Jornada dura por fin. Además, al segundo día, ya se empiezan a notar
algunas secuelas de lo andado, aunque todavía sea poco. Fue un día en el que
nos encontramos peregrinos por doquier. Con muchos de ellos coincidimos a la
salida de Navarrete y a otros tantos los adelantamos por el singular cordel que
recorrimos. Llegamos a Nájera, antigua capital del Reino de Navarra, casi 18
kilómetros después de comenzar a andar. Por primera vez descansamos a mitad de
camino. Fue en el alto de San Antón, desde donde se observa el valle del
Najerilla, con las fuerzas de alguno un tanto mermadas ya.
Nos sorprendió cruzarnos dos veces con una singular peregrina
brasileña, que de adolescente había leído a Coelho (El Peregrino de
Compostela), por lo que siempre había albergado el afán de poder reproducir sus
pasos en el Camino de Santiago. Venía de Sant Jean Pied de Port, la salida
original del Camino Francés, y con las fuerzas casi al límite. Sin pretenderlo,
nuestras palabras le sirvieron de milagroso acicate, inesperadamente encontró en
nuestro discurso el aliento necesario, la perspectiva adecuada sobre su
empeño extraordinario; son las cosas que tiene el "Camino", pródigo en sorpresas y en barruntar amistades desinteresadas (nuevos
"amarillos"), porque la amistad, como ha escrito Sándor Márai (en El último
encuentro), no es otra cosa que un servicio. La volvimos a encontrar en
Nájera: como suele ocurrir, a quienes te acompañan de corazón durante la
carrera de la vida normalmente te los encuentras al final de ella.
En Nájera visitamos el monasterio de Santa María la Real, una joya
arquitectónica pese a los destrozos que sufrió, en su interior, como
consecuencia de la Desamortización de Mendizábal.
Nos quedamos, sin embargo, con el plateresco claustro de los Caballeros y la sillería del
Coro. Almorzamos un original arroz meloso en El Mono, en plena calle Mayor, y cenamos más frugalmente cerca del
catre, en el bar del hostal Hispano II.
Pese a la dureza del tramo, nos recuperamos con cierta facilidad.
Obran milagros los buenos masajes y el Reiki
que nuestra amiga nos ofrece incondicionalmente nada más terminar la etapa del
día, descubriendo además nuevas indicaciones terapéuticas para el "Vicks VapoRub" (je,je). Pero hoy también se
desataron en nuestra amiga viejas emociones, sentimientos no resueltos,
recuerdos tristes de antiguos "Caminos", que también los hay. Porque
aunque hagamos varios, el "Camino", como la vida, siempre es uno, con
direcciones diversas, a veces de ida y vuelta, pero siempre el mismo. Por eso los
"Caminos" funcionan entre sí como vasos comunicantes. Un "Camino"
sirve para cerrar un ciclo que se inició en otro, o para desprenderse del
aliento de gente tóxica que nos maniató en el anterior; pero un "Camino"
sirve también para consolidar amistades que se pergeñaron en otras caminatas, incluso
para obviar llamadas que proceden de "caminos" quizás equivocados.
Durante el trayecto nos encontramos con más cruces de caminos que
nunca. En estos casos, debemos buscar la flecha amarilla que señaliza el
"Camino" para dar con la senda correcta. La señal puede estar pintada
en una piedra, en el suelo o en una farola; la podemos encontrar en los sitios
más insospechados. Pero la señal existe, siempre está, solo hay que buscarla,
sin prisas, sin ofuscarse, pero sin pausa.
Dice Coelho (en Maktub) que el cruce de caminos es un
lugar sagrado, porque allí el peregrino ha de tomar una decisión; habrá, por
tanto, un camino escogido y otro abandonado. El peregrino puede descansar,
dormir un poco, incluso consultar a los dioses que viven en los cruces, pero
nadie puede quedarse allí para siempre: una vez hecha la elección -concluye el
escritor carioca-, es preciso seguir adelante, sin pensar en el camino que se
dejó de recorrer. Sin embargo, en la vida a veces resulta muy complicado
encontrar la flecha amarilla que nos marca el sendero correcto, normalmente oculta
o difuminada tras los miedos y la comodidad. Aún así, nuestra obligación es encontrarla.
Y aún cuando creemos que el camino elegido es el correcto, aqui y ahora, necesitamos tener la certeza y nuestra confianza se refuerza cuando después de un tiempo caminando entre sentimientos y pensamientos, dando paso tras paso, aparece una señal, (amarilla), dándonos la confirmación de que seguimos por la buena senda, elegida libremente, escuchando al corazón, abriendo la mente y despertando todos los sentidos...
ResponderEliminarBUEN CAMINO, MARLY!!!...LLEGAREMOS CONTIGO A SANTIAGO
UN ABRAZO FUERTE
Preciosa tu tercera etapa del Camino. Bonita y profunda y de un amarillo intenso. No sólo se nota ya el cansancio físico sino la transformación espiritual y la consciencia del alma. Me ha llegado.Besos
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