven
Príncipe: "Ninguna otra conquista ofrece mayor recompensa que la de
nosotros mismos".
Navarrete, primera etapa coincidiendo con la inauguración de los JJ.OO. Recuerdas la risa tonta que nos entró????? Tuvo que ser consecuencia de la risa contenida en el Bar Deportivo, jajajaja. Ni un cartel, ni una recomendación: "A veeeer, se informa a los Sres. Peregrinos de que aquí los camareros somos unos comodones -además de contar con pocas luces- y de que, aunque Ud. esté agotado de caminar y de soportar el peso de la mochila, es Ud. mismo quien ha de venir recoger la comanda en la barra y servirla en la terraza. Por supuesto, no le cobraremos el servicio, pero sí el "IVA" y el "Venía"..." jajajaja.
ResponderEliminarAhora en un tono más serio, cuando llevamos a cabo una acción dolorosa o ardua emocionalmente nos parece que, si la hacemos paso a paso, puede resultar menos hiriente (para el otro/a o para nosotros mismos). Esto nunca se sabe a priori, y depende incluso de cada uno, porque yo pregunto: Para dejar de fumar, es mejor hacerlo poco a poco o cortar radicalmente?????
Ahí dejo la reflexión... Besos
Peculiar pueblo éste de Navarrete, en el que te mandan a tomar "AIRE" si entorpeces elpaso del cura parooquial en su flamante coche a su paso por la plaza mayor del pueblo...y si tienes la suerte de que sea él el que te atropelle, da gracias al cielo porque tienes la bendición incluida...jajaja
ResponderEliminarGracias JJ
Después de la tormenta siempre llega la calma...y aprendo a seguir escuchando "mis pajarillos", GUARDIANES AMARILLOS,que, perfilan mi realidad, la que debo valorar, contrastar y al final decidir...
que me animan a seguir siempre adelante, cueste lo que cueste, cuando la tormenta se vaya aproximando..
GRACIAS INFINITAS A MIS GUARDIANES AMARILLOS!!!...os quiero
Me gusta lo que cuentas. Y me gusta como lo cuentas. Buen relato. Conozco el camino y sé de su dolor y sus alegrías. Muchísimas más alegrías que dolor. Me emocionas. En éste, y en todos los demás, buen camino. Besos
ResponderEliminarCamino,voy cogida de su mano, a veces, muchas, me suelto, pero para caerme, me desoriento y me adentro en senderos que no llevan a ningún lado, algunos no tienen salida. Pero siempre está ahí esa mano suave que va hacia mi, me guía hacia la luz y me ayuda sin imponérmelo a encontrar la senda adecuada.
ResponderEliminarMe despierto, está todo oscuro, estoy al borde del camino, en el fondo de un barranco y ya no encuentro la mano. Su dueño siguió su sueño y dejo atrás la pesadilla.
Si no es aquella mano, habrá otra....pero siempre habrá una mano.
ResponderEliminarUna mano que te empuje a salir del barranco, aunque el impulso para salir de él siempre ha de ser uno mismo y el sueño de encontrar de nuevo otras manos -aquellas que nos han acompañado siempre o simplemente aquellas que nos esperan-; o una mano a la que asirnos para dar el último paso en la ascensión de las paredes del barranco (esa mano que, más que fuerza o seguridad, nos da aliento); o quizás una mano que sencillamente se pose en nuestro hombro, como señal de satisfacción o alabanza por lo conseguido, para que nos demos cuenta de que hemos logrado salir del barranco por nosotros mismos.
Nuestra propia mano puede dar incluso apoyo a la otra, apretándose contra ella cuando estamos asustados; o ser el vínculo para otras manos mediante la caricia...o ser el comienzo, nuestras manos, de un sentido abrazo.
Debemos luchar siempre para salir de los barrancos, con mano o sin mano que nos espere, con nuestras manos o reptando. Siempre se sale, porque no hay barranco que cien años dure, ni peregrino que lo resista.
Un beso, Carla. Tienes muchas manos que te esperan!
Gracias Totufa por tenderme tu mano.
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