Frómista-Carrión de los Condes, 19,4 kilómetros
Carrión de los Condes
era la meta del día y el ecuador del nuevo viaje por la senda del Apóstol. Era
un tramo asequible, porque no eran muchos kilómetros, no había altozanos y
estaba salpicado de aldeas y caseríos, lo que siempre convierte la
marcha en más llevadera. Pero era Tierra de Campos en estado puro. Además, el andadero transcurría
paralelo a la carretera y eso le restaba mística al Camino.
Sin apenas darnos
cuenta, a poco más de cinco kilómetros de la partida, nos encontramos con Población de
Campos. A priori, parecía un
buen lugar para desayunar, pues habíamos adelantado la salida y casi no
habíamos probado bocado antes de emprender la caminata. Mas fue un desayuno un tanto
curioso aquél, en un bar del pueblo lindante con el
Ayuntamiento. La taberna no semejaba las del Camino, estas con un personal siempre atento y
diligente con los concheros. El establecimiento parecía regentado por un
matrimonio de los de antes; me explico, quién atendía era una mujer, y el hombre
solo mandaba y colaboraba puntualmente desde delante de la barra. Los dos, sin
embargo, coincidieron en turbar el ánimo de un viejo funcionario del
Ayuntamiento que se acercó al café desde temprano, y que regresaría azorado al
consistorio. Luego, tras cruzar el río Ucieza, inmediatamente nos topamos con Revenga de Campos, y casi sin solución
de continuidad, con Villarmentero, también de Campos.
Existe, sin embargo,
otra ruta alternativa que también nos lleva hasta Villalcázar. Se trata de un camino rural que
transcurre a la vera del río y pasa por Villavieco, itinerario que
valoramos tomar, pero que finalmente desechamos. Nos acordamos, entonces, de un pasaje de Dónde el corazón te lleve, de Susanna
Tamaro, que nos recuerda que el camino que recorremos en la vida nunca es
recto, sino que está lleno de bifurcaciones. Y que seguro que alguno de esos desvíos
cogiste sin darte cuenta, que otros ni siquiera los viste, y que no sabes adónde te
habrían llevado los que dejaste de lado. Tamaro asegura que en los cruces de caminos siempre te encuentras
con otras vidas: conocerlas o no, vivirlas o dejarlas ir es asunto que solo
depende de la elección que efectúas en un instante y que, aunque no lo sepas, en
pasar de largo o desviarte a menudo está en juego tu existencia, y la de quien
está a tu lado.
La joya del trayecto
era la Iglesia templaria de Santa María
la Blanca en Villalcázar de Sirga,
o simplemente en Villasirga, como todo el mundo conoce a este pueblo, tras un breve
desvío que se impone a voluntad. El templo fue construido a finales de siglo
XII y es de transición al gótico, pero para algunos
especialistas constituye la Capilla
Sixtina del arte románico-ojival. No nos olvidamos de fotografiar el fabuloso Pantocrátor que preside la portada sur.
Luego, tras un pequeño refrigerio, retomamos la senda que seguía discurriendo
paralela a la carretera. Por la carretera, el trayecto suele ser más corto, pero más ruidoso, y menos
bucólico y espiritual, por suspuesto.
En Carrión de los Condes, como excepción,
nos hospedamos en San Zoilo, antiguo
monasterio benedictino, donde también cenamos (en "Las Vigas") los manjares del lugar. San Zoilo es un buen lugar para
la oración, para descansar el espíritu y para el esclarecimiento, sobre todo
cuando necesitas resolver un dilema, algo así como descubrir la opción correcta entre dos
contrapuestas, porque un sitio como éste siempre te ayuda a ver la situación más clara y, muchas veces, a encontrar
también la fuerza necesaria para elegir, y sobre todo para seguir adelante.
Después, una vez tomada la decisión, hay
que ser valiente y olvidar por completo la otra posibilidad, como nos recuerda Coelho (en Maktub). Al final, la experiencia nos demuestra que las
cosas siempre acaban bien, y si no van bien, -mira por dónde- es porque todavía
no has llegado al final.
Habíamos almorzado en
"El Doblón" con cierta frugalidad, y ya
por la tarde visitamos Santa María del
Camino, Nuestra Señora de Belén, Santiago
(con otro extraordinario Pantocrátor),
San Andrés, y hasta un Museo de Semana Santa, una de mis debilidades. En realidad, hicimos trampas y en Carrión hicimos un
alto más largo y nos quedamos un día más. Sin duda, la capital histórica de Tierra de
Campos lo merecía y el silencio y la tranquilidad de San Zoilo, más aún. Era
el momento de equilibrar esfuerzo y descanso, una forma de no perder la pasión que siempre
debe acompañar el Camino.
A veces nos apartan del camino que queremos compartir, y ahí tenemos que buscar fuerzas para no perdernos y seguir. No sé si por veredas o atajos, y seguramente sin pasión, pero con la certeza de que la etapa te la han hecho terminar y que el camino seguirá.
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